Top

El día del investigador científico en el escenario del macrismo

Opinión

Mariano Garmendia, titular de la Secretaría de Innovación y Desarrollo Tecnológico de la Provincia (SIDETEC), expone el estancamiento que sufre el sector a partir del desfinanciamiento a nivel nacional.

(Crédito: Arantxa Laise)


El 10 de abril se celebra en la Argentina el día del investigador científico. Nos parece oportuno esta vez, además de enviar un afectuoso saludo de reconocimiento a los científicos locales, compartir con toda la sociedad tucumana una reflexión sobre el trabajo de las mujeres y los hombres que dedican su vida a la investigación en nuestro país y en este tiempo.

Esta semana lamentablemente nos enteramos del ingreso a la carrera de Investigador/a del CONICET de 450 personas, apenas el 17% de 2595 los postulantes. Por restricciones presupuestarias, otros 2045 aspirantes quedaron fuera del sistema. 

Los estados han aprendido a valorar el conocimiento científico como factor imprescindible para el desarrollo social y económico de las naciones, en un mundo competitivo y globalizado donde la producción, las comunicaciones, la atención de la salud y la educación, entre otros ámbitos, son modificados día a día por las innovaciones. Sin contar con que la ciencia es también una parte fundamental de la cultura moderna de los pueblos. 

Y si bien el conocimiento científico idealmente forma parte del patrimonio universal, no se desarrolla de manera uniforme en las distintas geografías y no puede transmitirse con plenitud si faltan condiciones en los ámbitos que pretenden ser receptores. Uno de los requisitos imprescindibles para desplegar la creatividad científica y sus beneficios es, lógicamente, la presencia, el compromiso y el esfuerzo de personas que asuman la investigación como un desafío íntimo e incomparable. Sin esos científicos no hay ciencia. Pueden ser jóvenes llenos de vocación, profesionales consolidados o expertos que forman nuevas generaciones. Han elegido la investigación como una forma de vida.

Investigar nunca ha sido fácil en nuestro país. A pesar del prestigio que las muchas figuras de la ciencia nacional han concedido a la Argentina, la consideración de nuestras clases dirigentes por la actividad ha sido sólo excepcionalmente importante. En general, sus logros se celebraban como un valor ornamental, poco relacionado con la generación de bienestar y prosperidad para la gente. Presupuestos restringidos para sostener instituciones y proyectos, salarios reducidos y precarias condiciones de trabajo exponían la escasa valoración asignada a la investigación científica y a los investigadores.   

A principios de este siglo, después de una crisis económica y social que nos afectó mucho, la Argentina rectificó algunas conductas crónicas de descuido a su gente y promovió el crecimiento endógeno económico, social y cultural. Con dudas y errores seguro, pero con voluntad de reparar injusticias históricas se jerarquizaron la actividad científica y el desarrollo tecnológico autónomo. El florecimiento institucional, la formación de nuevas generaciones de investigadores y la recuperación de emigrados, los indicadores de gestión y financieros y, sobre todo, el acercamiento de la ciencia a la gente, dan prueba de esa voluntad.

Pero pasaron cosas. Esencialmente que la administración nacional equivocó sistemáticamente sus políticas en el área, y lamentablemente hoy tenemos que celebrar el día del investigador científico en otro escenario. Pero tenemos la esperanza de que, entre todos, pronto podamos superar esta crisis. Creemos que lo primero que se debe recuperar es el respeto por la comunidad científica argentina. Los funcionarios nacionales deben asumir su responsabilidad ante los resultados de su resignación y oportunismo. Deben reintegrarse los derechos avasallados por el ajuste, enunciarse políticas y reglas claras que permitan imaginar un futuro de crecimiento, y deben respetarse, valorarse las capacidades, la voluntad y el esfuerzo de los argentinos que aman y se dedican a la ciencia.  



Imágenes de la situación


- Restricción y exclusión

La formación de un investigador científico lleva tiempo, no menos de 10 años: 5 o 6 para una carrera de grado, más 5 años de doctorado y seguramente otros 2 en un postdoctorado. 

Ello representa un esfuerzo no sólo para estas personas, sino para toda la sociedad que a través del Estado financia a las universidades públicas y centros de investigación. 

En estos días tuvo mucha repercusión la noticia del ingreso a la Carrera de Investigador del CONICET de 450 personas, apenas el 17% de 2595 los postulantes. Por restricciones presupuestarias, otros 2045 postulantes quedaron fuera del sistema.


- Fuga de cerebros

En ese contexto, donde el CONICET y otros organismos de Ciencia y Tecnología no pueden ampliar sus plantas de investigadores, la cantidad de becarios doctorales y postdoctorales ha generado un conjunto de personas que termina expulsada del sistema de ciencia y tecnología. La falta de políticas públicas para incorporar al sistema productivo u otros organismos a estos recursos altamente calificados está provocando que muchos investigadores formados emigren a otros países.
La ciencia es lo que hacen los científicos. Pero científicos argentinos deben hacer ciencia extranjera.


- Crisis de presupuestaria y de identidad

El gobierno nacional, tanto en su discurso como en sus acciones (sobre todo en la asignación de recursos), viene exhibiendo una brutal falta de interés por las actividades científicas y tecnológicas y sus proyectos estratégicos. Ello demuestra su incomprensión del significado de la ciencia y la tecnología para el desarrollo económico de país.

Si bien la plataforma presidencial de Cambiemos proponía aumentar la inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) hasta llegar al 1,5% del PBI, en tres años de su mandato ni siquiera mantuvo los niveles de presupuesto en esa área respecto al gobierno anterior. 

En 2016 el indicador de I+D / PBI cayó fuertemente. Pasó de 0,63% en 2015 a 0,53%, de a acuerdo con el último dato disponible publicado por la organización iberoamericana RICYT. Este registro es el más bajo desde 2009.

El primer dato sobre I+D de la gestión actual muestra que la meta queda cada vez más lejos y todo indica que durante 2017 y, en especial, durante 2018, la caída profundizó aún más.

Por su parte, el gasto ejecutado del presupuesto nacional destinado a CTI  alcanzó un máximo en 2015 (0.35% del PBI) y desde entonces hay una continua caída en lo que se gasta en Ciencia y Técnica, en relación al PBI, alcanzando 0,25% del PBI en 2018. 

La crisis en ciencia, tecnología e innovación involucra al conjunto de instituciones del ecosistema con múltiples reclamos que van desde falta de presupuestos, caída de programas estratégicos (ARSAT, INVAP, centrales nucleares, fabricaciones militares), despidos de personal y recortes de programas (INTA e INTI), desactualizaciones salariales (universidades y becarios CONICET), reducción de ingresos a carrera de investigador (CONICET), no ejecución de convenios de cooperación internacional, entre muchos otros. La degradación de ministerio a secretaría es sólo un síntoma más, simbólico de la grave crisis que viene atravesando el sector. 

En Tucumán son cerca de tres mil las personas dedicadas exclusivamente a la investigación y desarrollo), entre investigadores, becarios y personal de apoyo. La mayor parte en organismos nacionales como los institutos del CONICET, universidades nacionales, INTA, INTI y la Fundación Miguel Lillo, que vienen sufriendo una falta de acompañamiento presupuestario y de significado.


- Discusión sobre el presupuesto para Ciencia y Técnica en un contexto crisis

Incluso ahora que estamos en medio de un drástico ajuste, debemos asegurar, al menos, que la frágil base con que contamos se preserve. Es por eso que resultan preocupantes los recortes previstos por la política fiscal para el financiamiento de políticas, instituciones y empresas clave en el proceso de innovación. De hecho, reforzar -o al menos mantener- esas partidas no agravaría mayormente los problemas presupuestarios. En efecto, su peso en el gasto público es ínfimo: los recursos destinados a la finalidad ciencia y técnica por el Estado representan apenas 0,3% del PBI. Por el contrario, mantener esos gastos fuera del ajuste, aunque implique renegociar las metas fiscales comprometidas con el FMI, es vital para el futuro de nuestra economía. Si más allá del ajuste el objetivo es crecer de manera sostenida e inclusiva, esos serían los primeros metros del camino.