Pompee Valentin: "De una casualidad me terminé enamorando del instrumento"
En esta entrevista te presentamos a Pompee Valentin. Conversamos con él y nos cuenta sobre el disco que publicó hace no más de dos meses atrás. | Por Jerónimo Cipriani

A los pocos minutos de estar sentados conversando en Café Storni con Pompee, quedé sorprendido del bagaje musical con el que venía. Pensé en lo que había estado escuchando a mis veinte. Hablamos de música. Mucho quedó afuera de la entrevista porque fue divagar nada más que para introducirnos el uno al otro. Pompee habló un poco de sus cosas y me preguntó sobre las mías. En un momento me escuchaba como si yo fuera el entrevistado. Fue interesante y agradable conversar con él.
Pompee Valentin sacó un disco hace poco. Uno de naturaleza propia y desafectado del sonido que circula comúnmente en la escena indie.
- Me contaste que a los 16 años hiciste el disco.
- A los 16 termino todo el proceso de composición y hago las maquetas. Después llegó el momento en que la netbook no daba más por la cuestión de que explotaba prácticamente por tantos plugins y tantos sonidos. Entonces dije “bueno, hay que pasarlo a otra cosa”. Mi vieja tenía el contacto de Carlos Andujar y yo me contacté con él. Al principio la idea era de que yo aprenda a producir música de forma más profesional. Después le comenté que estaba armando un disco, le pasé un par de maquetas, le interesó y bueno, empezamos a laburar en eso.
Fue un proceso muy largo, por el hecho de que con Andujar nos juntábamos una o dos horas a la semana a producir nada más. Imaginate, los temas tenían entre treinta pistas y más. Porque hay partes orquestales. Lo más engorroso del disco fue grabar mi voz, porque plena adolescencia, yo no tenía la voz definida prácticamente. Entonces grabé una pasada entera de todo el disco y lo regrabé nuevamente.
- Trabajaste con varios estilos.
- Es que el disco es una melange de géneros prácticamente. Pasa por distintas cosas todo el tiempo. Eso fue, no solo surgiendo, sino también una cuestión hasta pensada de poder mezclar distintas cosas en la misma olla. Cosas que a mí me gustan. Hay temas que se parecen al funk brasileño, por ejemplo “ay hermano” es muy parecido.
- ¿Cómo llegaste al concepto del disco?
- El concepto del disco nació en sí de una similitud en la comparación de Tucumán con Haití. Por eso el nombre artístico de Pompee Valentin. Él fue un libertador haitiano, un tipo muy importante para la historia de ahí. El tema es por qué hago esta similitud entre Tucumán y Haití. Es el tema de la pobreza, la marginalidad y las cuestiones subyacentes que hay entre los dos. El disco cuenta la historia de un personaje, hombre o mujer, no importa, que sale a robar y muere en el proceso. Trata sobre el duelo de la familia. Hay jugueteo entre el personaje muerto, que sería un fantasma, y las personas. Por eso en algunos interludios hay esta cuestión de la muerte.
Al disco lo compuse a mis quince y luego lo fui laburando con la producción. En ese momento estaba de moda Arcade Fire. Hay un tema de ellos que se llama Haití y de ahí pegó la onda. También por mi viejo, que es muy melómano y aparte me había tirado datos de curiosidad de Haití. Es como que enganchó la idea y empecé a armar todo el disco con las similitudes que tenía en la cabeza.
Aparte, el disco va narrando la historia del personaje hasta el final. Por eso pongo tres interludios a lo largo del disco, donde, de forma poética, van contando distintas situaciones y enlazándolos con los temas.
- Otra cosa positiva es que el disco se despega o está desafectado del sonido que generalmente se escucha en las nuevas bandas pop. Está bueno que hayas buscado algo más personal. ¿Fue algo adrede?
- Ni siquiera fue una cuestión adrede, fue natural. Porque yo siempre tuve la influencia de mi familia que escuchaba mucha música. Por ejemplo, a mis once años yo estaba obsesionado prácticamente con la música académica y escuchaba esos playlist de tres horas de distintos autores. Luego fui a la ESEA, donde tuve el otro tipo de educación musical, que fue la música popular. Entonces, cuando me encontré armando el disco, es como que solo se fue encontrando ese camino de la parte orquestal con la música popular. Pero también fue como volviéndose adrede. Después escuché discos de música popular donde laburan el arreglo orquestal como para cerrar. “Bocanada” de Ceratti, por ejemplo. Salió de forma personal. Tampoco buscaba una cuestión de decir “quiero romper la escena musical”. Porque con 15 o 16 años tampoco es que tenía la gran idea de lo que sonaba en ese momento.
- ¿Trabajaste con otras personas aparte de Carlos Andujar?
- Sí. Fue un proyecto bien coral y eso a mí me encantó. El disco ya no forma parte de uno, sino que es de todos.
- ¿Quiénes participaron?
- En los bajos tocó Todorov y Samuel Aráoz. Carlos tocó guitarras, baterías y aparte hizo la mezcla y el máster. En las voces, aparte de mí, cantó Daira Romero y Eric Aguirre. José Juárez tocó el saxo y Samuel Aráoz la trompeta. Ellos dos también hicieron los arreglos de metales.
- ¿Qué andas escuchando?
- Ahora últimamente estaba escuchando Nick Cave, el disco “Ghosteen”. Un discazo. Me parece un compositor de la reconcha de la lora. Lo que respeto mucho de él es que te das cuenta de que tiene su impronta. En este disco hace algo distinto y juega con sintetizadores. Creo que lanza una trilogía de discos que se los dedica a la muerte de su hijo. “Ghosteen” es un disco que te parte, te destroza.
Después estaba escuchando una española que se llama Martirio. Hace un poco de flamenco. Hay un disco de flamenco y jazz muy bueno la verdad. Son de coplas españolas. Fantástico. También estoy escuchando Stravinsky, otras músicas. Últimamente estaba muy metido con Black Origami, Todd Rundgren también estoy escuchando. “A wizard, a true star”, me parece un discazo. Uno de mis discos favoritos. Luego de música de más de ahora ahora, lo que estaba escuchando es el último disco de Kendric Lamar. Tiene algunos detalles que está loco.
- Volviendo a tu disco, me dio la sensación de que es para escucharlo con atención. En el sentido de que tiene una línea de principio a fin que necesita ser escuchada.
- Me siento orgulloso de que mi música sea así. De que hay que sentarse a escucharla. Es como que, para mí, se está perdiendo la concepción del disco. De armar un disco que tenga una idea que funda, que esté impregnada en la obra. Esta cuestión de saco temas, que me parece bárbaro, cada quien escucha música como quiere. Pero acá a que el disco, la concepción del disco para un artista, para alguien que hace música, es muchísimo más complejo. Requiere mucho más craneamiento que largar un tema separado. Como hacen los traperos. Largan diez temas seguidos y ese el disco. Pero son temas que no tienen una cohesión entre sí.
- Todavía no entiendo el fenómeno, pero siento que existe alguna especie de carrera de publicar y publicar. Están todos publicando, y como que la gente equipararse a eso, estar “presente”. Y si no estás publicando, se ven forzados a postear algo en Instagram avisando que “se vienen cositas”. Es una charla que se viene repitiendo. Y creo que en algunas personas existe un deseo de ir en otra dirección a la hora de hacer y a la hora de escuchar música. Volver al disco y volver a una escucha más activa.
- Pienso que también he largado un disco porque desde pequeño siempre he escuchado discos. Mi crianza musical es antigua. Como será que escucho el disco en sí, que no tengo playlists y nada de ese tipo. A mí me cuesta escuchar una playlist de diez temas y diez autores distintos. Igual si voy a una fiesta o en cualquier situación, me adapto. Pero a mí me gusta escuchar disco. Me gusta conectar con un concepto.
- ¿Cómo arrancaste a escuchar música?
- Mi viejo es muy melómano. Escucha de todo. Te podría decir que escucha desde las variaciones goldberg de Bach hasta los Ramones. Pasa por todo y le encanta descubrir nueva música. En mi casa tenemos una computadora con un disco duro lleno de música. Ni mi papá ni mi mamá me impulsaron en la música, tipo “vos tenés que hacer música”. Fue una cuestión de libre fluir. Yo iba a un colegio y una profesora descubrió que tenía talento musical con la flauta dulce en la primaria. Después mis padres averiguaron por talleres de flauta dulce en el ISMUNT para niños, pero estaban ocupadísimos. Lo que había era piano, así que me metieron a piano y me enganché. De una casualidad me terminé enamorando completamente del instrumento.
- ¿Y cuándo vino la idea de componer y grabar?
- Fue curioso porque yo había compuesto una canción. Me habían regalado una notebook cuando yo tenía 12 y nunca me voy a olvidar, estaba el disco “The age of Adz” de Sufjan Stevens. Fue una de las inspiraciones para el disco porque él usa mucha orquesta. Pero ese disco es más de electrónica, el vago fusiona orquesta con electrónica. Discazo para mí. Ahí me disparó la idea de “grabemos”. Una cuestión de completo juego para ver cómo sucede y me enganché y empecé aprender por videos de YouTube. Luego me regalaron una placa de audio y un pequeño teclado midi y listo. Eso fue un puntapié, no paré más. Con eso terminé la idea y comencé a armar el disco y luego fui con Andujar y lo fuimos puliendo. Mucho del disco surge de la improvisación del momento. Fue un disco muy espontáneo y creo que en su composición, en su armado, es un disco que cierra. Se nota que hay una idea detrás. Pero algo curioso que me pasa con el disco es que no lo quiero volver a escuchar. Esa cuestión de “ya está, ya lo largué”.