Top

A Mercedes Chenaut con cariño, admiración e infinito agradecimiento

LA LITERATURA, DE LUTO

La poeta y dramaturga Natalia Zanotta recordó a la escritora tucumana cuyo deceso se conoció la mañana de este domingo 20 de diciembre.

Foto: Facebook Mercedes Chenaut


"Solo es nuestro el que ha muerto, solo es nuestro lo que perdimos" (Jorge Luis Borges)

El día que la conocí, yo caminaba con mi hija bebé, Florencia en su cochecito verde con soles. Llevaba en la mano un cuaderno "Gloria" y una lapicera negra. Había leído un aviso en un diario local que decía" Animarse a gritar", y yo, tan acostumbrada a la corrección del silencio y a callar, caminé decidida desde el Barrio Piedrabuena hasta la Casa de la Cultura Municipal del Parque 9 de Julio, para intentar develar de que se trataban esos gritos, a los que tan amablemente me invitabas a descubrir.

Es difícil poner en palabras lo que encontré ahí. Extremadamente difícil. Intentaré, como dice tu amado Georgie, "ser fiel a mi relato", y en todo caso, sabrán disculparme si la hipérbole se apodera de mí. No hay lugar en ella para lo pequeño, para lo nimio, para lo efímero, ni en nada de lo que me dejó. Hablo de mí, de la fui, de la que soy y de la que seré después de dejarme atravesar por ese torbellino de saberes y emociones que me quedan como el legado más preciado al que un ser humano puede aspirar. El conocimiento.

Me encontré con una mujer capaz de cambiar la dirección del viento, el vuelo de las aves, el sonido de las balas, la certeza de que no hay destino inexorable, ni laberinto imposible de transitar. Me encontré con Ulrica y una tumba abierta en Ginebra, que nunca más se volvió a cerrar. Vi el Aleph y el punto del universo en donde todo cabía. Vi las Sagas Volsungas, las Mil y una noches y ella representando a la perfección a Sherezade. Vi el amor que se correspondía con todo lo que para mí, aún no podía enunciar.

Escribo esto mientras la lloro, es justo llorarla. Tan justo, que olvido los tiempos verbales y las comillas, porque nada en su vida fue "entre comillas".

Me niego a despedirte, a decirte hasta siempre. Me niego a convencerme que cerraste tus ojos y que no los vas a volver a abrir, porque las "Mujeres de ojos grandes" nunca dejan de mirar que hay debajo de la pintura de una pared. Y vos, me enseñaste a rascar con las uñas, hasta sangrar, hasta encontrar, hasta dar conmigo de una vez. Me quedo con el vuelo en el avión de Austral de 1997, aquel que nos llevó a la Feria del Libro y al hotelito de la avenida de Mayo, ese mismo donde nos atendió un español que nos dijo: ¿escritoras? Enhorabuena! Y nos miramos cómplices y orgullosas  de compartir el oficio por primera vez. Me quedo con la tarde que me dijiste: "Sos Poesía, no te traiciones".

Me quedo con el color turquesa, el verde. Con Emma Zunz, a quien tanto amamos, aunque solo difieran " las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios".

Me quedo con tu imprudencia, con tu coraje, capaz de derribar muros y prejuicios. Con tu valentía para desafiar élites y ser fiel a tus gritos y convicciones. Con tu " tercer ojo". Con tu generosidad para decirme: "Haz logrado lo imposible, provocar y conmover a lectores".

Me quedo con los cafés en el Tortoni, confesándonos lo inconfesable y dándonos la razón.
Me quedo con tu último abrazo, el que temí darte, porque ya me dolía tu dolor.

Me siento incapaz de seguir escribiendo, solo tu Georgie y la " Cofradia" que creaste para albergarnos en un grito eterno, me autoriza a continuar y lo cito y lo vuelvo a citar:

Everness

"Sólo una cosa no hay. Es el olvido. Dios, que salva el metal, salva la escoria y cifra en Su profética memoria las lunas que serán y las que han sido. ¿Qué importa la palabra que me nombra si es indiviso y uno el anatema?"

Y esta parte del " Poema de los Dones", que tanto te gustaba repetir:

"Groussac o Borges, miro este querido mundo que se deforma y que se apaga en una pálida ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido".

Mercedes o Mercedes, definitivamente Mercedes, que la luz sea tu lugar eterno, porque alumbrar era tu arte, tu deseo y tu nombre. Siempre en mí. Siempre. Gracias.

Natalia Zanotta