Top

¿Qué nos pasa como sociedad?

TRIBUNA ABIERTA

"Una cosa es comprender el sufrimiento, el dolor de la niña, de su familia y de toda la sociedad y otra es justificar la muerte y el asesinato", reflexiona la profesora emérita de la UNT, Susana Maidana, sobre el linchamiento del presunto femicida de Abigail Riquel, golpeado hasta la muerte por una turba vecinal en el barrio Elena White en la localidad de El Manantial.

Justicia por mano propia. (Imagen ilustrativa)


Estamos agobiados por muchos motivos que día a día acrecientan nuestra incertidumbre y nuestra angustia: la pandemia, la crisis económica, la inseguridad, la violencia y el hecho terrible de estar amenazados por la muerte. Sin embargo, a estos hechos se suma una noticia que, desgraciadamente, no es nueva, sino reiterada, que nos despierta de esta especie de letargo social, que nos hace permanecer en silencio ante la muerte, la injusticia, el dolor.

Por un lado, el asesinato de Abigail, una niña de 9 años, es del orden del horror y de lo irracional, incomprensible e injustificable, desde todo punto de vista. Ahora bien, por otro lado, imponer la ley del ojo por ojo, de la justicia por mano propia, utilizar esta muerte tan cruenta y vil para robar, saquear y matar a la familia del “supuesto” culpable y para asesinar al “supuesto” culpable es una desmesura irracional. Aun si su culpabilidad entroniza la barbarie, el estado de naturaleza y  la pena de muerte.

Una cosa es comprender el sufrimiento, el dolor de la niña, de su familia y de toda la sociedad y otra es justificar la muerte y el asesinato. La violencia no se acaba con violencia sino que se acrecienta. Al mismo tiempo, parece que muchos gozan con el dolor del otro y las imágenes del horror nos visitan permanente e insistentemente.

Instalar la pena de muerte, adjudicarnos la potestad de quitarle la vida  a otro ser humano nos retrotrae a un estado de barbarie y marca el fracaso de la sociedad, de la justicia, del estado, de la seguridad, de la educación. De nosotros depende llegar o no a ese estado sin ley. Si hemos llegado a ese punto, debemos evitar que siga produciéndose porque  vivimos en momentos del “todo vale” y lo cierto es que no vale todo igual.


Según Kant, uno de los imperativos que manda a la acción humana es el que sostiene: «Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal.” Esto significa que si hoy mato, mañana me pueden matar a mí. Si robo, mañana me pueden robar a mí.


Rechazar que se haga justicia por mano propia no significa bajo ningún punto de vista no comprender ni acompañar a quienes han sido víctimas de violaciones, asesinatos y crueldades de todo tipo; no significa quitarle la enorme trascendencia que tienen hechos de esta naturaleza, sino denunciarlos y castigarlos con la ley. En todo caso, la violencia no debe ser respondida con violencia porque es una forma de instalar el tribalismo  y la ley del Talión en las sociedades.


La pregunta reiterada es: “¿Qué hacer ante el  horror de la violencia y de la muerte que hacen que la vida humana no valga nada?” Y la única respuesta es la existencia de una verdadera política de prevención del delito y de apostar a la educación como forma de romper con la indignidad.




**Susana Maidana es Doctora en Filosofía y Profesora Emérita de la UNT.

Susana Maidana

Doctora en Filosofía. Profesora Emérita de la UNT.