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El secreto bajonero mejor guardado de Tucumán: la verdulería que vende los míticos alfajores bonaerenses

Hallazgo histórico

Los alfajores “Capitán del Espacio” se han convertido en todo un mito del conurbano bonaerense y, tras más de 60 años de leyenda, acaban de aterrizar en nuestra provincia. La historia de un sabor de otra galaxia.

El Capitán, la joya oculta de la verdulería.





Es Tucumán una tierra signada por cierto afán surrealista de hallazgos impredecibles: una vaca en un balcón, pollos congelados en el show televisivo de un payaso, un Messi que no se parece tanto a Messi en Famaillá, una botella extraviada en los confines más profundos del poder político y tantas otras leyendas más o menos elocuentes. Es por eso que acaso no resulte extraño encontrar camuflado entre pimientos presuntuosos, uvas de apologética hegemonía, zanahorias de oferta y bananas ecuatorianas; el secreto mejor guardado por los bajoneros de la comarca. Claro que también habrá quienes, movidos por infundados prejuicios, se preguntarán qué clase de verdulería ofrece entre sus productos los Capitán del Espacio, unos alfajores del conurbano bonaerense tan míticos como difíciles de encontrar. Sin dudas, la mejor verdulería de la provincia. 

¿Cómo aterrizaron en estas tierras tantas veces inhóspitas al buen gusto estos alfajores intergalácticos? Al primer aviso sobre el desembarco de la afamada golosina lo dio la usuaria de X @CuestionQue quien informó en sus redes sociales del avistaje del alfajor en su verdulería de confianza. La noticia no pasó desapercibida para los fanáticos locales del alfajor, entre quienes la leyenda que carga la marca es archiconocida; tanto que hasta quedó plasmada en una canción de la banda Callejeros: “Un Capitán para subir a tu espacio. En algún tren me voy a ir”. Pero en esta ciudad sin trenes ni estaciones conocer el sabor del mito era un privilegio de muy pocos. Hasta ahora. 

Alertado por la novedad y conforme a los protocolos internacionales del periodismo investigativo, me apersoné esta siesta plomiza de miércoles en la verdulería Servi-Frut de Suipacha 951. Casualidad o prodigio del bajonerismo autóctono, quiso el destino que la bóveda del tesoro se encuentre justo en la vereda del frente de uno de los grandes bastiones de la gastronomía popular tucumana: la sanguchería Los Eléctricos. Del más excelso bajón salado al exótico bajón dulce con tan solo cruzar la calle ¿Podrán? 

Fuera del horario de atención al público, Rubén nos abre amable la puerta, pero prefiere el perfil bajo. Él nos confirmará el desembarco, dos semanas atrás, del tan codiciado alfajor a las góndolas de la verdulería de Cristian donde frutas y verduras lucen coloridas y rozagantes, dignas de cualquier vidriera. “Comentan que son muy buenos y vuelven a comprar”, revela de forma escueta las primeras reacciones de los clientes ante el novedoso delicatesen que puede conseguirse en los formatos negro y blanco por 1000 pesos. 

Ahora Rubén va hasta una estantería del fondo y vuelve con una caja. La escena parece propia de esas publicidades de joyerías que pasan por televisión en horario de trasnoche: aunque la caja es una caja de cartón como cualquiera, lo que hay en su interior brilla como las alhajas de la protagonista de Titanic en el fondo del océano. Puro fulgor dorado y plateado como señuelos tentadores que juegan su juego de seducción. Encantamiento y fascinación al alcance de la mano. Bastará con desvestir el envoltorio de gala y hundir el diente ansioso para descubrir el legendario secreto. 

Según cuenta, conoció de la existencia de los Capitán del Espacio a través de las redes sociales y después buscó en la web hasta que dio con el teléfono del proveedor que se los manda desde Buenos Aires. Claro, si la montaña no va a Mahoma… Era cuestión de salir al encuentro de la joya culinaria nomás. Desde que el alfajor llegó a la verdulería, se vende en promedio una caja por día, es decir, alrededor de 24 alfajores. Sin embargo, a pesar del aura de mistificación que lo rodea y lo vuelve una tentación casi irresistible, el vendedor revela que, por ahora, no es el alfajor vedette del local. 

El alfajor más requerido de la verdulería cercana a la Plazoleta Mitre es el Rasta, que tiene un precio de venta al público de 1200 pesos. Como el nombre mismo indica, se trata de un alfajor hecho a medida de los paladares bajoneros más exigentes. De esos, se venden entre tres y cuatro cajas cada día, es decir, alrededor de 90 unidades diarias; un atentico éxito de mercado. Además de los Rasta y los Capitán del Espacio, adelanta que pronto tendrá stock de otro alfajor de nombre portentoso y prometedor: los alfajores Maradona

¿Dónde está el lugar al que todos llaman cielo? Se pregunta Luis Alberto Spinetta en “El anillo del Capitán Beto”; una canción que parece sonar a tributo al tan mentado alfajor. Quienes deseen ascender a la estratosfera del sabor para conocer el dulce misterio de los Capitán del Espacio pueden llegarse por la verdulería de lunes a sábado de 8 a 14 y de 18 a 21 y los domingos de 10 a 13.30. También pueden pedir sus frutas y verduras sin cargo al 3815051225 y, de yapa, algunos de esos místicos alfajores como para endulzar estos días pródigos en grises y amarguras. 

 

La  misteriosa historia de los Capitán del Espacio

La leyenda se remonta 62 años atrás al 2 de febrero de 1962, día en que los Capitán del Espacio vieron la luz y comenzaron a trazar su mito de figurita deseada y difícil en la zona sur del conurbano bonaerense. Cuenta la historia y una nota del periodista Mauricio Luna publicada en Infobae, que a los 37 años y cansado de su trabajo en un frigorífico de Avellaneda, Ángel de Pascalis optó por jugar la personal y junto su amigo y socio Arturo Amado, compraron una fábrica de alfajores de Ezpeleta al borde de la quiebra. Años después se mudaron a Bernal y luego a Quilmes, lugar donde el alfajor ya es parte esencial de la identidad local. 

Cuenta la leyenda que el creador comenzó catando 20 alfajores de diferentes marcas para la primera elaboración, en la cual eligió cada producto detalladamente. Desde el dulce de leche hasta el azúcar que iba a utilizar. Contrario a lo que indican los manuales de negocios, la marca evitó el marketing y apeló a una fórmula que le daría sustento al mito: calidad antes que cantidad. Es por eso que el alfajor limitó sus redes de abastecimiento al sur del conurbano bonaerense, mientras miles de kioscos del resto de la provincia y del país se quedaban con las ganas de probarlo y pasaron a engrosar una larga lista de espera. 

Ángel, el padre de la criatura. 

En la provincia de Buenos Aires, Capitán del Espacio se convirtió con los años un alfajor icónico: es rico, abundante y también difícil de conseguir. "Primeros en la conquista del buen gusto", rezaba el slogan con el producto que saltó al mercado. Ángel de Pascalis falleció en 2012 manteniéndose siempre en el ostracismo, filosofía que hoy continúa Mario Díaz, el actual dueño de la fábrica. El misterio y el hermetismo son parte esencial de una golosina que juega fuerte en un mercado que se expandió de boca en boca, lejos del marketing y las grandes campañas publicitarias.

Blanco, chocolate, fruta y triple. Son las cuatro variantes para un alfajor que también dejó alimentar, por la falta de información, las diferentes versiones acerca de su nombre. Una era que la marca era un homenaje a la canción "El anillo del capitán Beto", de Luis Alberto Spinetta. Otra, que el nombre estaba inspirado en el astronauta Neil Armstrong, teoría reforzada por el hecho de que el logo del alfajor era un niño astronauta. Sin embargo, tanto la canción de Spinetta (1976) como la llegada del hombre a la Luna (1969) son posteriores al nacimiento de los alfajores.

En 2006, Capitán del Espacio fue distinguido como campeón del Mundial de Alfajores, luego de llegar a la final contra dos conocidos rivales -ambos con presencia en todo el país- como Jorgito y Terrabusi. El evento fue realizado por un blog argentino y coronó a un alfajor que continuamente gana adeptos, como también refuerza el sentimiento de sus acérrimos defensores.

“El Capitán del Espacio no está ‘sobrevalorado’. El Capitán es un mito que se emancipó de la mercancía en sí, de la cosa tangible, del producto. Ignorar esto es como creer que los hechos que relata la Biblia sucedieron de verdad. Cuando alguien dice ‘Es el mejor alfajor del mundo’ no está emitiendo un juicio; está lanzando un grito de guerra, o cantando el himno. Es decir, reafirmando su propia identidad, que tiene, como toda identidad, una base irracional o arbitraria”, así lo definía Facundo Calabró, reconocido catador de alfajores conocido como @alfajorperdido en X (ex Twitter) y autor del libro “En busca del alfajor perdido”. 

“Seguramente alguna vez lo escuchaste nombrar, te lo comentaron, te insistieron que lo probaras, lo fuiste a buscar y no lo conseguiste. Si naciste en el conurbano sur probablemente lo defiendas a capa y espada bajo un extraño chauvinismo. Estamos hablando del Capitán del Espacio. Un alfajor que creció en la conjunción del énfasis y los susurros sureños. Su historia se teje a través de estimaciones, secretos y leyendas, su éxito es un misterio del marketing y la publicidad”, describe la popular cuenta @walkingconurban.

En 2020, el diario Clarín hizo una reseña de la historia del mítico alfajor y la tituló “Capitán del Espacio, el alfajor de los pobres que se volvió leyenda”. Como buen oriundo de Quilmes, El Mono, cantante de Kapanga, salió a defender al alfajor emblema de la ciudad y a pegarle al pasquín en sus redes sociales: “¿Mamá que es el clasismo? Para Clarín ser popular es sinónimo de pobreza, pobre de mente es el que escribió esta nota #LCDTMC Conurbano = Pobres chúpense esta p…!!!!! (Y prefiero toda la vida pobre a ser un sorete)”.

Defendido, celebrado, ponderado, mistificado y venerado por un nutrido séquito de adeptos, el alfajor Capitán del Espacio tiene status de leyenda y ahora los tucumanos también podrán dar su veredicto al respecto.