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Transformar el dolor en amor a través del fútbol: así recuerda San Pablo a Tihago

HISTORIAS DE ACÁ

El 19 de enero, Tihago Santillán (8) dejaba este mundo de manera repentina. Pero en la cancha, una inmensa familia decidió abrazar a su mamá y acompañar el dolor con alegría y con pasión futbolera.

El mural en la cancha de Pequeños Gigantes.





No existen las fórmulas mágicas para sobrellevar los duelos. Mucho menos, cuando la muerte es de un hijo. Una madre, un padre, seguramente batallarán largo tiempo hasta que la paz comience a llegar a sus corazones. Sin embargo, en medio de la oscuridad que encierra la muerte, hay algunas cándelas que se encienden, iluminando caminos inesperados que a muchos los condudcen a sentirse en presencia de sus seres queridos.

Este es el caso de los vecinos y vecinas de San Pablo, que se unieron por amor y por la memoria de un pequeño goleador que llevan en sus corazones: Tihaguito.

En enero de este año, días después de un golpe –aparentemente menor- Tihago fallecía de manera repentina en el hospital del Niño Jesús. La causa de muerte: septicemia. Sin embargo, lejos de haber terminado su historia, pareciera que su nombre recién empezaba a tomar fuerza.

Siendo menor de cinco hermanos varones, todos adictos al fútbol, Tihago no fue la excepción: “Desde pequeño iba a la cancha,  a los cuatro años empezó en San Pablo. Siempre acompañó a sus hermanos y luego empezó el solo. El año pasado, la categoría en la que jugaba salió campeona de la liga tucumana gracias a sus goles. Fue él quien decidió solo jugar con los más chiquitos, probarse y ganar su lugar en “Pequeños Gigantes”.

Después de los primeros días sin Tihago, Mari, su mamá, se encontró con un abrazo gigante: el de los Pequeños Gigantes y sus mamás. Cada entrenamiento, cada torneo, cada final, Mari y Tihago están presentes. Y es que la carita del pequeño futbolista está estampada en cada una de las camisetas de los jugadores que este año están de torneo. Y no solo ahí: en un mural, en un banner, y fundamentalmente, en sus corazones: “Esas personas me dan la fuerza para poder seguir, siento que él va conmigo a la cancha. Las otras mamás me hacen sentir lo mismo, los chicos se amontonan y me abrazan, es como si mi hijo me abrazara. Me dedican todos los goles a mí y a Tihaguito” contó María, emocionada, a eltucumano.

Esta pequeña pero gran cadena humana que está ayudando a Mari y a toda su familia a atravesar los primeros tiempos del duelo, es una cadena que se va llenando de magia, según cree la mamá del goleador de San Pablo: “Están jugando ahora un campeonato, le pusieron El Facha al equipo en honor a mi  hijo, estoy muy agradecida con ellos, y encima me dicen que van ganando porque se lo piden a él. Yo escucho como lo llaman y le piden ayuda a Tihago en medio de los partidos, y como le agradecen después. Es emocionante para mí. Quiero agradecerles a Pequeños Gigantes, y al club San Pablo por el gran homenaje”.

Tihago tenía 8 años. Soñaba con ser famoso, e irónicamente, nos cuenta su mamá que estos meses su nombre suena en cada rincón de su comunidad. Sus ídolos mayores eran su hermano Tomás y Julían Álvarez. Era el más chiquito de una cadena de hermanos que tienen entre 28 y 17 años. A pesar de que todos saben que Tihago no volverá cómo antes, seguirá volviendo una y otra vez en esas canchas, en esas tribunas, en esos abrazos, y en ese amor interminable que regala el fútbol a quienes lo viven con verdadera pasión.