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"Este es el templo de la juventud, entra sólo a cultivarte": la verdadera historia del Palacio de los Deportes de Tucumán

PATRIMONIO

La frase invitaba a ingresar a los visitantes al Palacio de los deportes, ubicado en el sector este del Parque 9 de julio, sobre la Av. Coronel Suárez. Sin embargo, esa leyenda se fue desdibujando con el tiempo, al igual que este espacio que atravesó períodos de intermitencia en su funcionamiento hasta llegar, lamentablemente, a su decadencia y abandono. ¿Qué pasó? | Por Gabriela Neme

El Palacio, hoy.





“Este es el templo de la juventud, entra sólo a cultivarte”, era la frase que invitaba a ingresar a los visitantes al Palacio de los deportes, ubicado en el sector este del Parque 9 de julio, sobre la Av. Coronel Suárez. Sin embargo, esa leyenda se fue desdibujando con el tiempo, al igual que este espacio que atravesó períodos de intermitencia en su funcionamiento hasta llegar, lamentablemente, a su decadencia y abandono.

El proyecto a cargo del arquitecto Enrique Gallardo Vázquez (autor de la ex terminal de ómnibus) nace con el nombre de “Anfiteatro Parque 9 de Julio” (llamado luego Palacio de los Deportes). Su construcción se inició en el año 1962 pero fue interrumpida, hasta que en 1977 el entonces gobernador Antonio Bussi dispone los medios necesarios para su conclusión y en tan solo 4 días se techaron los 4000 m2 de la cubierta. Se inaugura el 24 de septiembre de 1977 con la presentación de un espectáculo que incluía un ballet de patín de la escuela alemana y la participación del presidente Videla. 

Este nuevo espacio de nuestra ciudad vislumbraba un futuro prometedor, ya que aspiraba ser el escenario de grandes espectáculos artísticos y deportivos (básquetbol, tenis, vóley, pelota el cesto, entre otros deportes) y preveía albergar a 5000 espectadores sentados. Asimismo, se presentó una maqueta que proyectaba, en una segunda etapa, la construcción de una pista de atletismo, natatorios olímpicos y saltos ornamentales, que lo convertiría en el principal escenario deportivo de la región.

El diseño elegido para la implantación del Palacio fue una planta en forma de abanico a la manera de los teatros griegos, análogo al utilizado en el anfiteatro de El Cadillal, pero protegido por una cubierta. Esta tipología resulta extremadamente funcional en cuanto permite tener las mejores visuales, acústica y capacidad de evacuación. La originalidad del edificio reside en que no posee un cerramiento perimetral, con la intención de conectarse con la naturaleza circundante del Parque. 

La volumetría se organizó en tres niveles: pórtico de acceso, con terrazas y servicios, tribunas y cabina de periodistas y un voladizo como remate. Responde a las características fundamentales de la arquitectura tardomoderna: carácter y escala monumental, sinceridad y contundencia de los elementos constructivos, expresando sin ningún tipo de recubrimiento tanto materiales como sistemas constructivos y estructurales y énfasis en las cubiertas y explanadas como elementos arquitectónicos protagónicos de la obra, según describe el Arq. Raimundo Rubio. 

Es así como esta maravillosa obra se transformó en el escenario de campeonatos deportivos nacionales e internacionales, como el Mundial de Tiro al Platillo (1981), en lugar de lanzamiento de maratones y de conmemoraciones varias como el festival por los 50 años de LV 7 (1978). Aquí también transcurrieron importantes shows musicales que tuvieron como protagonistas a los artistas que en los años ´80 transitaban su momento de gloria como Charly García, Lito Nebbia, Piero, Fito Páez, Baglieto, Soda Stéreo, Spinetta, Menudo, entre otros. Algunos tucumanos cuentan que también asistían en los años ‘80 a una colonia de vacaciones, que funcionaba allí.

Lamentablemente, una vez más, el destino de este proyecto quedó trunco, al caer en el abandono y decadencia, como ocurrió con su vecina contemporánea en estilo arquitectónico y época de construcción: la Confitería del Lago. Así fue que comenzó una sucesión de numerosos intentos de recuperación del Palacio, protagonizados por los gobiernos de turno. En el año 1994 se anunció que un concesionario privado invertiría; en 1999 el intendente Oscar Paz divulgó que una firma propuso recuperarlo; en 2011, con motivo del bicentenario de la independencia, Luis Lobo Chaklián, subsecretario de Planificación Urbana de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, sostuvo que iba a remontarse; en 2013 el gobernador José Alperovich prometió convertirlo en un micro estadio deportivo, iniciativa confirmada por José López, Secretario de Obras Públicas de la Nación. El último intento es del año 2018, cuando el intendente Germán Alfaro reveló un proyecto del Municipio denominado “Centro de Espectáculos Polifuncional” (CEP), que lo transformaría en auditorio de escala media capaz de albergar todo tipo de espectáculos.  

La realidad es que estos intentos no llegaron a concretarse hasta el momento y al visitar recientemente nuestro Palacio de los Deportes, me invadieron sentimientos de tristeza y pena por su estado de abandono, por el desmantelamiento de su equipamiento (como las butacas de hormigón de exquisito diseño) y por comprobar el potencial latente en este edificio cargado de valores. A la vez, percibí con cierta esperanza que este espacio podría estar en vías de recuperación porque allí se encontraban trabajadores re-techando la cubierta para intentar preservarlo ante la contingencia de su deterioro progresivo, hasta que se habiliten fondos para su restauración, según se espera desde la Municipalidad, que permitan concretar el proyecto del CEP.

Ahora bien, la pregunta que los tucumanos nos hacemos es: ¿su rehabilitación realmente vale la pena? Desde el aspecto técnico posee un gran valor por ser un espacio flexible, de adecuada implantación en su sitio, respetuoso de la naturaleza, que requiere un mínimo mantenimiento al ser de materiales nuestros, sencillos, baratos y de fácil disponibilidad, de claridad funcional, excelentes visuales y acústica y por manifestar el espíritu de su época. Mientras que, desde lo emotivo, el Palacio de los Deportes está anclado en nuestra memoria colectiva porque, por un lado, forma parte de la historia de los tucumanos que lo disfrutaron en inolvidables eventos deportivos y culturales; y, por otro, es parte del paisaje trazado por el Parque. Por todo esto, su rehabilitación resulta fundamental para que los tucumanos contemos con un edificio de escala media, capaz de transformase en un atractor económico y turístico para posibilite a nuestra provincia encaminarse a posicionarse nuevamente como el corazón del norte argentino.