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"Hoy, lo que son ruinas, antes era un pueblo": la historia de la primera usina hidráulica de Tucumán

Archivo histórico

Un archivo del inolvidable Mario Escobar, repasa lo que pasó con la ex-Usina Quebrada de Lules. El proyecto turístico y la desidia. VIDEO

Ruinas de la ex-usina de Lules.





El inolvidable periodista Mario Escobar, en el año 2004 para su programa Pasando Revista, visitaba las ruinas de lo que fue la “Usina Quebrada de Lules”. Su compañía y guía fue Tomás Pajon, quien vivió desde los 5 años de edad hasta los 30, y en su memoria guarda cada rincón de lo que alguna vez fue su pueblo y su hogar. “Cuando tenía cinco años, en el 1950, a mi papá lo trajeron de El Cadillal a la Usina. Hoy, lo que son ruinas totalmente abandonadas, antes era un pueblo”, cuenta Pajon.

Junto con sus padres y sus hermanos, la familia Pajon fue una de las 40 familias que tuvieron sus hogares allí. Tomás observa y presencia junto a Mario la quebrada y recuerda: “Era un pueblo con todas sus comodidades, tenía agua, luz, cancha de futbol, escuela, plaza, calles iluminadas”. Agrega Esobar que además tenía una fabrica de hielo, pasaba el ferrocarril y había un chalet de huésped tipo ingles.

A medida que avanza el programa, Tomás explica cada una de las partes de los restos que quedan y cómo funcionaba el lugar, y cuenta: “Los saqueadores se llevaron el cobre que tenía alto valor comercial. Esto quedo libre y abandonado, ya nadie tiene poder sobre este lugar, está a la buena de Dios”.

La historia de la primera usina hidráulica de la provincia

En el año 1912 se inauguró la usina de Lules. Por una ley de Luis F. Nougues, cuenta Mario Escobar, se le da la concesión a Tomás Fleming para que explote las aguas del río Lules y así distribuir energía a toda la provincia. En 1920 ya las familias se instalaron en ese lugar con el camino habilitado.

Escobar continua el relato: “La usina contaba con un dique nivelador que tenía tres compuertas direccionadas manualmente por un sistema de engranajes que servía para desviar el agua hacia la boca del túnel. Es un túnel de 6 km de largo que hay, a 180 metros de altura sobre el río, una obra monumental y de gran envergadura para la época. Fue una de las obras más importantes de la Argentina”. Mientras relata la historia, la cámara muestra las ruinas y el conductor se sorprende de los vestigios de la ex usina: “Todo esto se construyó a pico y pala, no había maquinas constructoras. Este camino se construyó con mucho esfuerzo. Sobre este lugar iba una autovía, ¿saben lo que era el autovía?”, pregunta a la cámara y se responde: “Un vehículo cerrado, una especie de rural de color verde, que presentaba un curioso diseño: llevaba adelante un par de ruedas de neumático, como los autos, y las traseras eran de hierro y rodaban sobre vías”. Mientras explica el curioso medio de transporte, las imágenes de las ruinas del lugar se hacen presentes. “Este autovía comenzó a funcionar en el año 1920, desde la Usina hasta La Lechería ubicada en San Pablo. Dejó de funcionar en 1945 dando paso a este camino enripiado para la circulación de otro tipo de transporte, el paisaje de Lules y el camino a la quebrada”.

Pero el final de la hidroeléctrica llego: “En 1930 la concesión de Fleming se transfirió a una sociedad anónima, la Compañía Hidroeléctrica de Tucumán. En 1930 la legislatura decidió investigar la concesión y en 1942 se accionó judicialmente para obtener la caducidad. La intervención federal de Alberto Baldrich, el 25 de abril de 1944, revocó la concesión de la hidroeléctrica y expropio todos sus bienes, entre ellos la usina de Lules. Durante la presidencia de Perón, la empresa pasó a manos del Estado Nacional con el nombre de Agua y Energía, la explotó hasta 1973, año en que dejo de funcionar por una avalancha de piedra y lodo que la tapo casi por completo ante la indiferencia de los gobiernos de turno”cuenta. “¡Que bárbaro!”, exclama el conductor ante la increíble historia de lo que sus ojos ven en modo de ruinas.

“Yo estuve hasta 1960 aproximadamente, en ese tiempo estaba funcionando a pleno. Deja de funcionar en el 1973 porque se produjo una avalancha de tierra y lodo que dejo imposibilitada por completo y ahí es abandonada por las autoridades de turno y empezó el deterioro, los robos. Se supone que por aquí también bajaron los conquistadores que venían del Alto Perú”, cuenta Tomás.

El proyecto turístico que nunca fue

“Un diario del 10 de julio de 1994 titula: Complejo Turístico para la Quebrada de Lules. El entonces gobernador Ramón Ortega aprobaba un proyecto destinado a la construcción de un complejo. La moderna obra, dice el diario, será emplazada en la Quebrada de Lules. El proyecto aprobado con una inversión de casi un millón de dólares, en ese momento, dotaría a la zona de comodidades necesarias para convertir al lugar en una verdadera expresión de las maravillas del piedemonte tucumano. Justamente en esa zona de la unión de la Sierra de San Javier y el morro de Yerba Huasi, y donde baja serpenteando el río Lules, se levantarán alojamientos, confiterías, piletas, asadores, juegos infantiles, campos de deporte, cabañas, área para camping, sanitarios, quinchos, zona de administración, estacionamiento. Y aquí están viendo ustedes lo que hay en el 2004, diez años han pasado de esta inversión y quedo en eso nomás, inversión”, contaba Escobar entre la emoción y la indignación, mientras recorría lo que alguna vez fue una gran promesa.

Mientras el conductor y Tomás subían la montaña, en medio de lo que antes era el hogar de Tomás y hoy es completa naturaleza, recuerda su niñez: “Lo de turismo siempre fue una promesa, pero nunca se ha cumplido”, dice.

“¿Por qué?” Se pregunta indignado Escobar. “Por qué, ni siquiera cuando es ruina podemos explotar esto. Tenemos todas las condiciones para que esta ex - usina se convierta en un punto turístico, es una lástima”, se lamentaba el histórico conductor hace 20 años. Hoy, en el 2023, los luleños y luleñas y todo aquel que visite las ruinas se siguen preguntando lo mismo.

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