Luz y Sombra: retratos inmortales de los tucumanos de fines del siglo XX
Abud Bachur creó el estudio fotográfico que retrató la vida social de Tucumán entre 1913 y 1998. Su hija Margarita se convirtió en la primera fotógrafa mujer. Conocé la historia. Fotos.
Margarita Bachur. Foto compartida por Marcelo Sosa en Fotos Antiguas de Tucumán.-
“Recuerdo que la casa Luz y Sombra tenía otras atracciones para los niños, como espejos que distorsionaban las imágenes, haciéndonos parecer gordos, flacos, altos o petisos. En el local de Maipú al 400, en el estudio del altillo había telones teatrales, con paisajes románticos, catedrales góticas y muebles de estilo”, así recuerda un miembro del grupo de Facebook: Fotos Antiguas de Tucumán, a uno de los primeros estudios fotográficos de Tucumán.
Y es que, entre 1913 y 1998, Luz y Sombra registró la vida social del Tucumán de fines del siglo XX. Casamientos, cumpleaños, niños disfrazados, en edad escolar, familias, la vida urbana de los tucumanos y tucumanas de aquella época fueron inmortalizados por Abud José Bachur y luego por su hija, Margarita Bachur. Actualmente, el grupo mencionado comparte un vasto archivo digitalizado y recuerdan con mucha nostalgia el lugar y la experiencia de fotografiarse allí.
Foto de 1915, compartida por Eduardo Iglesias.
La génesis
Desde Siria, Abud José Bachur, llegó a Tucumán a principios del siglo XX. Cuando el joven Bachur tenía apenas 18 años viajó a Estambul, donde se ocupó de la venta de tabaco. Allí se asoció a un grupo de emigrantes que organizaban un viaje a América. De esta manera, arribó a Buenos Aires con total desconocimiento del español, según relatan Marta Omil y Carlos Darío Albornoz en Una historia en fotos. El archivo Bachur.
Ya instalado en Argentina, Abud José tomó conocimiento de un lugar al que llamaban “La patria del azúcar”, que era nada más y nada menos que Tucumán. Tomó un tren y se instaló en nuestra provincia, donde, por una casualidad del destino conoció su profesión. “Durante los primeros años en Tucumán, trabajó en la casa de alguno de los ingenieros ingleses que construían el ferrocarril, y también como vendedor ambulante de telas. Hasta que conoció a un fotógrafo que quería vender su máquina y él se la compró. Y con ella comenzó el camino que marcaría su vida”, cuenta María Teresa Dantur, la única heredera de su memoria, en diálogo con eltucumano.
Abud Bachur en 1916. Foto compartida por Maria Teresa Dantur.
Por su parte, Margarita Bachur, hija de Abud y primera fotógrafa mujer de Tucumán, contaba la anécdota de la primera cámara de su padre en un reportaje con Albornoz en 1997: "Mi padre conoció a un señor que tenía una máquina fotográfica y le iba bastante mal, la quería vender, y entonces mi padre, con los pocos ahorros que tenía, le dijo: 'Si usted me enseña cómo se maneja, yo se la compro'. Y el señor le dio unas explicaciones y mi padre le compró la máquina que creo sabía decir, que era marca París".
Adud José no solo conoció la fotografía en este suelo, sino que también se enamoró y formó una familia: “En 1920 conoció a mi abuela, Ida Teresa Prioris, hija de italianos piamonteses, justamente al tomarle una fotografía en su estudio. Se casaron al año siguiente y tuvieron tres hijas mujeres”, cuenta María Teresa.
Y, muy orgullosa, relata un poco de la vida de su abuelo: “Le gustaba el cine, el teatro, todo tipo de espectáculos. Y supongo que todo eso, a la vez, enriquecía su actividad. Fue un apasionado por su trabajo, un hacedor constante y reconocido por su rectitud. Experimentador de diversas técnicas y nuevas formas y propuestas con marcado sentido estético. Artífice de infinidad de imágenes, algunas de las cuales hoy ya son icónicas.
Los inicios del estudio fotográfico
Según nos cuenta Maria Teresa, en 1913 su abuelo fundó la casa de fotos Luz y Sombra en calle Chacabuco al 300, que luego pasó a Muñecas al 200 y en 1930 a Maipú 488, su ubicación definitiva. Lugar que fue vivienda de la familia y galería fotográfica. Siendo una casa comprada a finales de su construcción, él le añadió una planta alta especialmente diseñada para funcionar como galería fotográfica (con una pared totalmente vidriada para tomar las fotos con luz natural) y en un lateral del patio construyó los locales necesarios para el proceso de elaboración.
Algunos de los telones de fondo de fotografía Luz y Sombra, pintados por Gaspar Spadafora. Foto: María Teresa Dantur.
Los años posteriores a 1930 no fueron fáciles. Margarita, en el reportaje con Albornoz, recordaba que, a pesar de sus pocos años, en cierta ocasión, sentía que el día que se mudan a la calle Maipú algo pasaba, le llamaba la atención ver que estaba todo muy oscuro. En efecto, habían cortado la luz: era la revolución del 6 de septiembre (primer golpe militar de la Argentina). La casa de fotografía fue uno de los pocos negocios instalados en esa desolada cuadra. El golpe de estado impulsado por Uriburu dio inicio a lo que se conoce como “la década infame”, de esta manera no se conseguían negativos, entonces optaron por sacar con películas radiográficas, reemplazo que llegó a sorprender a los de Kodak, cuando se lo comunicaron por carta.
Margarita, la primera fotógrafa mujer de Tucumán
De sus tres hijas mujeres, Margarita fue la única que continuó con el legado de su padre y su imagen en su estudio sacando una fotografía es una de las fotos que más reacciones genera en el grupo de Facebook. El recuerdo de ella persiste en la memoria de los tucumanos y tucumanas.
María Teresa cuenta que, a falta del hijo varón, cuando su tía Margarita (a quien ella recuerda con el apodo de Papita) cumplió 13 años, empezó a colaborar en el estudio por pedido de su padre. “Así fue como mi tía, casi una niña, se inició en la fotografía. Y se convertiría en la primera fotógrafa mujer de Tucumán. Actividad que ejerció durante 63 años, hasta 1998 en que vendió la casa, dos años antes de su muerte”.
“Fue una mujer curiosa, con ansias de saber y una memoria privilegiada. Le interesaba la información diaria tanto como la Historia, la Geografía, la Literatura, el Arte en general. Nunca perdió la costumbre de leer en voz alta. Yo misma he escuchado novelas enteras leídas por ella”, recuerda Dantur. En la memoria de su sobrina, Margarita era una fotógrafa autoexigente y minuciosa. Su labor era artesanal y le dedicaba todo el tiempo, el esfuerzo y la dedicación que merecía.
Las hermanas Bachur. Foto compartida por María Teresa Bachur.
Su sobrina sostiene que, con el auge del rol del fotógrafo en los años 90, Margarita advirtió que su oficio era algo más que lo que siempre había pensado. Y, de esta manera, alentó su deseo de que todo ese material con mucha historia no se perdiera, sino que pasará a formar parte de un museo de la fotografía.
El recuerdo de Teresa
María Teresa Dantur guarda en su memoria los recuerdos de la vida íntima del estudio fotográfico más importante de una época. Desde adentro, Teresa observaba a su abuelo y a su tía Margarita desempeñarse en el arte de la fotografía y brindarle a los tucumanos y tucumanas la inmortalidad de sus retratos.
“Hoy, una buena parte del archivo Bachur (de los miles de negativos, copias no retiradas, telones de fondo, máquinas, etc) ya están incluidos en el Museo de la Universidad Nacional de Tucumán. Los álbumes y los recuerdos familiares los conservo yo”, advierte María Teresa. Y es que, la memoría de lo que fue uno de los estudios fotográficos más importante del Tucumán del siglo XX es, a su vez, la memoria de su familia y de su infancia. Con mucha amabilidad, compartió esos recuerdos con eltucumano.com.
Mi hermano Eduardo Lalo y yo fuimos los únicos nietos/sobrinos, ya que la única de las hermanas que se casó fue mi mamá. El hecho de que mis tías se mantuvieran solteras nos hizo mantener un vínculo sumamente estrecho por siempre. Aunque vivíamos en casas separadas (mis tías siempre juntas), gran parte de nuestra vida transcurrió con mi familia materna. Me alegro que mi hijo pudo llegar a disfrutar también de sus tías-abuelas y de esa casa con tanta memoria. En esa casa también tuve yo por años mi estudio de Arquitectura.
Yo era la sobrina que esquivaba las fotos, pero que tenía que rendirse ante la insistencia. Hoy agradezco esa insistencia al poder ver todo lo que quedó registrado.
Desde chiquita me gustó participar de las rutinas del negocio. Recuerdo especialmente la noche de los sábados, noche de novios. Todo un ritual. Los novios sacaban turno con anticipación. Eran anotados, con muy buena caligrafía, en un cuaderno enorme de tapa dura. Elegían el telón de fondo o los cortinados. Épocas de cinco o más parejas por sábado (hablo de los años 60). El sábado llegaban con sus padrinos y otros acompañantes a tomarse las fotos, luego de la ceremonia y antes de la fiesta. Primero pasaban a una salita con lavabo y espejos para retocarse el peinado o el maquillaje. Luego subían la larga escalera que llevaba hasta la galería. Yo me entretenía acomodando la cola del vestido (pronto serían minifaldas, y se me acabaría la diversión). Mi tía prestaba atención a cada detalle, a cada gesto, a cada postura y daba todas las indicaciones necesarias hasta que su ojo clínico daba el visto bueno para registrar la escena. La que luego sería enmarcada en madera oscura o dorado a la hoja, según lo acordado.
Otra de mis preferencias era ver la tarea del retocador que trabajaba junto a un ventanal con luz natural y su afiladísimo lápiz. Unos pocos instrumentos le servían para hacer un finísimo Photoshop de aquellos tiempos.
Compartir con mi otra tía, Lela, mi madrina, cuando sus hábiles manos iluminaban-coloreaban algunas fotos blanco y negro con oleos aplicados con hisopos, era todo un placer para mí. Y me dejaba experimentar.
“Tengo la satisfacción de que nos recuerda con mucho cariño, como buenas personas”, afirma María Teresa, y no se equivoca.
Mirá algunas de las fotos del estudio Luz y Sombra:
Foto compartida por Ariel Hernando Campero en Facebook.
Foto compartida por Chabela Diaz en Facebook. “Mi amada madre Isabel Mercedes Paz en su foto de comunión de la casa Luz y sombra”.
Foto compartida por Ariel Hernando Campero en Facebook.