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"La comida es mi pastilla": la lucha de los tucumanos para quienes la alimentación se ha vuelto un tormento

TCA

Bulimia, atracones, anorexia, ortorexia y dismorfia corporal son algunos de los trastornos alimenticios más comunes. La historia de quienes sufren a la hora de comer.





Caro tiene 41 años, pero lo que el espejo devolvía fue un problema desde pequeña: “En mi adolescencia y juventud siempre estaba el fracaso relacionado a mi peso. Pero soy afortunada, siempre tuve acompañamiento y amor de mis padres. Conté siempre con un equipo médico que acompañaba, nutricionista, actividad física, psicóloga. En algunos momentos pensé que lo lograba y nuevamente aparecía lo que no quiero y que persiste, ser esa ‘gordita a la que le gusta comer’”

A veces, la sensación de comer puede generar un cierto efecto placebo en momentos de estrés cuando hablamos de trastorno por atracón. “La comida hoy de adulta es mi pastilla, mi relajante ante cualquier emoción,  angustia, alegría. Generalmente, en todos los eventos tengo atracones, como todo. Un día en un baby shower estábamos todas comiendo cosas ricas, yo no daba más, lo sentía y de igual manera seguía comiendo. En un momento, tomo un pedazo de tarta dulce, la coloco en mi boca y, en lo que pasaba por mi garganta, una de las chicas me consulta: ‘¿De qué sabor es?’ Yo la miré y le dije...no sé. Ese momento fue tremendo para mí, el darme cuenta de que comí aún estando llena y sin que me entre un bocado más”, confesó para eltucumano.

Esa pregunta, fue la que desató en esta tucumana más incógnitas y algunas respuestas sobre su forma de actuar ante los alimentosEl problema que Caro aceptó ese día es similar al de millones de personas. Llevarse comida a la boca sin pensar siquiera qué es lo que estamos comiendo. Calmar los momentos de ansiedad con grandes ingestas de alimentos. Luchar contra la obesidad sin encontrar una respuesta 100% certera durante años al porqué de sus atracones. O bien privarse de la comida; abandonar la ingesta de alimentos y llegar a la delgadez extrema. Purgarse (producirse un vómito o una deposición) después de comer con una culpa inmensa. Contar caloría por caloría en cada paso de la vida.

Los trastornos de la conducta alimentaria se identifican con un lazo azul. Estos van desde la bulimia (atracones, seguidos de métodos para evitar el aumento de peso), la anorexia nerviosa (Trastorno alimentario que provoca que la persona se obsesione con su peso y lo que ingiere), la ortorexia (obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos), el trastorno por atracón, hasta la vigorexia (también llamada dismorfia corporal, es una alteración de la imagen corporal por la que el paciente presenta una preocupación excesiva hacia su cuerpo).Esta semana, el mundo habla de estos trastornos.

“Es una batalla que sigo sin ganarla” aseguró Caro. Esto, parece asemejarse a otros miles de relatos.  Y es que se sabe que existe una inmensa disparidad en el sesgo de género sobre quienes padecen este tipo de trastornos. El Dr. Douglass Bunnell, un psicólogo clínico y director clínico en el Monte Nido Eating Disorder Treatment Cente, explicó en una entrevista para instituto de salud mental infantil en español que existe una razón muy clara del porqué los trastornos son tan direccionados hacia las niñas: “Sabemos que la objetificación de las mujeres y el sexo prematuro o sexualización temprana de mujeres es un factor de riesgo de enfermedad psiquiátrica en niñas y mujeres. Así que creo que eso sucede en trastornos alimentarios. Es, sin duda, cierto que existe una cultura que promueve el ideal del cuerpo delgado, el cual se internaliza. Y podemos ver que, de alguna forma, las niñas caen presa de la cultura”.

¿Los trastornos alimenticios afectan el comportamiento social?

Prácticamente no existen eventos sociales en donde no esté involucrada la ingesta de alimentos o de bebidas. En ese sentido, es difícil pensar en una persona con algún trastorno alimenticio ocultando por mucho tiempo lo que le pasa, pues, en algún momento, su círculo social comenzará a extrañarse de su conducta frente a la comida. La licenciada en nutrición Noemí Díaz Aguirre, brindó una entrevista esta semana para Radio Municipal 87.9, con Manuel Aldonate y Romina Medina, en donde les explicó un poco sobre estos trastornos y sobre sus características para poder identificar desde afuera a alguien que los esté padeciendo: “Estos trastornos producen por lo general un comportamiento patológico frente a la ingesta de alimentos y también una obsesión por tener un control sobre el peso. Primero, hay que detectar estos comportamientos. Por ejemplo, si se rechazan alimentos, si hay actividad física en exceso, si controlan en exceso lo que comen, o si solo consumen alimentos saludables. Lo más conocido es la anorexia y la bulimia, pero la ortorexia y la vigorexia es algo de lo que se habla ahora, así como el trastorno del atracón” especificó.

“La ortorexia es esa obsesión con comer solamente cosas sanas. No me doy un permitido de salir con un amigo, por ejemplo, y decir que voy a comer algo por el momento social, me prohíbo todo eso.  Podemos sospechar de una vigorexia en esa obsesión por tener músculos. La persona se obsesiona demasiado con la comida, con el cuerpo, con estar musculosa y buscan cada vez más y más. Esto es peligroso para el cuerpo. Hay algunos trastornos que se van generando, aparecen enfermedades, disminuye la energía, se debilita el pelo, las uñas, la piel. Son muchos los síntomas que empiezan a aparecer”, dijo.

Fer tiene 41 años. Es mamá de tres niños y nutricionista. Lo que pocos saben, es que quien da consejos para aprender a alimentarse, en su adolescencia, sufrió bulimia: “Comencé a los 17, 18 años. Mi detonante fue la muerte de mi hermano que primero se enfermó de cáncer y, tras un largo proceso, falleció. Eso trajo aparejados muchos cambios emocionales, muchas tristezas, mucha pena. Al hacer tantos gastos en tratamientos en Buenos Aires hubo muchos cambios económicos, fue como si se hubiera cambiado el escenario de mi vida de repente. En ese movimiento, sentía mucha falta de aceptación hacia mí misma, en mi imagen, en lo cultural sobre cómo me veían los demás con todo lo que había pasado, que me afectaba mucho. Era un bucle, ansiedad por la comida, rechazar mi cuerpo, no tolerar como me veía. No podía salir, era una rueda”.”, recordó más de 20 años después de haber atravesado ese momento que estuvo marcado también por la imposición cultural de los años 90 en donde la delgadez extrema estaban en boga.

Como en muchos casos de trastornos alimenticios, fue la familia la que tomó cartas en el asunto: “Las riendas de todo las tomó mi madre, pero pude pedir ayuda. Yo en su momento me veía como una persona con ansiedad que no podía controlar lo que comía. Iba en aumento mi desesperación, mi angustia iba cada vez para peor, hasta que le dije a mi mamá que necesitaba ayuda, que necesitaba un cambio. Mi mamá buscó un tratamiento y fue inamovible. Yo en un momento me quise escapar y ella se puso firme para que yo no pueda salir del tratamiento”, dijo.

“En el medio hice tratamiento psicológico, me mantenían más estable, pero cuando tenía descanso de la terapia por vacaciones volvía a explotar todo. Volvía a saltar la tapa de la olla. Ahí fue cuando mi vieja tomó la decisión de que entre a un centro de día. Si bien tenés un centro médico que te ayuda, tenés terapias grupales, líderes, hay actividades recreativas, gimnasia, coro; un tratamiento bastante estricto y conductual donde te enfrentás a ciertas cosas. Si bien fue duro y difícil y quizás pueda haber otros caminos, el no poder salir de ahí sin atravesar el tratamiento, hizo que me enfrente al trastorno. Superé todo cuando puse de mi parte, cuando entendí que solo así terminaría esto”.

Actualmente, Fer encuentra en su historia un gran aprendizaje que también lo aplica a su manera de alimentarse y de ver la alimentación: “Creo que cualquier enfermedad es multifactorial. Como seres humanos somos un todo:  mente, cuerpo, espíritu. Hay que saber mirar y analizar todo lo que hace nuestro ser para vivir esta realidad como personas. Un trastorno alimenticio tiene todo un contenido psicológico por atrás, la verdad es que el tema de la comida es un escudo de todo lo que se manifiesta en nuestro interior. Hay que tener en cuenta cuestiones familiares, el rol de la madre, del padre, cómo percibo yo esa relación, las cosas que tenemos de nuestro árbol familiar, los mandatos, por ahí viene un poco el poder tomar esto desde una mirada más holística también, es decir, entender que somos mente cuerpo y alma”.

Hacer del conflicto una solución para otros

“Yo empecé a sentir que quería estudiar nutrición a partir de saber que tenía problemas de tiroides. Tuve un aumento de peso desmedido, esto fue cuando  tenía 14. Empecé a ver a esa edad cómo los médicos te asustaban con la alimentación, que en vez de reeducarte sobre cómo comer, te daban miedo a la comida, te daban pastillas. Yo pienso que con la comida no podemos enemistarnos como si fuera alcohol o cigarrillos, verla como algo malo. Con la comida tenemos que aprender a convivir. Fui a Gordos Anónimos en ese momento. Ahí pude ver que era posible comer bien y bajar de peso. Pude tener una buena relación con los alimentos. Prácticamente de ahí vino mi decisión de ser nutricionista. El problema que tuve después también hizo que me vuelque ahí. Pero siempre tuve ganas de ayudar. Se puede salir”, remarcó.

En la era de la des-información es muy sencillo entrar a internet y descargar dietas; descargar programas de generación de hábitos, sumarnos a ayunos interminables y buscar cambios inmediatos con planes extremos. Sin embargo, los profesionales de la salud indican que la comida no debería ser dictaminada a través de internet: “Siempre es recomendable buscar la guía de profesionales que me ayuden a llevar estos tratamientos, estas indicaciones. Llevar una dieta y cuidar el cuerpo es salud, pero hay una línea muy finita en esto para que no se vuelva patológico. Para armar una dieta el profesional debe entrevistarte para conocer tus horarios, tus hábitos, tus antecedentes, tu edad y tu economía. Solo en base a eso te deben dar una alimentación siempre personalizada. Todos son distintos”. Hace algunos días, en relación al saber qué y cómo comer, una paciente diagnosticada con diabetes nos contaba sobre la inmensa utilidad que fue para su nueva mentalidad el etiquetado frontal.

Casos como el de Caro o Fer son solamente ejemplos de personas comunes que nos rodean y que, aunque no nos hayamos dado cuenta, lidian con conflictos internos por la alimentación. A pesar de que se sabe que la mayoría de los trastornos los padecen las mujeres, Díaz Aguirre explicó que a su consultorio llegan niñas, niños, jóvenes y personas adultas, sin distinción de género: “Los trastornos alimenticios pueden afectar a todos”.

El consejo de la profesional de la salud apunta directamente a ese equilibrio entre tener una vida saludable en donde sabemos cómo y cuándo comer, y aceptar que la comida es también parte de ese proceso social y cultural de compartir con el otro. “Darse gustos y permitirse cada tanto el placer sin culpa”.

Finalmente, años después de su trastorno, Fer tiene un mensaje: “Es importante pedir ayuda. Muchas veces no podemos solos. Aceptar que tenemos errores, que nos pasan cosas y nos duelen cosas. Dejarnos atravesar por todo eso. Hay una luz, hay una salida. Si se puede”

Si vos necesitás informarte, pedir una consulta médica o comenzar a transitar tu relación con la alimentación de otra manera, en Tucumán podés ir al El CEPTA es un centro asistencial formado por un equipo de profesionales especializados en el diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de niños, adolescentes y adultos, con obesidad mórbida y TCA (bulimia y anorexia). Brinda atención ambulatoria e integral con el fin de favorecer la adherencia al tratamiento y mejorar la calidad de vida de los pacientes, a través de una derivación médica. La dirección es Lamadrid 623.