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La revolución del conocimiento

TRIBUNA ABIERTA

El ministro de Educación de Tucumán, Juan Pablo Lichtmajer, analiza que la pandemia "ha puesto al conocimiento a la vanguardia de un nuevo modo de vivir" y es "la única herramienta que puede salvar a la humanidad".

"Bienvenidos al conocimiento", se lee en la entrada al Centro de Innovación CIIDEPT. Foto: Ministerio de Educación


Les propongo a los lectores y lectoras detenerse por un momento; hacer una pausa respecto de la vorágine de la vida cotidiana para reflexionar sobre un aspecto vital en la historia de la humanidad. Algo que solo ocurre rara vez, y que cuando lo hace, cambia el mundo para siempre. Una revolución del conocimiento. Esto es algo que venía ocurriendo, pero que el trágico 2020 precipitó de manera exponencial.  


La primera Revolución del Conocimiento ocurrió, según el brillante filósofo Yuval Noah Harari, en el año treinta mil a.C.  Allí, por primera vez, los seres humanos desarrollaron la capacidad de pensar cosas que no existen, o dicho de otro modo, solo existen en nuestra imaginación. Es decir, la capacidad figurada de imaginar, lo que muchos aseguran que nos hace humanos. En ese momento, la vida de nuestra especie en la tierra cambió para siempre, nació la cultura humana, en tanto capacidad simbólica. 


La segunda vez que sucedió esto fue durante el periodo Neolítico. Cuando nuevos conocimientos dieron vida a la agricultura, en otras palabras, la ciencia de obtener sustento a partir del cultivo de la tierra. A partir de allí nuestra historia nunca sería igual, nacieron las aldeas, la familia como institución y la división del trabajo, dejamos de ser nómades para asentarnos en lugares que nos permitieron vivir y cultivar.  


Varios milenios después sobrevino la tercera gran Revolución del Conocimiento, cuando la ciencia inventó nuevas formas de energía (el motor a vapor en primer lugar). De allí nacieron la industria, el capitalismo, nuevas clases sociales, una nueva organización de la familia, el trabajo y la vida.


Llegamos finalmente al momento actual, el de la Revolución Tecnológica, la del conocimiento en formato digital, o como muchos teóricos la denominan,  la Revolución de la Información. La humanidad actualmente genera cada dos horas el volumen de datos que le llevó 7 milenios producir, esa es la escala de lo que está aconteciendo. Ahora bien, esto ya venía ocurriendo desde los años 80s. La pandemia no es una revolución, es la aceleración de la misma, que no es lo mismo pero es casi igual. ¿Por qué digo que la pandemia ha generado una revolución de la revolución? Porque ha puesto al conocimiento a la vanguardia de un nuevo modo de vivir,  porque ha demostrado también, en la tragedia de los hechos, que es el bien más preciado y literalmente la única esperanza de la humanidad. El dinero, la riqueza y la opulencia (un valor tan difundido como sinónimo de éxito y seguridad) se han desmoronado. La pandemia arrasó con personas, ciudades y países muy ricos. Lo monetario no compra la salvación. Asimismo, las armas o el poder militar sucumbieron ante el COVID. No solo el armamento no mata al virus sino que las grandes potencias tecnológico-militares han sido puestas de rodillas por la pandemia. Tampoco la fama es antídoto eficaz; hasta las más glamorosas estrellas deportivas o artísticas ha sido víctima de la enfermedad. 


En definitiva, “valores” distintos al conocimiento y que siempre son ensalzados como sinónimos del éxito, como ser: el dinero, la fuerza de las armas, o la fama, han perdido terreno frente al valor supremo que significa el conocimiento. Por una sencilla y maravillosa razón, la verdadera y única esperanza de la humanidad está en el saber, pues es el que produce la ciencia de donde se crean las vacunas. Miles de millones de personas en el mundo somos testigos de cómo la ciencia está derrotando al virus, es decir, estamos viendo al conocimiento salvar vidas y permitir un mejor futuro. 


Dicen que la filosofía nace de tres causas primarias: la duda, el asombro y las situaciones límite. Pues bien, el año pasado fue una conjugación explosiva de esas tres condiciones y como tal, produjo una verdadera Revolución Filosófica (literalmente amor por el conocimiento). El saber pasó a ser, definitivamente, el bien más preciado que tiene la humanidad. Y, esto es clave, no el conocimiento en sentido de claustro, aula o laboratorio, sino aquel que va mas allá del ámbito “del saber” y llega a la vida cotidiana de la gente, porque eso es lo que pasa cuando hay una revolución. El año que se fue dejó pérdidas irreparables. Sin embrago, nos deja también una gran certeza: la única herramienta que puede salvar a la humanidad es el conocimiento. Sobre esta verdad debemos construir el mundo que asoma en la llamada “nueva normalidad”.  



Juan Pablo Lichtmajer
Ministro de Educación de Tucumán

Juan Pablo Lichtmajer

Ministro de Educación de Tucumán