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Los tucumanos y el saludo más ostentoso del mundo

Opinión

Gritos, puteadas y abrazos; todo el mundo se entera cuando dos amigos tucumanos se reencuentran. El ritual afectuoso y amistoso acá donde se inventó el saludo con distanciamiento social.

Saludo de dos tucumanos en cuarentena. (Foto: Gabriel Lemme)


- Ehhhhh carneroooooooooooo…
 
En otro tiempo y en otra parte del mundo, un grito de ese tipo era motivo suficiente para un duelo de pistolas entre quién lo profería y la persona aludida. Acá y ahora, es un saludo afectuoso; las palabras que rompen el hielo entre dos personas que acaban de reencontrarse, que se abrazan, que se quieren y que no tienen ningún prurito a la hora de demostrarlo. Lo más sorprendente de este rito es que, lejos de cualquier afán de intimidad, se trata de una ceremonia pública y teatral escuchada en horario pico y en plena city bancaria. Ante los ojos y los oídos de todos los transeúntes que no pueden evitar la cabeceada para ver quién es él/la carnero/a, culiado/a, ura/e y cómo sigue lo que parece el preludio de una trifulca. Pero no, acá ese es un gesto cargado de amor fraternal; visceral, violento y pomposo. Ajeno a cualquier estándar de ceremonial y protocolo, se trata, acaso, del saludo más ostentoso del mundo. Y es nuestro. 

No hay un estudio antropológico de alguna prestigiosa universidad extranjera que lo confirme, pero nos atrevemos a dar por sentada la hipótesis de que los tucumanos se saludan a diario con la efusividad propia de las grandes despedidas y bienvenidas. Como si fuera el último saludo o el primero después de largo tiempo; como si fuera lo único que importa en el mundo, como si no hubiera mañana. No importa que sea Cacho, el vecino de la cuadra, o Mary, la compañera de la primaria, o Raúl, el central del equipo del fútbol de los sábados. Acá se saluda fuerte. Cada vez que el encuentro se produce fuera del contexto habitual, hay gritos, puteadas, abrazos. El saludo trasciende a los involucrados, es rimbombante y espectacular. Es para el amigo y también para los circunstanciales espectadores de turno. Es estruendoso y, aunque en apariencia exagerado, también sincero la mayoría de las veces. 

Por estas latitudes, el saludo es mucho más que un gesto amistoso propio de los buenos modales, es la celebración del encuentro tan fortuito como esperable en una provincia con ciudades que conservan su alma pueblerina. No es inesperado el encuentro, aunque el saludo tenga la efervescencia de lo sorpresivo. Ir al centro es una forma de propiciar los encuentros y los saludos con su exuberancia y desmesura característica que se traduce en insultos amigables, si es que existe tal cosa. Los tucumanos se insultan de manera amistosa como ostentación, acaso innecesaria, de una intimidad que, en el acto del saludo, se vuelve pura exterioridad; un gesto público que no teme caer en lo impúdico. Un “Cara i pingo”, un “Che, cajeta”, un “Ehhh culiado” pueden llegar a interpretarse como una muestra de ternura; extraña en su expresión, pero única y nuestra. Después de todo, como dijo el poeta: los que se quieren, se dicen cualquier cosa. 

En ese afán de exterioridad y ostentación en el saludo, mucho antes incluso de la llegada de la pandemia y de que los barbijos dificulten la identificación mutua en las calles, los tucumanos crearon el saludo con distanciamiento social. Muchos fuimos testigos de personas que, al pasar en auto por el lugar donde se encuentra algún conocido, sacan medio cuerpo por la ventanilla para gritar lo que se le cruce entonces por la mente. A veces, ni siquiera es una palabra completa, apenas un sonido gutural, festivo y, a la vez, incomprensible. También están los que se saludan de vereda a vereda, improvisando un diálogo a los gritos y, sobre la marcha, sin detener el rumbo. Para el observador extranjero estas extravagantes muestras de afecto pueden ser vistas como una expresión anacrónica y semibárbara, pero qué sabe el chancho de caramelos si nunca tuvo un kiosco. 

Teatral, descomunal, campechano, excesivo en su manifestación; hoy es el Día del amigo y los tucumanos lo festejan haciendo gala del saludo más ostentoso del mundo.