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"Quiero que vean cómo vivo": quién es Doña Luisa, la señora que se sienta en la puerta de la Casa de Gobierno

HISTORIAS DE ACÁ

Tiene 73 años y todas las semanas llega con su silla al palacio gubernamental, en la esquina de 25 de Mayo y San Martín. Por primera vez cuenta lo que le pasó y por qué está ahí. Y por primera vez también desde el ministerio de Desarrollo Social revelan el drama dentro del drama.

Doña Luisa.





Se llama María Lucía Galván, pero en el barrio San Jorge todos la conocen como Doña Luisa. “Desde ahí vengo hasta la Casa de Gobierno. No puedo venir todos los días por la plata, pero cuando vengo me trae un remis al que le lloro para que me haga precio. Cuesta 7 mil pesos el viaje y no los tengo”.

Cuando baja del remis, Doña Luisa le pide al conductor que la ayude con la silla de plástico negro, se coloca las muletas y se sienta bajo uno de los pilares del Palacio gubernamental donde solo está ahí, sentada ahí, simplemente ahí, como una abuela de 73 años que charla con los jóvenes, les cuenta lo que le pasa y espera.  

“El 17 de mayo cumplo los 74 y necesito ayuda. No solo una ayuda monetaria sino para que terminen mi casita. No puedo comprar chapa y estoy incapacitada. Soy incapacitada desde chica. Aquí todo el mundo me conoce. Soy nacida en Santa Ana, departamento Río Chico, pero desde hace 62 años que vivo en la capital. No todos los días vengo porque hay veces que tengo que estar en mi casa. Vivo en el barrio San Jorge, en Manzana H, Lote 9, en Alfonsina Storni a la altura del 600”, le cuenta este jueves Doña Luisa a eltucumano.

Los problemas de salud que la acompañan a diario, dice Doña Luisa, son graves: “Tengo mi corazón grande. Me han descubierto que es más grande de lo que debería ser. Tengo problemas en las tráqueas y líquido en los pulmones. Estoy muy, pero muy mal. Se lo digo, joven, porque lo siento: no puedo respirar, la agitación no se me retira. Tengo que tomar dos aspirinetas cada mañana para que pueda andar un poquito, pero no puedo caminar, tengo totalmente destruida la espalda. Hasta de costado me cuesta dormir”. 

Así como el periodista Franco Carletto se acerca a conocer la historia de Doña Luisa, mucha gente se arrima y la escucha. “La gente es muy buena. Aunque más no sea, me alcanza un juguito, una gaseosita, un sanguchito, alguno me da 200 pesos, a veces alguno de 500 pero son raras las veces. Está muy duro todo, joven. Todos lo sabemos”. 

A metros del policía que custodia una de las entradas por la explanada, cerca de los muchachos que cortan el pasto y cuidan las instalaciones, a unos metros está Doña Luisa sentada sobre la vereda de la esquina de 25 de Mayo y San Martín, a metros por donde ingresan los funcionarios. “Tres veces le he escrito cartas al Gobernador, pero no sé si les habrán entregado. A mí me gustaría que alguien me ayudara si se puede: yo digo que si tengo esta enfermedad del corazón grande es porque así soy yo con los demás, a pesar de todo lo que yo necesito. Pero la verdad es que no puedo comprarme mi ropa. Ni un televisor tengo para ver el informativo. Cuando llego a mi casa tengo que estar viendo las cuatro paredes hasta que me entre el sueño”.

Los lectores se estarán preguntando a esta altura de la nota: “¿No tiene a nadie la señora? ¿No tiene a nadie que la cuide? ¿No tiene familiares? ¿Y los vecinos?”. Ella cuenta: “La gente se ha vuelto muy egoísta, joven. Debe ser por la misma situación que estamos viviendo todos en lo económico. Ahí nadie sabe si estoy o no en mi casa. Francamente nadie sabe si un día me levanto o no”.

Cuando desde eltucumano le preguntamos a Doña Luisa cómo se puede contactarla, la señora nos dice: “Mire, mi casita me da vergüenza. Vivo en una casita prestada que es como una galletita que se está abriendo. Quisiera que vayan, pongan los pies y vean cómo yo vivo. Por eso quiero que me ayuden: que me amplíen el módulo donde vivo. Yo tengo las escrituras del terreno aquí en mis manos. Todo es totalmente mío. Yo vivo sobre Salas y Valdez y Storni, en una casa que tiene dos plantas: una de limones inmensa y una parra de uva. No tienen cómo equivocarse. Y en la puerta hay un arroyo que tiene ya como 40 años y nunca han tenido la gentileza de solucionar el agua”.

Pero la nota no termina acá: mientras Doña Luisa nos contaba su historia, desde el Ministerio de Desarrollo Social nos revelaron la parte oculta del drama que vive la señora. Se la ha recibido y se la ha ayudado en distintas oportunidades. Pero estamos investigando quién la lleva a la señora a la vereda de la Casa de Gobierno porque creemos que la están usando. Es una historia difícil, pero que sepan que estamos investigando a quienes la rodean”, revelaron a este medio, en una versión que confirma lo que cientos de niños y mayores en situación de calle viven a diario.

Más allá de las formas y del drama dentro del drama, la historia de Doña Luisa es otra historia de la vulnerabilidad en Tucumán como moneda corriente. En la periferia o en el centro. Ante los que no la ven. Y ante la vista de todos, también.