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"Es un clásico": Pamela y el secreto de los cafés batidos más ricos que se toman en el Mercofrut

HISTORIAS DE ACÁ

Desde hace diez años prepara el desayuno para cientos de puesteros y changarines. Cuántas de azúcar, cuántas de café, el chorro de soda y el toque final para acompañarlo como Dios manda: "Algunos lo toman con seis tortillas".

Cecilia y Pamela, juntas en el puesto de café.





Una cucharada de café cargada, una y media de azúcar estándar, un golpe de soda y a batir y a batir y a batir hasta que se forme la crema color crema, agua caliente a punto y beber sin moderación. Porque es tan rico el café que prepara Pamela que uno solo no alcanza para estar despierto y calmar el hambre hasta el mediodía.

Acá, mientras Pamela bate otro café, estamos en la Nave D del Mercofrut. Ya son las once de la mañana. Desde las cinco y media que Pamela es una de las cafeteras que atiende a puesteros y changarines por igual, en efectivo o anotado hasta el final del día, siempre con la confianza en la mirada y el sorbo en el paladar. 

“Hace más de 10 años que estoy aquí. Entre idas y vueltas, unos 15 en total. Es una herencia familiar. Toda mi familia, parte de mi pareja, mi cuñada, todas somos cafeteras. En total hay diez puestitos de café. En mi puesto estoy yo con dos ayudantas y una persona que me trae del bar todo lo que necesite: agua caliente, leche, fiambre, lo que necesite”, cuenta Pamela, sin pausas, como cuando bate un café y lo sirve con dos tortillas por $280, todo un clásico de las mañanas del Mercofrut.

“¿El café batido? Un clasiquísimo del Mercofrut. ¿Cómo lo hago? Una cuchara de café, el azúcar estándar, sí o sí la soda porque le hace la espuma y va con tortillas a 280 o con facturas a 300. También tengo sánguches: el apretado a 300 o 400, depende de la cantidad de fiambre que te pidan. Pero acá son mucho de las tortillas. Hay algunos que se comen cinco o seis tortillas. Y acá el café es batido, una tradición que viene desde el mercado anterior”, explica Pamela, mientras un changarín le pregunta si le quedó algún boliito suelto.

¿Por qué el café batido? “No hay otra forma de tomarlo. En tu casa deberías hacerlo así. Hay chicas que traen preparado a la mezcla con la batidora, pero no es lo mismo. Y el pan, el pan de los apretados es infaltable. Antes traíamos un pan crocante que era la emoción del Mercofrut, lo traíamos de una panadería especial y volaba. Lo dejamos de traer porque está mucho más caro todo ahora. Con el calor aumenta la venta, pero es poca la ganancia. En invierno vuelve el pan que a todos les gusta”.

Despierta desde el alba como todos los días, con las uñas esculpidas y diseñadas al tono, Pamela no pierde la sonrisa durante ningún momento de la charla con eltucumano. “Ya te acostumbrás al horario. Vos misma querés brindarle lo mejor al cliente y si tu cliente llega temprano vos tenés que estar ahí. Con la mirada ya sabés qué toma, a qué hora, sabés que el cliente te está esperando. Y la sonrisa siempre es importante, claro”. 

Rodeadas de hombres, Pamela resume cómo es ser mujer en el Mercofrut: “Están los desubicados, pero si te conocen cómo sos vos no llegan a ningún punto. Hay muchos varones, pero muchas chicas también. Pero en general el clima es muy bueno. El Mercofrut tiene buena gente, de mucha plata, clase baja, pero buena gente en general. Aquí todos estamos laburando al palo. Durante el único momento que descansás es con tu café y ahí hacés de psicóloga: todos te cuentan todo, te desenvolvés, te cansás, te despabilás, y así se pasa el día”.

Luego de un momento difícil como fue la pandemia, Pamela agradece a la vida haber vuelto con todo al Mercofrut desde hace ocho meses y se ruboriza cuando le dicen que tiene el café más rico del mercado: “No sé si el más rico, pero las ganas están. Las ganas son el secreto. Antes éramos las dos, mi compañera quedó embarazada y ahora estoy yo: sé los gustos de cada cliente y a la vez cada cliente tiene a su cafetera. Acá no hay traición. Acá hay respeto. Y café, acá en el Mercofrut hay muy buen café”.