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Conflictos en el poder: no llega a llamarse interna

Opinión

La discusión sobre “quién manda” disfraza otra: “correte que me toca” versus “no seas ansioso, estoy viendo si puedo seguir”, analiza el histórico dirigente peronista José Vitar.


El disenso y el debate interno, inherentes a las espacios políticos democráticos, es inevitable y necesario en el caso del justicialismo, en el que conviven variados matices de pensamiento.

Visto así, las divergencias entre el gobernador y el vice no debieran causar extrañeza: provienen de trayectorias y orígenes distintos. Compartieron una fórmula por imposición del hombre fuerte de entonces, quien creyó que la misma le aseguraría su posterior retorno.

En esa trama, cuyos secretos solo conocen sus protagonistas, anida el trasfondo del conflicto. La discusión sobre “quién manda” disfraza otra: “correte que me toca” versus “no seas ansioso, estoy viendo si puedo seguir”.

Si este conflicto adoleció siempre de racionalidad y sentido común, a partir de la elección del ombudsman, se desató una guerra sin códigos, en la que los militantes justicialistas quedaron reducidos a la calidad de rehenes, atrapados en las redes del clientelismo de uno y otro lado. A la caza de brujas desatada por Manzur, con pedidos de renuncias por doquier y aprietes a cara de perro a quienes dependen del presupuesto provincial, Jaldo contestó con una catarata de despidos telegráficos, ante la mirada perpleja y azorada de la sociedad.

El genio político de Perón, ducho en resolver conflictos, inspiró el apotegma “primero está la Patria (la Provincia es la Patria Chica), segundo el movimiento y por último los hombres”. En la pelea “tucumana” rige exactamente la lógica inversa.

Resulta esquizofrénico que quienes gobiernan, adelanten dos años un tema que debiera resolverse por canales racionales, invirtiendo sus sus energías en pelearse con saña, mientras la provincia se debate en la pobreza, la inseguridad, los asesinatos y femicidios cotidianos, al tiempo que nos azota un agresivo rebrote pandémico, que hoy se cobró ocho muertes.

El mismo interés que pusieron para convocarse para elegir a Cobos, debieran poner en organizar sesiones especiales para debatir y sancionar proyectos destinados a elaborar un plan integral de seguridad o generar redes de contención social para los millares de jóvenes que el sistema expulsa diariamente a la delincuencia.

El justicialismo provincial ha extraviado hace tiempo la impronta doctrinaria y  su mística militante. No debate proyectos ni ideas políticas, solamente reparte cargos y dádivas. Se consume en el canibalismo interno sin más móvil que las ansias de poder y el reparto del botín de un Estado cada vez más ausente. Eso n o merece el apelativo de “interna peronista”.

El peronismo siempre sufrió represión y atropellos. Pertenezco a una generación que lo sufrió en carne propia. Me niego a aceptar que en nombre del peronismo, que nunca aplicó esos métodos, se persiga a compañeros y compañeras.

El PJ ha devenido en un continente vacío, en cuyo interior se desalienta la participación y el debate político y sus cargos se cubren con funcionarios, lo que garantiza un partido mudo ante eventuales errores de gestión.

La llamada  oposición suma su propia mediocridad, envuelta también en reyertas intestinas por candidaturas y espacios de poder, en lugar de promover una agenda positiva para hacer frente a la crisis.

Tucumán debe encontrar el camino para construir un sistema político solidario, transparente, austero y con un proyecto de provincia inserto en la región como política de estado de todos los partidos.