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Aguilarenses en General Roca, Río Negro

DE VIAJE

Son muchos los tucumanos y tucumanas que, golpeados por las crisis, metieron sus vidas en un bolso, dejaron nuestra tierra y viajaron 1600 kilómetros en busca de otra oportunidad. Cómo viven, qué sienten y cuánto extrañan lo que allá no encuentran. | Por Diego Armando Díaz

En el predio de UNTER, una noche de verano.





Sentado en un café miro la gigantesca escultura de la Manzana que está en la rotonda de avenida Roca y calle Hipólito Yrigoyen en la ciudad de General Roca. Es una mañana menos calurosa que los últimos días que han azotado a los roquenses con una ola de calor que nada tiene que envidiar a los del norte, con temperaturas superiores a los 36°.

Estamos a 1600 kilómetros de la ciudad de Aguilares, Tucumán. Estamos lejos y llegar aquí es un viaje de 24 horas en colectivo o de 19 horas en auto. Desde hace más de diez años viven en General Roca un grupo de Aguilarenses que han adoptado a la capital de la manzana como su lugar.

He llegado hasta tu casa, yo no sé cómo he podido. Traído por el viento norteño hasta estos lares para visitar a los parientes, para mitigar el calor, pensaba. El calor, la distancia, el extrañarlos nos ha llevado al Alto Valle de Río Negro, que es donde se encuentra General Roca, rodeado por una barrera montañosa que nosotros llamaríamos bordo (y que ellos llaman barda) que hace que el centro sea verde lleno de árboles como álamos, eucaliptos y chacras de manzanas. Y es aquí adonde han llegado estos tucumanos en busca del trabajo, en busca de eso que su pequeña ciudad no les pudo brindar. 

Ahora, que parece la siesta tucumana y es como si estuviéramos en el balneario del arroyo Barrientos, el calor sigue.

- Ustedes han traído el calor -dice Raúl, un aguilarense que es profesor de matemáticas. 

La cerveza transpira en su envase marrón, la carne se va asando en la parrilla. A medida que se asa la carne va llegando gente al baile como Julián con su familia, un vecino del barrio Independencia que hace más de 20 años se fue. 

-Yo hace más de veinte años que vivo acá -me dice cuando hablamos de Don Ariste Núñez, su tío - y a medida que el asado con olor, el sabor a mi Aguilares nos va llenando la boca. 

Darío se acerca con Belén y nos saludan en medio de una comunidad de aguilarenses que se han dado cita en el predio de UNTER, el gremio que nuclea a los docentes en Roca. 

“Vamos a UNTER”, dicen ellos y señalan un lugar rodeado de álamos, una cerca perimetral, chacras de manzanas y tres piletas: una para adultos, otra para menores y otra exclusiva para niños. Si es enero y con ola de calor, no hay mejor idea que ir a UNTER. 

Cada uno de ellos tiene una historia que los llevó a vivir aquí. Cada uno ha pasado noches solitarias, de la soledad más solitaria. Dice uno de ellos cuando se vino por primera vez:

- Yo no pensaba que fuera cierto. Yo no caía que me estaba yendo de Aguilares, yo recién caí cuando llegué y estaba solo, solo, hasta que un amigo de Aguilares me dio una mano y me fui a vivir con él. En esos primeros meses tomaba mate cocido con pan. Adelgacé 10 kilos en un mes. Cuando cobré, le di la mitad a mi amigo. Recién ahí empecé a vivir. 

Estamos comiendo en un tablón con caballetes del predio, las sillas son reposeras que cada familia trae. Aquí hay un kiosco que tiene como vedette las tortas fritas. La gente hace colas para comprar. Los chicos van y vienen de las piletas, los padres nos turnamos para ver a los más chiquitos que son los más revoltosos. Camino por el lugar y me encuentro con caras de allá, caras que hace rato que no se ven, y son como piezas que faltan en el álbum familiar. 

- ¡Qué haces por acá! - me dicen y me dan un abrazo.

Aquí todos nos abrazamos. Es como si fuera fin de año. Nos abrazamos y nos decimos: “Hermanos”.

-La estoy visitando a mi hermana.

- ¿Hasta cuándo te quedas? 

- Hasta que me corra mi hermana, ya me puso los bolsos detrás de la puerta- digo para reírme.

Me tiro a la pileta. El agua está hermosa. Con Nicolás nadamos junto a Gonzalito que nos sigue. La pileta nos baja la temperatura corporal.

- ¿Qué vas hacer aquí si no venimos a UNTER? -  me preguntan y me cuentan que se han juntado a pasar las fiestas juntos, todas las familias amigas Aguilarenses que se juntan en Roca. "Son una comunidad", me digo para mí.

En la pileta converso con otra chica de Aguilares. Me dice que hace más de veinte años que vive aquí. Yo pienso en los años 2000, 2001, en el gobierno de De la Rúa, en el helicóptero, en la derrota en la primera ronda del mundial 2002, en la inflación, en el corralito, en todos esos sinsabores de los años 2000 y en los que se vinieron y la pasaron lejos de casa.

- Aquí pasás tus cumpleaños solos, sin tu familia, navidades, día del amigo… 

- Aquí la gente no es como allá en Tucumán- me dice otro en medio de la charla alrededor del picnic familiar. Allá vos salís y tenés con quién conversar. Aquí no. Te hablan un poco y se van.

Ahora los aguilarenses que viven lejos de Tucumán, acá en Río Negro, a las Fiestas las han pasado juntos. Dicen que es una forma de estar menos solos, para no extrañar tanto. Me cuentan que también se juntan a cocinar comidas en grupo: locros, empanadas, comidas de allá. “Las humitas aquí salen dulces, los choclos son híbridos, y te salen la humita muy dulces”, agrega Raúl.

La escultura de la Manzana la hizo un artista de Regina: Martín Frullani. La obra se presentó en febrero de 2006. Desde entonces es una cita obligada de los que llegan a Roca por primera vez.

La historia dice que la ciudad debe su nombre al General Roca que llegó aquí en La Campaña del Desierto en 1879. El lugar se llamaba Fisque Menuco que quiere decir “Agua donde el que entra se hunde”. Pero fue el coronel Lorenzo Vintter quien le puso “Fuerte General Roca”. Y se dice que una inundación en 1899 obligó a trasladar el pueblo a su lugar actual.

La biblioteca popular también se llama Julio Argentino Roca. En la vereda había una venta de libros usados. Adentro se veían los libros sobre estantes al alcance del lector. Grande y nutrida fue la concurrencia de los socios a quienes la bibliotecaria les decía que la cuota valía 700 pesos y que después en marzo subiría de precio. La biblioteca está frente de la plaza San Martín, la calle principal de la ciudad es Tucumán, otra calle importante es la avenida Julio Argentino Roca.  

La ciudad está formada por dos canales: El canal y El canalito. Son dos canales de agua que pasan por el medio de la ciudad. Vi gente bañándose en el canalito. Aquí el riego de las plantas se hace a través de un sistema de riego que encienden los municipales para que el pasto, las plantas y los árboles puedan existir. Aquí poco llueve y el agua de los canales viene del deshielo de las montañas.

- ¿Qué se extraña?

- La familia, los amigos, los afectos. No estar en los cumpleaños de tus viejos, de tus hermanos y hermanas, la calidez de los nuestros, el nacimiento de tus sobrinos, el no estar en los momentos tristes con ellos, en sus enfermedades -dice Lourdes. Por la pandemia nuestra comunicación fue a través de las videollamadas que nos hacíamos los sábados y domingos. Y remata Lourdes: Extraño estar los domingos con mi madre y mi padre y comer un asado en familia. Son esas pequeñas cosas de la vida las que más  extraño.