"No podríamos solos": la historia de Jero y una defensa urgente del Hospital Garrahan
Jerónimo (10) y sus padres viajaron desde Santa Rosa, departamento Monteros, en el interior de Tucumán, en busca de respuestas para aliviar su dolor. En el hospital Garrahan dieron con un camino a solucionar dos años de incertidumbre y diagnósticos errados.

Belén, Jero y Aldo.
Jerónimo tiene 10 años y desde hace seis meses está bajo tratamiento intensivo en el Hospital Garrahan. Desde noviembre del año pasado vive en Buenos Aires junto a sus padres, Belén Véliz y Aldo Rojas, una familia tucumana que enfrentó un largo y doloroso recorrido hasta dar con un diagnóstico certero: sarcoma histiocítico en el sistema nervioso central, una enfermedad extremadamente rara que solo puede tratarse en este hospital pediátrico de referencia.
Desde el 27 de noviembre de 2024, Belén y Aldo dejaron todo para acompañarlo. Belén trabajaba como empleada de farmacia y Aldo en un ingenio azucarero. “Cuando llegamos, Jero llevaba tres días sin dormir, estaba muy mal. En Tucumán no nos derivaron, nos decían que el Garrahan era igual que allá. Vinimos por decisión propia, con toda la fe del mundo. Sacamos número en Orientación, nos atendieron y en menos de un mes ya teníamos la biopsia”, relata Belén. A los pocos días, los equipos médicos ya habían diseñado un plan de tratamiento.
Desde entonces, Jerónimo ha atravesado seis de los ocho ciclos de quimioterapia, con aplicación tanto intravenosa como intratecal (directamente en la cabeza), un protocolo delicado que requiere internaciones cada 28 días. “La enfermedad redujo muchísimo. Él está bien, no toma nada para el dolor, tiene buen ánimo, pero debemos seguir acá. Su oncóloga, se lo explica con paciencia: no es tiempo de volver a Tucumán todavía”.
El relato de Belén no es solo el de una madre que acompaña devotamente a su hijo enfermo. También es un testimonio poderoso frente al desprestigio que, en los últimos días, rodeó al Hospital Garrahan. Desprestigio que persiste en las redes sociales en estos momentos, con calificativos como "ñoquis" y "vagos" para el personal del lugar. Mientras médicos, residentes y personal administrativo reclamaban mejoras salariales y condiciones de trabajo —lo cual finalmente fue parcialmente resuelto este domingo con una recomposición—, desde el Gobierno Nacional se puso en duda la eficiencia de su funcionamiento. En declaraciones oficiales, incluso se aseguró que “hay más administrativos que médicos”, minimizando su rol y sugiriendo sobrecarga burocrática. "Basta con entrar en la página oficial del hospital para saber cuanta gente forma parte del staff", dijo Belén este domingo para eltucumano.com
Pero la experiencia de esta familia tucumana desmiente ese discurso: “El sistema funciona. Cuando llegamos nos atendió un médico orientador, que es administrativo. Evalúan si te derivan a la guardia o a otro sector, no entrás por la guardia directo. Después un residente lo revisó, luego un médico de planta y después una doctora de cuidados paliativos. Así ingresó Jerónimo. Es impecable”.
Y agrega: “Las médicas residentes que salieron entrevistadas en la tele, todas atendieron a mi hijo. Sacan sangre, controlan, están ahí cada vez que algo pasa. Los de planta están de 8 a 16, pero ellas se quedan el resto del día y la noche. Dan vueltas sin parar. Nunca una mala respuesta, nunca dejaron algo sin solucionar. La entrega es tremenda”.
Belén también reivindica el rol de los administrativos, bastardeados en este discurso: “Te resuelven todo. Consiguen turnos, ambulancias, hospedaje, autorizaciones, todo. Incluso si tenés un problema con la obra social, lo hacen por vos. Hasta se encargan de mandar cartas documento. Conocen cada obra social del país, te asesoran en todo para que no gastés dinero o recursos, son unas genias” aseguró esta madre tucumana, dejando en claro que gracias al eficiente sistema administrativo, ella y su pareja pueden acompañar a su hijo en las internaciones, sin tener que pensar en otra cosa.
En el Garrahan, Jerónimo no solo recibe atención médica. Está escolarizado mediante el sistema de escuela hospitalaria, recibe clases cuando se encuentra en internación por la quimioterapia, y también cuando recibe el alta y se hospeda en el departamento donde vive junto a sus padres, gracias a la cobertura de la obra social. “Durante las quimios, los maestros le dan matemáticas, dibujo. Ahora vienen al departamento martes, miércoles y jueves. Está en quinto grado. Todo eso lo gestionan desde el hospital”, confesó Belén, revelando que hasta se realizan actos de egreso dentro de la institución.
Además, el niño cuenta con cobertura por la Ley Oncopediátrica (Ley 27.674), que asegura el acceso gratuito al tratamiento y un refuerzo económico mensual. “No podríamos pagar esto solos. La medicación oncológica es carísima. Sin obra social y sin esta ley, no sé cómo haría la gente. La cobertura es total: comida, internación, estudios, docentes. No pagamos nada. Nada”.
Cuando regresaron a Tucumán por unos días, para hacerle un simple hemograma, se toparon con una realidad completamente distinta. “No tenían ni las agujas maripositas para sacarle sangre. Jerónimo mismo se dio cuenta. La diferencia con otros hospitales públicos es tremenda. En Garrahan todo brilla, incluso la limpieza tiene turno noche”.
“Mucha gente habla sin saber. Yo les digo que ojalá no les toque pasar por algo así, porque solo viviendo esto entendés la importancia de este hospital y de la gente que trabaja acá. Que no opinen sin informarse. Es doloroso ver que se pone en duda algo tan valioso”.
Mientras Jerónimo sigue su tratamiento, la familia se aferra a la tranquilidad que, por primera vez en años, les ofrece un diagnóstico claro, un equipo atento y un sistema que los contiene. “Estoy tan agradecida de que se hayan tomado el caso en serio. Buscaron, investigaron, se movieron. No nos dejaron solos. Si no fuera por este hospital, no sé dónde estaríamos. Por eso duele tanto ver que se cuestione a los que trabajan acá" aseveró.
El Garrahan sigue funcionando, aunque ahora bajo una juiciosa lupa que pide auditar con urgencia la forma de trabajar de su personal. Con sueldos bajos, con personal que se multiplica, con recursos que muchas veces escasean, pero con el compromiso de sostener ese prestigio de ser uno de los hospitales pediátricos y oncolígocos de mayor prestigio y precisión del país. Como dice Belén: “Esto no se podría sostener sin ellos. No podríamos haber hecho esto solos”.