"Su nombre marcado a fuego": secretos y nostalgias de la Plaza Alberdi en Tucumán
La Plaza Alberdi se implantó en un terreno donado al Municipio por el ferrocarril Sunchales (hoy “Estación Mitre”), en el año 1889, perteneciente a la línea del ferrocarril General Bartolomé Mitre. | Por Gabriela Neme

Plaza Alberdi en sus comienzos.
La reciente celebración del día del abogado nos trajo a la memoria a una figura clave para los tucumanos: el Dr. Juan Bautista Alberdi, nacido un 29 de agosto de 1810 en nuestro Tucumán. Quedó grabado a fuego en la historia por su obra trascendental para nuestro nacimiento como República: las “Bases para la Organización Política de la Confederación Argentina”. Tal es la admiración que despertó que se fueron moldeando a través del tiempo diversas formas de homenajearlo, entre esas se erigió una Plaza en su nombre.
La Plaza Alberdi se implantó en un terreno donado al Municipio por el ferrocarril Sunchales (hoy “Estación Mitre”), en el año 1889, perteneciente a la línea del ferrocarril General Bartolomé Mitre. Esta estación tuvo gran importancia por ser la cabecera del ferrocarril Buenos Aires – Rosario y constituir una de las construcciones de mayor envergadura de la arquitectura ferroviaria nacional. Este sector de la ciudad se encontraba en etapa de consolidación pues surgió como un ensanche liberal del casco fundacional de 9 por 9, que sumó manzanas para llegar a una cuadricula de 15 por 13. Bordeando este ensanche su ubicó el “cinturón de hierro” delineado por las vías ferroviarias que unían las 5 estaciones existentes en San Miguel de Tucumán.
Al poco tiempo la Municipalidad decidió rediseñar la plaza para poder dar un escenario acorde a la estatua de Juan Bautista Alberdi, erigida en el centro de la manzana. Esta obra fue realizada por la grandiosa artista plástica Lola Mora, íntegramente en mármol de Carrara y placas de ónix de San Luis. El conjunto escultural se compone de varias figuras: por lado la del prócer como protagonista, representado en actitud meditabunda y de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza gacha. Por otro lado, a los pies de Alberdi aparece una joven esbelta que encarna una alegoría de la República, que le ofrece el libro Las Bases y una pluma para escribir, mientras asciende una grada. Detrás se ubicó a otra figura femenina que se encuentra apoyada en una lira en alusión a la música por la veta artística del tucumano, que era compositor y pianista. Finalmente, en el ángulo opuesto completa el conjunto la figura de un gracioso un ángel.
Pronto la Plaza fue transformando a la zona en un polo de atracción, en donde se fueron instalando hoteles, bares, restaurantes como actividades complementarias a la estación ferroviaria. Funcionó como la antesala de aquellos inmigrantes que llegaban a nuestras tierras, como el espacio de bienvenida a un lugar desconocido para ellos. Las palabras del gran Eduardo Galeano nos retrotraen a esas escenas vividas por aquellos hombres y mujeres que arribaron cargados de sueños y esperanza, en busca de nuevos horizontes: “Una piedra, un trébol de cuatro hojas, una flor que ya no tenía olor ni color, un zapato solo, un mechón de pelo, una vieja llave que había perdido su puerta, una pipa que había perdido su boca, el nombre de alguien bordado en un pañuelo, el retrato de alguien en marco de óvalo, una cobija que había sido compartida y otras cosas y cositas venían envueltas, entre ropas muy gastadas y lavadas, en las valijas de los peregrinos. No era mucho lo que cabía en cada valija, pero en cada valija cabía un mundo. Chueca, destartalada, atada con cordones o mal cerrada por herrajes herrumbrosos, cada valija era como eran todas, pero cada una era igual a ninguna. Los hombres y las mujeres llegados desde lejos se dejaban llevar, como sus valijas, de fila en fila, y se amontonaban, como sus valijas, esperando” (El viaje, 2006).
Durante muchas décadas fue el escenario del devenir de cientos de inmigrantes que fueron apropiándose poco a poco de nuestro querido Tucumán. Sin embargo, con el triste desenlace que tuvieron las líneas ferroviarias en Argentina, su movimiento fue apaciguándose y deteriorándose de a poco. La estatua protagonista de la Plaza, sufrió un proceso de degradación a través del tiempo por la agresión de los diferentes agentes climáticos, al ser el mármol un material poco apto para exteriores. Es así como se llevaron a cabo dos grandes restauraciones, la primera en 1992 por un grupo de restauradores italianos y por la escultora y restauradora tucumana Beatríz Cassagniga. La segunda fue en el 2013 y realizada ya por la tucumana y su grupo de trabajo. Hasta que se decidió incorporarle la cubierta que actualmente conocemos para un mayor resguardo de la pieza. Tal es la belleza que cuenta la máxima declaratoria a nivel nacional: es Monumento Histórico desde 2019.
En nuestros días, desde la Municipalidad se hicieron intervenciones para devolverle vida a este espacio único de nuestra ciudad, por sus múltiples valores entre ellos el paisajístico por su arboleda compuesta por ejemplares de la flora autóctona como tarcos y jacarandás. Continúa funcionando como el lugar de esparcimiento de los vecinos de la zona a donde van a hacer deportes, compartir mates o como lugar de juegos para los niños. Sin embargo, todavía nos despierta nostalgia al contemplar el edificio de la estación y el pasado perdido.