Feliz día donde sea que estés sonriendo, papá
Día del padre
La cancha, lo recitales, los asados y los abrazos cargados de amor. El periodista Juan Pablo Sosa pone el corazón en estas emotivas palabras con las que recuerda a su padre recientemente fallecido por Covid.

Los Sosa compartiendo una de sus grandes pasiones: El Deca.
- A este lo llevé a su primer recital a los tres años y fue para ver a Los Abuelos. Lo tuve todo el tiempo sobre mis hombros.
Esta era una de las anécdotas que más te gustaba contar en una ronda de amigos o en familia. Decías que Los Abuelos de La Nada era, en tus palabras, la selección de las bandas nacionales.
Como aquella vez en Caja Popular, desde chico me llevaste por mil lugares de Tucumán. La mayoría de las veces tenía que ver con la pelota. Primero, a los viejos campeonatos de los no docentes de la UNT, en las canchas en donde hoy está el edificio a medio terminar de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia, en la Quinta Agronómica.Salíamos del Barrio Ferroviario temprano los sábados por la mañana y volvíamos por la tarde porque el tercer tiempo era tan o más importante que los partidos.
Eran épocas, los ochenta, en las que la plata que se juntaba alcanzaba apenas para unas gaseosas para los más chicos. Fiambre, pan francés, cerveza y vino en cartón para los más grandes.Solías ser el que recaudaba el dinero porque te encantaba la junta, que haya mucha gente y que se extienda lo más posible así podías hablar cientos de macanas porque eras bien bromista. Tu especialidad era poner apodos.
Tenías muchos sobrenombres, como si fuera que viviste muchas vidas en una sola. Eras Huguito, Hugo –nombre que no te gustaba-, Sosita, el Maestro Sosa para tus alumnos en la Facultad de Ciencias Exactas, El Nene, El Negro, El Gordo, mi papá.
Cuando cobrábamos y era un viernes, ya andabas preguntando quién se prendía para un asado en el taller de Mecánica. Esas juntadas arrancaban al mediodía y se podían extender hasta entrada la noche en medio de anécdotas, música y el infaltable chinchón por dinero. Eras timbero de ley, fuiste burrero –esa es la única en la que no me enganché, a pesar de que me llevaste muchas veces al Hipódromo- y no había día que no juegues a primera las fechas de los nacimientos de tus hijos en la quiniela. La mayoría de las veces “no la veías ni cuadrada”, como solías decir. Pero cuando le pegabas, te llenabas y solías repartir la guita y organizar más asados.

En los noventa, jugaste en los campeonatos de veteranos, primero para Doctor Mariano Moreno y, después, para Justo José de Urquiza. Ahí también me llevabas y anduvimos por un montón de rincones de Tucumán. Siempre alguien que estaba al costado de la cancha te alababa. “¡Qué arquero Sosita!”, decían y yo, que ya era un pre adolescente, me sentía orgulloso. Después, cuando terminaban los partidos, te acercabas y me decías: “Qué arquero es tu papá, ¿no?”. Pero yo te hacía la contra y te decía que esas pelotas que sacabas eran fáciles. Mentira, eras el mejor.
Preguntabas siempre por los changos del colegio, a los que recibiste siempre con una sonrisa en la casa de la Mendoza, además de ser el encargado de preparar las hamburguesas de las juntadas. También tenías un cariño grande por los changos de La 99, la agrupación con la que voy a la cancha hace más de diez años, con los que compartiste asados, previas en la RivaSar (el kiosco de la Avenida Sarmiento y Rivadavia), en Mendoza y hasta tribuna contra Libertad, en Paraguay. Todos ellos me dijeron que eras un grande.
Desde que yo era chico me contagiaste tu amor por el Deca. Me llevabas al Monumental y nos ubicábamos en la Laprida, cerca del codo con la Bolivia que antes no existía. Ahí estábamos la mayoría de los Sosa y los Salinas, nuestra otra familia.Hicimos nuestro primer viaje para ver Atlético en 1998, a Salta, en una Trafic destartalada. Estuvimos separados todo el partido y al final de aquel triunfo contra Gimnasia y Tiro, con gol de Galoppo, nos dimos un abrazo muy fuerte.También fuimos muy felices el día de los goles de Amato en cancha de San Martín. Me mentiste que alguien te iba a dejar pasar y me diste la entrada de jubilados, que era para lo único que alcanzaba en aquel entonces. Esa vez, también al final del partido, me buscaste, me bajaste del alambrado y nos volvimos a abrazar.
Cuando Atlético cayó en desgracia con el descenso al Argentino A, anduvimos por Monteros, Salta, Jujuy, Córdoba y por las canchas de Central Norte y Atlético Concepción. Renegabas mucho porque habías visto los equipos gloriosos de los setenta y no podías entender ese presente de la década del 2000.Por eso fuiste muy feliz el día que llegamos a Sao Paulo para ver al Deca contra Palmeiras, por la Copa Libertadores. Estábamos acreditados, sacaste mil fotos, filmaste unos cuantos videos y te contuviste, porque eras bien calentón, cuando los de la platea nos tiraban cosas y nos insultaban en portugués. Nada de eso importó al final del partido cuando entramos al campo de juego y nos volvimos abrazar.
Eras muy nostálgico y siempre recordabas algo del abuelo Ramón, de la abuela Elba, del tío Hugaso, del tío Flaco, de Voloy, de Galacio (nunca supe si escribe así), de tus hermanos, especialmente, de Pato, de tus sobrinos, de tus primos, de tus amigos del barrio. Hacías los mejores asados y los domingos, entre vinos y cervezas, a veces, fernet con Coca, escuchábamos Los Abuelos, Virus, Los Iracundos, La Negra Sosa (la tía Mercedes) Los Gatos, Charly, Chunchulas, Trulalá, El Conejo Miguel Alejandro, El Monstruo Sebastián, Karicia y Sombras, entre tantos.
Vivías pensado siempre en la siguiente juntada. Querías que estén todos tus hermanos, tus primos, tus sobrinos. Los viernes por la noche eras uno de los que activaba el grupo de WhatsApp de la familia. “¿Quién juega hoy?”, preguntabas y mandabas la foto de un vaso de cerveza.
Querías hacer de todo y la pandemia no te lo permitió. Por eso es que tu ausencia se hará sentir en el próximo asado. Se van a extrañar tus bromas y los apodos que ponías. Es un vacío muy grande. El consuelo es que te fuiste como lo habías decretado: sin velorio, joven –tenías mucho por vivir- y con la camiseta del Deca en el “jonca”. “No me lloren”, decías siempre. Pero es imposible no hacerlo.
No sé bien qué hay después de esto, pero calculo que algo habrá porque nos quedaron varios planes pendientes. Una de las últimas cosas que me escribiste es que íbamos a comer más asados e íbamos a tomar unos buenos vinos, así que supongo que, adonde fuiste, habrá una buena parrilla y un parlante y ahí nos estás guardando un lugar. Me vas a tener que esperar un poco porque planeo irme cuando mi hijo Cayetano, “tu chango”, sea grande.
En estos 41 años que tuve la dicha de compartir con vos, este es el segundo Día del Padre que no almorzaremos juntos. El primero fue el 15 de junio de 2008, el día del ascenso del Deca a la B Nacional. Aquel día, como tantas otras veces, cuando nos vimos nos dimos otro abrazo bien apretado. Ese que voy a necesitar muchísimo hoy por todo lo que te extraño desde que te fuiste, papá querido. Feliz día donde sea que estés sonriendo ahora.
