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La propuesta de los agroexportadores

TRIBUNA ABIERTA

"Para crecer sostenidamente debemos fortalecer el mercado internos con mejores salarios y más empleo. También se debe pensar en algunos sectores en modelos de industrialización de los recursos naturales con una participación fuerte del Estado", analiza el economista tucumano Horacio Rovelli.

Imagen ilustrativa. Foto: ventanadelnorte.com


El sistema que vivimos le confiere a la propiedad privada de los medios de producción y sus poseedores autoridad sobre la población y su vida cotidiana, “un poder que el Estado hace respetar y que muchos estados tiránicos antiguos habrían envidiado”. Es ese poder el que le permite a los empresarios en general fijar los precios y las condiciones de los mercados cautivos donde operan, pensemos en los bienes de uso difundido (que se emplean para crear otros bienes) como el acero, aluminio, petroquímica, cemento, etc. O en las extractivas (petróleo gas, minería en general) siempre es liderado por una, dos, o tres, grandes empresas.  

 
Igual sucede con los alimentos, donde impera un grado de concentración económica y de posesión de mercados cautivos que permite a una veintena de industrias que elaboran el 80% de los alimentos y bebidas que  se venden en el país (Arcor, Molinos Rio de la Plata, Danone-La Serenísima, Adecoagro, Ledesma, Coca Cola, Nestlé, Mondelez-exKraft, Molinos Cañuelas, Morixe,) y, a su vez, las grandes cadenas de ventas (Coto, Carrefour, Cencosud, la Anónima, Walmart) quienes representan el 65% de la comercialización de esos bienes que se consumen.  En ese marco y con esa sociedad de hecho y de muchos años entre grandes productores y comercializadores, es muy difícil destrabar el proceso de formación de precios de esos productos y explica el porqué cuando sube el valor del dólar se traslada a los mismos.

 
Por ejemplo, en la producción y venta de aceite comestible, AGD (Aceitera General Deheza de los Urquía), Molinos Río de la Plata (del Grupo Pérez Companc), Arcor (Pagani) y Molinos Cañuelas[1] tiene el 85% del mercado interno y, ADM, Bunge, Cargill, Louis Dreyfus, Cofco, Oleaginosa Moreno SA (que es de Glencore), Díaz y Forti (que producen y emplean los silos y puertos de Vicentin SAIC en concurso de acreedores) y ACA (Asociación de Cooperativas Argentinas) el 98% de las ventas externas. Los precios están internacionalizados, esto es, por ejemplo, una botella de 900 cm3 de aceite mezcla  que en al mercado interno local venden AGD (Natura), Molinos Río de la Plata (Cocinero), Arcor, y Molinos Cañuela, cuesta $ 145 en diciembre 2020.- porque en Ámsterdam se vende a dos dólares (el dólar comercial cerró el 23 de diciembre 2020 a $ 88,50)  y  se le deduce las retenciones (derechos de exportación).  Si el dólar sube como lo hizo todo este años, de $ 59,60 a $ 88,50 en un 48,5%, los precios de los alimentos lo hacen en forma proporcional 

 
La carne es esencial en la mesa Argentina, bien, el acuerdo que hizo el gobierno para ciertos productos (matambre, asado y vacío) para el fin del año 2020, se realizó con los directivos del Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas ABC, que concentra el 80% del mercado local de carnes, liderado por el Frigorífico Rioplatense SA de Rodolfo Constantini. 


Entonces no es un problema de estructura de costos donde jueguen los aumentos salariales o del combustible, en la Argentina de los últimos 45 años la principal causa de la suba de precios es el valor del dólar y, ello es así, por la fuerte extranjerización de la economía y el predominio que tienen en sus respectivos mercados.

 
GOBERNAR ES CREAR TRABAJO


En la entrevista que le hacen Pino Solanas y Octavio Getino, en el exilio en Madrid, en 1971 a Juan Perón, éste le dice: “Si desde el Estado se genera un plan de obra pública de envergadura, disminuye drásticamente la desocupación. Si baja el desempleo, suben los salarios. Si aumentan los haberes, se multiplica el poder adquisitivo. Si sube el poder de compra, aumenta el consumo. Si la demanda interna crece, el comercio se tonifica. Si se fortalece el comercio, la industria se trasforma para abastecerlo. Si hay desarrollo industrial, aumenta la demanda de materias primas. Si se venden más productos agrarios, aumenta la producción primaria. Si desde la acción del Estado, el ciclo de la agricultura, la industria, la distribución y el consumo se mantienen nivelados y armónicamente promovidos, hay progreso. Sólo hay progreso cuando se crea trabajo”. 


En un marco, aún antes de la pandemia del Covid-19, en que nos enfrentamos a un proceso feroz de degradación de la economía mundial provocado por una crisis estructural de sobreproducción, la industria es clave porque es el único sector que tiene la capacidad de generar puestos de trabajo, al menos cuantitativamente importante, como para abarcar una población económicamente activa del tamaño de la Argentina. Contamos con una “masa crítica” industrial no despreciable, una importante capacidad en construcción (tanto pública como privada), y fundamentalmente, con un mercado interno que debe ser apuntalado y consolidado para que se convierta en la demanda final de la mayor parte de la producción. 
 

Para crecer sostenidamente debemos fortalecer el mercado internos con mejores salarios y más empleo. También se debe pensar en algunos sectores en modelos de industrialización de los recursos naturales con una participación fuerte del Estado, como puede ser el caso Vicentin, que obviamente serviría para poner un pie, una cabeza de playa, en tan estratégico y sensible rubro como es el de los granos y derivados su venta interna y su exportación.
 

En cambio, sucede que dada la fuerte extranjerización de nuestra economía, se viabilizan procesos de “sustitución inversa” (se importa  bienes que se pueden producir en el país) y se fuga capitales a través de los llamados “precios de transferencias”, que no es otra cosa que pagar un mayor valor del real por insumos y asesoramiento técnico del exterior.
 

La tarea debe ser potenciar los recursos naturales y al mismo tiempo se debe diversificar la matriz industrial, proceso que pone al debate en un nuevo punto de partida en la que se impulsen actividades manufactureras donde existen capacidades acumuladas significativas y trayectorias de aprendizaje considerables como para adaptarse al nuevo mapa global sin entrar en directa competencia con el este asiático y menos por reducción de los salarios locales.
 

 LO QUE NOS QUIEREN HACER CREER


La Argentina no presenta un problema comercial o de falta de divisas, el superávit comercial acumulado hasta octubre 2020 fue de 12.171 millones de dólares, el problema real es que la legislación financiera y cambiaria heredada de la dictadura de Videla, del menemismo y del macrismo, permitió que las empresas pagarán supuestas deudas externa e importar en forma anticipada mercaderías comprándole dólares al BCRA al precio oficial[2]; más el hecho que los exportadores y los bancos tardan en ingresar las divisas de las operaciones, demostrado que hasta octubre 2020 en el MULC (Mercado Único Libre de Cambio), habían  ingresado 5.049 millones de dólares menos que lo registrado por las Aduanas y el INDEC en la Balanza de Pagos.  El INDEC contabiliza exportaciones por 46.556 millones de dólares y el MULC percibe solamente 41.507 millones en esa divisa.


En ese marco, el CAA (Consejo Agro-industrial Argentino) promete a cambio de la estabilidad fiscal (que no le incrementen los impuestos ni le suban las retenciones por diez años) llevar las exportaciones del sector de unos 45.000 millones a 100.000 millones anuales en esa década. El  CAA  está constituido por 57 entidades en todo el país, pero su representación la asumen el presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, José Martins; el coordinador de la Mesa Nacional de las Carnes, Dardo Chiesa; el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), Gustavo Idigoras; y el titular de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Jorge Chemes.


Gustavo Idigoras es un ex gerente de Monsanto Argentina donde trabajó toda la vida hasta asumir la Dirección Ejecutiva de CIARA-CEC, centro que en todo el año 2020 estuvo reteniendo la liquidación de sus operaciones presionando para la devaluación de nuestra moneda con respecto al dólar, cuando hubo cosecha record y los precios internacionales de esos productos son los mayores de los últimos años, con, por ejemplo, la tonelada de la soja arriba de los 450 dólares y su aceite por encima de los 930 dólares los 900 litros en diciembre 2020, sin embargo, en el año 2020  ingresa una quinta parte menos de divisas por esas exportaciones que en el año 2019. 


La propuesta concreta del CAA es la primarización de la economía Argentina, sino preguntémonos cuanta mano de obra demanda una tonelada de soja, o de aceite.  Pero no solo genera poco trabajo, sino que incluso como prioriza las ventas externa, revierte el sistema y en lugar de que se destinen los saldos exportables, se vende afuera a costa de la caída del salario y del empleo de los trabajadores que reduce el mercado interno. Y el camino elegido por los exportadores es la presión constante a la devaluación de nuestra moneda, y la CAA plantea un plan de mediano plazo y exige a cambio la estabilidad de las retenciones por diez años. Es más, la supuesta puja sería que para frenar que no suba el precio del dólar, se debe aumentar las tasas de interés y, con ello se entra en una combinación perversa contra la economía nacional, generando la transferencia de los que trabajan y producen para el mercado interno (que es donde se destina más del 70% de lo que se produce en el país)  a favor de los exportadores y de los bancos.
 
 
Por eso, el camino es el inverso, no hay necesidad de devaluar nuestra moneda porque ya lo hizo  la gestión de Cambiemos, que en tres meses de abril a julio de 2018 el dólar paso de $ 20,20 a $ 39,50.-, por un lado y, por otra parte y fundamentalmente, el rinde de nuestra pampa húmeda hace que el costo sea mucho menor que el internacional y les deja a los productores, acopiadores y comercializadores una renta extraordinaria.  Y cada vez que se devalúa se encarecen los alimentos porque es lo que básicamente exportamos, deteriorando el poder adquisitivo de los salarios, jubilaciones y pensiones.  Y si, se debe aumentar las remuneraciones por paritarias y hacer obra pública para generar empleo y que se financie con impuestos a las grandes corporaciones de este país. Que es, por otra parte, lo planteado en la Ley de Presupuesto Nacional 2021, donde se sostiene que los salarios públicos crecen un 34,5% (y es referente de la remuneración en el sector privado y el resto de las  administraciones públicas), los precios un 29% y el tipo de cambio un 25% (se estimaba en $ 102,40 en diciembre de 2021) impulsando el mercado interno.


[1] Molinos Cañuela SA de la familia Navilli presenta un fuerte endeudamiento bancario,  incluso debió ser asistida por el BICE –Banco de Inversión y Comercio Exterior para no incurrir en quiebra en enero de 2020, que demuestra la interdependencia de la producción con el sector financiero.

[2] Que se hubiera evitado derogando el Decreto 893/2017 que a su vez había anulado la Emergencia Cambiaria del Decreto 2581/1964 vigente durante 53 años.

Horacio Rovelli

Tucumano, Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la asignatura Política Económica de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Miembro de la Comisión de Economía de la Fundación Estado, Trabajo y Producción (FETyP). Vocal de la revista Realidad Económica. Fue Director Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y Finanzas de la Nación. Autor de numerosos trabajos publicados sobre los temas económicos y financieros.