"Vivíamos en el centro, teníamos una casa": el drama desconocido de Martín y Giselle, la pareja de las calles de Tucumán
Es el hombre altísimo de pelo blanco quien, siempre junto a su compañera, les piden una ayuda a las personas en las filas de los bancos de la calle San Martín, del Correo de la 25 y Córdoba y también en las casas de comida cuando los dejan. Quiénes son y qué les pasó. | Por Alfredo Aráoz
Martín y Giselle.
Ese hombre alto, altísimo, de pelo y barba gris, ese hombre que se para a hablar ante personas que hacen filas a la mañana en los bancos de la calle San Martín, en el Correo Argentino de la 25 de Mayo y también en las casas de comida del centro, ese hombre tiene nombre: “Soy Martín Villanueva”.
Esa mujer un poquito más baja (todos somos más bajos que Martín) que lo acompaña, esa mujer que apena interviene mientras Martín habla ante personas que hacen filas a la mañana en los bancos de la calle San Martín, en el Correo Argentino de la 25 de Mayo y también en las casas de comida del centro, esa mujer también tiene nombre: “Soy Giselle Carrizo”.
Quienes alguna vez estuvieron en esas filas eternas de gente queriendo cobrar, hacer una transferencia, retirar un producto de Mercado Libre, recibir la Asignación o pidiendo un combo en McDonald’s o una especial en La Pizzada, los vieron. Los distinguen. Los ubican. Quizás los escucharon. ¿Pero quiénes son? ¿Cuál es la historia de una pareja que lo ha perdido todo menos el amor?
Esta entrevista fue grabada la noche del 23 de marzo del año pasado, pero el archivo de audio recién fue recuperado el domingo 26 de mayo. Hermoso hubiera sido saber que algo cambió en la realidad de Martín y Giselle en los últimos 15 meses, pero no fue así: el jueves pasado a la medianoche, en una de las madrugadas más frías de mayo, la pareja estaba sentada en la escalinata de la Escuela Monteagudo revisando lo que habían encontrado en la basura. Esta es su historia. Esta es parte de su historia contada en la Plaza Yrigoyen, frente a Tribunales, un lugar que tendrá mucho que ver con lo que contarán a continuación.
“Si me preguntás cómo estamos, te digo: nosotros estamos a más de un 100x100% en una forma, y en un menos 10 (como en el chinchón) en otra forma. Nuestra historia es simplemente la de una familia muy desunida, la de una sucesión que vivió toda nuestra familia y que no se pone de acuerdo. Todo pasa por una casa que vale más de 18 millones de pesos y que se necesita vender. Pero estamos ante un juzgado realmente complicado: si no hay dinero, no se mueve nada en este país. No voy a entrar en detalles porque cada cual sabe lo que pasó, pero lo que sí puedo decirte es que nosotros quedamos a la deriva”, le cuenta Martín a eltucumano.
Cuando Martín habla, queda claro algo: no ha nacido en la calle. Ha tenido una formación educativa y familiar. Cómo habla, cómo dice lo que dice, cómo expresa y con el respeto que lo hace es el mismo que utiliza en esas filas del centro tucumano donde muchos lo ven junto a Giselle. Muchos tucumanos los ven, pero como pasa a veces con la Justicia, también algunos hacen oídos sordos: “Nosotros vivíamos en el centro, nosotros teníamos una casa. Yo trabajaba acá en el centro para mi cuñado. Hacíamos el diseño, el montaje. Vivíamos bien hasta que El Gordo falleció de Covid. Estuvo internado 42 días, su corazón le ha fallado, yo perdí a mi amigo de toda la vida y mi compañera a su hermano. ¿Yo? Yo fracasé, hermano. Son cosas de la vida. Pero el fracaso no se puede poner de un solo lado”.
El amor en los tiempos de crisis no es para cualquiera. De hecho rupturas y separaciones son una de las consecuencias de los bolsillos flacos y el fin de mes. Imaginemos solo por un instante lo que Martín y Giselle explican haber vivido: estar tomados de la mano una noche bajo el techo de una casa, un plato de comida en la mesa, viendo algo juntos en la tele y de repente quedarse en la calle.
Cómo nació este vínculo sin miramientos lo cuenta Martín: “Yo tengo 49 y ella 33. Ella fue muy insistente. Yo siempre fui amigo de su hermano y frecuentaba la casa. Cuando me separé de mi relación anterior, el hermano me ofreció una habitación atrás. Decidí no pelear sino refugiarme en mi dolor. Y ella (Giselle) estuvo ahí. Supo estar ahí. Me acompañó. Yo no quería saber nada, pero ella estuvo ahí. Con sus mates, con sus charlas, con su compañía. O diciéndome: ‘Vení, dame la ropa que te la lavo’. Eso”. Y Giselle agrega: “Un día alguien me dijo sobre Martín: ‘Tirate a la pileta. Si hay agua, vas a nadar. Si hay un golpe, te vas a levantar’. Y aquí estamos, juntos”.
“Prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”, forma parte de la liturgia católica y, fieles creyentes como son, Martín también estuvo para Giselle en los momentos más difíciles: “Ella tenía hiperobesidad. Pesaba 90 kilos más que ahora. No podía caminar. Un día le dije: ‘Te tenés que cuidar’. La empecé a agarrar del brazo y empezamos a caminar juntos. Dos vasos de agua antes de la comida, una ensaladita, y así empezamos”, recuerda Martín.
“Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” es acaso la frase más citada de la obra de Cortázar resumida en Rayuela. “¿Encontraría a La Maga?”, se pregunta Oliveira en el comienzo de la novela. “Simplemente te puedo decir que cuando uno busca el amor, encuentra cualquier cosa. El amor no se busca. El amor aparece solo. El amor aparece en un momento totalmente inesperado. Simplemente tenés que seguir la brecha de tu vida y se te va a cruzar. No hay que buscarlo: viene. Porque cuando vos buscás, te equivocás. No es forzado. A nuestro Dios, que tanto quiero, no se lo busca: aparece solo. Somos como Pinky y Cerebro. Uno quiere una compañera”, sonríe Martín y agrega Giselle: “En las buenas y en las malas”.
¿Cómo responde la gente cuando los ve? ¿Le dicen algo? ¿Los escuchan? ¿Los ayudan? ¿Les creen? ¿Empatizan? ¿Les corren la cara? “Hay gente que no le gusta que les pidamos una mano, y hay gente que reacciona bien, que nos quiere. Yo tengo segundo año de facultad. Y en este país hay un montón que están laburando con la parra. Tengo una visión, puedo ver las cosas. Nosotros simplemente somos un complemento el uno del otro. Nunca se planteó: ‘Vos hacés esto, vos lo otro’. Un día, en un bar de la calle Santa Fe, nos dicen: ‘Loco, yo te envidio, porque vos te apoyás en tu mujer. Y yo tengo que estar acá con mis amigos y nada me llena’. Naturalmente estamos viviendo esto. Doy gracias a Dios. Tengo una lucha diaria y con gusto la peleo. Nadie puede decir que haya sido injusto o malo con Él. Lo que sí te puedo decir es que el amor es el motor de las personas”.
“¿En qué ha fallado el Estado para que ustedes estén en situación de calle?”, les pregunta eltucumano. “Mirá, yo estoy en emergencia crítica desde hace mucho tiempo con Fernando Rosales a nivel Nación. Prometieron asistirnos y nunca lo hicieron. Me cansé de golpear puertas por la sucesión de la casa y no salió nunca. Se pelean entre las familias: que vos traés un comprador, que vos traés otro. Pero nosotros seguimos varados. Hoy no tenemos casa propia. Tenemos dos criaturas que llevamos a la casa de los tíos, que les tenemos que llevar la comida, mantenerlos, que estudian. Simplemente, querido, la balanza de alguna forma se equipara en tener algo, como vos decís, que no todo el mundo puede tener. Pero mi vida es muy triste. Yo revuelvo basura. Yo me corto las manos. Yo huelo a perro y a otras cosas más. Yo trabajo más que cualquier persona. Todo el día y de a pie. Saco latas de la basura, bidones, con todas las cosas que levanto de la basura. Pero jamás he levantado nada de nadie. Aquí tengo unos huesos que desechó el carnicero y unos fideos que encontré”, señala Martín una bolsa que sostiene Giselle.
La entrevista transita por momentos muy duros y necesita de una pausa. Ante el permiso para publicar el contenido reproducido, Martín aclara: “No tengo ningún problema, confío en vos”. Con esa confianza, les pregunto: “En algún momento de su intimidad se preguntan: ‘Che, ¿qué hicimos mal?’”. Responde Martín: “Yo estoy en un oasis. Es una odisea mi vida. Puedo decirte que mi consuelo diario es Dios. Todos pasamos por un desierto. Lo que puedo decirte es que nosotros pasamos por un desierto bastante largo. Hay gente que puede no vernos. Y es la mayoría, ¿entendés? El peor error que puede tener un ser humano es pensar que tu criterio es el mismo del otro cuando es totalmente diferente. Hay gente que es capaz de hacer cualquier cosa y puede dormir tranquila. A mí la almohada no me dejaría dormir si ando torcido. En los malos momentos de la vida se cuentan los amigos y también el amor. Y otra cosa más para dejarte pensando: ¿vos sabías que hay cosas que el corazón dicta y que la razón no entiende?”.
Suena música de Gladys de los bares de la 9 de Julio al 400, pero no hay ganas de bailar. Sí una pregunta más: “¿Hay alguna forma de ayudarlos?”. Y la hay: “Sí. Necesitamos ayuda a que nuestra sucesión salga para que yo me pueda reiniciar. Está toda la sucesión. Ya está hecha. Está hecha la agrimensura, están los impuestos al día, pero no sale. Nosotros vivíamos ahí en una casa y un día cuando volvimos ya no quedaba nada. Las cosas nuestras desaparecieron y pusieron un candado así de grande. Entonces nos quedamos a la deriva”.
Mientras tanto, ¿dónde duermen? ¿Qué comen? ¿Qué piden? “Cuando les hablamos a las personas y les pedimos una ayudita es para la comida más que nada, para comprarnos un jabón. Un pedazo de sándwich de Pepe es lo que comimos hasta ahora, nada más. Y dormimos en la Laprida al 300 (al momento de esta entrevista). Es una casa que la demolieron y seguimos ahí, cuidando el lugar, sin cobrar. Nosotros dormimos ahí, a la intemperie. Y si algún pinta algún pesito más nos vamos al hotelcito más barato para darnos un baño”.
Hay una anécdota que pinta a Martín y a Giselle de cuerpo entero y quieren compartir antes del final de esta nota: “Una tarde pasamos por una panadería y nos dieron una bolsa enterita de facturas. ¿Sabés lo que hicimos? Nos vinimos caminando hasta el Hospital Padilla viendo a todos los chicos: ‘¿Tenés hambre? Sí, tomá’. Hasta que nos quedó un puñadito para comer eso. No tuvimos otra cosa más para comer. ¿Pero sabés qué dije? ‘Hoy me sentí útil’. Las cosas simples de la vida son las más importantes y las cosas que no valen en la vida no se pueden comprar con dinero. La gente no se da cuenta de que lo vestimos solo sirve para tapar nuestra vergüenza y que el crecimiento es de adentro para afuera. Yo necesito alguien que nos ayude con la sucesión”, insiste Martín.
Con el gobierno anterior y el actual, la crisis para Martín es la misma: “El caos es necesario para gobernar. Unos aprietan la soguita de más abajo y otros de más arriba. El argentino es muy yoísta. Un día fui a pedir para comer. Había una familia de 20 personas. Mi voz se escucha, pero ninguno me ha dejado de hablar. Pero Dios existe. Dios es amor puro. Y yo creo fielmente en Él. Por eso seguimos juntos. Por eso seguimos acá. ¿De dónde sacamos las fuerzas ante tanta injusticia? Te podés responder solo cuando sabés que Jesús dio la vida en la cruz del calvario por la Humanidad. ¿No fue injusto sin pecado? Yo prefiero pagar en esta tierra. Yo tengo fe y creo en Dios. Si así no lo hiciere, yo ya habría caído en mil pedazos. Y aquí estoy. Con Él. Y con ella”.
*La entrevista realizada a Martín y Giselle fue el 15 de marzo de 2023 a las 23 horas en Plaza Yrigoyen. El archivo de audio fue recuperado el domingo 26 de mayo de 2024. La nota es publicada en nuestra edición del día.