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Historias de café en la interna tucumana

opinión

El militante peronista Facundo Cabral analiza en profundidad la interna oficialista y los antecedentes de rupturas en el seno del justicialismo a lo largo de los últimos 20 años. Columna publicada originalmente en panamarevista.com.


Imagino que en este preciso momento, algún dirigente argentino arenga a su tropa y advierte: “No hay 2023 sin 2021”. Esta consigna que fuera de contexto parece una obviedad lógica, se repite en los mítines de todo el territorio nacional para resaltar el valor estratégico de las elecciones de medio término.

En la provincia de Tucumán, todas las miradas apuntan al desenlace de la interna justicialista. Desde que hace algunos meses se blanqueó la fractura entre el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo, el peronismo local es un campo de batalla. Y a medida que se acerca el 24 de julio (fecha del cierre de las nóminas que definirán las candidaturas), la tensión aumenta, los grupos de Whatsapp no ayudan a contener los desbordes emocionales de buena parte de la dirigencia que, al calor de las especulaciones, toma nota y actualiza la cotización de su lealtad.

A simple vista no parece haber una disputa ideológica entre el gobernador y el vice, se los podría encasillar sin temor a que se ofendan, en un peronismo de centro derecha, de baja intensidad discursiva y cuyo relato se basa casi exclusivamente en la gestión. Además los dos alzan su voz a la hora de defender el gobierno nacional y predicar la unidad del peronismo.

Para entender la magnitud del conflicto y su posible desenlace, amerita un repaso de los últimos veinte años en el PJ tucumano, ya sea para evitar fratricidios o tan solo por nostalgia folclórica, valga esta pequeña historia de les muchaches peronistes en el encantador jardín de la república.

Julio

El pasado 6 de junio falleció el ex gobernador tucumano Julio Antonio Miranda. De origen humilde y extracción sindical, Don Julio será recordado como el hombre que recuperó el poder ejecutivo para el peronismo tucumano (1999/2003). Aunque también, hay que decirlo, pesará sobre su figura la desnutrición infantil y la imagen de Barbarita en todos los televisores argentinos.

También un 6 de junio pero de 1999, Julio Miranda derrotaba a Ricardo Bussi en las elecciones provinciales por una exigua diferencia de 4.205 votos (0,7%), y lograba desplazar del mando al partido Fuerza Republicana, que conducía el entonces gobernador, Antonio Domingo Bussi, aka dictador asesino. Fue la noche en la que Bussi  se fue a dormir vencedor y despertó vencido. Y a partir de esa victoria, el justicialismo logró mantener la hegemonía en la conducción provincial, resistiendo incluso el “que se vayan todos”  durante aquel convulsionado 2001.

Las anécdotas de aquella época forman parte de la ortodoxia folclórica del peronismo local y se transmiten de boca en boca por los corrillos de la rosca tucumana. Entre las máximas de aquel anecdotario se destaca la historia del café frío.

Cuenta la leyenda, que un día en el despacho más importante de la casa de gobierno, apoltronado en el sillón de Lucas Córdoba, Julio Miranda -quien transitaba sus últimos meses como gobernador-, sintió que su café había llegado por debajo de la temperatura deseada. Al advertirlo, Miranda pidió que le trajeran otro, pero el mozo, lejos de obedecer al gobernador como lo hacía habitualmente, respondió al pedido con otra pregunta: “¿Por qué no te lo traes vos?”.

José

Fue durante el mandato de Miranda que cobró protagonismo una figura que hasta ese momento no tenía relevancia en la política tucumana. José Jorge Alperovich, empresario de filiación radical, se haría cargo del Ministerio de Economía de la Provincia y un poco más tarde, sería ungido para conducir los destinos de Tucumán ante la atónita mirada de los soldados de Perón.

Existen al menos dos versiones de por qué Julio Miranda eligió a Alperovich para sucederlo: la oficial dice que José “medía mejor”, era una cara nueva y además contaba con el aval del entonces presidente y cabeza del peronismo nacional Eduardo Duhalde. La versión en off cuenta que Miranda justificaba su decisión argumentando: “No es tan político, no me va a cagar”-  de lo que algunos infieren “no es peronista, no me va cagar”. Lo cierto es que la fórmula Alperovich-Juri consiguió una abultada victoria (44,4%) y el peronismo comenzó a consolidarse como fuerza provincial.

Alperovich, rápido y furioso; aprovechó el discurso de asunción para diferenciarse de su mentor. El gobernador electo lanzó críticas que sonaron como amenazas judiciales. Duhalde, que como presidente se encontraba en aquel acto en el teatro San Martín, advirtió a Miranda: “Hoy te subís al avión conmigo y juras como senador cuanto antes, si te quedas acá este es capaz de meterte en cana”.

Efectivamente, esa misma tarde Miranda subió con lo puesto al avión de la Fuerza Aérea para llegar al Congreso Nacional, jurar como senador a las 7 de la tarde y vivir su exilio político bajo el amparo de los fueros.

Más allá de olvidar rápidamente a su antecesor, Alperovich nunca dejó de recordar la parábola del café frío y se encargó, con la furiosa devoción del converso, de mantenerlo a la temperatura que demanda el poder. José, como lo llamaban cariñosamente sus adláteres de ese entonces, logró reformar la constitución, desplazar para siempre a Miranda de la política provincial, y asegurarse la re-reelección (gobernó la provincia desde el 2003 hasta el 2015). Sin embargo, la historia es inexpugnable, y luego de tres mandatos el café se volvió a enfriar, esta vez no fue por el descuido de algún mozo sino por el abatidor de su hombre, Juan Manzur.

Con su obcecación característica, y endulzado por encuestas hechas a medida, Alperovich volvió al ruedo en 2019 e intentó torcer el destino: no podía permitir que su ahora ex amigo Juan Manzur lo borre de la política para siempre. Según su percepción, los votos y el cariño de los tucumanos aún le pertenecían, y aunque desde su entorno intentaron advertirle que contra el aparato no se puede competir, José estaba embalado y se presentó a las elecciones por fuera del Partido Justicialista.

El resultado de la aventura fue lamentable: el ahora Senador en uso de licencia (afronta una causa por abuso sexual denunciado por su sobrina) quedó cuarto por debajo del Radicalismo y de Fuerza Republicana. Al igual que su antecesor Julio Miranda, Alperovich terminó en el Senado de la Nación asediado por sus herederos políticos.

Discípulo de Ginés Gonzáles García y fogueado en la provincia de Buenos Aires de la mano de Alberto Ballestrini, Juan Manzur regresó a Tucumán en el año 2003 para hacerse cargo del ministerio de salud durante el gobierno de Alperovich. Y en poco tiempo “el doctor” se convirtió en uno de sus ministros predilectos, escalando en poder y confianza, hasta que en 2007 logró integrar la fórmula gubernamental. Dirigentes de la vieja camada comentaban: “Juan tiene un solo voto pero el más importante, el de José Alperovich”.

Alperovich-Manzur rompieron todos los pronósticos y barrieron con las elecciones provinciales, consiguiendo una adhesión histórica del 78,16% del padrón electoral. Luego de un paso interesante por el gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, Juancito, el hombre que siempre sonríe, como CFK lo bautizó, consolidó su posición desde la gestión sanitaria y su capacidad para relacionarse en la superestructura, retornando a Tucumán en 2015 para ser candidato a gobernador secundado por Osvaldo Jaldo.

El binomio que contaba con la bendición y el patrocinio de José Alperovich, logró imponerse con un 53.68% en unas elecciones que terminaron judicializándose. Y allí comenzó otra historia. Acorralado por causas judiciales impulsadas por un macrismo ávido de gobernadores débiles, Juancito llegó a declarar que CFK era un asunto del pasado y que la dirigencia peronista debía renovarse.

Hace algunos días, en un acto en Lomas de Zamora, Cristina le devolvió el estiletazo con L-gancia cuando públicamente recordó que Manzur no había sido procesado por el “plan cunitas”. A pesar de las chicanas, el diálogo entre ellos se mantiene dentro de los límites de la razonabilidad práctica. Hoy promediando su segundo mandato, Juan Manzur se enfrenta a la historia de siempre: su vicegobernador y compañero en la conducción del PJ local, Osvaldo Jaldo, plantó bandera en la legislatura y parapetado desde su recinto, dice a quien quiera oír, que él será el próximo gobernador.

Desde casa de gobierno, el manzurismo lamenta que el vicegobernador haya acelerado los tiempos y adelantan que sin “el aparato” de su lado, Jaldo correrá la misma suerte que Alperovich.

¿Osvaldo?

Osvaldo Jaldo es un dirigente peronista del interior tucumano, fue intendente de su Trancas natal en 1987 y desde entonces nunca orbitó demasiado lejos del Poder Ejecutivo. La construcción de una sólida base electoral en la sección Este, le permitió cultivar un perfil que oscila entre campechano y patrón de estancia.

Aunque el runrún comenzó hace tiempo, la fractura con Manzur quedó expuesta hace unos cuantos meses con motivo de la elección del Defensor del Pueblo. Juan Manzur apoyaba la continuidad de Juri Debo mientras que la legislatura, bajo la conducción de Jaldo, terminó promocionando a uno de los suyos: el entonces legislador y ahora ombudsman tucumano Lalo Cobos.

La ruptura generó tal desconcierto, que en los últimos tiempos llegaron a invertirse los roles. Jaldo, que siempre prefirió mantener los pies en su terruño, se vio forzado a subirse a un avión y visitar el Instituto Patria, preocupado en aclarar que sus diferencias no eran con Alberto ni con Cristina, sino con su compañero de fórmula.

Por su parte Manzur, que siempre se movió como un pájaro en el aire oficiando de canciller en cualquier latitud, optó por quedarse a pisar el barro y dejar marcada su huella a lo largo y ancho del territorio provincial. Entre telegramas de despido, operaciones mediáticas y pases de facturas, la posibilidad de una reforma constitucional se fue desvaneciendo y la disputa entre los bandos fue escalando desde acusaciones cruzadas y declaraciones mediáticas virulentas, hasta llegar a incidentes con cierto grado de violencia como los que frustraron la visita del presidente a la comunidad diaguita en territorio sagrado de los Quilmes.

El 9 de julio, con motivo de conmemorar la declaración de la independencia, Manzur y Jaldo volvieron a verse las caras después de más de cien días. “Un choque de puños no se le niega a nadie” había dicho días antes el gobernador y solo eso quedó del encuentro entre la dupla que conduce la provincia. En el tablero de la interna justicialista, el gobernador cuenta con ventaja material: además de estar sentado sobre la estructura más grande de la provincia, Manzur ocupa un destacado lugar en el PJ nacional y mantiene aceitadas sus relaciones con lo más alto de la dirigencia sindical.

Con marcada influencia entre los mandatarios de la región, Manzur es sin duda uno de los gobernadores fuertes del albertismo por nacer. “Juan es mi amigo” resaltó el propio presidente en la casa histórica durante su reciente visita a la provincia. Jaldo reconoce que corre la carrera desde atrás y por eso es muy celoso en el cuidado de sus piezas, todos sus movimientos apuntan hacia el 2023 y sabe que con el cierre de listas que se aproxima, delimitará el horizonte político del espacio que conduce.

Desde la presidencia de la legislatura, el tranqueño supo hacerse de algunos puestos de avanzada que potencian su capacidad de daño, toda la línea sucesoria y las comisiones más importantes le pertenecen. Aprovechando los casilleros débiles de Manzur, Jaldo confía en que su poder de fuego le bastará para forzar una unidad en la que ya pocos creen.

El vicegobernador cuenta con dos intendentes en la sección Este y alrededor de 40 congresales del Partido Justicialista. Hace algunos días estos congresales junto a dirigentes afines al vicegobernador armaron una agrupación política que lleva como nombre “Peronismo Verdadero”, una suerte de respuesta al bloque manzurista “Lealtad Peronista”.

Verdaderos y Leales se miden en cada tuit, chequean cada like y analizan detenidamente cualquier declaración o movimiento del adversario y de los que cuentan como propios. Si bien ambos bandos ya se pintaron la cara, se espera alguna orden -o silencio- desde casa rosada para dar el próximo paso.

Con el antecedente de la provincia de Corrientes, Osvaldo Jaldo confía en que desde la Nación se baje la orden de respetar “su” cupo en la lista de diputados nacionales y poder conservar así la banca de Gladys Medina, diputada que responde a su espacio. En su comprometida posición, sostener esa banca representaría una victoria para Jaldo que, en caso contrario, no tendría más opciones que subirse al ring y medir su incidencia en el electorado. De ser así, aseguró que lo hará en el marco de las PASO y por dentro del PJ.

En el manzurismo no quieren saber nada con ceder una banca, para el entorno del gobernador, Jaldo ya cruzó la línea y hoy engrosa la lista de opositores. “Jaldo sin el aparato no tiene chances” dicen desde la casa de gobierno. Desde la legislatura contestan que el café del gobernador va perdiendo temperatura.
“La unidad también se construye haciéndose cagar con los compañeros”, me escribe un revoltoso dirigente tucumano que confía en que estos enfrentamientos son apenas maniobras tácticas que terminaran de ordenarse desde la conducción nacional (si es que tal cosa existe).