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Inconsistencias macroeconómicas

OPINIÓN

El economista tucumano Horacio Rovelli plantea al Banco Central de la República Argentina (BCRA) "utilizar el exceso de liquidez del sistema financiero reorientándolo desde la especulación hacia la inversión y el trabajo” y advierte que “no hay necesidad de devaluar nuestra moneda porque ya lo hizo la gestión de Cambiemos".

Camión blindado frente al Banco Central. Imagen ilustrativa tomada de La Nación. Foto: Martín Costa (Reuters)


Obviamente el problema causado en la actividad económica por el Covid-19 ha sido preponderante, que se suma a los cuatro años del gobierno de Cambiemos con endeudamiento y cambio de los precios relativos, con una brutal devaluación de nuestra moneda que solo en tres meses (del 25 de abril al 24 de julio de 2018) fue del 100% y su impacto en el poder adquisitivo de los salarios, con lo que ello implica en la demanda agregada y en el nivel de vida de la población.

El correlato en la Administración Nacional es de un alto nivel inconsistencia fiscal y monetaria que no se puede extender en el tiempo por el incumplimiento de los pagos, por una parte y, una manifiesta lentitud en liquidar las exportaciones por otro lado, conformando una combinación perversa y en contra del pueblo argentino. 

Por un lado, el déficit fiscal nacional que cierra el año 2020 en torno a los dos billones de pesos, dado los gastos ocasionados por la atención del coronavirus Covid - 19 y la asistencia de todo tipo a la población.  Por otra parte, el crédito a las empresas es de  6% del PIB que sumado a los créditos personales de un 5% del PIB, adicionando ambos araña el 11% del Producto y  el BCRA tiene que inmovilizar (pagando intereses) por una suma que es incluso mayor  a la Base Monetaria en Leliq (Letras de Liquidez del BCRA) por $ 1.633.620 millones y, pases pasivos (que los bancos le prestan al BCRA a menos de siete días) por otros $ 1.220.889 millones, totalizando las inmovilizaciones una suma de $ 2.854.509 millones (cuando la Base Monetaria al 23 de diciembre de 2020 fue de $ 2.402.795 millones).

Déficit fiscal e inmovilizaciones monetarias (pagas, el BCRA le abona a los bancos intereses por las mismas por encima de la inflación oficial) que reflejan el grado de desequilibrio de las cuentas públicas internas que solo financió el BCRA, a costa de expandir el déficit cuasi fiscal.

El BCRA debería tomar cartas en el asunto y utilizar el exceso de liquidez del sistema financiero reorientándolo desde la especulación hacia la inversión y el trabajo. Tener un mapa de que sectores se quiere impulsar y obligar a las entidades financieras a prestar a ese sector y sino que dejen de ser bancos, su función es canalizar el ahorro de parte de la población para financiar la producción, no para que especulen o le presten al BCRA para que éste a su vez inmovilice todos esos fondos.  El crédito al sector privado es insignificante (11% del PIB) y lo poco que hay en su mayor parte se prestan a sí mismo (al mismo grupo económico). Hay cientos de actividades que no funcionan por falta de crédito, incluso sin necesidad de importar nada, como es el caso de la construcción, que además es fuerte demandante de mano de obra[1].

Paralelamente la liquidación de las exportaciones de productos agropecuarios y  de manufacturas de origen agropecuario se retrasan todo lo que los exportadores pueden, habiendo sido la cosecha 2019/20 record de 147 millones de toneladas de grano, según lo informado por las cámaras exportadoras de aceite y de cereales CIARA-CEC, la liquidación acumulada del año 2020 es de 20.274,4 millones de dólares, un 17% menor que en el año pasado que fue de 23.719,5 millones, cuando en la cosecha 2018/19 hubo una  fuerte sequía.

Si al párrafo anterior le agregamos que las principales diez empresas exportadoras (COFCO, Cargill, ADM, Bunge Ceval, Louis Dreyfus, AGD, ACA, Molinos Agro, y Díaz y Forti SA) concentran el 91% del total de negocios de exportación de granos y productos derivados de origen argentino, es claro y evidente que no liquidaron esperando y propiciando una devaluación de nuestra moneda y explica la diferencia entre el valor del dólar oficial y todos los paralelos. 

La devaluación haría volar por el aire el delicado equilibrio en que nos encontramos, subirían aún más el precio de los alimentos y demás insumos que requiere nuestro pueblo, empujando a fracciones cada vez mayores a la pobreza, a la indigencia y a la desesperación, a la par que se caería más el PIB por el menor consumo interno que no puede ser compensado porque las exportaciones no representan más del 25% del total de lo que se produce.  Y es peor, porque en lugar de que esos mayores ingresos incrementen las inversiones terminan engrosando la fuga de capitales en la que nuestro país tiene el triste privilegio de que su burguesía tiene más recursos afuera de la Argentina que adentro.

Esto esclarece porque no les interesa tanto preservar el mercado interno y si coinciden grandes empresarios del agro y de la industria, banqueros y comerciantes en asegurar y expandir sus activos en el exterior.  

Es más, desde el “Rodrigazo” y de menor a mayor nuestra burguesía se somete al capital financiero internacional y a su moneda el dólar, prefiriendo vender los activos en el país por saberse débil e incompetente para lidiar con el capital extranjero, lo refleja clara y terminantemente el caso Vicentin, sexto exportador de granos y manufacturas de origen agropecuario en el año 2019, que monta un escenario de fraude y fuga para rendirse sin luchar desde diciembre de ese año[2].

Igual podríamos decir de todos los hijos y nietos de esos industriales que supo tener este país del confín del mundo, que poseen más activos financieros que reales, más activos afuera de la Argentina que en la Argentina, porque han preferido vender sus empresas a la competencia extranjera.

El gobierno con el fin de que las exportaciones no se frenen acordó con el sector vía CAA (Consejo Agroindustrial Argentino) y, fue devaluando nuestra moneda, de manera tal que el tipo de cambio comercial vendedor del Banco Nación Argentina paso de valer $ 59,60 el 2 de enero a $ 89,75 el 30 de diciembre de 2020, devaluándose casi en un 50%, muy por encima de los salarios y demás costos internos, con el agravante que en los últimos tres meses el precio de los principales granos aumentó en los mercados internacionales un 45%, por ende en el país se le reduce el costo en dólares y a su vez tienen mayores ingresos.  Cuanto es el costo promedio de una tonelada de soja, de maíz, o de trigo en la Argentina y la diferencia abismal con su precio en el mercado de Chicago. 
 
La alternativa

El economista Aldo Ferrer se equivocaba cuando ponía la esperanza en la burguesía que tenemos, ya nuestros empresarios actuales no son los que él había visto en 1968 o aquellos liderados por José Gelbard hasta octubre de 1974. La dictadura militar y el modelo de valorización financiera de capital la diezmó y la que queda es una burguesía de rapiña, apátrida y tonta, a la que sólo le importa acumular dólares en el exterior aún a costa de que sus empresas valgan cada vez menos, como lo demostró la gestión de Cambiemos.

Por ejemplo, las empresas del grupo Techint, en que sus directivos y funcionarios están entre las que fugaron dólares y, sin embargo, desde que se privatizó SOMISA en el gobierno de Carlos Menem y paso a llamarse Ternium Siderar, vende la chapa en el país un 30% más cara que cuando la exporta, encareciendo toda la industria argentina que utiliza ese insumo reduciendo las condiciones de competitividad respecto de sus pares extranjeros. Ese grupo económico que con el apoyo del gobierno de Cambiemos armó una filial en Texas EEUU con una inversión de 2.000 millones de dólares y generó 1.500 puestos de trabajo en esa Nación, en plena pandemia despidió 1.450 trabajadores en la Argentina.

Las relaciones de nuestro país con el exterior nos demuestran que no se tiene un problema de restricción externa clásico, esto es, no es que necesitamos que crezcan las exportaciones para que la economía lo haga en forma sostenida y compatible con la balanza comercial.  De hecho desde el año 2003 hasta los últimos datos oficiales a noviembre de 2020, nos dicen que se acumuló un superávit comercial total (las exportaciones superaron a las importaciones) en 156.681 millones de dólares, que es una suma significativa en cualquier lugar del mundo.

El problema real es que la legislación financiera y cambiaria heredada de la dictadura de Videla, del menemismo y del macrismo[3], permitió que las empresas pagarán supuestas deudas externa e importar en forma anticipada mercaderías comprándole dólares al BCRA al precio oficial[4]; más el hecho que los exportadores y los bancos tardan en ingresar las divisas de las operaciones, demostrado que hasta octubre 2020 en el MULC (Mercado Único Libre de Cambio), habían  ingresado 5.049 millones de dólares menos que lo registrado por las Aduanas y el INDEC en la Balanza de Pagos.  El INDEC contabiliza a octubre 2020, exportaciones por 46.556 millones de dólares y el MULC percibe solamente 41.507 millones en esa divisa.

La economía Argentina es un importante exportador de alimentos, según informa la Bolsa de Comercio de Rosario el nodo portuario del Gran Rosario, que abarca al complejo industrial oleaginoso y portuario que en 70 kilómetros de costa sobre el Río Paraná que van desde la localidad de Timbúes (al norte) y hasta Arroyo Seco (ubicada al sur de la ciudad) y donde se encuentran localizadas unas 31 (treinta y uno) terminales portuarias que operan distintos tipos de cargas, de las cuales unas 21 (veintiuno) despachan granos, aceites y subproductos; se convirtió en la principal zona portuaria de exportación de esos productos en el mundo. 

La propuesta concreta del CAA es la primarización de la economía Argentina, sino preguntémonos cuanta mano de obra demanda una tonelada de soja, o de aceite.  Pero no solo genera poco trabajo, sino que incluso como prioriza las ventas externas, revierte el sistema y en lugar de que se destinen los saldos exportables, se vende afuera a costa de la caída del salario y del empleo de los trabajadores que reduce el mercado interno.  Y el camino es vía la presión a la devaluación de nuestra moneda, que no puede disociarse del mercado interno porque la CAA en su propuesta, exige la estabilidad de las retenciones por diez años. Es más, la supuesta puja sería que para frenar que no suba el precio del dólar, se debe aumentar las tasas de interés y, con ello se entra en una combinación perversa contra la economía nacional, generando la transferencia de los que trabajan y producen para el mercado interno (que es donde se destina más del 70% de lo que se produce en el país) a favor de los exportadores y de los bancos.

Es cierto que la Argentina con una gran producción alimentaria, el desarrollo industrial, minero y tecnológico posible con la mayor expansión nuclear y satelital, pese al retraso impuesto en la industria, a la vez que las posibilidades energéticas: gas, petróleo y litio para las baterías eléctricas y los autos eléctricos como posibilidad inmediata y mediata, tiene un fuerte sustento, pero para crecer sostenidamente debe orientarse esencialmente al mercado interno.  

Por eso, el camino es el inverso, no hay necesidad de devaluar nuestra moneda porque ya lo hizo la gestión de Cambiemos, por un lado y, por otra parte y fundamentalmente, el rinde de nuestra pampa húmeda hace que el costo sea mucho menor que el internacional y les deja a los productores, acopiadores y comercializadores una renta extraordinaria.  Por eso es que se deben aumentar las retenciones, permite desligar el precio externo con el interno y es, a la vez,  recaudación para el Estado nacional.

De no hacerse se encarecen los alimentos porque es lo que básicamente exportamos, deteriorando el poder adquisitivo de los salarios, jubilaciones y pensiones. Y si se debe aumentar las remuneraciones por paritarias y hacer obra pública para generar empleo y que se financie con impuestos a las grandes corporaciones de este país. Que es, por otra parte, lo planteado en la Ley de Presupuesto Nacional 2021, donde se sostiene que los salarios públicos crecen un 34,5% (y es referente de la remuneración en el sector privado y el resto de las administraciones públicas), los precios un 29% y el tipo de cambio un 25% (se estimaba en $ 102,40 en diciembre de 2021) impulsando el mercado interno, hoy difícilmente cumplible por la inercia inflacionaria provocada por el persistente ajuste cambiario.
 
 

[1] Y que no está libre de especulación, dado que el gobierno apuesta a su recuperación, pero los grandes proveedores de cemento, ladrillos, hormigón, estructura metálica, clavos, herrajes, etc.   exigen un fuerte incremento en sus precios
[2] La paradoja se cierra con saber que parte de esos activos líquidos se lo administran por ejemplo Black Rock y otros fondos de cobertura como por ejemplo, Franklin Templeton, que supo poner a su representante en la Argentina, Gustavo Cañonero, como Vicepresidente del BCRA cuando el ex jefe de la Mesa de Dinero del JP Morgan y el Deustche Bank, Luis Caputo, fue nombrado Presidente y, continuó en funciones cuando Caputo renunció presionado por el FMI, hasta el 9 de diciembre de 2019.
[3] Macri anuló la Emergencia Cambiaria, que obligaba a exteriorizar la compra de divisas al BCRA mediante acuerdo firmado por la máxima autoridad de Comercio Exterior del país, de Aduana y del BCRA (Decreto 2581/1964) y la redujo solo al BCRA.
[4] Que se hubiera evitado derogando el Decreto 893/2017 que a su vez había anulado la Emergencia Cambiaria del Decreto 2581/1964 vigente durante 53 años.

Horacio Rovelli

Tucumano, Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la asignatura Política Económica de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Miembro de la Comisión de Economía de la Fundación Estado, Trabajo y Producción (FETyP). Vocal de la revista Realidad Económica. Fue Director Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y Finanzas de la Nación. Autor de numerosos trabajos publicados sobre los temas económicos y financieros.