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"El dolor se hizo amor": el final inesperado para dos tucumanas en el peor momento de sus vidas

DÍA DEL AMIGO

En el Día del Amigo, una historia que conmueve y enseña el poder de la amistad: Ana buscaba información sobre el hombre que casi le quitó la vida, y Carmen buscaba superar un abuso sexual. Lo que lograron juntas, las mantuvo vivas.





Corría la madrugada del 18 de noviembre del año 2005 en la ciudad de Monteros, cuando una joven docente a la que llamaremos Ana para preservar su identidad, esperaba el colectivo para ir a trabajar en una escuela rural en la que había tomado uno de sus primeros cargos.

Eran alrededor de las 6 de la mañana, todavía era de noche, y ella estaba en una parada de colectivos sobre la ruta nacional 38, tan solo a metros de su propia casa, cuando un hombre, la única persona que estaba en el lugar, le preguntó la hora. “No sé”, le respondió, y le dio la espalda. Lo siguiente que recuerda, fue el golpe por detrás y luego la sensación de tener encima a esta persona de gran porte, asestándole golpes en la cara, con un odio tan grande que era imposible de comprender.

A pesar de que Ana no recuerda la cara de su agresor, ni tampoco el episodio en el cual le relatan que llegó a duras penas a su domicilio, ensangrentada, para ser recibida por uno de sus hijos, lo que si se acuerda es la semana siguiente que pasó en el hospital Padilla y luego en el Sanatorio 9 de Julio, sanando sus heridas y tratando de recordar sin lograrlo (hasta hoy), el rostro de quien habría querido quitarle la vida esa madrugada.

Tan solo un mes después, en la noche de Navidad, Carmen, otra joven mujer monteriza, era abusada sexualmente por un hombre que mediante engaños logró su cometido. En esa misma época, entre los años 2005 y 2006, sucedieron en esa ciudad varios intentos de abuso sexual en la vía pública, lo que puso a las mujeres de la ciudad en un gran estado de alarma.

“Un día, un amigo en común que tenía con Carmen nos contactó y nos presentó por casualidad. Me dijo, ‘mirá Ana, tengo una amiga que le pasó algo similar a lo tuyo, quizás puedan hablar y ver si se trata del mismo hombre, el que anda intentando violar a tantas mujeres acá’. Esa noche, Ana y Carmen comenzaron a hablar y comparar sus situaciones, en búsqueda de una respuesta. También probaron de tener contacto con las otras chicas que lograron escaparse del abusador. Pero no, no consiguieron llegar a ningún puerto en lo legal. Descubrieron que no se trataba del mismo sujeto. Sin embargo, las charlas que partieron desde el dolor, terminaron convirtiéndose en otra cosa, algo maravilloso: amistad.

“Dejamos de lado los hechos que nos pasaron a las dos y nos hicimos muy amigas, hasta el día de hoy aunque ella se fue a otra provincia a vivir, sabemos que nos unimos en ese dolor, pero quedó superada la situación traumática gracias a la amistad. Terminamos siendo verdaderas amigas, no volvimos a hablar nunca más de lo pasado, ella ya no quería seguir hablando del tema y yo tampoco”, le confiesa Ana a eltucumano.

30 años tenía Ana cuando vivió esa terrible situación en la que volvió a renacer, pues su rostro debió ser reconstruido en algunas zonas después de la golpiza. A esa edad, la gran mayoría de las mujeres ya cuentan con algunas amigas o al menos un par de amigas fijas, esas que vienen de la infancia o de la escuela, y quizás de algún trabajo o de la universidad. Sin embargo, esta amistad llegó a la vida de esta mujer en un momento de crisis y sin darse cuenta, se hicieron una especie de sanación mutua.

“Hablo con ella siempre, conversamos, nos mensajeamos, estamos al tanto de la vida de la otra. Hay fechas y momentos en el que necesitamos mandarnos mensajes, tenemos una conexión medio rara. Siempre que me cuenta que le pasó algo es justo cuando pienso en ella, y al revés también. Es como si todo lo malo que vivimos ha sido superado por la amistad”.

“Para mí la amistad es no sentirse sola, en ella pude confiar, ella vivió algo similar donde los hechos de violencia te superan” explica la monteriza, sobre el vínculo que estableció con una nueva amiga, a pesar de tener tantas otras de su infancia.

“Hay personas que te ayudan a seguir adelante, y en esas épocas donde no era común hablar de sororidad, una la ayudaba a la otra. Yo creo que ese vínculo que se forjó del dolor la diferenció de mis otras amigas. Es un dolor que se transformó en amor. Ella es más chica que yo y para mi es mi hermana más chica y siempre tengo que estar para escucharla. Es una hermandad. Es un amor filial, como que se hizo parte de mi vida, como mi madre, mi tía, mi hija. Es algo de nuestro mismo sentir”, relata, detallando un poco más en profundidad el tipo de vínculo que se genera con los pares de todo tipo, en este caso, un par en el dolor.

“Las situaciones de la vida te llevan a conocer más amigas. Las mujeres somos cerradas en eso. Decimos ‘esta es mi amiga y no va a ser amiga de nadie más, o no seré amiga de nadie más’, esto va cambiando, lo que pasa el otro, lo que siente el otro se vuelve importante a la hora de vincularnos. Son las situaciones de la vida las que nos llevan a querer compartir y estar con otras personas, aunque sigan las amigas de toda la vida, pero que termina siendo algo tóxico si no nos abrimos a conocer más gente”, cerró, dejando en claro lo importante que fue estar abierta a una nueva amiga en el peor momento de su vida, asegurando que fue posible pasar del dolor al amor filial gracias a esta figura de la amistad, figura tan presente en una efemérides como esta, en donde todos saludamos a esa amiga, hermana, compañera, que nos hace la vida un poco más llevadera cuando parece que no podemos más.