Norma, la guardiana de las ruinas jesuíticas de Lules
En 1991 Norma Contreras se convirtió en la nueva casera de las Ruinas de San José de Lules, desde entonces ha vivido con las paredes centenarias y le ha contado la historia del lugar a turistas de todo el mundo. Conocé su historia. VIDEO.
Norma explicando la historia de los jesuitas en Lules. (Foto: captura de video de María Meternich para eltucumano)
“Abuela, abuela, te buscan”, grita una niña ante la presencia de tres extraños en las inmediaciones de su casa que preguntan por alguien que brinde información sobre las Ruinas de San José de Lules. Son las 11:30 de la mañana de un martes y Norma no duda ni tarda en salir a nuestro encuentro. Escucha con atención nuestro pedido, asiente y empieza a contarnos la historia del lugar que estamos visitando: “Esta construcción es del año 1673”, nos dice para ubicarnos en el tiempo.
Luego camina los pocos metros que separan su casa de las ruinas, se para en la puerta de la iglesia y relata la historia de los cuadros, de la misión evangelizadora de los Jesuita y su convivencia con los indios Lules, la expulsión de la orden y la llegada de los dominicanos, los tres gobernadores enterrados en el lugar, la historia de la maestra Lastenio Blanco que descansa en las ruinas, el paso de Belgrano y San Martín, las leyendas que la atemorizaban y la historia de su vida.
Norma Contreras es, desde hace treinta y tres años, la guardiana de las ruinas jesuíticas de Lules. En el año 1991 su tío que cortaba el pasto en las ruinas le contó que estaban buscando caseros, el matrimonio anterior se fue del lugar afirmando que escuchaban cosas y tenían miedo. En ese momento, Norma vivía en San Pablo y, si bien pasaba a menudo por la ruta, no conocía la historia del lugar. Sin pensarlo mucho se mudó a las ruinas, tuvo su hija e hizo de las paredes centenarias su hogar.
Antes de la llegada de Norma, las ruinas eran mantenidas por un grupo de amigos que vendían folletos con información del lugar con el fin de mantener el sitio, “en esos folletos contaban que acá se escuchaba ruido”, agrega Norma para justificar las leyendas que muchos creen y atemorizaron a los caseros anteriores.
A los meses de llegar como casera empezó su trabajo como guía turística. Con los años, Norma fue sumando cursos y capacitaciones hasta certificarse como guía de sitio “Me gusta mucho leer y cada cosa que conversamos con los turistas se me agrega a mi repertorio para poder explicar más la historia”, cuenta. Su hija Soledad sigue los pasos de su madre y, cuando Norma no puede, es quien se encarga de guiar y contar la historia de los jesuitas en Lules. “Me encanta el trabajo que hago y este lugar encierra mucha historia, lamentablemente tendría que estar más difundida y ser más visitada por la gente”, comenta.
Cuando Norma llegó a las ruinas no sospechaba que allí formaría su familia y su nuevo hogar: “Nunca me imaginé que iba a vivir tantos años aquí, yo vine de 31 años y hoy tengo 64, es la mitad de mi vida. Es una satisfacción porque día a día hago mi trabajo con amor”. dice orgullosa la mujer que se consagró como la guardiana del Monumento Histórico Nacional.
“Antes de venir no conocía la historia del lugar, pasaba por la ruta pero nunca llegué, me daba mucho miedo vivir acá y, a veces, la misma imaginación hace sentir ruido”, cuenta sobre los temores que tenía al aceptar la propuesta de ser casera y narra una de las tantas leyenda del lugar: “Dicen que venían dos muchachos por la ruta en una noche de tormenta y, de solo estar, vieron esta parte iluminada. Los hombres decidieron refugiarse acá y lo atendieron en la puerta dos monjes que los invitaron a pasar. Al otro día, cuando amanecieron los muchachos, no encontraron nada, la iglesia sin techo, todo abandonado como estaba en ese momento”. “Rece mucho para no tener miedo y le pido a san jose que me de fuerzas para seguir adelante”, agrega.
Con los años, Norma aprendió a amar su nuevo hogar: “Esta es la historia, ese es mi fruto, mi hija nació aquí”. Cuando llegó no existía la casa donde ahora vive, durante 5 años vivió en el sector donde solía ser la escuela de los Jesuitas, hoy completamente deteriorado.
En estos treinta y tres años recibió a instituciones educativas locales, provinciales, turistas nacionales e internacionales. Norma asegura que a la gente le gusta ver las ruinas en su estado natural, sin restauraciones. Sin embargo, pide un poco más de cuidado para que no se sigan deteriorando, como una protección para la lluvia, por ejemplo.
Si bien no hay horarios de visitas guiadas, Norma es contactada por coordinadores o por el Ente de Turismo, quienes le avisan la hora que llegarán los turistas y ella los espera para contarle una de las historias más ricas y fascinantes de Tucumán. Los curiosos que estacionen en la ruta 301, quizá tengan la suerte de encontrar a Norma en su casa: “El horario es de ocho de la mañana a tres de la tarde, más no porque estoy de lunes a lunes, sin descanso”, aclara.
Los Jesuitas en Lules
En la puerta de la iglesia del lugar se encuentra un código QR que direcciona a una página de la Municipalidad de San Isidro de Lules donde narra lo siguiente:
A orillas del río Lules se encuentra el conjunto principal de lo que fue una extensa misión jesuítica fundada en 1670 y que pasó a la orden domínica en 1775. Creada para evangelizar a los indios Lules, la misión fue habitada por 15 monjes y más de 100 familias aborígenes, que, según muchos historiadores, procesaron azúcar por primera vez en Tucumán.
Los Jesuitas no descuidaron su estancia en Lules. Edificaron aquí su capilla, sus talleres de artes manuales y una escuela de primeras letras. Construyeron la iglesia con su claustro y varios patios, funciono un molino, fabricaban carretas, tenían un horno para ladrillos, una fragua donde forjaban espuelas y herramientas, una curtidora de suelas, una almona para producir jabón que se enviaba a Potosí y una fabrica de sombreros.
En 1767, los jesuitas son expulsados. y en 1780 pasa a manos de la Orden Dominicana. Era una orden religiosa que no tenía el mismo poder expansionista que los Jesuitas. Estos reedificaron el actual edificio que fueron refaccionador en dos oportunidades , de importantes dimensiones, en el extremo del altar, sobresale una inmensa cúpula, con impecable trabajo de talla de madera que contiene una imagen de San José y el Niño Jesús, realizadas en el mismo material por los aborígenes que habitaban la misión, y recubiertas en yeso, para evitar el paso del tiempo “ las otras dos imágenes fueron donadas (el sagrado corazón y la Virgen del Rosario, de Córdoba de España).
Mirá el video y conocé a Norma: