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"Ese llanto me salió del alma y todos aquí sabemos por qué": Mirta, la enfermera histórica de la Asistencia Pública

HISTORIAS DE ACÁ

Con 34 años de servicio, Mirta Ruiz sintió un dolor en el pecho cuando las puertas de Chacabuco 239 se cerraron. Todo lo que vivió antes, durante y el después: este viernes 26 de abril que moviliza las fibras de miles de tucumanos y la de quienes nos cuidan, claro, también.

Mirta llora, Noemí la contiene. Foto: Municipio San Miguel de Tucumán.





Mirta Ruiz usa lentes para la vista, pero esta mañana los tiene colgados del ambo. No quiere estar quitándoselos una y otra vez cada vez que llore. A Mirta la acaban de nombrar a través de los micrófonos del acto oficial que reabre la Asistencia Pública de San Miguel de Tucumán y ahí va otra vez: los ojos cargados de lágrimas mientras Noemí la contiene como dos compañeras de trabajo que lo han pasado todo, como dos enfermeras tucumanas que han salvado vidas y que hoy han vuelto a nacer junto a ese gigante dormido durante seis años.

“Ese llanto ha salido así porque son 34 años de servicio que he brindado en la Asistencia Pública de mi provincia. Hubo años que he trabajado en otros lugares como contratada, otros ad honorem, pero la Asistencia Pública es mi segunda casa, es donde hemos formado una familia de profesionales brillantes, es donde hemos formado equipos de 24 horas siempre al servicio del otro, toda una vida ahí, toda una vida en esa segunda casa a la que un día le cerraron las puertas y pensamos nunca volver a ver así. Por eso ese llanto. Ese llanto me salió del alma y todos aquí sabemos por qué”, le cuenta este viernes revolucionado por las emociones Mirta a eltucumano.

“Hemos pasado momentos muy difíciles desde que han cerrado sus puertas. En un momento sentimos que no había posibilidades de que se reabriera. De verdad lo dábamos por perdido, pero de pronto apareció la doctora Chahla, puso el ojo aquí y eso nos alentó a seguir. Un día de 2018 habían venido a decirnos que se cerraba la Asistencia Pública y de un día para el otro. Nos dijeron que había peligro de derrumbe. Y fueron seis años sin volver a entrar a este monstruo gigante y dormido. Fueron seis años donde brindamos emergencias como podíamos, pero muy precariamente. Acá hay profesionales excelentes en todos los niveles y solo así pudimos seguir sosteniéndonos en el tiempo como equipo”, destaca Mirta, siempre a punto de quebrarse emocionalmente mientras cuenta su historia.

“Desde que se cerró la Asistencia Pública de un día para el otro a todos nos separaron. A algunos los mandaron a la Balcarce 152 donde funcionaba personal y oftalmología, a la Santiago 185 donde te hacían el psicofísico, odontología y medicina del deporte, y a la Marina Alfaro, frente al asentamiento, donde estaba la guardia de ambulancias con dos o tres ambulancias que andaban bien. Ahí, de noche, era muy difícil que llegaran los pacientes. Y entre compañeros nos avisábamos de accidentes. O un vecino nos mandaba un whatsapp y me decían: ‘Mirta, accidente en tal lado’. Y es porque no teníamos una línea pública para recibir las llamadas. Hoy, con esta reapertura, siento que todo forma parte del pasado”.

Durante aquellos seis años hubo abrazos simbólicos con los vecinos de Chacabuco 239, los mismos vecinos que sienten cómo el barrio ha vuelto a recuperar uno de sus bastiones, un lugar donde doña Nelly llevaba tortillas y se controlaba el azúcar o donde un profesor de Música del frente se cruzaba para chequearse la presión. “Los vecinos sienten como propio a este edificio y es así. Una noche recuerdo que una chica vecina, de los edificios que están aquí al lado, bajó desesperada con su hijo con convulsiones. Pobre, era madre sola y vivía en la guardia hasta que un día se curó el chiquito. Pero ella no dejó de ir. Nos llevaba facturas y siempre nos decía lo mismo: ‘Chicas, ustedes le han salvado la vida a mi hijo’. Casos así, miles. O vecinos de la cuadra que tenían algún problema y salíamos con el maletín, a pie, sin el traslado, caminando a tocarle la puerta y a revisarlo. Ese es el espíritu de la Asistencia Pública: estamos para servirles. El paciente no es una persona más, lo anotás, que pase al médico y listo. No es así. Hay que mirar a los ojos al paciente. Sin mirarlo no podés saber realmente qué es lo que le está pasando. Hay que ponerse en el lugar del paciente: podría ser tu hijo, tu madre. Hay que ser empáticos, ¿no? Hay muchas enfermedades, hemos pasado una pandemia, ahora el dengue, hay que cuidar al otro”.

Junto a esa compañera que la abraza, Mirta no ve las horas de que el lunes se abran las puertas oficialmente para la atención al público: “Noemí es una compañera que vino de un cap y es de la guardia de los días lunes. Ella ha sido fundamental siempre para nosotros. Nos ha ayudado a mantener la medicación, los maletines listos para salir y durante mucho tiempo la alentamos a que presentara su currículum para la jefatura de enfermería. Lo presentamos las dos y ambas fuimos seleccionadas. Somos supervisoras de Enfermería y estamos con el chip recargadas para solucionarle el problema al paciente. Todos necesitamos una caricia en estos momentos de dolor”.

Así como cuando se calzó el ambo blanco por primera vez, así como ahora luce el símbolo de la medicina rodeado por la sigla SEMM (Servicio de Emergencias Médicas Municipal), así vive estas horas previas al lunes Mirta Ruiz: “Estoy tan ansiosa que si me pedían que hoy me quedara ahí, ya me quedaba. Son muchas emociones juntas: que me nombren, que me reconozcan, que sepan que a todos nos sale este trabajo de corazón, que nos nace hacerlo. Estamos chochísimas y sabemos que han despertado a un monstruo pero que esto da para muchísimo. No vemos las horas de que llegue el lunes. Aquí el paciente va a ser atendido desde el primer minuto hasta que se vaya con una solución a su problema. Acá estamos: abiertos para el público en general, desde el lunes, las 24 horas del día, los 365 días del año”.