Top

"¿Adivinen por qué?": el bar La Rioja, los perros y la pregunta por el cartel que debieron sacar

EL PRIMER CAFÉ

Clavado en la esquina de La Rioja y Pasaje Dorrego, el clásico de Barrio Sur abre sus puertas antes de las 6. Atendido por Marcela y Javier, revelaron desde dónde llegan los perros y por qué un cartel en la puerta no funcionó. VIDEO

El bar de los perros.





Son casi las siete de la mañana y empiezan los ladridos. El bar La Rioja está abierto desde hace unas horas y ellos lo merodean. Así es conocido para muchos los que pasan por La Rioja y Pasaje Dorrego: "El bar de los perros".

Siempre con una sonrisa, Marcela y Javier recibieron a Javi El Vivo para el primer café del día, bien tempranito, bien servido, todavía de noche con la escuela Belgrano cerrada, a punto de abrir sus puertas. "Riquísimo el café", dice el movilero de eltucumano y comienza la charla sobre los clientes que habitan el bar.

"Sí, somos conocidos como 'El bar de los perros'. Entre los vecinos y nosotros arrancamos con doce perros, van quedando siete. Los perros tienen una aceptación del 85% de la gente. Es la manada de barrio Sur, el 15% restante odia a los perros y no me importa para nada. Es uno de los distintivos de este bar", infla el pecho Javier, dueño de Bar La Rioja.

¿De dónde vienen los perros? "La historia de estos perros es que vienen de la morgue, allá al lado de la volanta. Pasaron a la escuela que está pasando la Roca y terminaron acá. Son unos trototamundos, pero ya se han quedado acá. Mucha gente nos ayuda a cuidarlos. Están todos castrados, vacunados. Lucía, una vecina, se ocupa. Es una doctora viene los 365 días del año todas las noches a darles de comer".

Barrio Sur tiene como característica en común con muchos barrios tucumanos la ayuda mutua: "Es más vecinal, hay una comunidad que se conoce, que se ayuda mutuamente", agrega Javier, y se para porque el cliente manda: "Me voy a cobrar".

¿Quiénes son los clientes? "Los clientes del bar son los mismos de siempre, se le conoce los gustos. Ya directamente se sientan y les traemos lo que siempre piden. Los viernes hacemos comidas especiales, parrilladas o carnes al horno. Los viernes se extienden los horarios. Prácticamente se hace juntada de vecinos que se conocen y la pasan re bien: ponemos música, disfrutamos la comida, es una amistad que se ve".

"Un distintivo del bar son las madres de los chicos que vienen a la escuela. Les conviene quedarse a desayunar o merendar hasta que salgan los chicos. Son gastadoras. Se conocen aquí en el bar y terminan el año con asado y parrillada, con una juntada acá. Festejan los cumpleaños, día de la madre, todos los festejos acá", agregan los dueños.

"Al bar lo agarramos en la pandemia, en mayo de 2020. Antes la caracterísitca del bar eran los taxistas pero ha ido mutando. Ya no vienen tanto. Se volvió más familiar. Aquí tengo una madre que siempre pide cerveza, está acá de espaldas y no mira. Ella no desayuna. Ella es madre de la tarde", se ríen los dueños, mientras Javi El Vivo amaga con retratar a la clienta. 

"La gente lo elige por la comodidad y variedad de productos.Lo atendemos nosotros, no hay encargado, nosotros atendemos los problemas que nosotros generamos. Yo no sabía hacer café, trabajo en un hospital y nunca me imaginé hacer café", relata Marcela. "Ofrecemos buenos precios, buena calidad y buena atención, sobre todo. Tenemos un menú de $900 con entrada, plata principal, bebida, postre y pan y ocho alternativas de menú económico", se jacta  Javier.

Y antes del final, la pregunta de los dueños a Oscar Mazza y a Gabriel Sanzano: "En pleno invierno pusimos un cartel grande diciéndole a la gente en situación de calle que el que no tenga para tomar algo caliente, entre y pida, que acá se le va a dar. Como requisito: la sinceridad. Pero a los 15 días tuvimos que sacar el cartel. A ver Oscar, Gabriel, ¿por qué se imaginan que tuvimos que sacar el cartel?"

"Porque hacía mucho frío", tiró Javi. "Por la falta de sinceridad", arriesgó Oscar. La respuesta: "¡No vino nadie! Uno entiende que las cosas están complicadas, pero nosotros complicamos mucho las cosas. Por verguenza lo he sacado. No creo que haya hambre porque de una u otra manera uno puede zafar. Hay vagancia, no le gusta trabajar a la gente. Tengo dos empleadas con licencias porque se lesionaron jugando al fútbol. No puedo conseguir empleados y no creo que paguemos mal. Las siete horas de trabajo pagamos $3200", explicó Javier, ya pasadas las 7, ya con todos los autos en la calle, con las primeras madres sentadas en el bar, las sonrisas de los chicos, y los guardianes de Barrio Sur, los perros del bar, el bar de los perros.