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Literatura tucumana: Agua de otoño y poesía bien nuestra presentada por Abel Navarro

LITERATURA

Nació en Banda del Río Salí, donde vivió y extrajo gran parte del contenido de sus crónicas y su poesía existencial. Actualmente trabaja en el Instituto Roca de menores en situación de encierro. Así se presenta el primer invitado del espacio literario en la tucumana de mañana con Ana Pedraza. Lo vemos. Lo escuchamos. Lo leemos.

Abel Navarro, escritor tucumaono.





"Mi nombre es Abel Navarro. Nací el 12 de marzo de 1980. En Banda del Río Salí, mi ciudad natal, viví y extraje gran parte del contenido de mis crónicas hasta los 26 años cuando me mudé a San Miguel de Tucumán. Obtuve el título de Psicólogo social y actualmente trabajo en el Instituto Roca de menores en situación de encierro. Mi interés se centra principalmente en las crónicas ficcionadas tanto como en la poesía oscura y existencial". Así se presenta en Mi aporte a que el puerto no importe el primer invitado del espacio literario en la tucumana de mañana con Ana Pedraza. Lo vemos. Lo escuchamos. Lo leemos.

AGUA DE OTOÑO

Ruta 9, entrando a la gris ciudad, cruzando el río 

El puente me traga en silencio. 

Redondos charcos, hijos de un otoño despiadado 

Que disuelve la urbana fricción innecesaria. 

No queda nada. Hace edades que hay nuevas distancias. 

Voy al encuentro de mi padre. Soñé sus brazos de jardín, 

Donde todo prende y muere en un instante. 

Arrecia el ansia descontrolada del asomo, ver tu cara huesuda, 

Tus años de viejo en ningún lado, inundado de un niño primitivo; 

Ancla de un infierno anegado de verdades.

Golpeo tu puerta de mil cerrojos, y yo sé que me esperas. 

Tu cría se derrite en la simiente oscura de tu alfombra. 

Fosa profunda de incomprensión universal.

Yo rescato tu antorcha en la soledad del témpano. 

Tu garganta me llama desde algún rincón inconcluso, y cierro la idea …

Los eternos cuelgan de la pared.

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CHISPA DE CARBÓN

Tenía la esperanza de encontrarte vivo.

Por qué en los tugurios de la ciudadela se respira aún tu estela de pólvora y de telas húmedas, 

hecha girones, tu paspado rechinar de sangre en un desierto volcado de flores.

Te quería ver bailar y llegué tarde.

Remolineaban los espectros de tu poncho circense,  y tu polvo impalpable salpicaba los extremos del mundo. 

Te quería ver volar, mirar tus alforjas llenas de miel balanceándote, danzarín en la escena del miedo la moldeaste inmortal, el sublime despido del señorial.  

Me volvía en tinieblas desde los surcos de un diminuto pellizco. 

Te quería en una oculta bondad, como señales de relojes que acomodan los cajones de la acumulación. Volaba en dirección contraria, y era el rasante de víboras que raleaban en tu pecho. 

Quería verte vivo he invoqué una suelta avaricia sin retorno… 

Y ahí estaba el querer vivo. La demencia inmaculada de un rostro inaugurado de un salto, empujado hacia una profunda voluntad…. Ahí posaban mis ojos,  en tu almendra profética que torcía el tiempo y lo arrojaba a mi locura. 

Te quería querer vivo, bailando a mi lado, confundiéndome aún más la tormentosa realidad. Porque se anhela la trascendencia en esa nebulosa inconfortable para escaparle al vacío del conforme, estar preparados para los atuendos, correr con la cara al sol por los laberintos. 

Te quería tener sin poseerte, como una chispa de carbón que se desintegra en la noche.

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CRISTALIZADOR

El azote de tanta furia 

Penetró la hendija de su pobre paciencia.

Precipitó el porvenir. 

Traspasando las pestañas, los desiertos, 

Y toda solemnidad se redujo al apacible dolor del extravío. 

Nada sirvió para describir tal precipicio.

Empapados los toallones, 

La piel vieja se dedicó  a morir 

Como un joven que se despide temprano

Temeroso del laberinto que lo acecha.

Tanta lluvia que lo lleva. 

Disuelve las agonías y renueva el barro,

Abraza la semilla y cristaliza el momento.

Tal diluvio disuelve hasta sus yemas 

Y lo obliga a quedarse en casa. 

La magia sumergida, ahogada, 

Da su último burbujeo antes que la noche

La silencie y la torne inmortal.

/

DE VAPORES

Era la efímera forma de verte 

Como una gota perpetua alimentando el sílice cada día. 

El diacono imaginario de la ilusión 

te trae hecha crisálida, 

detenida y acechante 

latente y prematura. 

Esa era tu imagen, 

una bisagra absoluta, 

el paréntesis de la luna, 

la predicción de un caos olvidado

Eso era verte. 

La invocación eterna de tu asilo.