"El castillo embrujado": la fascinante creación y el terrible desenlace del chalet icónico de Tucumán
Tucumán históricamente fue un refugio de riqueza cultural, sin embargo, atraviesa un doloroso proceso de pérdida por la creciente demolición de edificios de valor patrimonial que están siendo arrasados en nombre del supuesto progreso y la modernidad. | Por Gabriela Neme

Fotos. Fotos Antiguas de Tucumán.
Tucumán históricamente fue un refugio de riqueza cultural, sin embargo, atraviesa un doloroso proceso de pérdida por la creciente demolición de edificios de valor patrimonial que están siendo arrasados en nombre del supuesto progreso y la modernidad. Esta problemática se refleja en la lenta pero inexorable transformación de nuestro paisaje urbano como consecuencia de la implantación de construcciones anodinas, que van dejando un vacío que pesa sobre el corazón de quienes amamos esta ciudad. Cada ladrillo que cae es una historia que se extingue, un fragmento de memoria que se desvanece. Aquellos espacios que alguna vez fueron puntos de encuentro vibrantes, donde las historias se entrelazaron, hoy son meros ecos perdidos en el silencio. Las voces de quienes los habitaron se han visto acalladas, difuminándose en las sombras de un futuro que, con cada demolición, se vislumbra más sombrío y olvidado.
Una de las temidas protagonistas de este proceso es la implacable picota, que a su paso arrasó con un exquisito chalet pintoresquista de fines del siglo XIX, que durante muchos años fue un hito del pintoresco paisaje de barrio sur, sobre calle Bolívar al 1100. Se trató del “Chalet Carmen Reto”, propiedad del Doctor Luis F. Araoz (Salta, 1844 – Buenos Aires, 1925), descendiente de una familia tradicional de Tucumán y hermano del gobernador Benjamín Aráoz (1894-1895). Se destacó como una figura clave en nuestro medio y a lo largo de su carrera, ocupó diversos cargos en el ámbito provincial y nacional, contribuyendo al desarrollo institucional del país. Fue un erudito en temas vinculados a la historia y el patrimonio, que supo valorar en importantes escritos testimoniales, a punto tal que documentó en sus crónicas la demolición de la Casa Histórica, por conocerla en su estado original, y sus aportes resultaron cruciales para la posterior reconstrucción del edificio.
Según se cuenta, el Doctor Araoz fue quien diseñó e intervino en la construcción del chalet que se convertiría en un regalo a su esposa Carmen Reto Roca, como símbolo de su amor inquebrantable. Sin la ayuda de profesionales, se valió de sus conocimientos adquiridos en sus viajes por Europa, donde su admiración por el patrimonio le permitió crear un espacio que reflejara su devoción. En sus memorias, recopiladas años después por su sobrina Carmen Aráoz de Ezcurra bajo el título “Del tiempo viejo” (2003), Araoz recordó el momento en que sus ojos se encontraron por primera vez. “Me llamó la atención la belleza de esta niña”, escribió, evocando una conexión profunda y casi mágica. “Su color rosado, unos ojos negros y grandes con un mirar dulce y humilde, debajo de unas pestañas encrespadas y largas”. Por aquel entonces, Carmen apenas contaba con 13 años, mientras que Luis, un estudiante de Derecho 12 años mayor, decidió esperar a completar su formación en la Universidad de Buenos Aires antes de dar el paso que uniría sus vidas para siempre.
El chalet se erigió como una casa de campo donde la familia podía escapar de la rutina y disfrutar de los fines de semana y las largas vacaciones. En aquella época, la zona era un remanso de tranquilidad, aún alejada de la urbanización que caracterizaría el crecimiento de la ciudad, situada en las afueras del casco fundacional. Su proximidad al Campo de las Carreras, hoy conocido como plaza Belgrano, le otorgaba un aura de historia viva; pues fue aquí donde se libró la Batalla de Tucumán en 1812. Con su particular diseño, se transformó en un hito del paisaje y según un análisis del maestro Alberto Nicolini, la composición del edificio integraba elementos heterogéneos con un lenguaje clásico italianizante, entrelazado con un remate afrancesado tipo mansarda. Se alzaba como un volumen exento, rodeado de vegetación, con una planta baja y dos niveles, al que se le adosaron una imponente escalera exterior que conducía al acceso principal y una torre, que se alzaba con majestuosidad y duplicaba la altura del edificio, rasgo distintivo de las típicas construcciones de campo.
Esta joya arquitectónica ha sido testigo de transformaciones significativas a lo largo de los años. Fue adquirida por la familia Zárate en 1920, que decidió fraccionar el terreno para construir viviendas de alquiler y transformó al chalet en su hogar. A mediados del siglo XX, fue alquilado para ser sede de Agua y Energía de la Nación durante veinte años, pero el edificio no recibió el cuidado que requería, lo que llevó a un progresivo deterioro. A pesar de haber sido declarado como Bien de Interés Municipal, durante sus últimos años de vida, fue usado como habitáculo de vagabundos y, según cuenta la leyenda, fue alquilado a unos extranjeros para el negocio de la droga.
Los esfuerzos de la familia actual propietaria no fueron suficientes para salvaguardarlo, quien no tuvo la intención de venderlo, pero las propuestas inmobiliarias consideraban solo su valor como terreno vacío, con su consiguiente su demolición, sumada a la falta de apoyo gubernamental, lo cual imposibilitó la inversión de dinero para recuperar el edificio a sus condiciones originales. Finalmente cayó en las garras de la picota y ya no forma parte del paisaje de nuestra ciudad. En su reemplazo se construyó un galpón que nos recuerda un vacío difícil de llenar. Su desaparición arrastra consigo un pedazo de la identidad de Tucumán que parece ser un fantasma más de los vinculados a la leyenda urbana del bautizado “el castillo embrujado de la Bolívar”.
La tristeza se cierne sobre Tucumán, atrapada entre el anhelo de conservar su legado y la realidad de un progreso que amenaza con borrar su esencia. ¿Hasta cuándo nos mantendremos dormidos y silenciados antes los atropellos de la picota y la especulación de los empresarios y gobernantes de turno?
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Esplendor y caída: