"Es muy fuerte lo que vi": Hernán Rodríguez Salazar, el bombero de Tucumán iluminado por el fuego
Tiene 44 años y lo que vive a diario es conmovedor. Qué pasó cuando tenía 14, la primera vez que sonó el teléfono en el cuartel y por qué los incendios no dan tregua en la Argentina. | Por Alfredo Aráoz

Contra el fuego. Fotos: Hernán Rodríguez Salazar.
“Nos dicen que había un niño atrapado. Yo tenía mi equipo puesto y estaba listo para entrar. Afuera había un ataque de nervios entre la gente y dentro de la vivienda solo fuego, mucho fuego. Siempre agachado, entré a la vivienda para buscar al niño atrapado. En una habitación se veía una combustión tremenda. Cuando logré abrir la puerta, disparé con la lanza un chorro de agua y lo único que sentí es algo que se vino contra mí. Nunca había sentido algo así. Un fffffffffffffffff, un viento de vapor que se produce cuando el agua que tirás choca contra una gran temperatura. En ese momento, se me vino encima ese vapor y lo tragué. Se me quemaron las vías respiratorias y me empecé a desvanecer. Le pedí a mi compañero que me hiciera el aguante. Mi compañero entró, avanzó entre el fuego y me dijo que no, que no había nadie, que no había ningún niño atrapado ese día. Una señora se había confundido. Pero hubo otras veces que no, que nadie se confundió, que sí hubieron personas atrapadas por el fuego. Y así como hicimos rescates y salvamos vidas, así también ví mucha gente muerta, vií muchas escenas muy crudas, muy tristes, ví vidas que se fueron, ví sueños que se hicieron cenizas. Sí, es muy fuerte lo que ví”.
Pedro Hernán Rodríguez Salazar llega a la redacción de eltucumano para contar su historia. Tiene 44 años y es el Jefe de Bomberos Voluntarios de Yerba Buena. Esa anécdota que cuenta arriba de esta nota es una de las historias que lo marcó a fuego. Y es el fuego el elemento que ha signado su vida desde la primera vez que lo vio, que vio el fuego como lo vio cuando Hernán tenía 14 años. Una historia, otra historia, la que empieza, como guiño del destino, con el nombre de la calle donde comieza la historia de Hernán: la calle Tierra del Fuego, Yerba Buena. “Aquel día yo estaba en mi casa y vi en la esquina de Tierra del Fuego y Catamarca cómo se estaba incendiando una prefabricada. Eran las siete y media de la mañana y lo único que escuchaba eran los gritos de los vecinos a mi madre, la única vecina que tenía teléfono fijo en la cuadra. Lo recuerdo como si fuese hoy. Los vecinos le gritaban a mi madre desde la vereda: ‘¡Salma! ¡Salma! ¡Por favor, llame a los bomberos!’. Yo todo asustado, mientras se levantaba mi vieja para correr al teléfono, salí y ví una columna de humo negro tremenda que salía de la casa. Ahí vivía un muchacho que ponía música en por las noches. Y ahí ví cómo todos sus equipos y toda su música se le estaba prendiendo fuego. Fue tal la escena que ví que esa imagen quedó en mis retinas para siempre. Chicos corrían con miedo, vecinos corrían con agua, mi padre gritaba en una cadena pasándose los baldes. Fue muy fuerte”.
Mientras se consumía la casa prefabricada en la esquina de Tierra del Fuego y Catamarca, mientras eso pasaba, Hernán Rodríguez Salazar vio algo más: “No había bomberos voluntarios de Yerba Buena hace 30 años. Y los que vinieron eran desde el cuartel del barrio El Bosque, de la calle Manuel Alberti. Se demoraron unos minutos, pero no tanto. Lo que vi en ese momento cuando llegaron aquellos bomberos fue cómo un vecino los insultaba. Recuerdo los insultos a los bomberos como si fuera hoy y todavía me enoja. Recuerdo a ese vecino gesticulando, gritándoles a los biomberos que no le decían nada. Recuerdo que me llamaba la atención por qué los bomberos no le decía nada a ese vecino que no tenía nada que ver con el incendio. Yo le hubiera respondido al vecino. Yo le hubiera pedido que no me falte el respeto. Sí. En ese momento que vi esos insultos, a ese vecino insutando así, a mí me dio una bronca tremenda. Y eso que pasó para mí fue un punto aparte”.
Después de la escena vivida a los 14 años, Hernán empezó a jugar a los bomberos. Y cuando terminó la secundaria, su padre lo llevó al cuartel de bomberos de La Florida, donde el presidente de la institución era amigo de la familia Rodríguez Salazar. “A partir de entonces empecé a meterme en el mundo de los bomberos, a meterme y a pasar tiempo en el cuartel. Empecé a hacer cursos de incendios forestales, me empecé a interiorizar de lo que es ser bombero con un pensamiento siempre recurrente: la casa prefabricada del muchacho que ponía música prendiéndose fuego en Yerba Buena. Sienpre pensaba en voz alta: 'Mirá si Yerba Buena hubiera tenido un cuartel de bomberos como tenemos ahora. Quizás esa casa se hubiera salvado’”, le cuenta Hernán a eltucumano mientras llega la una pausa en la entrevista porque llega el café y se produce el siguiente diálogo:
-Guarda que está caliente el café, Hernán.
-No hay drama. Así está bien para mí.
Después del trago de soda que apaga incendios los fines de semana y calma la voz de este hombre que cuenta todo, Hernán elige otra fecha que marca a fuego al Jefe de Bomberos: “Mi madre falleció el 2 de junio, el Día Nacional del Bombero, del año 2000. En 2002, por cuestiones personales y laborales, dejo el voluntariado hasta que en 2008 el presidente del cuartel de La Florida y amigo de mi padre me llamó y me dijo: ‘Hernán, ¿por qué no armás un cuartel?’. Convencí a un amigo cuyo padre era bombero, pasaron cinco meses de gestiones administrativas y el 6 de agosto de 2008 nos otorgaron la personería jurídica. Para nosotros fue todo un logro y te digo algo más: somos el primer cuartel que arrancó operativamente pero con cero equipamiento”.
Aquella falta de equipamiento en 2008 era motivo de burlas de los vecinos de Yerba Buena, pero nunca un impedimento para salir a combatir un incendio en un pastizal o en una vivienda. Lectores Iluminados por el fuego, atentos a lo que cuenta aquí el jefe Hernán Rodríguez Salazar: “En los comienzos éramos seis bomberos nada más. Teníamos un camión hidrante que andaba más o menos bien, pero un día el camión se rompió. Un día al camión le falló el embrague y no anduvo más. Cuando supimos que el camión no estaba operativo, en ese momento sonó el teléfono: teníamos un incendio que apagar. ¿Sabés en qué fuimos a apagar el incendio? En remis. Uno de los chicos bomberos tenía un hermano que tenía una remisería en Yerba Buena. Y ese hermano un día nos dijo: ‘Muchachos, cualquier cosa que necesiten, me llaman y salimos en remis’. Así fuimos aquel día y no fue la única: tuvimos cuatro intervenciones yendo así, en taxis y en remises. Cargábamos las mochilas hidrantes y los matafuegos, llegábamos y apagábamos pastizales con lo que había. Con mucha o poca gente, con o sin recursos, nunca hemos dejado de salir. Íbamos corriendo si hacía falta. Hasta fuimos en motos con las mochilitas y, pum, apagábamos todo”.
La anécdota de bomberos yendo en remises, en taxis y en motos revela por detrás una voluntad que trasciende a las formas: si no anda el camión, voy en remis: Y también obliga a una pregunta que a Hernán le realizan los vecinos: “¿Por qué los bomberos voluntarios no tenemos un sueldo? ¿Por qué, si salvamos vidas, si rescatamos personas, si salvamos casas, por qué no tenemos un sueldo como un policía? Y la respuesta es simple y por una simple razón: no cobramos un sueldo porque somos voluntarios y si esto que hacemos tuviera un sueldo, sabemos lo que pasaría: una fila interminable de gente queriendo entrar a los bomberos por una necesidad económica y no por vocación. ¿Se entiende? Nosotros tenemos los recursos que vienen de la Nación por la ley 25054 y en Tucumán por la ley 9039. Así nos aporta el Estado para los equipamientos, pero no para sueldos. Ese es el espíritu del voluntariado. Así lo estableció Tomás Liberti, fundador de los bomberos voluntarios. Liberti no era bombero sino directivo. Y aquí quiero aprovechar para dar a conocer algo importante: todo el mundo mira el trabajo del bombero, pero no de los directivos que hacen una labor fundamental. Para que una institución como los bomberos voluntatios funcionen, la comisión directiva es fundamental. Claro que el bombero es muy valorable, pero la dirigencia es clave: desde el presidente, el tesorero, el secretario y gente que nunca se nombra. Por eso me gusta recalcarlo en esta nota. Pero volviendo a tu pregunta: no, no cobramos un sueldo. Se perdería la vocación”.
Suena el teléfono. Alguien marcó con las los manos nerviosas y trasnpiradas el 0381 425-2670, el número del cuartel de Bomberos Voluntarios de Yerba Buena. Ubicados en Perú y José Ignacio Thames, el operador atiende.
Mientras Hernán y sus camaradas pegan un salto ante la llamada, Hernán y sus camaradas se equipan y salen bajo el sonido de una sirena por las calles de Tucumán. Detrás de ese llamado hay historias y sentimientos que el jefe de bomberos siempre tiene presente: “Cuando suena el teléfono porque se está quemando una casa, sabemos que por detrás está el esfuerzo de toda una familia. Y es el esfuerzo no solo de la mamá y del papá sino de los niños que sufrieron de la ausencia del mamá y de la papá que ha tenido que salir a trabajar durante mucho tiempo, durante muchos días, durante muchos años, para juntar la plata y poder construir esa casa que ahora se está quemando. Todo ese esfuerzo puede perderse en 10 o 15 minutos si se incendia tu casa. Eso es algo que lo tenemos muy presente a la hora de actuar. Sea una prefabricada o una casa grande. Ver esas escenas, ver a la gente llorar, ver a hombres llorar porque han perdido todo, ver a mujeres y a niños tristes es una locura. Y hay que estar preparados para enfrentar eso”.
Cuando una casa se consume o alguien se le muere en brazos, Hernán y sus compañeros se acompañan en el dolor, en la pérdida. “Es duro. Es algo que vivís y que tenés que ventilarlo. Así como es una inmensa alegría salvar una vida o contener un fuego, si te toca llorar, llorás. Después del hecho, con los compañeros charlamos en qué hemos fallado y qué hemos hecho bien. Pero sobre todo charlamos sobre lo que hemos visto para hacer una catarsis, para ventilar nuestros sentimientos con un camarada. Porque tiene que haber una catarsis. Hay psicólogos a disposición, pero en ese momento, con las cenizas ahí, no vas a llamar a un psicólogo. Yo, como Jefe, tengo que mostrar entereza ante mis compañeros. Pero es duro, ¿eh? Hay que estar ahí. Ver criaturas llorando, ver gente muerta, ver accidentes vehiculares, ver a chicos jóvenes, ver la imprudencia en los cerros, en los rescates, ver a alguien que podría ser mi hijo, chicos de 17 años hechos pelota en moto, sí, es un montón”.
Gracias por el fuego, de Benedetti; Todos los fuegos, el fuego, de Cortázar; Los Lanzallamas, de Arlt; Farenheit 451, de Bradbury; Fuego, de Intoxicados; Sandro y los de Fuego; una canción de Daniela Romo o una de Ricky Martin; Los del Fuego; la coupé Fuego. Nada. No hay libro, canción ni nada que a Pedro Hernán Rodríguez Salazar le resulte más atractivo que el elemento que le da nombre a todas las cosas que rigen su vida. “El fuego me atrae. No es lindo el fuego en sí, pero a mí me genera una atracción única. Entrar a un lugar y empezar a sentir la temperatura es adrenalina para mí. No te querés ir para atrás. Vos ves la llama y querés sentir que te quema, querés sentir la temperatura en tu cuerpo. Ves destellos de llamas en el techo. Todo te atrae. Ves el fuego y querés llegar ahí, a apagarlo. La frustración sería irte y dejar el lugar al otro. Si en el intento te pasa algo, pasa. Sabés que te podés morir. Una vez subí a un techo para hacer una apertura, me hundí con las chapas, quedé colgado de dos compañeros y, si no estaban ellos dos, abajo había máquinas de un aserradero. Uno sabe. Y la familia también. Si la familia no apoya al bombero, es complicado. Es muy jodido”.
En los últimos días, hombres y mujeres con la vocación de Hernán han sido tapas de diarios y revistas, de programas y redes sociales. Pero a pocos se les conoce la voz. Son los protagonistas anónimos, los héroes y las heroínas sin capa que combaten sin cesar la magnitud dantesca de los incendios forestales que están sucediendo en Córdoba (ya controlados al cierre de esta edición) y que han sucedido en Tucumán y sus valles hace unos meses.
-Hernán, ¿qué está pasando? Antes en Tucumán, ahora en Córdoba. ¿Por qué?
-Porque a la gente le encanta prender fuego las cosas. Aunque sea unas hojitas. Las prenden y se van. No se quedan a ver un rato el fuego y las apagan. No. Se van del lugar. O los que hacen un asado en el cerro. O los que tiran una colilla de cigarro o arman una fogata en medio de la noche. Se habla de calentamiento global, de cambio climático, pero el primer factor es el humano, es la mano del hombre lo que provoca todo lo que está pasando. Y lo que está pasando es terrible. La ventaja en Tucumán, a diferencia de Córdoba, es que no son incendios de copas de árboles, sino de hojarascas y en arbustos medianos. Fijate que cuando el fuego se extingue en Tucumán, nuestros cerros siguen verdes porque se quema la parte baja de los árboles, no las copas como en Córdoba, donde los vientos arrasan todo y se convierten en incendios incontrolables. Porque cuando decimos que los vientos arrasan con todo, es todo: casas, animales, personas. ¿Cómo se controlan? Si sacamos de la escena a los bomberos, se quema todo y más rápido. El bombero detiene eso. El bombero controla. Pero la lluvia es un factor que todos esperamos. Uno siempre espera la lluvia para liquidarlo".
Por último, la última pregunta de esta charla: “¿Hasta cuándo voy a ser bombero? El bombero no se jubila. Las fuerzas no serán las mismas, pero no se jubila. Hay bomberos de 80 años en los cuarteles que atienden el teléfono, que son cuerpos de reserva. Se es voluntario las 24 horas, los 365 días del año, sin parar”, infla el pecho Pedro Hernán Rodríguez Salazar, mientras asoma un crucifijo de plata en su cuello. Lo compró en la localidad salteña de La Caldera, claro. Y lo explica: “Vos podés saber mucho, pero siempre tenés que estar encomendado a Dios. Es Él el que me protege, el que me cuida, el que nos acompaña en cada intervención de esta pasión que, a diferencia del fuego, no se extingue. El ser bombero voluntario, la voluntad de dar la vida por el otro, la pasión por esto que llevamos dentro eso sí, te lo juro, eso sí que nunca se extinguirá jamás”.
En acción.
El primer cuartel de Bomberos Voluntarios de Yerba Buena, en agosto de 2008.
Hernán en eltucumano, el último jueves.