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305 años del milagro que se hizo real: ¿Conocés la historia de la Virgen del Rosario de Monteros?

HISTORIA

Mujeres angustiadas fueron a pedir a María, otra mamá que conocía de la angustia, por sus hijos. ¿El resultado? un milagro que duró tres días seguidos y que alborotó a todo Tucumán.

Fotografía: Michelín Andujar.





Ella se viste siempre de rosa y celeste. Su piel es blanca inmaculada, casi como un papel. El cabello, negro y muy largo. Carga en su brazo derecho a su pequeño bebé, y en el brazo izquierdo un cetro. La cabeza es adornada por una corona. Hilos dorados adornan desde hace años sus ropitas, junto a finos encajes, randas y sedas bordadas. Se llama Rosario, se llama María. Y toda su ciudad la ama.

La evangelización o imposición religiosa, no fue un proceso sencillo, y contrario a lo que muchos creen, no siempre fue de la mano con la tarea conquistadora de los hijos de la corona española. Pero sin duda alguna, la figura católica que se introdujo con más rapidez, con mayor aceptación o con menos resistencia a los pueblos americanos, fue la de la virgen María. La imagen de una mujer-madre amorosa, dulce, piadosa y protectora, además de notablemente hermosa, difícilmente genere rechazo alguno. Y este es el mismo caso en Tucumán, claro.

Pero hoy vamos a hablar de una María en especial. Una que fue traída desde Europa en una travesía marítima hace 451 años: la Virgen del Rosario de Monteros.

Foto: Michelín Andujar.

Corría el 1573, apenas 8 años después del arribo de Diego de Villaroel para fundar Ibatín, primera capital del actual Tucumán o mejor conocido en ese entonces como “San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión”. Entre orquídeas, el Río el Tejar y una gran comunidad diaguita, se trazó un cuadrilátero al mejor estilo español: 7 manzanas por 7 conformaban un cuadrado urbano en donde los habitantes llegados desde la corona comenzaban a adueñarse del suelo americano, argentino, tucumano, monterizo. 

Por supuesto que la conquista no llegó solo con hombres, sino que también con ideas y creencias, como la religión católica. Y así fue como en el año 1573, don Juan Espinoza de los Monteros, con su estancia ubicada entre los Ríos Mandolo, Romano y Pueblo Viejo, recibió la figura de la Virgen del Rosario y la ubicó en una capilla familiar. Él era devoto de ella, y por eso levantó un rancho que cumplía con las funciones de capilla. Sus familiares y trabajadores, al igual que los indios de la zona, tenían la libertad de brindarle adoración y pedirle asistencia espiritual a la madre de Dios.

Una de las frases más populares para los monterizos de pura cepa, es que “nos protege el manto de la virgen del Rosario”. Quizás uno de los orígenes de esta protección surgió cuando, tras inundaciones, enfermedades y levantamientos de los calchaquíes, una gran mayoría de habitantes de Ibatín decidió trasladar la capital tucumana a la actual Toma, en donde existe hoy San Miguel de Tucumán. Pero fueron muchísimos los estancieros y vecinos que no querían abandonar Monteros, y que se resistieron. Las familias que se opusieron al traslado obligatorio, realizaron un pedido a la Santa Patrona de la estancia de los Monteros, con exitoso resultado. Por esto, Monteros es el departamento más antiguo del actual Tucumán, ya que desde el 1500 comenzó a ser colonia y nunca quedó desprovisto de habitantes. Se cree que, entre tantas familias desertoras del plan de mudanza, estaban las primeras randeras, las que nunca se fueron y que continúan perpetrando esta pieza artesanal y artística desde hace siglos. Pero esa es otra historia.

Se sabe que, más adelante y en función de la popularidad que adquirió la imagen después del favor con los ciudadanos de la estancia de los Monteros, se edificó una suerte de capillita para dar misa, hacer bautismos, dar la comunión, tarea llevaba a cabo por los jesuitas. La ubicación exacta de esta capilla es todavía incierta. En una nota publicada por monterizos.com.ar, afirmaron que habría estado en el actual barrio Villa Nueva, más o menos en actual calle Alberdi al 900 o al 1000, en un lugar conocido como "la capilla de los Núñez". También dijeron que quizás que la capilla habría estado en los márgenes del arroyo El Tejar, principal canal de agua que parte al medio Monteros, precisamente en diagonal al actual Club Social (Rivadavia y Gabino Núñez). Y así transcurrieron muchos años en vida rural y católica en el sur tucumano.

Pero para hablar del milagro de la virgen, primero hay que referirse a la angustia. A la angustia de madre que pide por su hijo (y qué figura mejor que la de María para buscar consuelo, dirán muchos). Y es que, a partir del 1700, en las fronteras Norte y Este de la jurisdicción de Córdoba del Tucumán, comenzó de manera progresiva una escalada de los conflictos interétnicos con grupos abipones y mocovíes del Chaco (que tuvo su punto máximo de violencia a partir de 1730). Por ello, con la idea de contener y frenar las incursiones indígenas, se planificó la construcción de fuertes en las zonas fronterizas más frecuentadas por estos aborígenes chaqueños, una zona de 500 m2 que equivale a casi toda España.  A estos enclaves eran llamados los hombres tucumanos, para defender esa frontera de una Córdoba que aun pertenecía a Tucumán. Y por supuesto que los hombres monterizos también fueron citados a presentar batalla. En esas épocas, recibir noticias de un hijo en guerra podía tomar semanas, o quizás más. Por ello, un grupo de madres angustiadas acudía a rezarle y pedirle por ellos a la virgen del Rosario de la estancia de los Monteros. Hasta que pasó lo que marcó a toda una comunidad, hasta hoy.

Fue un 29 de mayo, pero de 1719. Las mujeres acudieron como cada día a pedir por los suyos, pero encontrando ese día en el implacable rostro de María una expresión diferente. Era otra, estaba transformada. Una de sus mejillas, desprendía sudor. Era tanto, que empapaba su vestido y llegaba a mojar el cajón de limosnas. La otra, permanecía seca.

El escándalo y la sorpresa, junto al fervor religioso, se apoderaron de curiosos y creyentes los tres días consecutivos que duró el milagro. La memoria oral asegura inclusive, que mucha gente acampó alrededor de la imagen, aun días después de que cesara el fenómeno.

Tulio Otonello, historiador y divulgador de los sucesos de la ciudad, escribió hace algunos años para La Gaceta, de qué manera se tomó con seriedad el asunto: “El Dr. Diego de Alderete, visitador eclesiástico que se hallaba en la zona, dio fe de suceso que por carta comunicó a la gobernación de Tucumán.

En la carta del Gobernador Urizar y Arescopachaga transcrita en el Libro de Actas del Cabildo, expresa claramente que la imagen de la Virgen del Rosario comenzó a sudar y fue tan copioso que baño todo el vestido y el pie del cajón donde estaba. Entonces el primer milagro que se registra de la Virgen del Rosario de Monteros, es el ‘SUDOR’.

Este y muchos otros milagros que realizó la Virgen del Rosario de Monteros atrajo la atención de sus hijos que asentaban sus casas en los alrededores, naciendo así nuestra querida ciudad, el 28 de agosto de 1754".

Es decir, este milagro habría sido una suerte de llamador para que decenas de familias creyentes se asentaran en Monteros y dieran por resultado que fuese por varias décadas la segunda ciudad más poblada de nuestra actual provincia, después de San Miguel de Tucumán.

Con los años, la virgen de Rosario de Monteros fue colocada en su nueva casita, la iglesia que se edificó con materiales y recursos de la época colonial, al frente de la plaza de Monteros, enfrentada al ex cabildo, actual edificio de la policía de Tucumán.

“¡Guapa! ¡Linda! ¡Te amo! ¡Gracias!”

En concordancia con el gran fervor católico de los tucumanos, se decidió algunos años después de este milagro y de otros más que aseguraban muchos pobladores, comenzar a celebrar a la virgen en la fecha que recuerda a María del Rosario en el mundo: 7 de octubre. Por eso, el primer domingo de octubre, se realiza la concurrida y popular celebración, la famosa Fiesta de la Virgen, a donde miles de fieles de Monteros y alrededores concurren a la ciudad para realizar la misa y la procesión, en donde ella estrena delicadas prendas nuevas, donde las flores hacen su base, donde cintas de colores la conectan con las niñas de la ciudad que hacen su comunión. Gauchos con sus caballos les rinden honores, le hacen una reverencia y le arrojan rosas. De quienes la esperan quietitos en sus veredas se escucha “¡Guapa! ¡Linda! ¡Te amo! ¡Gracias!”, entre otras cosas. Las figuras de autoridad política caminan junto a ella por las calles hace más de 150 años. Creyentes y curiosos la ven desfilar por encima de sus cabezas, y luego se disfruta de una gran kermés. Pero la celebración popular no siempre fue de algarabía, ya que en algún momento llegó a producirse un violento golpe de muerte frente a ella.

Fue en el año 1850, según relató la historiadora Gabriela Tío Vallejo, en ocasión de la Novena para ella, en casa de un tal Juan Gregorio Amaya. Un grupo de familiares y vecinos que pasaron la noche velando a María y también bebiendo, vivieron un desenlace digno de la época de guerra entre unitarios y federales: “Los testimonios dan muestras del estado de ebriedad de los concurrentes. Los Cañas, dos hermanos con fama de camorreros, le cortan de dos hachazos la mano a un forastero que se hospedaba en la casa mientras buscaba conchabo. El hombre muere a los ocho días”.

Desde 1874, la Virgen del Rosario de Monteros es declarada Patrona del Municipio. Por ello, cada año cuando llega la fecha que la honra, el municipio debe destinar los fondos y recursos necesarios para que la celebración pueda hacerse. Es común ver algunos días antes los cordones recién pintados, los frentes de algunas casas con adornos rosas y celestes, y los parlantes conectados por todas las manzanas que recorre la procesión. 

Hasta principios del siglo pasado, la procesión finalizaba con un baile organizado por la Sociedad de Beneficencia para recaudar fondos para el templo que la albergaba. Sin embargo, el edificio cada vez se deterioraba más. Por ello, el actual templo se construyó a partir de 1940 y se inauguró en 1962, con aportes del Gobierno de la Provincia, del Municipio, y de instituciones como el ingenio Ñuñorco. La imagen estuvo ubicada en distintos lugares durante esos años.

En un abrir y cerrar de ojos, la Virgen del Rosario de Monteros (la Charito, como escuché que le decían unas chicas cariñosamente hace algunos años), ya cumplió 451 años de vida en este continente. En frente de sus ojos inmóviles han pasado velorios, cumpleaños de 15, de 18, de 50, misas de bautismos, comuniones, casamientos y celebraciones de todo tipo. La devoción que despierta, tiende a tener altas y bajas según la situación política y social de cada año. Pero lo cierto es que es imposible pensar siquiera en la historia de Monteros, y de la comunidad católica tucumana, sin pensar en ella. 

Fotografía de Michelín Andujar.

Fotografía de Michelín Andujar.