Top

Salustiano Zavalía, el fuego de esta época: "No puedo ni quiero guardarme nada"

CULTURA

Vive uno de los momentos más hermosos de su vida y aquí cuenta en parte cómo lo hizo y cómo lo hace. Entrevista al talento que trasciende las plataformas y brilla en cine, televisión, literatura, teatro, festivales y en bares hasta la madrugada.

Salus.





Salustiano en la televisión, Salustiano en el cine, Salustiano en los libros, Salustiano en las redes, Salustiano en el Atlas, Salustiano en la Sociedad Francesa, Salustiano en el Munt, Salustiano en Boho, Salustiano en Pangea, Salustiano con Lali, Salustiano con Ruido, Salustiano con mamá, Salustiano con marido, Salustiano con gafas de sol, Salustiano con gafas de noche, Salustiano sin gafas, Salustiano en escena, Salustiano detrás de escena, Salustiano en las tejas, Salustiano en la cocina, Salustiano de peluca negra, Salustiano de capote verde, Salustiano angelical, Salustiano dorado, Salustiano Evita, Salustiano inalcanzable, Salustiano terrenal, aquí viene Salustiano Zavalía con su mundo, con sus monstruos, abotonada hasta el cuello: aire.

-¿Cómo estás?

-Estoy montada frenética en el corcel de la suerte y el virtuosismo. Todo me sale bien. Todo me queda bien. Y estoy ultramedicada. Por eso puedo afirmar con esta cara todo lo que dije anteriormente. Y fuera de broma, creo que estoy en unos de los mejores años de mi vida, año de cosecha, pero también más allá de todo lo que es lo práctico, de todo lo que me está ocurriendo, lo concreto, el libro, el corto, la tele, yo estoy bien. Yo estoy en un momento de templanza, de tranquilidad, de eje, que son tres cosas que siempre me han faltado. Lo que más rescato es eso. Y es una consecuencia: me está yendo bien por eso estoy bien. Es decir: me cura el éxito.

-¿Cómo has llegado a esa armonía espiritual, mental, creativa para hacer tantas cosas con tanto éxito y tan bien recibidas por la gente? ¿Hubo un click? ¿Hubo algo que te pasó? ¿Una cara hundida en la almohada hasta que te dijiste ‘No quiero más esto’? ¿Lo podés identificar?

-Sí, hubo mucho de eso. Y sí, lo puedo identificar. Y hablo de esto pero no seriamente. Pero yo creo que todo tiene que ver con el tratamiento de rehabilitación que yo hice en los años 2019, 2020. Yo hice un tratamiento muy prolongado de dos años de rehabilitación con terapia tres veces a la semana, grupos en círculo, ‘Hola, soy tal’, pero fue un atravesamiento tal vez distinto al de Narcóticos Anónimos, o al de esas instituciones que tal vez tienen un programa desactualizado. Yo hice un tratamiento muy moderno que básicamente tiene que ver con decir lo que te pasa y generar hábitos saludables, un tratamiento conductual. Y yo identifico realmente ahí un antes y un después porque, independientemente de todo lo que yo pueda hacer o consumir o no consumir después del tratamiento, hay algo que queda ahí y es fundamentalmente una forma sistematizada de existir: yo me levanto todos los días a las ocho de la mañana pase lo que pase. Soy ordenado, tengo un orden. Planifico lo que voy a hacer. Escribo en un cuaderno todo lo que quiero hacer, a la hora que lo quiero hacer y al final del día pongo un tilde en lo que hice y tacho lo que no. Es decir: estoy muy presente en mi cotidiano. No dejo que la vida se me pase como agua entre los dedos. Estoy presente. Yo no estaba presente. Yo quería evadirme siempre de todo porque me parece que también soy muy sensible y todo me atraviesa de una manera muy especial. Entonces había algo de estar sin querer estar. Yo ahora estoy. Y me la quiero bancar: si estoy angustiado, estoy angustiado. Si estoy contento, estoy contento. Y si estoy mal, estoy mal. Pero me parece que todo es una consecuencia de estar presente y de tener una cierta disciplina. Creo que el click en mi vida ha sido disciplinarme un poco porque si no soy un caos y si no me tiro yo mismo las riendas me desboco, me voy y corro. Y me parece que también hay algo de la edad. Estoy más grande. Puedo transcurrir tal vez de un modo más pausado sin dejar nunca la naturaleza frenética abundante y desbordante que soy y me sucede en el cuerpo. Pero insisto: de otra manera, con otra presencia, con otra conciencia de lo que hago. Creo que tiene que ver con eso: darse cuenta y estar presente.

-¿Y aquello de lo que querías en su momento huir o escapar es lo que hoy enfrentás o son otras las búsquedas? Ya no te angustia o tergiversa la vida aquello que te deprimía o te había llevado a cierto calvario.

-Ya no me angustia. Ya no me angustia. Soy un convencido absoluto de que hay cosas que se superan. Algunas angustias, algunas cosas muy enquistadas que tenemos se superan. Las adicciones se superan. Los duelos se superan. Pero no, te diría que no: estoy buscando nuevas cosas que me angustien. 

-Hay una idea trillada que se basa en lo que uno decide qué mostrar y qué no. Vos, como artista que representa esta época, ¿estás mostrando lo que querés mostrar? A ese proceso, ¿cómo lo definís? ¿Qué mostrás y qué no? ¿Decidís qué querés mostrar? Personas que no te conocen, como te ha sucedido en La Voz, han visto autenticidad en lo que has mostrado. ¿Se puede manipular lo que el otro va a ver de uno o es así como te sale, como fluye? 

-Yo no sé si puede o si no. En mi caso eso es algo sobre lo cual no tengo control. Como hablábamos antes, gran parte de aquello que me angustiaba y que ya no me angustia más tiene que ver el por fin haber entendido (y después de haber hecho un enorme trabajo) que hay cosas que uno no las puede manejar. Cuando lográs soltar ese deseo de control sobre cosas que te exceden también transcurrís de otra manera. Yo, con la exhibición de mi persona, nunca he tenido ningún problema. Por alguna razón que no comprendo y que no conozco, trabajo de exponerme, quiero exponerme, y estoy siempre en el vértigo de la exposición. Y aunque a veces me resulte aterrador hay algo del ser mirado que a mí me convoca. Y en ese ser mirado yo nunca he sabido especular. Como en la vida: si es, es todo; si no es, no es nada. Yo soy un poco así. Y con la exposición me pasa algo parecido: ni aunque quisiera ocultar algo, podría, porque trato de ser diplomático y termino delirando a Ricardo Montaner en televisión nacional. Aunque yo haga denodados intentos por conservar o por guardarme algunas cosas para el anonimato hay algo de mí que se cuela en todo lo que hago y que lo termina posicionando algunas veces en un lugar medio atropellado, medio atolondrado, contra lo que yo también he querido luchar mucho porque yo quería ser una persona perfeccionista. Yo quería ser perfecto. Quería estar perfecto. Quería lucir perfecto. Quería hablar perfecto. Y después me empiezo a dar cuenta de que esa perfección no me es propia. Yo no soy así. Entonces me descubro nueva todo el tiempo pero siempre es torpe, atolondrado, diciendo de más. Hay algo de desinterés. Yo nunca me lo tomo en serio aunque al mismo tiempo me tomo muy en serio lo que hago, pero tengo un mantra de nunca tomárselo en serio y nunca dejar de reírse de uno mismo. Y si no te lo tomás en serio y no te reís de vos mismo, entonces no tenés nada que ocultar, ¿no? Y también le doy armas a la gente que consume lo que hago para que me destruya porque en todo lo que hago estoy profundamente implicado. Yo escribo ficción. Escribo ficción y me escondo tras la ficción para no hacerme cargo de que todo eso que escribo en clave de ficción soy yo, y esos personajes soy yo disfrazado. Y eso todo tiene que ver conmigo. En el cortometraje (“Mi mundito con monstruos”, dirigido por Fernando Gallucci, ganador en el Tucumán Festival Cine) es lo mismo: es el pánico, es la sensación de pánico, de muerte inminente de una persona en cuarentena, ¡y soy yo! Pasa que me puse una peluca. Y cuando canto también, hay algo de desnudar lo que es uno. No puedo ni quiero guardarme nada.

-Metiéndonos por un momento en el corto, cuyo texto es tuyo, ¿cómo la has pasado en la pandemia? ¿Te ha salvado ese texto? ¿Cómo nace? 

-El texto del corto es un texto que yo escribo todavía estando en tratamiento porque yo quería que me dieran medicación psiquiátrica porque me sentía muy mal. Pero como siempre me escondo tras el humor y hago chistes con todas mis desgracias, los profesionales que me trataban, porque ya tenía un equipo de profesionales, el team Salus, el dream team, nunca terminaban de tomarme verdaderamente en serio. Les contaba: ‘Ay, no, tengo un pánico terrorífico, no sabés lo que me pasó el otro día, quise ir a la panadería y estuve 45 minutos para subirme al ascensor’. Yo les contaba como en clave de risa entonces nunca había un peso de certeza en lo que yo les decía. Entonces un día que yo me sentía muy mal, un episodio de pánico profundísimo real cuando solo necesitaba ir a comprar una leche, y no pude, y me resultaba una tarea titánica, insólita, bajar los nueve pisos por ascensor, salir por la calle, no poderlo hacer y no haberlo podido hacer, en ese momento me dije: ‘Esto no es normal’. Y de ahí salió ese texto que es el texto que dio origen al corto y es el texto que yo llevé a mi terapeuta y le dije: ‘Mirá, Eugenia, así me siento yo. Yo escribí esto para que me entiendas’. Y le leí ese texto y me fui con una receta a mi casa. ¿Entendés lo que te digo? Mirá cómo estaré de implicado que en realidad ese texto es mi manifiesto ante un profesional para que me medique porque no puedo con mi alma. Yo no sé si a mí el arte es lo que me salva o es lo que me hunde. No sé si no tendría todos los problemas que tengo si no viviera exponiéndome. Creo que sería una vida más tranquila atendiendo un kiosco o no tener que estar todo el tiempo en la palestra. No sé si el arte me ha salvado pero convierte en algo bello todo lo que para mí es un bajón. Yo hago todo lo que hago para existir en algo que sea precioso, en algo lindo, que perdure, engendrar en lo bello para siempre. Siento mucha necesidad de sacar de la mierda algo bello. No sé si me salva pero me ayuda a pintarlo todo de colores y a compartirlo porque no entiendo nada sin el otro. Soy actor: quiero que me aplaudan y también quiero aplaudir, y quiero que me vean porque también quiero ver. Es decir: todo lo que hago es una invitación a compartirnos. Por eso, para que los otros se compartan yo me comparto así con toda humildad tan generosamente. No hay nada librado al azar ni nada guardado para mí.

-Yendo a La Voz, qué viste vos de vos en ese mundo y qué viste de todo lo que has generado en la tele, en las redes, de este boom en este tiempo tan intenso. ¿Qué viste vos de ese mundo? ¿Qué sensaciones te ha generado?

-Que me queda comodísimo. Me encaja como un guante. Realmente no pensé que iba a ser tan orgánico mi devenir en esos espacios. Un entendimiento absoluto de lo que se espera de mí, de lo que tengo que hacer, un timing total, muy claras las claves también que son importantes tener internalizadas para caer bien en esos espacios, es decir, resolver, no ir con problemas, estar con la ropa en condiciones, ser funcional al show, al espectáculo, a eso que se propone. Yo soy una persona profundamente televisiva, siempre lo supe pero ahora lo pude comprobar y lo compruebo cuando veo que en el programa no me editan. Mis participaciones son muy largas porque no las cortan. Si no las cortan es porque todo lo que estoy diciendo es potencialmente espectacular hablando en términos de la espectacularidad y me doy cuenta que a mí eso se me da bien. Yo igual, soy una persona muy intuitiva, sé que se me va a dar bien y qué no. Yo sabía que esto se me iba a dar bien, pero era un abismo, era mucho nervio, pero me di cuenta de que si no me lo tomo en serio, si no me río de mí mismo, si no me levanto a las ocho de la mañana, puedo con todo.

-¿Y cuándo decidiste enfrentarte a ese mundo que es La Voz que te encaja como un guante? Pasar, por dar un ejemplo, de un show más íntimo en Pangea a la gran televisión nacional, ¿te costó tiempo tomar ese gran paso? ¿Hubo pánico?

-Me pone más nervioso ir a Pangea que ir a la televisión. Para las personas que actuamos hay algo del contexto que no está pensado para que vos actúes. El contexto está pensado para que comas algo, para que te pongas en pedo, para que escuches música, no para que actúes. Nada está dado para que actúes, más allá de que siempre me reciben con muchísimo amor. Objetivamente las condiciones no están dadas: uno las tiene que inventar. En la televisión y sus espacios todo está dado para que no solamente te luzcas sino para que la pases bien. Olvidando un rato que estás en televisión nacional, son lugares muy amenos, muy cálidos, muy agradables. Y a mí que me encantan los camerinos… Todo lo que tenés que hacer es estar bien, ir y hacer lo que hice. Pero es verdad que no es lo mismo. Porque también hay algo de la impunidad de ser de acá que yo sé que a cualquier lado al que vaya voy a ser bienvenido, pero yo no soy de allá. Aclaro: allá no me hacían sentir que no era de allá. Al contrario: subido al corcel de la buena suerte fueron todos brazos abiertos y posibilidad constante. No sé por qué. Porque soy yo. Y lo que ahora digo lo digo para que se sepa: yo laburo pero soy una persona que tiene mucha suerte, tengo un orto de película, una capacidad de estar en el lugar justo y en el momento indicado que me ha sido dada por algún lugar superior que agradezco. Me sucede así. Y creo que es una consecuencia de no especular con nada. Si vos trabajás para hacerte famoso, no te hacés famoso; si vos trabajás para ser el mejor, no vas a ser el mejor; si vos vas a un lugar para pegar onda con tal, no vas a pegar onda. Creo que mi suceder así, desprejuiciado, relajado, es lo que me da esta posibilidad amén de todas las ansiedades que uno puede acarrear.

-Para cerrar, muchas veces hablamos del malestar. ¿Cómo te llevás con el bienestar? No lo querés boicotear, no lo querés romper, no querés que se termine. Si pasa, pasa, porque no lo podés controlar, ¿pero cómo te llevás con este bienestar?

-Soy un buscador incansable del bienestar. Incansable. Y estoy feliz de no haberme rendido en esa empresa porque no es fácil. Yo lo busco con insistencia y tozudez porque a mí me gusta estar bien. No disfruto de los estados de automatismo. No disfruto de los estados de malestar. Y podríamos decir, ¿quién disfruta de los estados de malestar? Y mirá, no sé, pero hay gente que por lo menos a mis ojos hay gente que hace años que está acostada en una cama de clavos y no hace ni el intento por levantarse. Tal vez hay algo del malestar relacionado con la comodidad. Muchas veces la comodidad es una garcha. Yo tengo 27 años. Desde los 19 que estoy re loca y lo único que hago es tratar de sentirme bien, tratar de sostener un estado de ánimo mínimo una semana y recién ahora, por primera vez en mi vida, más o menos me sale. Para mí eso es muy importante. Y soy una persona que insiste en conceptos como la alegría, como la sonrisa, que no me resigno a pensar que son solo privilegios de personas que tienen situaciones más acomodadas o menos intrincadas en su existir. No. Me parece que la alegría es un derecho y yo quiero existir en esa emoción. Muchas veces me pensaba y me decía que quizás mi sensación de base no es la alegría. Tal vez yo soy una persona triste, nostálgica, quizás por eso tengo que sobreactuar tanto la alegría para no estar tan abajo. Le he dado muchas vueltas. No sé cuál es mi emoción de base pero la que hoy elijo es la de la alegría. Insisto mucho en ese concepto y creo profundamente en el poder transformador de la alegría como motor de las cosas para hacer y por hacer. Entonces aunque no me sienta bien trato de sonreír. Aunque esté panicada trato de hacer el chiste. Antes era una forma de evadir. Ahora es una forma de transitar. Y no es lo mismo.