"Los niños crecemos y nos damos cuenta de quien nos amó": Celeste y el amor por su papá Roque
"Esto sonará fuerte, pero es la verdad. Elijo a mi padrastro por sobre mi papá toda la vida": la historia de papá Roque, y cómo los niños crecen y devuelven el amor que reciben.

Celeste y Roque, en uno de sus almuerzos habituales.
Dicen que el amor es la única fuerza expansiva que no se termina, que puede crecer y crecer dentro de cada persona, sin hacer daño, sin acabarse, sin limitarse. Tan fuerte es, que va más allá de los lazos de sangre, de lo convencional, y de lo esperado.
La historia de hoy es, al igual que tantas otras que hemos contado por aquí, una historia de amor, amor familiar, amor paternal, amor que no se agota. Seguramente no es una historia única o aislada, o un caso demasiado distinto de lo que sucede en muchas familias. Sin embargo, llamarse a la reflexión después de conocer lo que esta tucumana tiene para contar de su vida, es un paso obligado cuando pensamos y repensamos en el amor que damos a los demás, y en cómo marcamos sus vidas. Sobre todo, cuando toca ocupar un lugar que no es menor: el de padrastro o madrastra.
Si alguien sabe de dar amor al otro, es Roque. Y todo empieza con un romance adolescente: en sus años de juventud, en las calles de una ciudad del interior de Tucumán, hace más de 40 años, Roque y Elisa tenían una relación, relación que por diversos motivos no prosperó. Con el tiempo, Elisa conoció a una nueva persona, un hombre con quien se mudó a la capital tucumana, con quien se casó rápidamente y con quien los hijos no tardaron en llegar. Lamentablemente, no todo fue color de rosas. De hecho, casi nada lo fue, por lo que un día, prácticamente escapándose de San Miguel de Tucumán, Elisa tomó a sus dos niños de 3 y 6 años y regresó a su ciudad.
Transcurrían los años 90, ella había decidido empezar una nueva vida, pero sin saber que el pasado pronto sería parte de su familia. Así fue como un día, poco tiempo después de haber regresado a su pueblo, caminando por el centro con Celeste de la mano su hija de tres años, se encontró de frente con Roque, ese viejo amor del pasado: “¡Qué bonita la chiquita! ¿Es tu hija, Elisa?” fue la pregunta que disparó sin querer queriendo el instinto protector de Roque, el amor, y una nueva historia.
“Mi papá no le había dejado sacar nada a mi mamá, estábamos pasando necesidades y no teníamos nada. Roque supo de esto, y mi mamá me cuenta que nos compró una heladera y una cocina a los tres, para que nos pueda cocinar mi mamá. De hecho, es la heladera que seguimos usando hoy en día, casi 30 años después. Mi mamá y Roque comenzaron rápidamente una relación, y al tiempo él se mudó con nosotros, tengo que decir la verdad: Roque nos crió mí y a mi hermano” recuerda esta tucumana de 29 años, rotundamente.
“Él nos malcriaba mucho, salíamos a comer, a la plaza, a andar en bici, todo lo que hace una familia normal y feliz. Pienso en mi infancia y recuerdo la panzota de Roque, porque él hacía un truco de magia, me hacía creer que se comía una moneda y le salía por el pupo, siempre me quedará ese recuerdo, de pensarlo me vuelve a dar risa”, confiesa muy divertida mientras conversa con eltucumano.
La verdad es que la relación que tienen hoy en día Celeste y Roque, a sus 29 y 62 años, es, vista desde lejos o desde cerca, un vínculo como el de padre e hija. Nadie podría decir lo contrario. Pero esto no es verdad: es su padrastro, o mejor dicho, su expadrastro, pero con un amor incomparable. Y este amor no se construyó de un momento a otro, fueron años de sumar granito sobre granito: “Durante mi infancia mi papá estuvo mucho tiempo sin vernos hasta que salió el juicio por tenencia compartida, porque se separaron en malos términos. Recuerdo que nos buscaba domingo de por medio, y ese día íbamos a desayunar, a los videojuegos y a la plaza, después nos llevaba la casa y se iba otra vez a San Miguel. El resto de la semana, la figura de papá la cumplía Roque. Nos llevaba a la escuela, al médico, nos ayudaba religiosamente a hacer la tarea… y todo lo hacía de corazón”, reflexionó.
Con el tiempo, mientras la relación de Celeste y su hermano con Roque se afianzaba, no faltaron los reclamos, sobre todo, de parte de su papá al caer en cuenta del amor que sentían por su padrastro: “Él pensó que mi mamá nos incentivó a amar tanto a Roque. La verdad es que siempre supimos que no era nuestro padre, y nunca le hemos dicho papá, hasta grandes y por decisión propia, siempre le dijimos Roque. Lo que me hizo sentir que él era mi papá fue el paso del tiempo, no hizo falta que nadie me diga nada, me di cuenta del instinto que tenía hacia mí. Yo sabía que no era mi papá biológico pero sentía su amor hacía mí. Solos nos dimos cuenta de quien estaba realmente. Toda mi adolescencia y hasta hoy, a mi papá biológico lo veo capaz que dos veces al año, ya hizo una nueva familia y nunca me llama, soy yo la que da el primer paso. En cambio Roque, estuvo y está cada día” sentenció.
Los años fueron pasando, y llegó un tercer hermanito, el tercer hijo de Elisa, esta vez, con Roque, que se convertía oficialmente en padre con la llegada del nuevo integrante: “Desde que mi hermanito llegó, nunca sentimos que mi papá Roque lo quería más, él nos llevaba a los tres a todos lados y decía ‘son mis hijos’, no hubo celos, nada”.
Lamentablemente, por esas cosas azarosas e injustas que tiene el destino con algunas personas, la tristeza invadió a todos cuando al cabo de unos años, el más pequeño de estos hermanos falleció, dejándolos totalmente devastados como sucede cuando hay muertes en las familias, y sobre todo, muertes de niños. Esa situación fue la que llevó al quiebre de la pareja.
“Un día llegué a mi casa y sus cosas no estaban. Mi mamá me dijo que se había ido. No lo hablé dos meses porque no fue capaz de conversar bien y decirme que se iba, yo ya era grande, tenía más de 20 años. Pero cuando pudo me pidió disculpas y retomamos nuestra relación. Hoy creo que él estaba depresivo por la muerte de mi hermanito, no hablaba, no hacía nada. Era otro. No era capaz de contener a mi mamá en este duelo, no sabía gestionar el dolor. Y eligió irse”.
Han pasado casi 9 años de esta separación entre Roque y Elisa, sin embargo, él sigue siendo el papá Roque de los dos pequeños –ahora, adultos- que alguna vez supo criar: “Cuando éramos chicos, él se hizo cargo económicamente y de corazón de nosotros. Hoy en día somos dos adultos y aunque no le pidamos nada, él sigue estando, nos ayuda, nos ofrece, nos llama, está ahí. Y yo también estoy para él. Me gané un padre y él una hija. En la cuarentena tuvo un preinfarto y yo estaba desesperada por no poder ingresar a la ciudad a verlo, lo mandé a cuidar con todo el mundo. Por eso también hoy en día lo acompaño a todos sus médicos y le recuerdo que tome su mediación, a veces le ayudo a limpiar su casa, planchar, o cocinar. Roque vive solo pero yo soy su hija y estoy presente”.
Una vez al mes, Roque y Celeste salen a almorzar juntos y a jugar a las cartas en algún restaurante. Se ponen al día, bromean y charlan largo y tendido: “Es increíble que la gente nos dice que nos parecemos. Somos igual de payasos. Mi mamá me dice que solo faltaría haber sido engendrada por él, es muy gracioso. Pero hablando enserio, y sé que esto sonará fuerte. Hoy en día si tengo que elegir a alguien como padre para recurrir o hasta para ayudar, elijo a Roque sin dudarlo, lo elijo toda la vida por sobre mi papá biológico. Él se ganó ese lugar. Siento que el universo te puede dar un mal padre, pero a su vez te recompensa con otras cosas, en mi caso, un papá como Roque. Es demasiado bueno. No puedo ni expresar el amor y agradecimiento que siento, es mucho para ponerlo en palabras”.
Dicen que las palabras transforman, para bien, o para mal. Y si las palabras vienen desde el amor y el cuidado, seguramente harán mella en la persona que las recibe: “Toda la vida Roque me dijo que quería que sea una gran mujer cuando sea grande, honesta, trabajadora, sincera, y que sentía mucho orgullo de mí, me dijo siempre que sabía que yo lo iba a llenar de orgullo toda la vida, mi mamá también. Mi papá jamás me dijo ese tipo de palabras, pero Roque sí, y me llenaron de valores y de fuerza”.
A pesar de la experiencia de Celeste, y lejos de buscar caer en la romantización de la relación que se puede mantener con un padrastro o madrastra, o de ubicar a quienes eligen como pareja a mujeres madres en el lugar de ternura, ella misma aclara que sabe que su caso es excepcional: “Tengo amigas y primas madres que están separadas y tienen parejas nuevas. Yo misma desconfío de ellos, hoy en día no hay que fiarse de nadie. Quiero aclarar que el lugar que tiene Roque en nuestra vida se lo ganó ante toda la familia, ante mi mamá, fueron años de demostrar lo excelente persona que es y de ganarse mi confianza y la de mi hermano. Simplemente eso es lo que recomendaría a quienes tienen parejas que tienen hijos de otra relación, que sean muy respetuosos de esos niños sobre todo, con respeto por las infancias la confianza llega sola. Y el fruto es grande. Hoy en día Roque sabe que tiene una hija para toda la vida. Se lo ganó”, afirmó.
Finalmente, esta joven tucumana de 29 años, tiene un mensaje para todas las mamás o papás que atraviesan situaciones complicadas con sus hijos y temen que haya reclamos en la adultez: “Quizás cuando somos niños no percibimos algunas cosas pero no hace falta que mamá nos hable mal de papá y al revés. Nos vamos haciendo grandes y tanto la lógica como los recuerdos nos hacen dar cuenta de todo. Cuando crecemos, nos damos cuenta muy claramente de cuál es el padre que estuvo, de cómo fueron las parejas nuevas de nuestros padres con nosotros. Los niños crecen y se dan cuenta de todo”.