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Nadie es profeta en su tierra: el artista y genio simoqueño que no fue reconocido en Tucumán

ARTE

Nació en un pequeño pueblo llamado Monteagudo, y se proyectó al mundo. Coleccionistas de todos los países buscan sus obras. Solamente una plaza de la capital tucumana lleva su nombre. ¿Quién fue?





¿Pintor del pueblo o del dolor? Alfredo Gramajo Gutiérrez fue quizás el pintor más creativo y original representativo del arte nativista del siglo XX. Nació en un pequeño pueblo llamado Monteagudo, ubicado sobre la Ruta Provincial 157, perteneciente a Simoca. El pueblo, que lleva el nombre del intelectual tucumano que fue fundamental para la Revolución de Mayo, se fundó en 1870, cuando el Ferrocarril comenzó a pasar por allí.

Tan solo unos pocos años después del nacimiento del pueblo, en 1893, nacía Alfredo Gramajo Gutierrez. Cerquita de Monteagudo pasa el famoso Río Medina, uno de los mayores causantes de que poblaciones enteras como Medina, Lamadrid y otras tantas lo pierdan todo en la zona, y que decidan empezar de cero, muchos, en ese pueblo. Sin embargo, sigue siendo un lugar pequeño, casi invisible en el mapa de Tucumán, con una población de menos de 1000 habitantes.

De ese lugar surgió Alfredo. Y supo tanto fundirse, como despegarse del entorno para dibujarlo para el mundo. Fue el poeta Leopoldo Lugones el que lo describió como el pintor del pueblo, el que lo bautizó y el que de alguna manera lo colocó en un altar, del cual nunca más va a descender.

Gramajo retrataba la vida del norte, del trabajador rural, del ciudadano campesino. Su obra de la Feria de Simoca, por ejemplo, es una de las primeras en dibujar ese paseo tan característico del departamento Simoca, de la capital nacional del sulky (vigente hasta la fecha).

En el 2019, pocos días después de la asunción de Alberto Fernández, la periodista Fernanda Jara retrataba a través de INFOBAE la vida y obra del artista. Aquí retomó palabras del periodista de La Gaceta, Roberto Espinoza, quien replicaba el recuerdo de Gramajo sobre Monteagudo: “En ese ambiente casi brujo nací. Heredé de mi pueblo el aciago pesimismo y creía que la vida era solo un sueño perverso. El misterio era para mí algo real y tangible. Mi espíritu se alimentaba de tradiciones y consejos que andaban en boca de jóvenes y viejos, gente atormentada por lo sobrenatural me hablaba trasladando a mi espíritu sus hábitos, sus abominaciones, sus creencias”.

En el despacho de Alberto Fernández, tres obras del simoqueño eran las que pretendían dar el marco federal a ese gobierno que acababa de asumir.

Yo no pinto, documento. Nadie es profeta en su tierra”: esto decía el pintor durante su etapa más artística. Y que razón tenía. En Monteagudo está lleno de Gramajos, pero nadie en su pueblo natal recuerda o conoce su nombre. Si existiera alguien contemporáneo, ya no recuerdan nada del pintor que documentó con toda la gloria el paisaje en donde nació.

Pablo Fasce es Doctor en Historia por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, docente de la cátedra de Historia del Arte Americano 2 de la Licenciatura en Artes, FFyL UBA, y miembro del Centro Argentino de Investigadores en Arte (CAIA), entre otros cargos. En su bibliografía, Alfredo Gramajo Gutierrez parece ser ese artista infaltable para estudiar los retratos del NOA que el arte nativista brindó a partir de 1910 y con un gran énfasis en 1920.

Consultado para este artículo de eltucumano, Pablo detalló algunos de los logros académicos más grandes que obtuvo el simoqueño, en medio de una escena nacional que buscaba reivindicar a todo aquel que priorizara esa representación del ser argentino, fundamentalmente a través del paisaje y la representación casi poética del NOA:

“Gramajo Gutierrez es un artista que tuvo una gran fuerza. Por un lado, tuvo un éxito relativamente grande dentro de la escena artística institucional. A finales de la década del 10 se ganó un premio en el salón de decoración del salón nacional, luego en el salón de arte decorativo, luego otro premio en el salón nacional… va cosechando distintos logros. Él forma parte del envío argentino para la exposición iberoamericana de Sevilla. Hizo las decoraciones murales para el pabellón argentino y ganó una medalla de oro. El premio más importante que tuvo en Argentina se lo dio el ministerio de educación argentino en 1954, por su obra Velorio del Angelito:

Cuando se habla de la generación del centenario, se trata de recordar a grandes rasgos el trabajo de hombres y mujeres que buscaron la manera de implementar un mensaje de unidad sobre el ser y sentir nacional, sobre la identidad argentina, de cara al centenario de la Patria. A principios del siglo XX, la proliferación de las costumbres que provenían fundamentalmente de esa gran oleada de inmigrantes que impulsó la Ley Avellaneda, fueron tomadas de alguna manera como “amenazantes” para las costumbres criollas que muchos consideraban que se habían conformado desde los tiempos de la colonia en Argentina.

En ese afán de instalar distintos modos de representar la argentinidad, el Norte del país se convirtió de alguna manera en un ideal romántico de las costumbres y los paisajes más arraigados en esa representación de la identidad argentina más profunda. Así fue como el “ser argentino” se fue creando e instalando a través de distintos ámbitos. Uno de ellos, fue el arte. Y aquí es donde se distingue a este pintor: “Las voces más importantes de la crítica lo rescataron como figura. Se considera a Lugones como responsable de que el Martín Fierro se haya transformado en un emblema nacional. Fue ese mismo escritor el que publicó un artículo en La Nación explicando que para él, Gramajo Gutierrez era EL pintor Nacional” aseguró el Dr. Fasce.

“Gramajo tenía un vínculo cercano también con Ricardo Rojas, ya hay una obra en el museo de casa Ricardo Rojas de la década del 20 donde él ilustra una de las leyendas del Noroeste que Rojas compiló en ‘El País de la Selva’. Tuvieron un gran vínculo en este universo de las ideas americanistas y nacionalistas”.

Alfredo Gramajo Gutiérrez, La Salamanca, ilustración incluida en la edición de 1946 de El País de la selva de Ricardo Rojas realizada por la editorial Guillermo Kraft de Buenos Aires.

“Nací en un paisaje gris en un poblado tucumano donde el diablo andaba suelto, saturando el paisaje con su aliento e induciendo a los vecinos en cosas de misterio y brujería” – Alfredo Gramajo Gütierrez, sobre Simoca.

“Su trayectoria dentro de este universo es importante por el valor en sí mismo. El nació en Tucumán y es uno de los pocos artistas de su época que están vinculados al nativismo pero que es nacido en el lugar. La mayoría de los artistas nativistas son de Buenos Aires y conocen el Norte y lo representan por sus viajes. Gramajo Gutierrez nació en Monteagudo, fue huérfano muy joven y se fue a vivir a Buenos Aires. Tuvo una experiencia formativa rara porque tuvo un pasaje muy corto por la Sociedad de Estímulo y Bellas Artes como estudiante de dibujo. Trabajó en los Ferrocarriles desde joven, lo que le permito viajar de vuelta al Norte mucho”.

El trabajo en los ferrocarrilos lo llevó a desempeñarse como ilustrador en “Riel y fomento”, la revista de los ferroviarios:

Alfredo Gramajo Gutiérrez, Brujas (Riel y Fomento, nº27, julio de 1924)


Ilustración de Alfredo Gramajo Gutiérrez, Riel y Fomento, nº21, enero de 1924, p. 45.

Desde un punto de vista técnico… ¿Dónde reside la mayor grandeza de este tucumano?


Según detalló Pablo Fasce, el artista “Tiene particularidades muy propias que la hacen interesante y que la distinguen del resto. Su manera de mirar las costumbres, las creencias de las clases populares rurales se escapan un poco del estereotipo que aparece mucho en la imagen nativista. Tiene una mirada que reivindica la dimensión creativa y activa de la cultura popular, como en el ‘Velorio del angelito’ que le hizo ganar ese premio en 1954. Aquí se retrata el velorio de un angelito (un niño) en Catamarca en 1920. Se retrata esta imagen en el mismo lugar donde fue tomada. Muestra la fusión de costumbres y el sincretismo entre creencias andinas ancestrales y el mundo de la religiosidad cristiana, y como estos hombres y mujeres están tomando un rol activo en la difusión de estas costumbres. Es una cultura popular viva, no tan ligada a un pasado remoto de una cultura campesina y pasiva que se ve en otras imágenes”.

La famosa Feria de Simoca es una de las más antiguas de la provincia. En ella, se fusionan costumbres criollas, campesinas, obreras… y así por más de 100 años. La misma, crece año a año en su cantidad de puestos. Y pareciera que no existe familia del departamento Simoca que no se vincule a ella de alguna manera.

Alfredo Gramajo Gutiérrez, La feria de Simoca, 1937, óleo sobre tabla, 80 x 100 cm. Museo Benito Quinquela Martín, Buenos Aires.

Esta feria, ya era “la feria en los tiempos de Alfredo. Y supo retratarla también: “La obra La Feria de Simoca va en un mismo sentido, muestra el dinamismo y la vitalidad de esa escena del mercado de Simoca que es uno de los más grandes y populares de Tucumán. Aquí Gramajo muestra la vitalidad de las clases populares. El color va de la mano, el detalle de los textiles es también una manera de reivindicar a las culturas populares del NOA. Mostrar su capacidad creativa, sus capacidades de creación. Las obras reproducen eso de lo popular. Retablo de Jesús que está en el Palacio Nacional de las Bellas Artes muestran también esa cuestión popular, religiosa, creativa y activa del mundo popular del NOA” explicó el especialista.

Alfredo Gramajo Gutiérrez, Retablo de Jesús, 1930-8, óleo sobre madera terciada, 65.5 x 78.5 cm – 66,3 x 78 cm – 65.2 x 79.1 cm. Colección Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

Este año se cumplieron 130 años del nacimiento del gran artista en ese pequeño pueblo que queda a una hora en auto de la capital tucumana. Su presagio más grande sobre su futuro, fue que nadie es profeta en su tierra. A pesar de que en Tucumán casi nadie conoce su nombre, sus obras son buscadas al día de la fecha por coleccionistas de todo el mundo.

Don Gramajo murió en agosto de 1961. El lugar que más lo recuerda hoy en nuestra provincia, es la plaza ubicada frente al cementerio del Oeste. En su pueblo natal, nadie lo recuerda ni conoce su nombre. Quizás, hasta hoy.