"Qué has comprao, cagada" y los 30 años del disco más vendido de la historia del rock argentino
Amores y desamores juveniles, frases y momentos, recuerdos que no voy a borrar y personas que no voy a olvidar, 30 años después. El séptimo disco de estudio de Fito Páez es la banda sonora ineludible de la juventud y adolescencia de una generación marcada por El amor después del amor.

(Foto: Diego Aráoz)
“Qué has comprao, cagada” le dice su papá con ese tono bien tucumano entre pregunta y reproche cuando Sebastián Martín Almirón vuelve de la disquería (queridos centennials: así se llamaban los lugares donde uno compraba música hace 30 años). El chiquito de ocho años aparece con el cassette de El amor después del amor en lugar de Oro de Mercedes Sosa que había ido a comprar. “O sea has gastado la plata al pedo”, lo retó su papá. No, señor.
“El Amor después del amor fue el disco que me cambió la manera de escuchar música”, me cuenta ahora Sebastián a los 37 años. Pero a los ocho, Fito Páez y su música llegaron para cambiar todo. Hasta ese momento, Sebas escuchaba folclore con sus primos y sus padres y tangos con los abuelos. Porque, en gran medida, uno escuchaba lo que los más grandes escuchaban.
“Da la particularidad que en el año 92, cuando sale el disco, mi padre tenía un negocio al frente de una disquería que estaba por 25 de Mayo antes de llegar a Santiago ¿sí? Y claro, para mi papá era bastante molesto tenerme ahí en el negocio y me dio plata para cruzarme al frente y que me compré un cassette”, dice.
En ese año, los Compact Discs (CDs) eran una rareza y el cassette todavía reinaba, como amo y señor en las disquerías. “Yo tenía todas mis fichas puestas en un disco de la Negra Sosa. Venía escuchando mucho Mercedes Sosa por unos primos míos. Yo iba con la plata justa para comprarme Oro. Si mal no recuerdo, en esa época los cassettes costaban siete pesos. Ya los CDs pasaban a costar catorce, dieciséis pesos. Yo tenía para reproducir cassettes en lo que antes le decíamos los equipos de música, los centros musicales. Bueno, voy con todas las ganas, ya lo tenía en mis manos al cassette de la Negra Sosa, y cuando me voy acercando al escritorio para que me cobren, veo una gigantografía de Fito Páez, de la cara de Fito Páez, que era ni más ni menos que la portada de El amor después del amor ¿no? Y le pregunto al chico, digamos, al de la disquería, que ya me conocía, le pregunto: ¿Y este flaco quién es? Me acuerdo clarito porque aparte no solo le pregunto ¿y este flaco quién es? sino que le digo este tipo con esta cara no… no va a vender un disco”, me cuenta Sebastián.
Bueno. El amor después del amor es el disco más vendido de la historia del rock argentino. Solo cuando se lanzó en un país de 33,5 millones de habitantes se vendieron 700.000 copias. Un disco vendido cada 48 habitantes, una locura. Luego llegaría al 1,1 millón de copias vendidas. Sin contar los innumerables cassettes TDK grabados de la radio cuando llamabas por teléfono, pedías un tema como Dos días en la vida o Brillante sobre el Mic, Tumbas de la gloria, La rueda mágica (a dúo con Charly García) o A rodar mi vida y te sentabas a esperar a que lo pasen para vos, diciendo tu nombre y tal vez una dedicatoria y le dabas Rec en el momento justo con el dedo lleno de adrenalina mientras rogabas que el locutor no diga nada durante la canción o no la corten. Querer escribir jaja después de todo esto me mata porque en esos años crecimos sin escribir jaja nunca, o casi nunca.
Sebastián continúa su relato: el chico de la disquería se ríe y me dice: ¿Lo querés escuchar? Y le digo ‘bueno’ (leer con tono de humilde uncaca). Y él agarra y me lo pone al cassette y me pone los auriculares, los auriculares vincha. ¡Qué linda época! (Nota: los auriculares vincha eran típicos de las disquerías cuando te hacían “probar” distintos discos hasta que elegías el que ibas a comprar). Primer tema: El amor después del amor. Con ese primer tema, creo que escuché un minuto nada más, o menos de un minuto y dije esto, esto es para mí. Esto es lo que me tengo que llevar de acá. Así que lo compré y cuando llegué al negocio de mi papá, él también esperaba a la Negra Sosa pero le mostré a Fito Páez y claro, me puteó. Me dijo ‘Qué has comprao, cagada’. O sea, ‘has gastado la plata al pedo’. Me puteó. La cuestión es que al cassette yo ya lo tenía en mis manos. Ya está, ya fue. Llegué a mi casa y lo puse. Una vez. Dos veces. Tres veces, cuatro veces, mil veces. Mil veces. Me acuerdo que yo llegaba del colegio y lo único que quería era almorzar, que mis padres se vayan a dormir la siesta y yo encerrarme en el living de la casa y ponerme los auriculares y escuchar el cassette de El amor después del amor una y otra vez. Una y otra vez.”
Foto tomada de Mercado Libre.
El séptimo disco de estudio de Fito Páez fue la iniciación en el rock de toda una generación, aún más en el Tucumán de los ‘90. Para Cocó Visozo Pinto fue todo un descubrimiento. “En casa no se escuchaba nada nacional. Me ponía la piel de gallina apenas escuchaba los primeros acordes de El amor después del amor y me acuerdo decir ‘Ay Dios, esto es como una religión nueva’. Y yo lo ponía y mi papá lo odiaba, no lo podía escuchar. Entonces, era, en esa época, escucharlo en la radio e intentar grabar la canción en el momento que salía. Era toda una técnica. Llamábamos mil veces a la radio pidiéndolo. Esa y las otras ¿no? Dos días en la vida, que habla de la película Thelma y Louise. Hasta el día de hoy la canto a los gritos con mi mejor amiga, con la guitarra. Y la sensación que nos daba de rebeldía… Es la banda sonora de nuestra vida. Con Pétalos de Sal, nuestros primeros besos, nuestros primeros bailes de la escuela. Tumbas de la gloria. Ahora me doy cuenta que no las entendía mucho a las canciones pero era como descubrir todo un lenguaje, una forma de escribir y de sentir”, recuerda la Cocó.
Hace poco, junto con su mejor amiga, llevaron a sus hijas al recital de Louis Tomlinson. Al ver a más de 20 mil chicos acampando haciendo cola durante días, a la Cocó le salió: “Ay no te puedo creer que estén acampando.” Y cuenta: “Entonces ahí, mi amiga me dice: ‘¿Qué te hacés? Si vos acampaste por Fito Páez’”. Y la Cocó se ríe ahora porque era algo completamente innecesario. “A ese nivel llegaba mi fanatismo. Y de hecho si viene ahora, lo voy a ir a ver. Siempre lo voy a ver cuando viene.” Fito acaba de lanzar el tour El amor 30 años después del amor.
“Lo de Fito los tiene como lo del censo”, ironizó alguien en Twitter para dar cuenta del furor que este aniversario está causando. Así como la serie Stranger Things le hablaba a la generación de los ‘80, esto le habla a los niños y adolescentes de los ‘90. Es sabido que el poderosísimo marketing del recuerdo requiere que pasen treinta años. Todos los que vivimos en esa época, tenemos alguna memoria o anécdota con la música de Fito y su impresionante disco.
Una compañera de banco y un amor
En primer año del secundario me senté junto a Agustina Lencina. Y me enamoré perdidamente. La Agus era puro rock and roll. Una petisa hermosa, canchera, rebelde y solidaria. Yo era un pejerto que no entendía nada, la miraba y me meaba encima. Nos hicimos mejores amigos. Una sola vez llegué a acariciarle el pelo y la nuca, en el asiento de atrás del auto de mi papá, mientras él nos llevaba a hacer unas compras para algo del curso. Yo había tenido que mandar a alguien al asiento de adelante para poder ir atrás con ella. Fuimos inseparables, con una banda hermosa de cuatro, cinco amigas más, desde el 95 hasta el 98. Pero la Agus siempre fue especial. Ella me hizo conocer Un vestido y un amor. Yo no tenía idea que existía esa música. Para mí, toda historia de amor es también una educación musical. “Te vi, juntabas margaritas del mantel” es la Agus y soy yo haciendo los deberes o sacando sin permiso el auto a la siesta.
Ahora la Agus me dice: “Capaz que nosotros en nuestra adolescencia fuimos medio Thelma y Louise. No hicimos ese viaje, no nos pasó todo eso pero hicimos muchas cosas que marcan, muy loquísimo. Dos días en la vida, wow. Qué vida de esas chicas”. Y tiene razón. Y también me dice: “Lo amo a Fito. Y amé los buenos momentos que pasamos y los malos también, porque ahora me causan mucha gracia. Recuerdo que en mi casa se escuchaba mucho rock nacional por mi mamá y por mi papá. Escuchábamos Charly, el Flaco, Fito y también Queen, Nirvana, Fink Floyd… Pero El amor después del amor, qué lindo. Gustarme un solo tema es imposible. Me los sé a todos. Los cantó en los karaoke, canto espantoso pero me encanta, no me importa. Los bailé y los bailo hoy como si fuese una adolescente, ahora a mis cuarenta. Un vestido y un amor… que te comparen con un ángel o una piedra preciosa, me parece maravilloso. Y El amor después del amor es como la eterna búsqueda de la felicidad plena. No sé, la esperanza de que después de una ruptura venga un nuevo amor, capaz amarse a uno mismo, tratar de sentirse mejor cuando te decís ¿Y ahora qué hacemos? ¿Vamos de nuevo? En mi adolescencia con uno de mis noviazgos lo sentí y la escuchaba y lloraba. La ponía a propósito, era como medio masoquista, digamos. Nada, eso. Y siempre llega algo mejor. O no, pero bueno, de eso se aprende. Amigo, no sé qué vas a hacer con todo esto, pero sabes que te amo, estoy para lo que necesites. Me decís vamos nos tiremos del puente y te juro que voy”. Yo también, Agus. Me decís y estoy.
El amor después del amor es un disco más luminoso que los dos anteriores. A fines de 1986, asesinaron a la abuela y la tía abuela de Fito, las mujeres que lo criaron junto con su papá. Su mamá había muerto cuando él tenía ocho meses (Una foto de Rolling Stones/mi vieja nunca los escuchó/ y no me puse a llorar dice La Rueda Mágica). Del ‘87 al ‘92 fueron años difíciles, dicen que Fito se puso “anticomercial”, “escéptico”, “desesperanzado”. Hacia 1990, estaba sin un mango, no le habían renovado el contrato y se quería ir del país. Grabó un disco en un estudio prestado y los músicos participaron sin cobrar. Al poco tiempo, Fito conocería a la actriz Cecilia Roth y crearían juntos una de las historias de amor más famosas de los 90.
“Mirá, me acuerdo patente, yo estaba estudiando en mi casa cuando mi amigo Javier ha caído con el cassette, que se lo habían prestado. Me lo ha hecho escuchar y lo poníamos todo el día. Ahí he conocido todas las canciones de El amor después del amor. Y yo me la imaginaba a Cecilia Roth porque es un álbum que Fito le dedica a ella, o muchas canciones le dedica a ella. Veía las fotos de Cecilia Roth, tan divina ella, y decía Ay, qué lindo. Es una mujer tremenda que se merece que le dediquen esas canciones”, cuenta Marisita.
Tal vez la magia del disco tiene que ver con esto: Como dice Cocó: “Yo tenía 12 años cuando el disco salió y hasta el día de hoy uno habla de El amor después del amor. Creo que es el disco más recordado. Y a esa canción uno la entiende muchas veces de distintas maneras, sobre todo ahora con 42 años. O sea, volver a amar de esa manera. Yo creo que habla de ese amor que te quemó hasta el último hueso y pensaste que nunca ibas a volver a amar así. Y pasa mucha gente hasta que vuelve a nacer ese amor después del amor, ¿no? Y va significando cosas distintas mientras vas creciendo y lo seguís escuchando y es increíble.”
Como toda la música que marca la infancia y la adolescencia, no se trata solo sobre el amor romántico. Diego Araóz es reportero gráfico, el quinto de 9 hermanos y me escribe: “En la colación de grados en el teatro San Martín tocaron Brillante sobre el Mic... en esos días pensaba/deseaba que toquen ese tema. Terminé el secundario con uno de los discos que marcó a mi generación (el otro disco fue Nevermind de Nirvana). Lo escuchábamos íntegro al disco. Lo estudiamos en clase de música con la profesora Abdelnur (docente adorable, bella persona, la tuve en 1°, 3°, 4° y 5°) en el colegio Nacional. Veíamos los arreglos de voces, cómo trabajaban las distintas voces en función de la letra. Brillante sobre el mic es el vínculo con tu adolescencia. Son tus amigos/as. Es la esencia de esa etapa. Luego hay un quiebre. Al día de hoy seguimos en contacto con varios de los compañeros.”
“Sus canciones son himnos sagrados de nuestra adolescencia. Pareciera que fue ayer nomás cuando hacíamos pogo con A rodar mí vida o cantábamos abrazados en ronda y llorando en Bariloche Brillando sobre el Mic”, coincide Naty, la mejor amiga de la Cocó.
“Hay ideas en las letras que son patente. El tiempo es un efecto fugaz (lo sabés ahora, con 44 años, cuando sos pendejo pensas que es infinito). Aromas que me quiero llevar... En fin”, cierra Diego.
En los actos de colación de esos años, los temas que los egresados elegían para resumir su vida eran Un amigo es una luz de Los enanitos verdes y Presente. Brillante sobre el Mic se sumó de inmediato a ese repertorio. Sebastián Martín Almirón logró torcerle el brazo a su señorita de música de séptimo grado que no quería que canten el tema de Fito. Sebastián le hizo escuchar el tema a un par de compañeros en la misma sintonía, fotocopiaron la letra para los demás y terminaron cantando Brillante sobre el Mic, una canción dedicada a la gran amiga de Fito, Fabiana Cantilo, la que brilla sobre el micrófono.
Los músicos y los sueños
El cantautor tucumano Luis Gómez Salas inauguró su primera compactera, una Panasonic, con El amor después del amor. “A mí encantó porque tenía una cantidad de capas de sonido que yo recién estaba reconociendo. Muchos instrumentos de cuerdas, vientos, la formación de una banda, muchos teclados, muchas voces, guitarras acústicas, eléctricas, mucho timbre. Es un disco muy abierto en cuanto a la paleta sonora y las canciones son increíbles. El tipo ha podido sacar de vaya uno a saber de qué lugares recónditos de su alma las canciones, que de catorce que son, doce deben ser hits. En esa época yo tenía 19, 20 años y estaba enamorado de la vida y me sentía reflejado con ese estado de ánimo que promovían la mayoría de las canciones. Y me había conmovido la tapa, rara para la época, los colores, la mirada de Fito, muy intensa. Es un disco muy placentero de escuchar…”
Por ser tan placentero, algunos fanáticos duros del rock consideraban al disco “liviano”, tirando un poco hacia el pop. Es que los 90 fueron pop (y menemistas). Así lo recuerda Frida Morel, locutora de un importante programa de radio tucumana, uno de esos a los que llamábamos para pedir los temas. “Había explotado el pop de los 90, tanto estadounidense como europeo, y el disco de Fito justo salió ahí. En la radio lo pedían bastante, aunque no era mucha la onda del momento, no era la onda, la música nacional”. Ella se declara fan absoluta de Dos días en la vida.
Para el Negro Burgo, otro músico tucumano que el 11 de junio presenta con su grupo Jardín de Gente un homenaje a El amor después del amor en el Teatro San Martín, “el disco es una escuela. Tengo 38 años y el disco tiene la mejor edición de todos los discos que yo escuché e incluso del rock argentino hasta la fecha. Soy fan de Charly pero Fito y su equipo han sabido encajar todo donde tenía que estar. Y el sonido es inigualable”. El Negro a los diez años le sacaba el CD y el discman a su hermana y lo tuvo en su mochila durante dos años. Escuchaba y escuchaba El amor después del amor. “Ahora cuando ensayamos con Jardín de gente, todavía me emociono con cada canción como si la estuviese tocando Fito. Imaginate el poder que tiene. No pierde vigencia.”, agrega. Cuando pudo entender las letras, un poco más grande ya, quería ser como Cecilia Roth para que alguien le componga canciones tan hermosas o ser como Fito para grabar un disco parecido de bueno. “Sigo descubriendo cosas nuevas en el disco a pesar del tiempo. Es muy romántico, muy rockero y muy sentido. Es un amor incondicional”.
Un twit sobre un chiquito de 8 años fanático de Fito que ahora es director musical de la academia orquestral del Teatro Colón y que llegó a trabajar con el músico rosarino, me llevó a contactarlo. Ezequiel Silberstein me dice por audio: “El amor después del amor es la banda de sonido de mi infancia. Yo tenía seis años cuando salió el disco y no paraba de sonar en todos lados y se siguió escuchando a lo largo de toda la década y se sigue escuchando. Me despertó un gran amor por la música. Y después fue el sueño del pibe, cuando decidí ser músico, poder llegar a trabajar con Fito. Finalmente, me ocurrió. Es muy hermoso el camino recorrido entre ese chico soñando, escuchando esas canciones y el salto tantos años después dirigiendo, arreglando su música, con el gran exponente musical argentino que es Fito Páez”.
Cuando empezó todo el furor con los 30 años de El amor después del amor, el Fito Páez de mi adolescencia me quedaba muy lejos. Pensé inmediatamente en la manipulación del mercado, ese lucrar con la nostalgia por la infancia y la adolescencia. Pensaba si se podía separar el mercantilismo de las redes sociales y sus algoritmos masivos del sentimiento verdadero y puro. Nos vi a todos nosotros amontonados en el consumo emocional ¿Cómo recordar el pasado sin caer en un sentimentalismo manipulado o prefabricado?, pensaba. Bueno, a veces te tienen que mostrar cómo amar para poder hacerlo. Y todas las voces de esta nota, me hicieron sentir que recuerdan aquellos años con un corazón honesto y que aman. Aman de verdad.
Marcados por El amor después del amor
Cocó y Naty
Sebastián
Diego
Agus (de campera azul)
Ezequiel con Fito.