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Ponerla cada vez cuesta más y los telos se encuentran en peligro de extinción en Tucumán

La motosierra del deseo

El feroz ajuste del gobierno de Javier Milei llegó a la vida sexual de los tucumanos a quienes se les vuelve cada día más costosa toda la logística del acto amoroso. Desde el sector de los hoteles alojamiento advierten que la situación es crítica: “Estamos fundidos, nos han fusilado”.





“La puta madre que los remil parió ¿Por qué nos cuesta tanto el amor?”, se pregunta con efusividad manifiesta Fito Páez en una canción y a la respuesta quizás haya que buscarla hoy tanto en los corazones como en los bolsillos. En octubre pasado, antes del balotaje que lo llevaría a la presidencia de la Nación, un excitado Javier Milei le decía al periodista Esteban Trebucq por televisión: “¿Sabes qué? Mientras que esos miran a la señorita por Internet, yo estoy en el medio de sus sábanas”. Dicho y hecho: la política de ajuste del gobierno nacional se ha colado en los lechos de los amantes tucumanos a la manera de un coitus interruptus. La motosierra y sus estragos han llegado también al terreno del deseo sexual. O para decirlo en criollo: cada vez cuesta más ponerla. 

Con el descenso significativo de la temperatura y la proliferación de días grises y lluviosos, muchos coincidirán en que nos encontramos en condiciones óptimas para la práctica del coito. Casi una apología de la popularmente famosa fórmula de Funes: ponerla el viernes para sacarla recién el lunes. Sin embargo, las condiciones socioeconómicas actuales atentan contra la concreción de ese deseo. Suponiendo que se tenga con quién, el mayor problema hoy radica en el cómo. Es que toda la logística amatoria ha sufrido un dramático incremento de sus costos: los traslados, la cena romántica, la salida al boliche, los preservativos y la coronación en un hotel alojamiento. Sabemos que el corazón -y también otros órganos vitales- tiene razones que la propia razón nunca entenderá. Pero así no hay billetera, cartera o bolsillo que aguante. 

“Hoy está muy difícil empezar a conocerse con alguien y ponerse de novio. Imaginate que tenés como 15.000 pesos para salir a comer, 5.000 cada uno para las entradas del boliche y, si llegás a esa instancia, las tarifas de los hoteles también están re altas… Te ponés a sumar y necesitás como 100.000 pesos para una noche, me parece un montón. Imaginate los chicos que tienen 18 años, recién salen del secundario y todavía no tienen trabajo o tienen trabajos en los que no ganan mucho ¿cómo hacen?”, comenta Vanesa de 32 años. 

En su caso, el año pasado frecuentaba los hoteles en promedio tres veces al mes y actualmente casi que ha desistido por completo de esa práctica, un poco porque ahora tiene una pareja estable y otro tanto por los costos que supone ese tipo de salidas. Eso sí, aclara que prefiere los hoteles a los telos: “Personalmente, yo me inclino más por los hoteles porque te podés quedar toda la noche y al día siguiente te dan desayuno, pero es verdad que hoy se hace muy costoso. Cuando tenés pareja estable, creo que el circuito ideal es salir a comer, después a bailar y al hotel, pero ahora está difícil”. 

Mariana está de novia hace tiempo y alquila un departamento, pero le gustan los moteles porque le permiten romper con la rutina de la pareja: “Son lugares donde encontrás cosas que por ahí en tu casa no tenés como las luces, los espejos, la música… son cosas que suman. En el hotel también despertás otros sentidos que te dan otro tipo de experiencia sensorial”. Sin embargo, ante la situación económica, ha tenido que restringir esos placeres: “Antes iba fijo todos los fines de semana y capaz que una o dos veces durante la semana. Ahora aprovecho el lugar que tengo, el hotel está bueno para salir de tu casa y que no sea todo tan rutinario, pero se ha vuelto muy costoso. Como mucho una vez al mes te permitís una salida buena de esas”. 

Uno de los sectores de la economía del amor más castigados por la situación económica actual es el de los hoteles alojamiento. “Está tremendo, el trabajo se ha reducido un montón. Esta semana hubo dos días en los que no entró un solo auto. Los sábados por la noche entraban entre 30 y 40 autos y el sábado pasado han entrado seis. No es sólo mi hotel, hablando con los colegas del rubro a todos les pasa igual, hay moteles que han pasado de tener 20 empleados a sólo tres porque no les pueden pagar. Si la gente no tiene para comer, menos para pagarse una salida. Estamos fundidos, nos han fusilado. Estoy pensando en cerrar, esto no da para más, ya no es negocio”, se lamenta Yadi Ahmad, propietaria del motel Halley

Según comenta, los precios de los turnos en los moteles de Tucumán van de los 7.000 a los 25.000 pesos. En su caso, ha optado por ofrecer ofertas promocionales, pero no hay caso, son cada vez menos los clientes: “Nosotros por 9.000 pesos tenemos una suite con hidromasaje con turno extendido por tres horas, pero hoy esos 9.000 les duelen a los clientes. Teníamos parejas que venían siempre al menos una vez a la semana y ahora si una pareja se da el lugar de ir una vez al mes ya es mucho”. 

Para ella, la tremenda crisis que atraviesan los hoteles alojamiento de la provincia es la consecuencia de tres factores: la fuerte caída del consumo producto de la situación económica del país, los elevados costos de mantenimiento y la competencia desleal. Sin ir más lejos, tuvo que vender unas joyas para poder pagar las últimas facturas de la luz y los impuestos municipales: “Pagábamos 160.000 pesos de luz y ahora pagamos casi 500.000 y eso que tenemos las habitaciones cerradas, sin uso. Es aberrante lo que pagamos de impuestos”. 

También la proliferación de alquileres temporales de departamentos que se ofrecen por las redes o a través de aplicaciones como Airbnb le ha dado un golpe de gracia al rubro: “Esa competencia desleal es la que nos ha matado a nosotros y lo venimos diciendo desde la pandemia. Esos departamentos son el boom del momento y no pagan ningún impuesto mientras que a nosotros nos suben los costos todos los días”. 

“Todos los moteles están fundidos, no hay ninguno que se rescate. Crisis hubo siempre, pero como esta no recuerdo ninguna. Antes había plata en la calle y ahora no. Este es un hotel que tiene 40 años, el negocio de toda una vida de la familia, y hoy es un elefante blanco… Tenés que mantener semejante estructura y, así como están las cosas, es imposible”, comenta Yadi quien asegura que los telos de la provincia corren serio peligro de desaparecer. Pergaminos le sobran para hablar de la materia, ya que es bisnieta de Irma “La Turca” Abraham, quien fue conocida como “La madama tucumana" al ser una de las pioneras de los hoteles alojamiento en la provincia. 

 

Cómo se mantiene viva la llama

¿Cómo se le hace frente al ajuste sexual que amenaza nuestras libidos bajo la premisa de que no hay plata? ¿Cómo sortear los cinturones de castidad económicos? ¿Cómo hacerle el amor a la precariedad de esta existencia? Aunque no tengan ni para hacer rezar un ciego, hay muchos que no se resignan y aspiran a verle la cara a Dios. Cuando es el deseo lo que está en juego, pareciera que los tucumanos se dan maña. 

“Creo si alguno de los dos integrantes de la pareja no está independizado creo que esa dificultad económica puede llegar a afectar la relación”, opina Mariana. En su caso particular, el ajuste pasa por reducir el circuito de las salidas: “A veces busco cocinar en casa, cenar y después ir al hotel o salís a comer afuera y después volvemos al departamento. Elegís una cosa o la otra, siempre estás tratando de ahorrarte algo y de reducir los gastos. Hoy se ven todo tipo de alternativas para abaratar el tema de los gastos porque hasta tomarte un taxi está carísimo”. 

Para Mariana también es importante romper con el ya antiguo paradigma heterosexual que establecía que era el hombre quien invitaba y compartir los costos de la salida: “Dependiendo la situación, pero yo soy más de compartir gastos porque es una salida de a dos. Capaz que no pongo la mitad, pero ayudo con lo que puedo. Creo que ahora es mucho más frecuente. Hoy en día, sabiendo lo costoso que está salir, no tendría que haber vergüenza en compartir los gastos, hay que ser sinceros y hablarlo con tu pareja”. 

Ponele entonces que la salida se reduzca a compartir un pancho (no súper) y una gaseosa (chica) en la 25 mientras miran al mimo hacer sus gracias. O tal vez, sólo juntarse a chapar en una plaza, como alguna vez hicieron tus viejos y quizás también tus abuelos. Pero cómo hacer cuando las ganas apremian y no hay tarasca para el alquiler de un cuarto por horas. También existe un circuito paralelo, de índole más clandestina si se quiere, para albergar circunstancialmente el deseo que desborda esos cuerpos. La mayoría de los tucumanos conoce de esos lugares, aunque el pudor obligue a jugarla callado. Así lo confiesa la joven: “El autobar del Parque 9 de Julio, Horco Molle o los miradores que están camino a San Javier… esa es la típica. Alguna que otra vez, hemos estado cortados y hemos ido para ahí”. 

Habrá que encontrarle la vuelta. Salir de los agujeros interiores. Buscar un refugio piadoso en los resquicios que deja libre el mercado. No dejarse chorear el deseo ni tampoco quedarse con las ganas. Porque ya lo dijo el poeta:

Gozar

Es tan parecido al amor (Y más barato)

Gozar

Es tan necesario, mi amor