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Cuando la inoperancia cobra vidas

OPINIÓN

"Cada argentino, cada tucumano que fallece nos muestra los desaciertos continuos en todos los aspectos de la gestión de la pandemia, lo que pudo ser y no fue". Por Ana Claudia Wittich, doctora en medicina de la Universidad de Buenos Aires y docente e investigadora de UNT.

Imagen ilustrativa.-


Todos los días se desgarra el corazón ante la noticia de una nueva muerte por COVID, un amigo, el amigo de un amigo, un pariente, un paciente, un colega o cualquier profesional de la salud.


Duele, duele mucho, pero duele aún más y da impotencia la certeza que muchas de ellas podrían haberse evitado.


Observábamos meses atrás lo que pasaba en Europa, lo devastadora que era en el Viejo Continente, la segunda y tercera ola. Países como Alemania, ejemplo en la primera ola, tenían un número de contagiados y de muertes 10 veces superior…pasaron de 7 mil muertos a 80 mil. Sabíamos que la causa principal en Europa había sido el verano europeo, la relajación de las medidas y que la fuente principal de contagio estaba en las reuniones sociales y familiares. A su vez, los europeos no contaban con un arma principal con la que nosotros si podíamos contar, la vacuna, que recién estuvo disponible en diciembre para su aplicación. Sabíamos que el pico se produciría con el descenso de la temperatura, pero teníamos meses suficientes para vacunar a gran parte de la población y haber aprendido de los europeos sobre el origen fundamental de los contagios.


Las primeras vacunaciones comenzaron en diciembre. Teníamos 5 meses para vacunar al personal de salud, los mayores de 60 y las personas de riesgo.


Había elementos suficientes para proceder con idoneidad e impedir o al menos disminuir la gravedad de esta segunda ola, pero primó de nuevo la inoperancia nacional y provincial con sus múltiples caras.


Faltó en primer lugar, un plan claro y preciso.


Faltó el control del estado para mantener el distanciamiento social, o acaso no veía el estado lo que nosotros como ciudadanos comunes veíamos, los bares repletos, el incumplimiento de los protocolos, las fiestas clandestinas.


Faltó el ejemplo, algo tan simple y contundente como el ejemplo. Como podemos pedir a la ciudadanía que cumpla las medidas preventivas de probada eficacia si como gobernantes, como funcionarios, no las cumplimos o las manejamos con una arbitrariedad absoluta según la propia conveniencia.


Faltó de nuevo lo científicamente comprobado como una medida totalmente eficiente. Faltó mejorar los sistemas de testeos y seguimiento que garanticen que realmente se identificaron todos los casos y todos los contactos de las personas infectadas y la garantía que todas esas personas se aislarán por el tiempo necesario.

Ante la cantidad de casos crecientes en Brasil y la presencia de nuevas mutaciones faltó una política adecuada de cierre de fronteras y de seguimiento y control de las personas que provenían del vecino país para impedir la instalación de esa cepa en Argentina.


En la provincia faltó mejorar las condiciones laborales del personal sanitario. Los que están en el frente de batalla lo dieron todo, pusieron todo, hasta sus propias vidas. El gobierno provincial hizo oído sordo a todos sus reclamos. Y enfrentamos esta segunda ola con un personal diezmado y agotado.


Y faltaron las vacunas. Hay evidencia científica suficiente que demuestra que las vacunas disminuyen el riesgo de contagio en un 95%, la posibilidad de adquirir una enfermedad severa en un 90% y la mortalidad en un 85%. Europa no tenía posibilidades de prevenir la segunda o tercera ola porque no había vacunas. Nosotros en Argentina sí teníamos esa posibilidad. Y de nuevo reinó la inoperancia y por supuesto siempre el relato. Faltaron vacunas por no lograr una negociación temprana y adecuada con los laboratorios principales. Faltaron vacunas porque no llegaron a un acuerdo con el laboratorio Pfizer. Prometieron que entre enero y febrero estarían vacunados 10 millones de argentinos. Y fue nuevamente relato. Hoy, en la segunda quincena de abril, recién sólo menos de 1 millón de personas recibieron las dos dosis. Faltó conseguir en tiempo y forma las vacunas, faltó un plan estratégico y adecuado de vacunación. Y, de nuevo horadaron nuestra confianza con el vacunatorio VIP. Si esto hubiera sido hecho con idoneidad los resultados serían seguramente diferentes. Menos contagios, menos enfermedad severa y menos muertes.


Cada argentino, cada tucumano que fallece nos muestra los desaciertos continuos en todos los aspectos de la gestión de la pandemia, lo que pudo ser y no fue.


A su vez la falta de empatía, de diálogo, los agravios constantes, la falta de una visión integrada de Argentina que contemple y de solución a realidades tan distintas de nuestro país nos hace pensar que lamentablemente el rumbo no cambiará. Lo que que debía ser tampoco será.


Espero que al menos podamos aprender de este profundo dolor que hoy tenemos. 

Ana Claudia Wittich

Doctora en medicina de la Universidad de Buenos Aires; docente e investigadora de UNT y ex Presidente de la Sociedad de Endocrinología.-