"Este regreso fue soñado": La Diosa Tucumana de la cumbia que volvió para quedarse
Hija de uno de los pioneros de nuestra cumbia, Isabelita fue una de las estrellas femeninas que animaron la escena tropical de los noventa. Casi 30 años después, regresó a la música: “La gente me recuerda con tanto cariño porque marqué una época”. Lo nuevo de La Diosa.

Corría la década del noventa y la Argentina se movía al ritmo de la cumbia. La música tropical había pasado de las bailantas a las discos, de las discos a los casamientos, de los casamientos a los walkmans y a los parlantes al mango sonando en las veredas. La cumbia era un fenómeno cultural que gozaba de una masificación sin precedentes para el género. En la cresta de esa ola expansiva, había sólo un puñado de voces femeninas. Pionera de esa movida dominada por hombres, Isabelita “La Diosa Tucumana” se hacía camino al cantar: “En ese momento estaban Lía Crucet, Gladys la Bomba y estaba yo. También había unas cuantas chicas que cantaban y que recién estaban empezando como Mónica Cruz, Gilda y Violeta. Por eso la gente me recuerda con tanto cariño porque marqué una época”. Casi treinta años después de sus últimas grabaciones y presentaciones en vivo, Isabelita decidió volver a la música.
Para contar la historia de La Diosa Tucumana, hay que remontarse varias décadas atrás cuando en una casa del barrio de Ciudadela funcionaba una de las grandes usinas de la cumbia local. En esa casa ensayaba la banda Tito Juárez y sus chicas, agrupación pionera de la música tropical autóctona. En esa casa también se inició como cantante una jovencísima Gladys Nelly del Carmen Jiménez cuando lejos estaba aún de convertirse en “La Bomba Tucumana”. Y en esa casa del pasaje República, cerca de la cancha de San Martín, creció, rodeada de instrumentos y acunada por ritmos cumbieros Rosana Isabel Juárez, hija de Tito Juárez, unos de los responsables de levantar los cimientos de la cumbia tucumana. Rosana Isabel es Isabelita, es la Diosa Tucumana, es la heredera del legado tropical y es la protagonista de esta historia inscripta en las páginas doradas de la cumbia.
Cuenta la leyenda que todo empezó como un juego de niña fascinada por ese universo de sonidos. “Toda mi vida crecí rodeada de música. Tenía tres meses, era una bebé, y me dejaban en el bombo de la batería. Crecí con músicos en casa todo el tiempo por el grupo de mi papá. Y siempre soñé con cantar. Después de acomodar los instrumentos de la sala de ensayo, agarraba el micrófono, me ponía delante de un espejo gigante que había y me ponía a cantar”, relata la mujer de 53 años a eltucumano.com desde su casa en Buenos Aires.
“Por nuestra casa familiar pasaron todos los músicos de cumbia de Tucumán. En ese momento estaban Don Carlos, El Maestro Avelino, Vielmetti y mi papá, ellos eran los cuatro referentes que había en la provincia. Mi papá siempre tuvo mujeres en sus bandas”, cuenta la artista. Isabelita era una adolescente menuda y morocha en tiempos donde la puesta en escena de la cumbia exigía cuerpos femeninos esculturales y pulposos: “Yo era muy flaquita, nunca pensé que me iban a hacer cantar”.
Pero un día le llegó esa oportunidad que tanto anhelaba: “Un día faltó una de las chicas y el tecladista de la banda me dijo: ‘preparate que esta noche cantás’. Me acuerdo que tuvieron que arreglarme la ropa porque me quedaba grande. Esa noche mi papá me presentó en público y, desde ahí, nunca dejé de cantar. Hacía coros, tocaba el bongó y el wiro”. Tenía apenas quince años y había debutado en la Expo cantando la canción “Macumba” de Verónica Castro: “Fue una experiencia hermosa, divina, no pensaba que me iban a nombrar ni a hacer cantar ese día. Cuando agarré el micrófono fue cumplir ese sueño de niña. Como la gente me re aplaudió, al otro día me hicieron cantar cuatro veces el mismo tema porque era el único que me sabía”.
Pasaron muchos años en los que Isabelita fue una de las chicas de Tito Juárez y sus chicas. Durante toda la década del ochenta la cumbia sonó fuerte en Tucumán. Sin embargo, la sabiduría popular reza que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. Y los dioses de la cumbia no están exentos de esa regla. Arrancaba la década del noventa y Tito y su hija llevaron su música a la capital: “Nos vivimos a Buenos Aires a probar suerte como se dice. Llegamos y al poco tiempo conseguimos un baile. Justo había unos productores que estaban buscando una cantante y nos mandan a hacer una prueba a Terremoto, el baile de los Kirovsky, los dueños del sello Magenta. Me acuerdo que ese día hago la prueba y Lucho Paz, el locutor, me dice: ‘Isabel, te felicito, grabás con Magenta”. Fundada en 1967 por Oscar Kirovsky, la discográfica Magenta comenzó como un sello abocado, principalmente, a la música folclórica nacional. A partir de la década del ochenta, cuando toma la posta su hijo Norberto Kirovsky, Magenta se vuelve uno de los grandes bastiones de la industria de la música tropical por el que pasaron artistas como Rodrigo, Grupo Sombras, Gilda, Gladys La Bomba Tucumana, Damas Gratis, Comanche y muchos otros.
En plena cresta de la ola cumbiera con epicentro en Buenos Aires, ya convertida en “La Diosa Tucumana”, Isabelita grabó los discos Isabelita La Diosa Tucumana (1991), Tengo miedo de enamorarme (1992), Ella o yo (1993) y Él dice que no (1996). “Me acuerdo como si fuera ayer, me traje a toda mi familia a vivir a Munro. Vino mi mamá, mis hermanas, mis sobrinos… Trabajé muchísimo en esa época. Fue el mejor momento de la cumbia, era impresionante la cantidad de bailes que había acá… Fantástico, Tentación, Diversión, Tornado, Invasión Tropical de La Matanza… Después vino un impasse de muchos años”.
¿Por qué dejó la música con una carrera ascendente en el auge de la cumbia en todo el país? A la respuesta a esa pregunta Isabelita la tiene guardada en su corazón: “De 1996 es el último material que yo grabo y después no canté más hasta hace muy pocos meses que volví. No cuento por qué, me lo quedo para mí porque es una cuestión muy personal”.
“La gente me está acompañando un montón en este momento. Recibí tantos mensajes, de tanto amor… Todos estos días estuve leyendo mensajes y llorando. No podía creer que había marcado tanto a una generación. Me emocionó mucho porque la gente también fue consciente de esta vuelta. Hay temas que decía quién se va a acordar de esta canción y la gente se acordaba. Fue tan personal cada mensaje, de tanto amor, gente que me dijo: ‘yo te escuchaba cuando tenía nueve años y hasta el día de hoy sigo escuchando tu música…’”, comenta con la emoción a flor de piel La Diosa Tucumana.
El regreso comenzó a gestarse con una colaboración junto a la banda Del Coco donde toca su marido Alejandro Bértolo. Luego vinieron las grabaciones de los temas “Por qué te fuiste” y “La pollera colorá” ya en formato solista que presentó la semana pasada en la meca televisiva de la cumbia Pasión de sábado: “En este momento estamos haciendo promoción en televisión y radio y muy pronto vuelvo a tocar, ya tengo pautados varios bailes para el mes que viene. La verdad que estoy muy feliz por todo lo que me está pasando, nunca imaginé este amor de la gente… Este regreso fue soñado. Mi fans club se armó de nuevo y Nelly, la presidenta, vino a acompañarme el otro día a Pasión de sábado”.
“La gente fue la que me incentivó a volver. Es algo que tenía que hacer y hoy estoy muy feliz. Para mí es magnífico que me acompañe mi provincia en este regreso, por eso quiero agradecerles a los tucumanos, gracias por acompañarme. Les mando un beso enorme y espero estar muy pronto ahí para poder brindarles mí música”, cierra Isabelita para luego confesar que ya está en tratativas para presentarse pronto en Tucumán. Isabelita vuelve y esta vez llegó para quedarse. La cumbia tucumana la recibe con los brazos abiertos.
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