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"Por donde yo ando no hay banquinas": adelanto exclusivo de La Copa del Faso y otras crónicas, el maravilloso mundo del Pollo Svetliza

LITERATURA

Frenético e insaciable, el cronista incansable de Tucumán que se pierde en los mundos con la curiosidad como única brújula, este viernes presenta su nuevo libro. Qué le pasó con Maradona, con Moria Casán, con Rodo Bulacio y por qué le fascina el pingo verbo y también sustantivo. | Por Alfredo Aráoz

Pollo Conducción. Foto: María Meternicht.





Aquel joven calcado al primer Messi que le sacaba los autos de la concesionaria a su padre El Payo es este mismo hombre ya definitivamente maradoniano que ahora entra a la redacción de eltucumano pedaleando su bicicleta sin broches de madera en la botamanga. Ni antes ni ahora necesitó que le dijeran cómo, en qué, ni por dónde tiene que andar en la constante búsqueda del destino que signan sus historias. 

Siempre con una camisa acorde para cada ocasión, quienes no lo conocen dirán que esta camisa roja con botones y vivos negros que viste esta tarde de la entrevista se remonta a las de un crack que nadie vivo jugar pero que brilló en algún equipo de Villa Amalia. Justo a él se lo dirán, a él que ha andado por el barro de los barrios tucumanos, que ha dormido sobre el pasto de los circos itinerantes, que sabe cómo se siente una orteada en Divas, que ha llorado a mares en una vereda de Fiorito y que conoció el animal print en el baño de un barrio lejano donde vive Moria Casán. 

Por donde decida andar el Pollo Svetliza no habrá más penas ni olvido ni mucho menos límites ni banquinas. Frenético e insaciable, el cronista incansable que ha nacido en Tucumán y se pierde en sus mundos con la curiosidad como única brújula presenta este viernes La Copa del Faso y otras crónicas, la mejor excusa posible para acompañarlo sin gps, pero con mapa de papel a su última aventura, la de este libro que nos adentra al maravilloso mundo que habita. Bienvenidos.

-Justo a este año se te ocurrió ponerle el moño con un libro. ¿Por qué?

-El proyecto venía pensado desde el año pasado. Después, cuando Milei ganó dije: ‘Ya era, no se va a hacer’. Pero Facundo Iñíguez, de la editorial La Papa, me dijo este año: ‘Retomemos el proyecto’. Y lo hice porque creo que es el momento para hacer este tipo de cosas. Publicar un libro es inventarse una épica y tener una razón por la cual vivir, básicamente. La Realidad te quiere derrotado todo el tiempo y la derrota se manifiesta en que no puedas hacer lo que a vos te gusta, en que no puedas seguir con tus proyectos. Y si hay una bandera que no les quiero dejar es esa. Sí, las cosas cuestan un montón más y se impone la agenda de lo urgente: tenés que pagar un montón de cuentas; no llegás a fin de mes; este año lo hemos pasado de marcha en marcha, por la universidad, por los jubilados, por todo. Pero uno tiene que seguir adelante. La batalla es cultural en ese sentido. Por más esfuerzo que cueste estas son las cosas que te mantienen con vida: desde lo profesional hasta lo espiritual.

-La batalla cultural, como batalla en sí, demanda un esfuerzo físico. ¿De dónde sacás esa fuerza y el tiempo para decir voy a publicar un libro? 

-En este libro en particular había una parte del terreno bastante allanado al tratarse de una antología de crónicas ya publicadas con anterioridad. Pero había que hacer un laburo que no es poco laburo: seleccionar los textos, buscarle un orden, pensar en el diseño, en la portada, y en el  mapa que corona el libro. Es un montón. No es copiar y pegar. Los textos fueron reeditados. Son nuevas versiones de las crónicas. Hemos sido muy disciplinados y ahí el editor Facundo Iñíguez ha impuesto ese ritmo y esa disciplina para que el libro fuera publicado. Él me ha dicho: “Revisemos los textos, los ordenemos”. Ha sido un trasturno, no un trastorno, porque uno lo hace con alegría y entusiasmo. Te mentalizás en que lo tenés que hacer. Es inventarse la pelea que vos podés dar, mentalizarse a dar la batalla en el terreno donde vos la podés dar, y en el caso de la cultura es el libro y con la crónica que es mi escuela formativa. Pero eso no es todo: sentía que esto se trata de un esfuerzo colectivo, no individual. No es solo mi esfuerzo: es el de Facundo, el de Seba Vaca que ha hecho la ilustración, el de La Papa que apostó por el proyecto, el de todos los que han bancado comprando el libro en la preventa. Sí, sale mi nombre en la tapa, pero es un laburo colectivo, coordinado, y creo que son las cosas a las que hay que apostar ahora. No hay salida individual. Nadie se salva solo. Suena a frase hecha, pero funciona en todos los órdenes.

-"Salvarse solo" es un lema del enemigo, del que está en las antípodas.

-Claro. Vivimos en una era donde se fomenta tanto el individualismo que decís: “Ah, yo me corto solo”. Y no es así: es un esfuerzo de mucha gente. Con Pedro Noli que ha hecho el prólogo, con Cristian Alarcón que escribió la contratapa, todos han puesto su engranaje para que la cosa saliera. Y más: al libro lo pienso como colectivo en el sentido de la recepción. Presentarlo es un ritual comunitario que involucra a otra gente. Y eso ya vale todo el esfuerzo: juntarte con tus amigos, con gente que no conocés, pero que te lee, tener ese vínculo, poder arrimarte a otro ya justifica todo este proceso.

-Quiero meterme en la cocina del libro. Antes que nada, ¿cuántas crónicas son y cómo han sido ordenadas?

-Son 12 crónicas. Están divididas en tres segmentos, en tres zonas. La primera tiene que ver con historias situadas en distintas locaciones y con distintos episodios históricos, la segunda más queer donde está Rodo Bulacio, Gloria Oh y Moria Casán, y  la tercera donde están las crónicas sobre Maradona.

-Son los tres ejes y los tres personajes que ilustran la tapa: Moria, Rodo y Maradona.

-Claro. Pero en la primera selección no estaba la de Moria. No la había seleccionado hasta que Facundo me dijo: “¿Cómo vas a tener un perfil de Moria Casán y no va a estar incluido?”. Tenía razón. Ahí se ve la mano del editor. No la había incluido a la crónica de Moria porque había hecho el laburo del podcast y sentía que el perfil escrito no me había terminado de satisfacer. Después del podcast de Moria para Anfibia, sentí que llegué sin nafta para escribir eso. Pero se complementan bien lo tucumano en Rodo y lo nacional y universal en figuras como Diego y Moria.

-Si mezclás cosas de Diego y de Rodo, nace una Moria: lo popular y lo queer en una sola persona. Insisto: ¿por qué no la querías incluir como crónica en un primer momento y por qué terminó siendo un eje capital del libro?

-Fue un laburo muy intenso el de Moria. Salvo la tesis del doctorado que hice (que es otra cosa) nunca había laburado en otro proceso tan largo. Como todo proceso hay un momento que es desgastante. La tenés a Moria todo el tiempo encima. La sensación que me quedaba es que, después de todo lo que fue el podcast, escribir sobre Moria era como un polvo con una ex novia: ya no había más nada que decir. No tenía mucho más para aportar con la escritura. Pero había estado en su casa y había cosas que no estaban en el podcast. Lo repensé y Facundo me hizo ver que sí aporta. Y ha estado bueno incluirlo como un gesto para pensar por qué nosotros, desde Tucumán, no podemos pensar en contar a los grandes personajes de la escena nacional. Y no hablo solo por mí. Hablo por la redacción que tenemos acá en eltucumano, la de Tucumán Zeta y otros proyectos con gente capacitada para contar cualquier tipo de personaje central. Me parece hasta un gesto político que esté la crónica de Moria en este libro.

-En ese proceso de revisión y edición hay un gesto honesto al lector: que sea una antología no significa copiar y pegar lo ya escrito. ¿Ha cambiado mucho el proceso de edición con Facundo de aquella crónica con respecto a la crónica actual? ¿Ha cambiado en relación al tiempo, al espacio, a la escritura?

-Hemos sacado algunas partes de la crónica original en algunos casos. Hemos reactualizado otras. Hemos incluido notas al pie en algunas. Otras no han requerido toqueteo. La más vieja es del 2014. Ha pasado una vida de eso. Hoy las escribiría distinto. Pero también me parecía genuino dejarla como estaban escritas. Más allá de la neurosis del querer cambiar, son textos que ya han tenido su proceso de edición. En Tucumán Zeta trabajamos con mucha calidad, había mucho filtro, los textos salían muy depurados. Revisar eso tan en detalle sería una rosca infinita. Siempre se puede seguir revisando, pero cirugía mayor casi no hubo. Me parece que el libro ordena porque una cosa es compilar y amontonar crónicas y otra cosa es hacer un libro. La gran virtud de Facundo como editor es decir: “Acá hay un libro”. Yo había preseleccionado 30 crónicas que es una guasada y quedaron 12.

-¿No tenés problemas en ceder durante la batalla entre el editor y el escritor?

-Fue todo consensuado. Había algún que otro texto que me hubiese gustado incluir por alguna significación en especial, pero uno también tiene que tener la apertura y ver que hay un editor y que ese editor quiere que salga el mejor libro posible. Estamos laburando los dos a la par por lo mismo. Desde que estoy en el periodismo, de las personas que más he aprendido es de los editores. He tenido la suerte de pasar por grandes editores. Y cuando yo edito trato de incorporar eso que he aprendido de ellos.

-Si la primera crónica de este libro fue publicada en 2014 y la antología que las reúne en 2024, me gusta pensar en La Década Ganada del Svetlismo. Son diez años atravesados por la crónica. En esta década tuya como cronista, ¿qué has ganado en estos 10 años y qué has perdido?

-Lo ganado es que cuando estoy en el proceso de escribir una crónica lo que más me llevo es conocer a alguien que no conocía. En ese sentido los cronistas somos privilegiados. Conocer a un montón de personas que, si no fuera por la crónica, no hubiésemos conocido. Cualquiera puede ser el personaje: desde Moria Casán hasta el panadero de la esquina. Lo que más me llevo para mí es eso. Es algo excepcional que me ha pasado una sola vez con la crónica de la Gloria. Ella empezó siendo un personaje muy llamativo y hoy es mi amiga. Y la conozco a ella como persona y no sólo al personaje. Uno se lleva mucho de lo humano, de conocer a los demás. Y eso es un aprendizaje que trasciende y te hace ser mejor persona. Y después en materia de escritura, de miradas, he ganado un montón. Ir afinando y meterle al mismo género tanto tiempo sistemáticamente funciona. Yo no creo mucho en el talento. Y hace más de 10 años que hago lo mismo. En algún momento me tiene que salir bien, tan sencillo como eso. Si hubiese empezado antes sería todavía mejor. Siento que he ganado en el riesgo de tomar decisiones en cuanto al tema, al personaje. Mi brújula es el deseo y el interés por contar esos mundos. ¿Y qué he perdido? Muchos prejuicios. He aprendido a sentarme a hablar con gente sin prejuicios. Conocer otras personas y otros escenarios te quita los prejuicios. 

-O sea: hay veces que proyectás una crónica con un personaje o una historia a tu imagen y semejanza, pero el proceso te lleva a otro plano.

-Exacto. La crónica del circo publicada también en el libro es un ejemplo de eso que decís. Me he ido a vivir tres o cuatro días con el circo. Claro que me imaginaba otra cosa. Pero en el circo nadie me daba bola, cada uno vivía en la suya, y la crónica ha terminado siendo otra cosa. Y la crónica es eso: el cuerpo puesto en el territorio y cómo perciben el entorno tus sentidos. Todo lo que vos llevás a priori (tu mochila, tu caja de herramientas) se descoloca porque la realidad se impone. Lo que vas a contar es lo que terminás viviendo.

-Pero la crónica no es el cronista.

-No. Está el estilo, la mirada personal y subjetiva, pero la crónica no es el cronista. Donde yo más pongo la subjetividad es en las crónicas de Maradona. A Maradona no lo he conocido y lo que escribí es muy personal, pero también algo que le ha pasado a mucha otra gente. Hay personas que me han escrito diciéndome que lo había sentido igual que yo, que le había pasado lo mismo. Pero no me gusta el cronista en el centro de la escena. Siempre me parece más interesante el otro. Uno escribe, uno conoce. Pero nuestra vida es esto. Si el que está leyendo esta entrevista viene acá a la redacción, se embola. A nosotros nos divierte hacer esto, nos fascina, nos gusta contar. Si viene otro de afuera nos mira y se pregunta: “¿De qué se ríen estos boludos?”.

-¿Y las de tus personajes son vidas que te hubieran gustado haber vivido? No te imagino viviendo una vida con el circo, por ejemplo. ¿Qué es lo que te fascina del otro?

-Son vidas completamente desconocidas. De pronto sos un antropólogo y te tiran en otra cultura. El motor es la curiosidad. A mí me gusta mucho la pesca, pero nunca voy a vivir como un pescador artesanal de Rosario. La curiosidad y la fascinación son el motor. A mí me pasa con Rodo Bulacio que pienso: “Qué bajón no haberlo conocido. Yo con este chabón hubiera compartido un montón de cosas”. A Rodo lo siento muy cercano en un montón de cosas. O me pasa otra cosa con la crónica de la toma de la Casa Histórica. Lo que mandaba, a priori, en el relato era lo más sacrificial: los que daban la vida por la causa, por la revolución. Pero yo me encontré con dos señoras grandes súper divertidas que lo veían a eso que hicieron, tomar la Casa Histórica de Tucumán, como algo lúdico, con un grado de mucha conciencia histórica, pero también con mucha inconsciencia y con una pulsión casi adolescente, como un juego. Sabían que se jugaban la vida. ¿Quién se juega la vida ahora por algo? La crónica me ha permitido ver eso: estas dos señoras eran personas muy jóvenes en ese entonces y hoy pueden mirar más allá de todo. Tienen amigos desaparecidos, han tenido que exiliarse, pero pueden compartir esehecho desde un lugar de alegría, desde la felicidad. Y eso también me ha fascinado. 

-Este libro, en lo personal, en lo profesional, ¿cierra algo? ¿Pone un punto final para la nueva página en blanco? ¿Te preguntás estas cosas o son boludeces mías?

-Algo de eso hay. Necesitaba cerrar una etapa porque ya no escribo tantas crónicas como antes. Sí, hago notas, guiones, hasta stand-up, pero cierra algo, pero lo que más me gusta es que el libro es un quilombo porque es un poco la condensación de lo que soy yo actualmente. Por eso hemos incluido ese mapa al final que es el mapa de La Loma del Pingo, un diseño de Seba Vaca, una cartografía con cuatro códigos QR que incluyen otras cosas que he hecho. Es un bonus track que tiene que ver con las otras cosas que hago. Algunas no tienen mucho que ver con el libro en sí, pero otras sí: está el podcast de Moria, el microdocumental del escultor tucumano del pingo gigante de Famaillá, está el microdocumental del Diego, y otras cosas más. Creo que es seguir contando la misma historia de otra manera y eso le da una cosa media monstruosa.

-Como un pingo venoso.

-Exacto. Siempre está el pingo en el centro de la escena. De hecho, el libro se iba a llamar La historia del pingo gigante y otras crónicas. Yo estaba medio obsesionado con eso. Vos viste que por donde yo ando no hay banquinas. No es que me voy al pasto, ando por ahí. Pero por suerte están los editores que te dicen: “Me parece que es mucho esto”. La Copa del Faso y otras crónicas también es un buen título y quizás se pueda presentar en las escuelas. Es un título más ATP.

-¿Qué te pasa con la palabra pingo? ¿Por qué te gusta tanto? ¿Es por cómo suena? ¿Que sea tan tucumana? ¿Es la potencia de la p?

-Es super sonora la palabra pingo. El que mejor la representa es Juanjo Domínguez en su blog: es la palabra más usada en Tucumán. Se usa como verbo, como sustantivo, como adjetivo. Si alguien va rápido, va a los pingazos; si no conocés a alguien le decís Pingoleón Fernández; si chocás o le metés fuerte, te has hecho pingo. Nunca me ha sonado obscena. Hay transferencia del sentido. Vos decís pingo y sabés de qué estás hablando. Nadie dice pene en Tucumán, por eso, en la crónica del pingo, no es un pene, es un pingo y es un pingo gigante. Yo no la careteo. La palabra me parece hermosa, y al que no le gusta, mal oyo, que se vaya al pingo. A mí me encanta: es una de nuestras palabras de cabecera. Te ubica en el territorio, es muy nuestra, es muy de los tucumanos y la usamos permanentemente. No sé quién puede ser tan boludo para tenerle miedo a una palabra.

-Las razones para leer La Copa del Faso y otras crónicas ya están esgrimidas. ¿Pero por qué hay que ir este viernes a la presentación del libro? 

-Porque es la parte comunitaria del libro. Es la celebración. Quiero que el libro se venda, obvio, pero no me voy a hacer millonario. Pero, si se vende, va  ayudar a La Papa, que es una editorial independiente, a financiar los proyectos de otros escritores. Y eso es una lógica muy copada que funciona por fuera de las grandes editoriales que, por otro lado, nunca nos darían bola a nosotros. Pero lo mejor es el ritual comunitario que también me pasa cuando hago stand-up: veo a mi familia, a mis amigos, y comparto. Creo que compartir es lo más necesario en este tiempo. Hay que volver a construir lazos comunitarios. Quiero presentarlo al libro donde me inviten todo el año que viene y conocer gente y después que el libro siga su camino. Pero antes, la presentación del libro porque también es la oportunidad de conocer al lector que te lee y que no conocés. Y sin lectores no existimos.

-Entonces este viernes 13 a las 21 en Storni. El libro cuesta 25 mil pesos y los que lo han comprado pueden encontrarlo ahí. ¿Es así?

-Así es.

-¿Y después cómo sigue? 

-Y la seguimos en la Magic por cuestiones lógicas. 

-Gracias, Pollo. Ha sido un placer. Espero que te guste cómo queda la entrevista.

-Gracias a vos, querido. Seguramente va a ser una entrevista del pingo.