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Una elegía por nuestro patrimonio cultural

Opinión

El historiador Agustín Haro analiza las circunstancias que llevaron a la demolición del ex Banco Francés, un edificio que era considerado valioso como parte del conjunto arquitectónico que otorga identidad a la city bancaria.

Diseñado bajo cánones académicos con una decoración modernista, el edificio era un excelente ejemplo de la arquitectura de principios del siglo XX en la ciudad. La foto es de Agustín Haro.


Elegía - Del lat. elegīa, y este del gr. ἐλεγεία elegeía.
1. f. Composición lírica en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro acontecimiento infortunado.

Era febrero de 1913, calle Las Heras (por aquel entonces) 730 y bajo el ordenamiento de Henry Py y Charles Duchaine, la plaza bancaria de la ciudad tenía un nuevo espacio: el Banco Francés. De una arquitectura imponente, realizada por el español Manuel Graña, el Banco Francés tuvo una vida delicada que antes de finalizar la década llevo a su finiquito y asentamiento de una Sociedad Financiera, Comercial e Industrial. En 1922 la Caja Popular de Ahorros (CPA) asentó su sede en ese espacio hasta su traslado a la actual sucursal que todos conocemos. El terreno quedó en manos de la CPA pero a lo largo de los años fue ocupado por Rentas, la Secretaría de Trabajo y la Dirección Provincial de Comercio.

La fachada estaba ahí, dándole una identidad a lo que hoy conocemos como la “city” tucumana. Sin embargo, considero que iba más allá, la imponente estructura que se posiciona en un sector clave del centro tucumano daba una identidad histórica a todo ese casco urbano que cada vez iba perdiendo más y más su encanto rodeándose de galerías, bancos con estructuras modernas, oficinas y estacionamientos. Sin embargo, el exBanco Francés seguía ahí, ya sin moradores pero atento a los transeúntes que día a día pasaban por esa -tan característica- estrecha vereda. El abandono terminó momentáneamente con un reciclado que permitió a Espacio Dar tener una serie de exposiciones ahí. Notas de esos años comentan sobre cómo se habían renovado techos, cañerías, se demolieron pisos y se cambiaron instalaciones eléctricas, entre otras cosas.

A pesar de todo, el abandono fue nuevamente una realidad. Esos espacios vacíos pasaron por una serie de reformas inconclusas en el 2014, de acuerdo a informes. Informes que hoy no pueden ser cotejados, y esto es así porque a pesar de que hacia finales de 2018 se logró poner en estado de suspensión una demolición, hace un par de semanas tuve la desdicha de descubrir que en medio del ritmo febril de la city se colgaba un cartel de demolición total mientras se escuchaba a toda máquina el golpeteo furioso del derrumbe. 

¿Tristeza? Si, totalmente. Este medio cubrió con total profesionalidad los pormenores del derrumbe. Claramente los intereses detrás de ese terreno deben valer unos cuantos millones de billetes para los dueños del espacio. Estos intereses sobrepasan cualquier atisbo de política en pos del patrimonio cultural.  Un patrimonio cultural que nuevamente se ve cercenado de lleno por la impericia, el aprovechamiento y la necedad. Un espacio arquitectónico imponente que quedará en el olvido y que de manera romántica diremos de acá a algunos años viendo fotos en grupos de redes sociales, “¿te acordás que hermoso era el edificio del ex Banco Francés?”.

El autor es licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). alumno admitido del Doctorado en Humanidades (UNT) y director de Revista Historia para Todos.

Agustín Haro

Licenciado en Historia (UNT). Docente del Instituto Vocacional Concepción Alumno de la Maestría en Historia Pública y Divulgación de la Historia.