"La gente te ve como un pelotudo": la vertiginosa y disparatada existencia de Osiris González
Lo acusan de colgado, de vivir en una nube de pedo y de tener hormigas en el culo, pero Osiris convive desde hace años con el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Cómo se vive todo el tiempo a las chapas y con un millón de ventanas abiertas en el escritorio de la mente. Por Exequiel Svetliza.
Osiris baja a los pedos las escaleras y, una vez en la puerta del edificio, descubre que las llaves quedaron arriba. Regresa por las llaves y, en la gestión, se olvida el teléfono. Vuelve ahora al departamento por el teléfono, prende la tele y hace zapping hasta que encuentra un capítulo de Bob Esponja. Se cuelga. Recuerda la cartuchera de Bob Esponja que usaba en la escuela, una remera copada que vio en una vidriera del centro, el rostro de un chango del barrio al que le decían Calamardo, las estrofas de la canción Estadio Azteca, una escena de ese capítulo del Chavo del Ocho donde toda la vecindad viaja a Acapulco... De pronto, una epifanía: se estaba yendo. Suspira y repasa: llaves de la casa, teléfono y billetera. Todo listo. Baja otra vez las escaleras, abre la puerta de calle, recibe la luz, el piar de las aves, la brisa de una mañana diáfana, pero no se detiene en contemplaciones. Corre. Esquiva gente, autos, soretes de perro en las veredas. No tiene tiempo. Corre más rápido, pero ¿adónde iba? Así pasarán las horas, rozando la locura, preso de su poesía de vivir siempre a las chapas.
Si la suya fuera la genealogía de una dinastía egipcia, le cabría el título de Osiris González III por su condición de legitimo portador del nombre y apellido de su padre y de su abuelo. Pero en Los Nogales, donde nació y se crio, creen en otro tipo de mitologías: duendes, espíritus, espantos y demás presencias del inframundo. Hijo del legendario conductor del programa Radio Kaos que se transmitía por la Rock And Pop, el joven de 30 años llegó a este mundo con el halo de notoriedad ya heredado y adosado al nombre: “De chico yo flasheaba que mi viejo era re famoso. Me acuerdo que íbamos a Mar del Plata y lo invitaban siempre al camión de la radio con Mario Pergolini y Eduardo De La Puente… era bien popular el pícaro”.
En su siempre agitado paso por este mundo, Osiris, nuestro Osiris, el protagonista de esta historia, se ha desempeñado como: peluquero, fisiculturista, mozo de un bar de strippers, nutricionista, preceptor de un instituto de menores, dj de música electrónica, standapero incipiente y papá de la pequeña Emma; entre muchas otras actividades que realiza, la mayoría de las veces, al mismo tiempo, como quien abre infinidad de ventanas en el escritorio de una computadora. Asomarse al universo Osiris es dejarse arrastrar por esa vorágine frenética que -sin que lo defina, limite o condicione- encuentra cierta explicación en un diagnóstico. Primero, le dijeron que su problema era que tenía hormigas en el culo y vivía en una nube de pedo. Después, la ciencia médica aportó mayor precisión a esa sentencia popular: TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad).
Inquieto, distraído, travieso. Los primeros indicios llegaron cuando cursaba la primaria en el Colegio Don Orione. “Cuando iba a cuarto grado me empezó a llamar la pedagoga. Iba y me sacaba del curso como a Maradona en el mundial 94. Yo no entendía bien qué pasaba, me llevaban y me hacían distintos test, como el de coeficiente intelectual, ahí se han dado cuenta de que era un chico muy inteligente. No tenía problemas de aprendizaje ni era mal alumno, pero copiaba las tareas a medias y no tenía ninguna carpeta completa porque me ponía a hacer dibujos. Lo que pasa es que, por mi condición, soy muy curioso… Leo, indago, averiguo… más allá de que sea muy distraído”, me cuenta en su departamento de Barrio Sur; un entorno algo caótico donde se destaca un espejo de peluquería en un rincón, un trofeo del primer puesto en el torneo de fisiculturismo “Míster Músculo Argentina” del año 2014 y un adorno con forma de billete de 20 dólares colgado en la pared donde se lee: “Señor, dadme la serenidad de aceptar las cosas que no se pueden cambiar. La fuerza para cambiar las modificables. La sabiduría para identificarlas. Y un baúl lleno de dólares, en lo posible de cien. Amén”.
“Me derivaron a una psicóloga externa y en séptimo grado me diagnosticaron TDAH, pero nunca lo he tomado como si fuera algo malo. Es más, para mí era mejor ser así, porque también somos personas que tenemos muy buena relación con otra gente, siempre estamos tratando de ayudar a los demás, tenemos muchos grupos de amigos… Eso sí, también tenemos un humor que es súper cambiante, somos medio bipolares”, comenta, siempre hablando en plural para referir a los que comparten su diagnóstico.
En el cuento “Funes el memorioso” de Jorge Luis Borges, producto de un accidente, el protagonista recuerda todo, hasta los detalles más triviales de la realidad, y esa memoria excesiva se vuelve una especie de patología monstruosa. En las antípodas del personaje y con consecuencias iguales de exasperantes, Osiris ha tenido que aprender a convivir con el olvido. Desde el habitual olvido de llaves o de la billetera hasta no recordar cargarle nafta al auto y tener que caminar unos 20 kilómetros hasta la estación de servicio más cercana, lo que desde afuera puede ser visto como distracción o simple colgadez es una de las manifestaciones del TDAH y plantea diversas dificultades en la vida cotidiana: “Se aprende a vivir con eso, pero la gente también tiene que entender. O sea, hay quienes te dicen ‘pero si vos te concentrás, podés dejar de olvidarte las cosas’ y no, las personas que tenemos esto ya somos así. Por más que yo me pase todo el tiempo pensando ‘no me tengo que olvidar el cargador del teléfono, no me tengo que olvidar el cargador del teléfono…’, lo voy a poner al teléfono a cargar en la casa de un amigo y me lo voy a olvidar. Vos decís, no puede ser, pero tenemos eso”.
Otra de las manifestaciones del trastorno que advierte habitualmente son los frecuentes problemas para concentrarse: “Se me dificulta leer un texto muy largo porque voy a empezar a leer el primer párrafo y ya me voy a pasar a otro que está más abajo… querés leer tan rápido que te vas salteando las palabras. Hay una técnica que consiste en poner la primera letra de cada palabra en mayúscula y, de esa manera, podés leer perfectamente de corrido”.
Ante esa dificultad a la hora de la lectura, implementó una técnica de estudio que le permitió completar la carrera de nutrición y distintas capacitaciones: “De chico, cuando tenía que estudiar, la hacía leer a mi abuela y yo la escuchaba y después repetía todo lo que ella me había dicho. Lo mismo en la facultad, mis compañeros me leían y para mí era fundamental escuchar, de esa manera retenía todo”.
Pero esas circunstancias también tienen su contraparte, según advierte: “Nosotros, los que tenemos TDAH, también tenemos como un hiperfoco. Al ser tan distraídos todo el tiempo, cuando logramos concentrarnos en algo, nos recontra focalizamos en eso. Es como un exceso de concentración, es una especie de súper poder, pero sirve sólo para las cosas que nos interesan. El problema es que nos aburrimos muy rápido, somos complicados en ese sentido”.
“Siento que vivimos siempre al límite. Esperamos que se nos haga tarde para apurarnos. Si yo tengo que estar en algún lado a las diez, salgo a la diez menos cuarto y ahí recién me apuro. En ese sentido, somos rápidos para pensar, por eso vivimos a mil. Vos te vas a dar cuenta por cómo caminamos por la calle, no podemos ir caminando como una persona normal, sino que vamos como si estuviéramos en la Fórmula Uno… vamos corriendo, esquivando a la gente… es como un juego, como si estuviésemos jugando el Mario Kart. Por ahí ni siquiera estamos apurados, vamos así porque nos gusta”, comenta.
Así como la intensidad es una de las características que mejor lo describen, también hay otra condición que lo pinta de cuerpo entero: Osiris es lo se dice un culiyo. Su paso por distintas disciplinas y actividades de lo más diversas así lo demuestran: de la peluquería a talleres de cocina, pasando por un curso de dj. Lo suyo es abarcar mucho, pero no sin apretar el pomo. Una de sus últimas incursiones es el mundo del stand up en el que se inició a través de un taller de Juliana González. Tras el curso, se destaca como uno de los miembros del grupo La Liga de la Injusticia que reúne a incipientes humoristas tucumanos: “Siempre he sido muy plaga y la gente que me conocía me decía ‘chango, vos tenés que hacer stand up, tenés que dedicarte a eso’. Entonces vi el flyer del taller y me mandé, a ver qué sale. La verdad que ha salido mejor de lo que esperaba. Pasa que yo ya soy así, no me pidás que cuente chistes, no me sale, lo que me sale es agarrar cosas de la vida cotidiana, flashear y hacer gracias con eso… Para mí es normal, desde que tengo uso de razón que soy así, he venido con ese defecto”.
En su show, en medio de historias donde aparecen duendes, apariciones y otros personajes propios de esa mitología de su infancia en Los Nogales, aborda cómo es vivir con TDAH. El humor le sirve como catarsis personal, pero también ayuda a visibilizar las particularidades de este trastorno desde un lugar humano: “Siento que los tedeachosos somos muy empáticos, tratamos de ayudar a los demás y de verle el lado bueno a la vida. Es un desafío tener que pararte delante de la gente, pero me siento recontra en la mía. Mis amigos saben que hablo cagadas, pero ahora me van a ver y pagan para escucharme hablar cagadas”.
“A la gente le falta información acerca del TDAH, le falta conocer más y darse cuenta de que es algo real, no es que nosotros estamos hinchando las pelotas. No falta el que te dice ‘eso te pasa por distraído, por estar hinchando las bolas’ y no, a veces hinchamos las bolas, pero ya venimos así de fábrica. Eso que a los demás les pasa una vez cada tanto, cuando andás machao, a nosotros nos pasa todos los días… imagínate lo que es vivir con eso. La gente muchas veces no entiende y te ve como un pelotudo; piensa que somos pelotudos, que vivimos distraídos, pero no somos para nada eso… Ya estamos acostumbrados a olvidarnos la billetera, a perder las llaves, a no contestar los mensajes, pero es algo que no podemos controlar, por más que queramos, no podemos. La gente no te entiende, no lo toman como algo de verdad, creen que vos estás jodiendo”, reflexiona.
En este punto coincidió Fernanda Salvatierra, referente de la agrupación TDAH Mi Mundo Naranja que busca brindar información acerca de este trastorno y acompañar a las familias con pacientes diagnosticados: “En el caso de los niños es bastante difícil de llevar porque lo más difícil es la convivencia social. Constantemente tenés que estar explicando qué les pasa porque son niños que por ahí no tienen filtros y dicen las cosas como se le vienen a la cabeza y eso les trae bastantes problemas. Son impulsivos también, no tienen ese freno inhibitorio que tenemos nosotros, ellos primero hacen y después ven las consecuencias. O no gestionan bien las emociones, por ejemplo, cuando están enojados, contestan mal y la gente lo toma mal porque cree que son chicos atrevidos. Por la falta de información al respecto, muchos los ven como que son chicos caprichosos y que uno no le pone límites, te dicen ‘yo le doy una cagada y listo’, pero no es así”.
Según explica, en muchos casos, la discriminación y la estigmatización de las personas que padecen el trastorno comienza en sus propias casas: “Hay muchos adultos con TDAH que nunca han sido diagnosticados y son gente que ha sufrido toda una vida, han sufrido de bullying cuando eran chicos o en sus familias los hacían a un lado… Las familias, muchas veces, son las primeras en discriminar a las personas con TDAH”.
En el caso de su hija Martina, ella logró un diagnóstico temprano, pero no suele ser así en la mayoría de los casos: “Ella era muy hiperactiva y a la vez no se comunicaba bien. En el jardín de infantes, la maestra nos dijo que la llevemos a una fonoaudióloga. En la primaria, empezaron las demandas de la maestra porque no copiaba, deambulaba por la escuela y molestaba a sus compañeros. Hasta que una de las maestras detectó las señales y la derivó a un psicólogo. Para nosotros no ha sido tan problemático llegar al diagnóstico, pero en algunos casos tardan un montón. Además, nadie te cuenta después qué tenés que hacer”. Fue eso lo que la motivó a formar la agrupación que ya tiene más de siete años y reúne alrededor de 70 familias: “Había un factor común que era que los padres no saben bien qué hacer después del diagnóstico y nosotros estamos para contenerlo y allanarles el camino. Nuestro objetivo primordial es la contención y ayuda a los padres y brindar información y divulgación acerca del TDAH”.
¿Qué se sabe acerca del TDAH?
Según el médico psiquiatra Julio Rodríguez Aráoz (matrícula profesional 7862), cada vez son más frecuentes los diagnósticos de TDAH y las estadísticas han ido creciendo en los últimos tiempos. En un aula de 20 alumnos, la probabilidad es que entre uno y tres sufran este trastorno: “Lo que está comprobado es que el TDAH tiene una base genética y una importante heredabilidad, las tazas de heredabilidad son de entre un 70% y un 90%, por eso es muy probable que un paciente diagnosticado tenga al padre, a la madre, un hijo o alguno de los hermanos con el trastorno”.
De acuerdo a lo que explica el especialista, aunque hay muchos factores que inciden en el TDAH -muchos de los cuales todavía están siendo investigados-, se trataría de un desequilibrio hormonal (principalmente de la noradrenalina y la dopamina) que afecta a la corteza prefrontal del cerebro, que es la zona que permite coordinar algunas de nuestras tareas cotidianas, regularnos emocionalmente y controlar nuestros impulsos.
“Los trastornos del desarrollo son para toda la vida, no se terminan a la niñez ni a los 18 años. Algunos síntomas van cambiando, en los adultos, por ejemplo, se manifiesta con dificultades para mantener la atención, ansiedad y la hiperactividad no es tan marcada como en los niños. Por lo general, son personas desorganizadas a las que les cuesta planificar y eso los lleva a tener dificultades para sostener su trabajo, educación y pareja. Es importante saber que el diagnóstico no es una etiqueta, no es algo malo, sino que es una forma de explicar por qué sos cómo sos; que sos diferente, pero no sos menos, y que el diagnóstico es la oportunidad para realizar un tratamiento que te va a cambiar la vida para bien”, remarcó y advirtió que es fundamental estar atentos a los signos de alarma para intervenir de la forma más rápida posible.
Rodríguez Aráoz advirtió que existen muchos mitos y tabúes en torno al TDAH. Uno de ellos tiene que ver con el uso de fármacos en el tratamiento: “Hay un tabú a nivel mundial que tiene que ver con una teoría que dice que el trastorno es un invento de la industria farmacéutica. La posibilidad de que los chicos tengan que tener medicación se encuentra entre el 60% y 80%. Los chicos medicados son los que mejor pronóstico tienen, eso no significa que haya una medicalización de las infancias, pero es una realidad. En muchos casos, con el acompañamiento terapéutico y docente no alcanza”.
“También hay un mito de que el TDAH tiene que ver con modelos de crianza y se culpa mucho a los padres y los padres hacen lo mejor que pueden, pero no es fácil criar un hijo neurodivergente. Se asocia el TDAH con chicos que tienen dificultades conductuales, pero no quiere decir que todos tengan ese problema, son chicos etiquetados de manera errónea como chicos con agresividad. La desinformación lleva al prejuicio y el prejuicio lleva al rechazo. Son chicos que dejan de ser invitados a las fiestas, que tienen un retraso social, chicos a los que la escuela les empiezan a poner trabas y no los quieren inscribir. Son chicos que sufren mucho rechazo y eso afecta la autoestima de estos niños”, agrega.
Por su parte, la psicóloga y técnica universitaria en acampamiento terapéutico Carolina Kummer advierte que “no es que el diagnóstico de TDAH sea nuevo, lo que pasa es que antes se lo consideraba dentro del trastorno generalizado del desarrollo. En los manuales nuevos de psiquiatra ya está incluido y se lo individualiza como una condición”. “Una persona con TDAH puede tener una vida totalmente funcional con los apoyos necesarios”, aclara.
“A diferencia de otras condiciones, el diagnóstico de este trastorno no es temprano. Por lo general, se lo diagnostica a partir de los siete años en adelante porque son señales que se comienzan a notar con la escolarización de los niños. Es un diagnóstico que se realiza en conjunto entre psicólogos, psiquiatras y neurólogos quienes hacen una serie de evaluaciones hasta determinarlo. Muchas veces, el TDAH viene asociado a otras comorbilidades como, por ejemplo, la dislexia. Por eso es necesario que el trastorno sea contemplado como una discapacidad para que los pacientes puedan acceder a las prestaciones de salud, ya que necesita de un abordaje interdisciplinario”, explicó y aclaró que “no todos los psicólogos están capacitados para tratar el TDAH y otras discapacidades porque son condiciones de salud que requieren evaluaciones y abordajes diferentes.
Según cuenta Fernanda Salvatierra, desde la organización presentaron hace poco más de dos meses un proyecto para que se elabore una ley provincial sobre el TDAH y esperan que este año se reglamente: “Buscamos una ley integral porque en otras provincias ya hay leyes, pero que contemplan solo la infancia y la adolescencia y la parte adulta está muy desamparada. También pedimos en la parte de salud la capacitación de los profesionales para que lo detecten más rápido al diagnóstico y, en educación, la capacitación docente”.
Un punto esencial de la ley es la cobertura de los tratamientos por parte de las obras sociales y empresas de medicina prepaga: “Hay obras sociales que no cubren y hay que hacer amparos para que los pacientes accedan al tratamiento. En la ley se pide que sea al 100% la cobertura porque se necesitan de varios profesionales, en la niñez, por ejemplo, se necesita de psicólogo, psicopedagogo, terapista ocupacional, acompañante terapéutico, maestros de apoyo y neurólogos”.