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"Nadie se salva solo": desde Tucumán Graciela da el corazón en un lugar olvidado del país

SOLIDARIDAD

“Te juego que puedo” nació hace dos décadas en un espacio donde nadie quiere ayudar. La historia de una tucumana que entrega alma a través de su profesión, transformando vidas desde el Jardín de Infantes. “Nos dedicamos a la salud mental comunitaria”.





Profesora de nivel primario, estudiante de teología, licenciada en psicopedagoga, profesora en ciencias de la educación, licenciada en psicología social, especialista en TEA… pero el título más importante de todos los que tiene, es el de ser una persona comprometida. Graciela Pappalardo (56) se proyectó desde los años 90 desde su Monteros natal al corazón de Buenos Aires, para chocar de frente con una dura realidad: “Llegué por búsquedas personales, estudiaba teología. Me comprometí con la vida de niños y niñas que vivían en la calle durante la época de hiperinflación de Alfonsín, todos esos años que le siguieron fue una eclosión de niñeces habitando en la calle, en un desamparo absoluto. Así llegué a la fundación Pelota de Trapo en Avellaneda y hasta viví ahí”.

La posterior formación profesional de la tucumana, le permitió comenzar a habitar la realidad social desde otros ámbitos: “Empecé una búsqueda dentro de la búsqueda. Así es como además de ser profesora a nivel terciario, también soy psicopedagoga en un jardín de infantes que queda en villa Jardín”. Esta villa, situada al sur del gran Buenos Aires, en Lanús Oeste, es una de las más grandes de todo el país, contando con un aproximado de 30.000 habitantes. En sus delgados pasillos no hay instalaciones formales de ningún servicio. Ni luz, ni gas natural, ni cloacas… mucho menos servicio de internet. “Nadie levanta la mano para ir ni para ayudar ahí”, dice Graciela a eltucumano.

Entre ese aglomerado de habitantes, vivían muchos de los alumnitos que tenía a cargo Graciela en el colegio del Sagrado Corazón. Y en su rol de psicopedagoga, pudo detectar que muchos necesitaban tratamientos especiales: “Este es un territorio abandonado. Los servicios son espacios de emergencias como salitas o primeros auxilios, pero un día de lluvia, por ejemplo, los colectivos nisiquiera van a la zona. Entonces, un niño que vive ahí no tiene a donde ir, sus padres deberían trasladarse a Capital Federal para que tengan un tratamiento. Y así es como surgió esta idea de buscar un espacio con profesionales y colegas que estén dispuestos a dar una mano”. Aquí fue cuando apareció un eslabón fundamental en la labor social para el sueño de Graciela: Chona.

“Chona era una abuela joven del barrio, salteña, que buscó el lugar donde nos instalamos a trabajar para dar terapia a los niños, Primero encontramos una casa que pertenecía a la parroquia, nos prestaron un espacio las hermanas del Sagrado Corazón. Empezamos a funcionar incorporando psicóloga, fonoaudióloga, luego psicopedagoga, no tenía un nombre de nada el grupo, solo funcionaba, y yo coordinaba un poco todo. Luego nos pidieron esta casa y volvió la búsqueda del lugar. El Obispado de Avellaneda nos prestó una casa que había sido donada con fines sociales. Con los chicos que asistían empezamos con urnas y demás a votar y ellos eligieron el nombre, entre ellos ‘Te juego que puedo’. El creador de nombre tenía 5 años, se llama Tobías Rodríguez, y ahora debe tener 20”, recordó, con nostalgia.

Graciela y Chona

“Yo vengo de una raíz familiar donde aprendí que si no tenés algo, tenés que buscarlo, hacerlo. Cuando trabajás enserio las necesidades siempre se visibilizan, y así es como pudimos ir armando estos espacios y darle forma de Fundación. Contamos actualmente con profesionales que son expacientes de los talleres, y que decidieron estudiar y pudieron recibirse, ese es un broche de oro. Tenemos consultoría psicológica para adultos mayores y adolescentes, psicología infantil, psicopedagogía, y estamos abriendo equipos de apoyo escolar integral. Hay mucha orientación hacia los consultorios, pero en realidad decidimos que los niños pasen primero por apoyo escolar para no patologizarlos. Ahí hay una mirada pedagógica más profunda para ver si necesita profesionales de otra índole o solo necesita ser apoyado en sus estudios.  Hay alrededor de 60 niños y 5 educadores a cargo, y funciona los miércoles, viernes y sábados. También tenemos un equipo de trabajo para apoyar la estimulación en los primeros años, y hay dos grupos de niños diagnosticados con TEA, estoy coordinando y llevando adelante este espacio en particular con Yazmín, una educadora que hace de auxiliar. Son grupos maravillosos. Tenemos un equipo de género y ESI, compuesto por profesionales del barrio y vecinas, equipos compuestos por rondas de mujeres en donde se reúnen y hablan de sus cosas, es un grupo de intercambio y circulación de la palabra. Otro servicio que tenemos es estimulación cognitiva para adultos mayores” detalló, sobre los distintos servicios profesionales y sociales que brinda “Te juego que puedo” en Villa Jardín.

El lema de la fundación que preside Pappalardo, es “Nos abrazamos para no desarmarnos”, y así es como en este entramado que forma un rompecabezas latinoamericano, Graciela tiene posibilidades de abrazarse aun a la tucumanidad: “Hay muchísimos tucumanos viviendo en la Villa, muchos conservan la costumbre de preparar sus tortillas a la parrilla para vender. Me traslado a mi provincia cuando hablan, cuando cocinan. Pero acá también hay muchos salteños, correntinos, litoraleños en general. Es un lugar habitado por chilenos, paraguayos, bolivianos, peruanos… estoy contenta de estar acá, es un gran compromiso, comprometer la vida hasta el último naufragio como dice el poeta. Trabajar por el otro es entender que nadie se salva solo” culminó la tucumana.

La manera de colaborar con este gran proyecto coordinado por una tucumana, es apadrinar el tratamiento de un niño, o comprar los bonos que se venden de manera mensual. También es aceptado todo material que se relacione a la educación y la estimulación cognitiva en los primeros años de escolarización.

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