"Vamos a mirar vidrieras": la historia jamás contada de las galerías del centro en Tucumán
Desde la galería Pezza hasta las que habitan las peatonales. La Rose Marie, La Gran Vía, la del Ángel, la Mendoza, La Unión, y el encanto de perderse entre sus pasillos y descubrir cómo nacieron y qué pasó durante todo este tiempo. | Por Arq. Gabriela Neme
La Gran Vía.
Desde hace casi un siglo, los tucumanos mantenemos un ritual sagrado: recorrer las galerías del centro. Aunque principalmente nos motiva el hacer compras, el paseo de mirar vidrieras se ha convertido en una tradición arraigada. En estas caminatas, nos solemos encontrar casualmente con amigos que también están de paso, sin embargo, pausamos nuestra acelerada marcha para disfrutar de un café exprés en alguno de los bares ubicados en el corazón de estos pasajes comerciales. ¿Quién no ha atravesado las galerías buscando refugio de los agobios del clima? Ya sea para protegernos del calor sofocante envolviéndonos con el aire acondicionado; para resguardarnos de las lluvias repentinas características de nuestra humedad local o tal vez para usarlas como atajos y acortar distancias hacia algún banco de la city tucumana por algún trámite.
En tiempos previos a la aparición de las galerías, los locales comerciales presentaban un aspecto similar al que tenían a fines del siglo XIX y algunos de ellos eran lujosos y de una gran presencia arquitectónica, como Gath y Chaves, La Esperanza o Casa Voss. Esto cambió a partir de 1938, momento que marcó un hito importante en la evolución del paisaje urbano con la aparición del primero de estos espacios que tuvo la ciudad: la “Galería Juan B. Pezza” ubicada en calle San Martín 650, en la planta baja de uno de los primeros edificios en altura de Tucumán. Por ese entonces, el contexto mundial estaba teñido por el inminente desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, cuyos coletazos golpearon a la economía local. Como consecuencia se produjo un impasse en la construcción, por lo que la construcción de la Pezza quedó truncada, sin poder terminar su conexión con calle 24 de septiembre. A pesar de no ser extensa y no contar con una salida directa hacia otro acceso, sentó las bases para lo que sería una tendencia creciente en las décadas siguientes.
Desde siempre Tucumán quiso estar a la altura de las grandes metrópolis, siguiendo las tendencias mundiales, y estos paseos comerciales no fueron la excepción. Quizás impulsada por la aparición de la masiva posibilidad de la solicitud de créditos, la explosión se dio durante la década de 1950, tras la firma de un convenio entre las empresas que lideraban Enrique García Hamilton, Enrique Minyersky, Carlos de La Serna y la firma Kostzer Hermanos. Este acuerdo dio como resultado la materialización y unificación de las galerías Maipú (proyecto del ingeniero Saúl Catsap y la arquitecta Sara Abregú), La Gaceta (ideada por el ingeniero Luis Silvetti con un diseño neocolonial), Central y San Martín en 1956 (obra del arquitecto José Elías Niklison). En otra etapa se construyeron las galerías Muñecas en 1959 (obra de los arquitectos Adolfo Cavagna y Ricardo Marré) y Medici, que completaron el aprovechamiento interior de la manzana delimitada por las calles Mendoza, Maipú, San Martín y Muñecas. En la cuadra aledaña, por calle Maipú, desde hace un tiempo atrás se había instalado la Galería "Rose Marie" que, hacia el pulmón de manzana con el nombre de "Florida" doblaba y salía por San Martín.
"Un nuevo centro comercial en pleno centro" era el slogan de presentación de la flamante Galería Mendoza, que desde 1963 se incorpora al circuito ya afianzado. Promovida por el empresario Camel Auad y proyectada por el arquitecto Carlos Invernizzi, logró posicionarse estratégicamente enfrente del Mercado del Norte. Se trató de la galería de mayor complejidad hasta el momento por estar conformada por tres plantas, que albergarían a 63 locales de los cuales 22 eran para oficinas, 39 para comercios y los 2 restantes para confiterías (ubicadas una en la entrada y la otra en el centro). En 1988 se expandió hacia el oeste, con la "Galería Junín", desembocando en dicha calle.
La misma manzana bordeada por las calles San Martín, Maipú, Mendoza y Muñecas continuó consolidándose con nuevas incorporaciones: la implantación de una galería de lujo: “La Gran Vía" (1980) en planta baja debajo de un imponente y moderno edificio de oficinas. Tres años después la “Galería del Ángel” (paralela a “La Gaceta”), la “Galería del Centro” (1987) y la “Ancel” (1986), que partiendo de Muñecas al 100, quiebra al centro de la manzana para salir sobre San Martín por el edificio - Galería "La Unión".
El porqué del éxito de estos espacios comerciales quizás se deba a las características distintivas que comparten en cuanto a la arquitectura, como ser: sus espaciosos pasillos para que el público circule con holgura lo que da lugar a esos encuentros espontáneos; los últimos adelantos tan deseados por los tucumanos en cuanto a iluminación, para potenciar la exposición de los productos ofrecidos; los variados revestimientos de las paredes; la racionalidad en la distribución de los espacios comerciales que terminaron agrupándose por rubros otorgándole un carácter especial a cada galería (como los sectores de venta de lanas para tejido, joyerías, ropa interior, entre otros); y en muchos casos la incorporación de alguna obra artística que embellezca el diseño total. Sin embargo, no se pueden pensar estos espacios sin su complemento directo que son las peatonales, una especie de prolongación de estos paseos; sumado a su ubicación en el corazón del microcentro y su vinculación directa a la zona bancaria, sin dudas constituyen las claves de su éxito vigente a través del tiempo.
Hacia finales de los años ´50 emergieron boutiques y supermercados, cambiando por completo nuestra forma tradicionalmente conocida para realizar compras. Desde entonces hasta principios del siglo XXI se sucedieron cambios significativos impulsados por factores tales como la aparición de las tarjetas crédito cada vez más utilizadas desde la década de 1980, permitiendo nuevos tipos consumo. En las décadas posteriores hemos sido testigos del desarrollo e incorporación exitosa concepto shopping e hipermercado integrando áreas gastronómicas junto con cines.
Con la llegada del Siglo XXI las galerías manifestaron la necesidad de renovación para aggionarse al nuevo milenio, fue así que comenzó una etapa de mejoramiento en su estética, en donde una a una fueron transformando su imagen. Los negocios debieron reformarse adaptándose a las necesidades actuales de los clientes e incluyeron sistemas refrigeración modernizados. Durante los tiempos de pandemia la tradición cambió, y tuvieron que adecuarse a las restricciones requeridas para cuidar la salud de la población, a través de un acceso controlado con una capacidad máxima en su interior y diferenciando carriles de ingreso y egreso de los peatones. Poco a poco, superada la crisis pandémica volvieron las conversaciones en los bares y pasillos en libertad.
Las galerías comerciales de Tucumán no solo son reconocidas por haber transformado el paisaje urbano del microcentro, con sus perforaciones en las manzanas y la generación de nuevas dinámicas comerciales que las convierten en una extensión del espacio público. También forman parte de nuestra identidad como tucumanos, integrando nuestros recorridos diarios y convirtiéndose en parte de nuestro patrimonio inmaterial. Caminar por sus pasillos nos evoca recuerdos familiares, legados de los fundadores de estos comercios estrechamente vinculados a la comunidad sirio-libanesa, y nos brinda la oportunidad de disfrutar de encuentros, a menudo culminados con un licuado y un tostado de ternera y queso calentito.