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Mi tía Marta era Mercedes Sosa

10 AÑOS SIN LA NEGRA

La periodista tucumana Maby Sosa narra en un sentido texto las últimas horas de su tía, La Voz de Latinoamérica, antes de pasar a la inmortalidad. "Mi tía era el locro de los 9 de julio, era la emoción de volver a Tucumán cada tanto, era el pedido desesperado por naranjas dulces para que el transcurso de la vida porteña se acerque más a su provincia", recuerda.

Sobrina y tía, juntas en un cumpleaños. (Crédito: Gentileza de Tucumán Zeta)


Mi tía dormía. Parecía muy cansada. En el televisor, un canal de recetas de cocinas transmitía programas de media hora. Toda una tarde mirando recetas dulces, saladas, fáciles más sofisticadas. Mientras tanto, mi tía dormía.

Afuera, en la vereda de la clínica de Palermo la gente esperaba noticias. Entrar a ese lugar había sido difícil esa mañana de sábado en el que llegamos con mi hermano y sobrino desde Tucumán. “¡Fuerza, Negra!”, “Le pedimos a dios por tu salud”, “Estamos rezando”, “Negra no nos dejes”. Los carteles escritos a mano y con un amor que se manifestaba en el trazo eran conmovedores.

La Negra, Mercedes, la Cantora, mi tía ya no podía despertar. Se había dormido con un cansancio de años. Con el peso de un montón de dolores. Con los nervios que se acumulaban cada vez que subía al escenario, con ese miedo cuando despegaba el avión, con esa tristeza que la ganó en el exilio cuando acababa de enviudar, y que la consumió.

Ese sábado pasé la tarde al lado de mi tía viéndola dormir. Mercedes, mi tía Marta era mi única tía por parte de mi familia paterna. La conocí recién a los cinco años. En esa época la veía altísima y me encantaba su perfume. Oler a mi tía era hermoso casi tanto como escucharla cantar.

Adivinando despedidas en cada respiración, me fui de la clínica por la noche. Antes, le dejé un beso y esperé que no sea el último. Pero lo fue. Alrededor de las cuatro de la mañana, sonó el teléfono: era mi hermano que me avisaba que la tía había muerto.

Mi tía acababa de morir y la sensación de orfandad era profunda y compartida. Horas después del llamado de mi hermano, una multitud hacía fila en la puerta del Congreso para despedirla. Había muchos carteles, flores, y mucha gente que lloraba como si hubieran perdido algo más que una cantora.

Fue el primer impacto de muchos otros que vinieron luego. Mi tía Marta era Mercedes Sosa. Era todo eso que transmitía en su voz, era el locro de los 9 de julio, era la emoción de volver a Tucumán cada tanto, era el pedido desesperado por naranjas dulces para que el transcurso de la vida porteña se acerque más a su provincia.

Mi tía era esa mujer maravillosa, fuerte, valiente, libre. La que eligió una vida y nos marcó a todos los que vinimos después. Nos marcó para siempre. Tanto que ninguno de nosotros puede imaginar cómo sería su vida con otra tía.

Mercedes Sosa fue la cantora más grande que tuvo Tucumán, Argentina y Latinoamérica. No sólo por su voz. Lo fue por su forma de pensar, comprometida y justa, por su pensamiento honesto, porque siempre supo que el futuro está en las canciones y que su voz es un servicio para que esas canciones queden en el pueblo.

Con mi familia extrañamos a mi tía sin consuelo. Pero llevamos con amor y orgullo su recuerdo y su legado. Mercedes, la tía Marta nos falta hace diez años. Muchas cosas nos han pasado a los argentinos en estos últimos años. Pienso en mi tía pidiendo por Santiago Maldonado, pienso en mi tía llorando frente a la historia de Facundo Ferreira ese nene tucumano acribillado por la policía de la provincia, pienso en mi tía reclamando por los derechos de los trabajadores. Y pienso en mi tía sonriendo de ver la gigante marea de mujeres exigiendo por sus derechos.

Mercedes, la Negra se fue mirando hacia el futuro. Su voz y sus interpretaciones están ahí, adelante, abriendo el camino a las nuevas generaciones de artistas. Mi tía Marta se fue dejándome una vida de experiencias, de enseñanzas, de valentía y de amor.