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Bautista, el niño tucumano que transformó sus pesadillas en literatura mientras luchaba contra el cáncer

Historias de acá

A los 9 años a Bautista Quiroga le detectaron un sarcoma renal y tuvo que atravesar un largo tratamiento. Mientras se encontraba internado, comenzó a escribir cuentos que lo ayudaron a espantar los traumas. Lee sus relatos.





“¿Por qué me está pasando esto? ¿Por qué no estoy jugando en la escuela con los otros chicos?”, le preguntaba Bautista Antonio Ezequiel Quiroga a su mamá mientras estaba internado en el Hospital del Niños atravesando las instancias más difíciles del tratamiento contra el cáncer. En la sala de oncología, la vida del niño de diez años transcurría entre sesiones de quimioterapia, pinchazos, punciones y diversos estudios médicos. A la noche, cuando volvía la calma y lograba dormirse, aparecían las pesadillas. En el hospital, Bauti logró transformar esos temores que los acechaban en cuentos y ahora espera poder publicarlos en su primer libro.

En abril del año pasado, Ángela Adriana Gómez llevó a su hijo Bautista al pediatra por una persistente tos. Cuando el doctor Claudio Flores lo revisó, no encontró nada raro en la garganta del niño, pero detectó que tenía una inflamación extraña en el lado izquierdo del cuerpo. Tras una serie de estudios clínicos y de internaciones, finalmente le diagnosticaron un sarcoma renal. “Fue algo que nos ha tomado a todos por sorpresa… Cuando le empezaron a hacer estudios para saber qué era lo que tenía, yo sabía que pasaba algo raro”, comenta Ángela. Lo que había empezado como una visita de rutina al médico derivó en un tratamiento oncológico que extendió a lo largo de varios meses. 

Primero fueron las sesiones de quimioterapia para reducir el tamaño del tumor, luego una operación para extirparle uno de los riñones y después nuevas sesiones de quimioterapia que obligaron a Bautista a dejar su casa en Aguilares para instalarse en la sala de oncología del Hospital de Niños. “Al principio era todo novedoso y doloroso para él, pero con el acompañamiento de la psicóloga y de nosotros, de la familia, lo íbamos sobrellevando entre todos. El proceso era muy desgastante y bastante traumático para Bauti, no entendía por qué estaba ahí y no en la escuela jugando con sus compañeros… Yo no tenía palabras para poder ayudarlo, me partía el alma”, cuenta la mamá a eltucumano.com. 

“Él es un chico muy hiperactivo, le gusta mucha conversar, siempre pregunta y cuestiona cosas, es un chico bien despierto. Al principio podíamos esconderle el diagnostico, yo le decía que tenía un bichito en el riñón, pero después ya se daba cuenta solito de lo que estaba pasando”, relata cómo fue el proceso que Bauti tuvo que atravesar en su lucha contra el cáncer. 

Fue entonces que, a instancias de la psicóloga Virginia Fortuna, Bautista encontró en la escritura una forma de sobrellevar el tratamiento: “Ha surgido de repente el tema de los cuentos, hasta a mí me ha sorprendido… Esto ha sido idea de su psicóloga, mientras conversaba con Virginia han surgido las historias de terror de él como reflejando todo eso por lo que estaba pasando en ese momento. Me parece que eso lo ha ido plasmando en sus cuentos, por las pesadillas que tenía han surgido los cuentos. Entre cuento y cuento, se ha ido formando un libro que todavía está escribiendo”. 

La irrupción de la enfermedad en el cuerpo rompe las barreras de lo habitual y es un terreno propicio para lo traumático. El tratamiento es largo y tanto los pacientes como sus familias deben adaptarse a nuevas rutinas, horarios, comidas y procedimientos médicos experimentados como invasivos y dolorosos por los pacientes”, explica la psicóloga Virginia Fortuna y agrega: “En el espacio de psicología, el jugar, hablar, dibujar, pintar, escribir son herramientas valiosas y fundamentales. Es a través de éstas que el paciente tiene la posibilidad de elaborar, comprender y atravesar estas situaciones de inseguridad y angustia que está viviendo”. 

“Los cuentos escritos por Bautista nacen en el contexto de un espacio terapéutico en el cual, a través de su escritura pudo ir velando, cubriendo, bordeando lo doloroso que implica transitar por un tratamiento de quimioterapia. Espacio y tiempo de encuentro habilitado para la expresión de sus emociones, que supo ir volcando en la elaboración de un texto. Sus cuentos nos muestran la forma en la que fue desplegando su fantasía, creando personajes, jugando con los escenarios inventados y tejiendo con palabras lo difícil de su experiencia. En cada encuentro la apuesta fue -y continúa siendo- devolverlo al campo de la niñez”, comenta la profesional. 

El propio Bauti reconoce que la materia prima de esos relatos que le dictaba a Virginia y ella transcribía a la computadora fueron los sueños traumáticos que tuvo mientras estaba en el hospital: “Los cuentos se me habían ocurrido unas noches cuando he tenido pesadillas que no me dejaban dormir”. También se inspiró en algunas de las películas que veía: “Cuando era pequeño veía películas de terror y ahí se me ocurrió”. 

Según comenta, sus actividades preferidas son “jugar, salir afuera, correr y también ir a la escuela” y las materias que más le gustan son matemáticas y educación física.  Ahora lo que más quiere es publicar un libro con sus cuentos para que otros puedan leerlo. 

“Me gustaría que pueda publicar sus cuentos, para que otros sepan la historia de él. Hay muchos chiquitos que pasan por esta enfermedad y tal vez algunos de esos chicos también se sienten inspirados por los cuentos y eso los ayuda”, comenta la mamá. 

El 9 de enero Bautista tuvo su última sesión de quimioterapia y desde entonces ha regresado a su casa en Aguilares. Ahora sólo tiene que volver una vez al mes al Hospital de Niños para sus controles médicos. Lo peor ya ha pasado y eso es algo que Ángela celebra y agradece: “Estoy muy agradecida por el acompañamiento de los doctores, la psicóloga, las enfermeras y todo el equipo de oncología. Ahí realmente se ve el amor por la profesión que ellos tienen y por esos niños”. 

Lee alguno de los cuentos de Bauti: 

El Laberinto

Luz era una chica extrovertida, que le gustaban los deportes, que hacía amigos fácilmente y tenía un hermano mayor llamado Jorge. Luz tenía 20 años y su hermano 24. 

Sus padres murieron en un accidente de auto cuando ella tenía 16 y su hermano 20 años. En los primeros dos años de aquel accidente quedaron impactados. Al siguiente año Luz pudo superarlo, sin embargo Jorge quedó con traumas. 

Luz estudiaba psicología y Jorge medicina. Si bien eran millonarios porque habían recibido una gran herencia al fallecer sus padres, ambos tenían deseos de estudiar. 

El primer día de universidad de ambos conocen a Blanca y Yoel y se hicieron amigos. Los cuatro estaban planeando salir de fiesta a la noche, pero los planes cambiaron: decidieron ir los cuatro a un  laberinto de terror del que habían oído hablar. Todos estaban curiosos por conocerlo. Este laberinto era muy grande y quedaba alejado de la ciudad, en un lugar despoblado. Los turistas solían acercarse allí a conocerlo. Cuando llegaron había gente en el lugar.

Esa noche, las dos amigas habían notado raro a Jorge y Yoel, pero no le dieron importancia. 

Cuando fueron avanzando por el laberinto se tornaba cada vez más oscuro. En un momento Yoel se aleja del grupo y los demás siguen caminando hasta que escuchan un disparo y se preocupan por Yoel. Fueron corriendo a buscarlo y cuando lo encontraron se mostraba asustado, sin embargo Blanca lo notaba fingido. 

Inesperadamente las chicas sufren un golpe en la cabeza que las deja desmayadas. Blanca se despierta primero y se encuentra atada en una mesa junto a Luz quien todavía se encontraba dormida. Estaba muy nerviosa y no entendía lo que pasaba, de repente siente mucho dolor en el pie y le salpica sangre en la cara. Observa a Jorge cortándole su pie. Empieza a gritar y Luz se despierta viendo tal acto y quedando impactada. Empiezan a cortar las otras partes del cuerpo de Blanca pero al mismo tiempo le brindaban atención médica para que no muera. La tortura era muy grande. Luego le cortan la cabeza a Blanca y atan todas las partes del cuerpo al cuerpo de Luz, Yoel fue el encargado de coserlas. Finalizado el horroroso acto, los dos salieron del laberinto como si no hubieran hecho nada, quemaron el cobertizo donde las tenían a las chicas, dejando sin pruebas el acto cometido.

 

El hombre sonriente

La historia empieza con una madre y sus dos hijas adolescentes, Camila y Malena. 

Una noche, la madre estaba cocinando tranquilamente y sus hijas se encontraban en sus habitaciones. De repente sienten que tocan la puerta de la casa. La madre mira a través de la mirilla de la puerta y ve a un hombre extraño sonriéndole. Ella abre la puerta preguntándole qué quiere pero el hombre, sin dejarla reaccionar, le clava rápidamente un cuchillo en el cuello. La mujer muere.

Se trata de un hombre que tiene apariencia humana pero tiene una fuerza y una velocidad que son sobrehumanas. 

Sus hijas sienten un ruido. La mayor, Camila, va a ver qué ocurre y encuentra a su madre tirada en el suelo muerta y al hombre sonriéndole encima del cuerpo de su madre. Reacciona rápido, sale corriendo, entra a su habitación y cierra con llave, no pudiendo avisarle a su hermana de la situación. 

De repente el hombre entra a la habitación de Malena quien grita al verlo. Camila escucha los gritos y agarra el trofeo que tenía en su ropero, corre a la habitación de Malena y golpea al hombre en la cabeza. Luego intenta salir por la puerta pero el hombre la agarra del pelo haciéndole una leve herida en el cachete. Camila sin pensarlo se abalanza sobre el hombre intentando pelear, pero el hombre siendo más fuerte que ella la termina apuñalando dos veces en el estómago, acabando con su vida.

Mientras ocurre la pelea entre el hombre y Camila, Malena logra escapar pero el hombre la persigue por la calle y siendo más rápido que ella se abalanza tirándola al piso agarrándole de las mechas, cortándole la nariz y clavándole el cuchillo en la boca.

Un vecino ve todo el acto y queda impactado sin poder ayudar ni gritar. De repente el hombre se da cuenta de que ese vecino está mirando y va directamente hacia su casa...