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El aislamiento social obligatorio en Amaicha del Valle

TRIBUNA ABIERTA

El decreto de necesidad y urgencia dictado por el presidente el pasado 20 de Marzo tiene sus efectos particulares en cada uno de los puntos del país, aquí una reflexión de la situación vivida desde el territorio indígena Amaicha.

Soledad en Amaicha del Valle. (Foto: Josita Sidan)


Los decretos dictados por el presidente de la república se repiten en vivo por todo el país, aquí también nos hacemos eco de las últimas novedades frente a la situación de pandemia que se atraviesa en todo el mundo. Pese a que muchas personas que conocen este lugar siempre fundamentan la idea de que aquí no pasa nada, como si fuera un lugar aparte, “desconectado”, Amaicha no es excepción, aunque intentemos convencernos de ello.

Hoy las medidas se repiten a viva voz: hay que quedarse en casa, que la forma de ser solidario es esa, que la salida colectiva será esa. Para que esto quede claro y se reglamente, “el Estado” sacó a su brazo armado a las calles para que se cumpla esta medida, “son quienes nos cuidan” escucho decir, cuando miro que la única lógica en esta institución es el soborno, el negocio delictivo y la criminalización a nuestras formas de protesta y que su actuar solo agranda los estigmas por los que somos motivos de encierro los negros, negras, los indios, indias, los putos, las travas, y todo aquel que no encaje con la norma y que no cumpla con el modelo de “ciudadano” que se nos exige desde todas las redes sociales y espacios de interacción global (que son ahora la regla).

La comunidad de Amaicha es parte de la república y responde a la consigna “quédate en casa”, el delegado cumple con esta consigna a rajatabla: cierra las puertas de la Comuna del pueblo, pone un cartel en la puerta con datos de celulares que nadie responde, llama a Gendarmería porque hay unos irresponsables que no están cumpliendo el aislamiento social obligatorio. Irresponsables. La vara del irresponsable es ahora igual para el que no hace la cuarentena porque no quiere y para el que no puede. Irresponsables los albañiles que salen en sus bicis cargando la pala a terminar la obra de su patrón para poder llevar el mango a su casa y parar la olla para bancar la familia, irresponsable el adolescente que labura en la verdulería para poder ganarse el mango y buscar su autonomía, que irresponsables. Estos, los irresponsables que no cumplen el aislamiento tienen la familia en casa, a la que le piden que se cuide, a la que le piden que tome las medidas y precauciones que desde la tv y el celular se replican y todos en masa asumimos seguras, se compran un barbijo para ponerse al salir a la calle, porque entre el apuro de llenar la olla, criar hijes, cumplir con el decreto, no hay tiempo ni plata para enfermarse, entonces por las dudas se intentan las medidas de prevención.

Miro, veo, leo que el paso a la ciudad vecina de Santa María está totalmente cerrado, los jubilados y pensionados con la tarjeta en la mano se quedan sin poder ir a cobrar a esta única sucursal que tienen cerca porque hay que quedarse en casa señor. ¿Cómo va a salir a querer cobrar? ¿Que no ve que se amontonan en el banco? La sucursal del Correo Argentino, que es la única boca de pago que tiene Amaicha responde que el banco no va a mandar la plata. “Ya quédense en sus casas” dicen con la panza llena, el Netflix a mano, los cursos online y la heladera llena, “no entiendo qué hace la gente en la calle, nos vamos a morir y nuestros héroes de la salud van a salir a enfermarse por ellos”. Señalan, putean, cumplen con la función policial de preguntar por qué anda en la calle si hay que quedarse encerrado.

Aquí, en el pueblo límite con las provincias de Salta y Catamarca nos cierran el paso, se cumple con el aislamiento y nos aíslan más, la gente de los puestos del cerro baja a comprar los productos esenciales, como siempre, remarcados por la especulación de las distribuidoras y algunos comerciantes, hay una especie de “cuarentena permanente” como reflexionamos algunos, la gente siempre compra lo necesario, ¿Es necesario más? ¿O alcanza para comprar más? ¿Tienen el efectivo quienes bajan a comprar? La diferencia entre la ciudad y nuestra comunidad con el cumplimiento de esta medida es el nivel de autonomía sobre lo que vamos a llevar a la mesa, sobre la alimentación, por suerte el campo es grande aquí, pero ya ni plantar se puede ni se quiere, porque los discursos que a nuestras generaciones empapan no son justamente esos, sino la lógica colonial-capitalista del consumo, del “progreso” que no está aquí sino en las ciudades, nuestro campo quedó desvalido, la vida en la hacienda queda ninguneado y relegado, nos prima ahora el anhelo del ingreso estable para poder llenar la heladera, no solo en la cuarentena. La relativa autonomía que maneja el que tiene la hacienda, el que está en el cerro con su cosecha es la opción de resistencia a esta oleada que nos empapa, nos lleva, nos trae y nos ahoga en estos tiempos de cuarentena, pero es muy difícil de sostenerla.

Calles de Amaicha del Valle. (Foto: Josita Sidan)


Seguimos siendo asediados por un nuevo colonialismo, que replica lo que nos dicen en Buenos Aires y que debe cumplirse aquí, en Amaicha del Valle, no se contempla la particularidad del lugar, el mango que se hace el albañil o el que trabaja en negro en la verdulería, si hay internet o no para recibir la tarea de la escuela, hay que quedarse en casa. La ineficiencia de las medidas que toman quienes nos gobiernan se refleja en la cotidianeidad que atraviesa la cuarentena: el albañil sale a trabajar en negro, el que vende la verdura en el almacén también y es un niño, el gobierno saca permiso de circulación para los empleados, pero para el trabajo informal no hay nombre ni papel, no hay denuncia para el trabajo infantil,  el estado posibilitador no está presente, el estado represor sí, es la policía que levanta y violenta gente ”irresponsable” que no se queda en su casa. No mira si en el almacén el arroz y el azúcar salen $ 100, tampoco mira si el beneficiario de algún plan está pudiendo acceder a su boca de pago, el Ingreso Familiar de Emergencia, la tarjeta alimentaria, el adelanto de pagos pierden su sentido y efecto si no hay correo ni banco que lo habiliten.

¿Aislados? Siempre. En tiempos de cuarentena este aislamiento se legitima y justifica los abusos institucionales y la desidia estatal que aquí se registra sobradamente, las localidades del Valle Calchaquí intentan cumplir con las medidas e insisten con la policía en la calle para que se asegure, el decreto se debe cumplir en todo el territorio, hay que quedarse en casa, si la casa está o no, el Estado no se aseguró de eso. El decreto de aislamiento llegó a todos lados, pero su ineficiencia nos hace reflexionar una vez más sobre la eterna deuda de esta república que se constituyó sobre el genocidio de nuestros Pueblos, nuestra humanidad y que hoy sigue pregonando un etnocidio en donde no hay ningún derecho de esos que nombran, en donde se replica y se sigue colonizando mediante las redes sociales de la sociedad globalizada en la que nos encontramos, mediante su presencia en la comunidad y mediante la lógica de puntero político en la que nuestros dirigentes quedan entrampados. Las comunidades indígenas en estos tiempos reflejamos lo desencajados que estamos en el modelo de república que nos obligan a cumplir los gobernantes, porque jamás es al revés y porque somos diferentes, como en la ciudad la villa, como en la lógica de lo normal la cárcel y el hospicio.

Somos la indiada, el minero laburando sol a sol para que siga funcionando el modelo extractivista que aprueban los gobernantes que nos dejan contaminación y miseria, la empleada cama adentro, la que sostiene el 40% del trabajo informal que comentan los noticieros, la que levanta la casa del patrón que acaba de subestimar su dimensión cognitiva y su soberanía alimentaria y se apropia de la tierra comunitaria, estamos en donde se cae el mapa, construido y construyéndose sobre nuestra sangre y tierra indígena. Con el pesar de esta historia y con las heridas abiertas y sangrando seguimos levantando la voz y desobedeciendo a los decretos de quienes nos gobiernan, seguimos resistiendo al colonialismo que se filtra en cada medida, en cada decreto, en cada aislamiento, en cada cuarentena, en cada pandemia, seguimos desafiando al capitalismo con el trueque, la minga, el trabajo autogestivo y la cooperación que hoy más que nunca deben ser ejercitadas y fortalecidas institucionalmente por nuestras autoridades comunitarias. Reflexionar esta situación nos sirve para poder reivindicarnos y cuestionar las lógicas con las que hoy se intenta uniformizar a los pueblos y a nuestros dirigentes, para así llamarnos a la resistencia desde las pequeñas prácticas de soberanía que se siguen ejerciendo en este territorio y en todos los territorios populares en donde se viven estas situaciones.