"Todos tenemos una foto ahí": la historia de Miguel y Armida, dos tucumanos de novios en el Reloj del Parque
La semana pasada sus agujas volvieron a funcionar y Patricia Molina, hija de los protagonistas de esta foto, viaja en el tiempo para recordar al Tucumán que fue y al que necesita volver a ser.
Miguel Alberto Molina y Armida Rosa Cantarutti, 1956, Reloj Floral del Parque 9 de Julio, San Miguel de Tucumán.
Ya los nonos de Patricia habían posado delante de esas agujas gigantescas que marcaban la hora, los minutos y sobre todo el tiempo de una provincia llamada Tucumán. Con una mano atrás y otra adelante, aquellos inmigrantes italianos de apellido Cantarutti habían llegado a la provincia y sonreían junto a los números romanos del Reloj Floral de entonces en un típico paseo dominical con Armida Rosa Cantarutti, madre de Patricia, la bella dama que unos años después, en 1956, también posaba pero ahora con Miguel Alberto Molina en el mismo lugar: el Reloj Floral del Parque 9 de Julio.
“En mayor o menor medida todos se han sacado fotos en el Reloj del Parque. Esa foto data de mediados del 56, cuando ellos, mis padres, estaban de novios: mi papá Miguel Alberto Molina y mi mamá Armida Rosa Cantarutti se casaron el 28 de diciembre de 1957 y esta foto la debo haber subido en el grupo de Facebook de Fotos Antiguas de Tucumán como aniversario de la boda”, le cuenta este martes Patricia Molina a eltucumano.
Luego del anuncio de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán de la recuperación del Reloj Floral del Parque 9 de Julio, las fotos de cientos de tucumanos y tucumanas volvieron a ver la luz a través de la página que atesora los recuerdos más valiosos de sus miembros y que formaron parte de un álbum que publicamos en nuestras propias redes sociales la semana pasada.
“No soy mucho de las fotos, de tenerlas en mesitas de luz o cómodas. Sí las tengo guardadas a todas y cuando algún familiar las quiere ver, las saco. Esta foto en particular de mis padres ocupa un lugar especial en mis recuerdos porque me recuerda a ellos, que ya no están conmigo, y a aquellos paseos que hacíamos con mi hermana. El Reloj Floral es un lugar importante para los tucumanos, es un símbolo para toda la familia, siempre hay alguien que tiene una foto en el Reloj del Parque. Yo misma tenga una foto con menos de un año en pañales, pero tendría que buscarla”, explica Patricia.
Reinaugurado después de años de abandono, la noticia genera la reflexión de Patricia sobre nuestro patrimonio en Tucumán: “Hay una falta de valoración de los espacios públicos, de los espacios culturales, de las casas que han hecho historia y que han sido demolidas. Siento que no se ha inculcado la valoración a esos espacios, siento que es un mensaje que no se ha transmitido a los jóvenes. Hay un sentido de pertenencia que no se les ha inculcado, una educación por lo propio que se ha ido perdiendo”.
Ese abandono del Parque 9 de Julio, uno de los más bellos de Sudamérica en su momento y que hoy intenta volver a brillar, le ha producido un nudo en el pecho a Patricia la última vez que fue a tomar un café con su hermana al Bar Americano: “Después de 8 meses fui al Parque y me dieron ganas de llorar. Le dije a mi hermana: ‘La próxima vez tomamos algo y nos vamos’. Me dolió el descuido en casi todo el Parque, pero especialmente en el Lago San Miguel. Cuando estaba La Confitería ahí hice mi fiesta de egresada. Era un lugar espectacular, con ese techo tan particular, todo un símbolo para el Parque, con pequeños trolebuses para los niños, con pequeñas lanchas para navegar entre patitos y cisnes, todo un lujo para la época”.
El recuerdo latente del Lago San Miguel del Parque 9 de Julio tiene un componente emocional muy cercano: “Mi padre Alberto Molina era ingeniero y fue quien diseñó el puente del Lago San Miguel. Recuerdo que nos decía: ‘Acompáñenme a la obra, vamos a ver cómo está quedando'. Él ideó todo, los planos, la ejecución. Si hay un lugar que me gustaría que la Municipalidad recuperara ahora es el Lago San Miguel con su confitería, sería maravilloso”.
Por lo pronto, Patricia espera volver al Parque 9 de Julio y soñar con que el pasado vuelva a brillar en el presente. Lo hará en un lugar muy particular: “Cuando voy al Americano me siento en un lugar especial porque ahí hay un árbol que está al frente del Reloj. De niña me sentaba ahí porque era el mejor árbol del Parque. Yo siempre amé los árboles y la naturaleza y hasta el día de hoy elijo esa mesa especial: lo sigo viendo al árbol que está hermoso, más allá del lógico paso del tiempo. Cuando lo veo, recuerdo al Tucumán que fue. Cuando lo veo, pienso si alguna vez aquel Tucumán volverá a ser”.