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"Le di teta hasta el portón de la cancha": el desafío de maternar y ser periodista en Tucumán

Historias de acá

Machismo, explotación, violencia y acoso son algunas de las situaciones a las que se ven expuestas las mujeres que llegaron para cambiar el paradigma del periodismo deportivo en la provincia. Cómo ser madre y trabajar en un ambiente hostil.

Verónica Gómez, una mujer que se ha vuelto referente del periodismo deportivo local.





Son alrededor de las 21:00, Vero llegó hace minutos a su hogar tras una larga jornada periodística. Me cuenta que su día inició a eso de las 6:30 de la mañana cuando se levantó a preparar el desayuno para su hijo mayor y acompañarlo al Colegio. Volvió a casa a repasar las principales noticias para armar la agenda periodística porque a eso de las 9:30 ya tenía que estar en Canal 10 alistándose para salir al aire en el programa “Con Mucho Picante”. Se desocupó a las 13:00 y debió volver corriendo porque su nena entra a las 14:00 a la Escuela. En un intervalo de la tarde, estuvo grabando su programa de Boxeo. Apenas terminó con eso, salió volando porque a las 18:00 se desocupaba su hija de su jornada escolar. Ya juntos, la pequeña tropa corría porque a las 18:30 los niños tenían sus actividades extracurriculares. Mientras se alista para la charla que vamos a tener en Zoom, piensa en voz alta qué van a cenar, si es que no dejó ya la comida lista.La primera imagen que aparece en mi monitor es la de ella junto a sus dos hijos y un perro que se suma a la algarabía de su vuelta a casa.

A la mañana siguiente hablé con Flor para esta entrevista. Me comenta que desde muy temprano estuvo trabajando en su negocio, ordenando todo, porque estaría varias horas fuera. Lejos del alboroto, se escucha uno que otro reproche de su bebita que, aunque pequeña, sabe que su mamá está a minutos de partir a la cobertura de un partido y le cuesta dejarla ir.

Para poder charlar con Vero y Flor debí esperar que se pongan al día con sus hijos. Primero ellos, después el mundo.

 

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En el último tiempo, algunas mujeres argentinas cambiaron el paradigma del periodismo deportivo. La primera que quizás se nos viene a la mente es Ángela Lerena, la primera mujer en cubrir dentro de la cancha un superclásico por televisión abierta. Lerena, en distintas entrevistas a lo largo de su trayectoria, dejó entrever lo difícil que fue transitar un espacio que hasta entonces era solo de hombres. “El machismo en el fútbol es mayor por parte de los periodistas que de los jugadores”, confesó alguna vez.

En el Mundial de Rusia 2018, Ángela no pudo estar presente porque eligió quedarse con sus hijos, especialmente con la tercera beba que en aquel entonces tenía tan solo cinco meses. A la hora de ejercer el oficio, la maternidad muchas veces parece un obstáculo.

En Tucumán, Vero y flor arrancaron en el mundillo del periodismo deportivo desde muy jóvenes. El amor por el futbol fue lo que hizo que se volcaran a esa disciplina dentro del oficio.  Verónica Gómez tuvo sus inicios junto a su padre: José Gómez, quién la acercó a la práctica de la radio cuando ella aún estudiaba Derecho. Recuerda la vehemencia con la que discutía con su papá en aquel programa llamado “Siguiendo la Luna” en el año 2002. Sin dudas, eso sería parte de lo que forjó su actitud para nunca dejarse pasar por encima en un terreno dominado por hombres.

Florencia García Rojas supo desde niña que quería ser periodista. Su abuelo, Mario Rojas, “Chichila” como lo conocían en Colombres, fue una de sus inspiraciones. Hablamos de un ex jugador de fútbol de la Liga Tucumana. “Era nueve, un delantero con mucho gol”, destaca. Él, junto a su abuela, Carmen Bernardino; una fanática de San Martín que también tuvo un rol importante en su vida al transmitirle la pasión del fútbol, fueron los principales impulsores para que ella se abocara al ámbito deportivo.

Remontándonos a sus historias de vida, en el momento en que las dos surgieron dentro del periodismo deportivo no había demasiadas mujeres hablando de fútbol.

Vero empieza a rememorar y comenta: “No tengo buenos recuerdos de quienes al inicio me quisieron hacer parte de sus equipos periodísticos. Lo bueno vino años después, puntualmente con Julio Rubino, que me dio la primera oportunidad en grande porque en las transmisiones de fútbol, del rol como ‘central informativa’, brindando estadísticas y resultados, no salía. Mucho antes, otros que fueron muy generosos conmigo y no quiero dejar de nombrar son: Lucho López en ‘Soy Decano’ y El Colo Córdoba en ‘Pabellón Psiquiátrico’, dos programas radiales donde hablábamos de fútbol un poco más descontracturado. Ellos fueron los primeros que confiaron en mí, por fuera de mi papá”.

Por su parte, Flor recuerda como una gran conquista aquel primer “Más Deportes”, programa que se emitía en Radio y Televisión donde el equipo periodístico al aire estaba conformado solo por hombres hasta su llegada. “Juan José Urchevich fue mi profesor y él que insistió junto a otros colegas para que yo estuviera”. Cuenta que en aquel entonces el director de ese programa no quería incorporar mujeres porque las consideraba “problemáticas”; un rótulo al que, antes de iniciar, ya se veía sometida. Destaca además a Exequiel Llanos, su jefe y compañero en “Futbolero”, el sitio donde trabaja hace ya más de 10 años.

Florencia en la pantalla de Más Deportes. 

Pese a las adversidades que surgían, supieron posicionarse y hacer de sus nombres un sinónimo de información dentro del periodismo deportivo tucumano. Y aquí una nueva coincidencia entra ellas: la maternidad fue una sorpresa.

“Fui madre por primera vez a mis 25 años, en el año 2009, cuando llegó mi primer hijo. En el 2013 llegaría mi segunda hija. Tuve todas las posibilidades para decidir qué hacer en esos momentos. A mi alrededor hubo gran contención. Yo deseaba la maternidad”, cuenta Vero.

“En mi primer embarazo todo fue hermoso. Las emociones de ser madre primeriza, de sentir los cambios en el cuerpo y en la mente fue maravilloso”, recuerda y recuerda también la violencia obstétrica por la que pasó: “La inyección peridural no tomó y me cortaron en carne viva”.  Le recorren unos escalofríos cuando recuerda la sensación. “A diferencia del segundo embarazo de alto riesgo, la operación fue mejor, pero me conllevó dos meses del post parto en recuperación.   Después de eso, salir a la vida fue muy angustiante. Pese a eso, hubiera tenido 20 hijos. Me encanta ser madre”, sintetiza Verónica. 

En el caso de Florencia, la historia es más reciente. Su primera y única hija llegó a su vida hace tres años. “Yo trabajé hasta la semana 38 de gestación”, cuenta. Y en esas parábolas que trae consigo la vida, a la semana siguiente, pasó de relatar un partido a estar pariendo. En el mismo horario que la semana anterior, esta vez era ella la que jugaba el partido de su vida.

Florencia y su hija

“Mi embarazo fue hermoso. Yo pensaba: la semana que viene vuelvo a laburar porque había un torneo jugándose. Y en el ingreso al hospital me dijeron que por la cardiopatía que le encontraron a mi bebé tenía que irme de urgencia a Buenos Aires porque en Tucumán no había tratamiento para su caso. Fue una situación dura, la peleamos solas y salimos adelante”, destaca. Recuerda también que no quería que sus colegas se enteren de su embarazo, quería ahorrarse el oír las habladurías invasivas que impunemente surgen desde aquellos que indagan o suponen con quién, cómo y cuándo fue. “Quería cuidar a mi hija”, confiesa. Es que, cuando sos mujer y estás metida dentro del deporte, pareciera que una debe dar explicaciones hasta de su vida privada. Entonces nos preguntamos: ¿Cuál es el límite?

La vuelta al ruedo después de ser madres no fue sencilla y, ante las necesidades, tuvo que ser prácticamente de inmediato. “Me tomé los 90 días de licencia. En esos primeros años, pasó a un segundo plano el periodismo. Por cuestiones obvias, tuve que salir a trabajar de otras cosas. Sabemos que dentro del periodismo tucumano la precarización está a la orden del día”, marca Vero.

Cercana a esa realidad, Flor cuenta que después del nacimiento de su hija volvió a trabajar periodísticamente también a los tres meses: “Mi jefe me daba partidos cercanos. Mis papás me ayudaban y mi nena desde muy chiquita se comporta bien. La primera vez que salí sin mi bebé, jugaba San Lorenzo de Delfín Gallo. Le di teta hasta el portón de la cancha, hasta que se la llevaron. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Terminó el partido, llegué a casa y mi nena dormía. Ahí volví a sentirme en paz”.

Las contradicciones son constantes: salir a trabajar para darles un porvenir mejor a sus hijos y la culpa por hacerlo. “Desde hace varios años, la que pone el plato de comida en la mesa soy yo. Por eso las obligaciones son muy terminantes. Pero ahora puedo tomarlas, puedo vivir de lo que hago y lo que amo. Durante años anteriores era imposible vivir del periodismo. Miro cinco años hacia atrás y no me imaginaba viviendo de esto. En mi caso, hice de mi familia una empresa auto-administrada donde todos somos funcionales a los roles, donde todos tenemos nuestras obligaciones. Dentro de su niñez, mis hijos me colaboran. Hay culpas o quizás reproches que me hago. No sé si es que estoy dándoles demasiadas responsabilidades, pero no tengo otra. Les brindo explicaciones de todo para que el día de mañana ellos puedan tener una posición más tranquila de la que me tocó atravesar a mí. Siento culpa a diario, me encantaría quedarme un rato más con ellos en casa y, siempre que puedo, trato de hacerlo. No tengo opción y si pudiera lo haría de otra manera”, en algún punto se lamenta Vero.

Vero y su familia

Flor coincide: “El primer año de vida de mi hija fue difícil. Más allá de poder contar con algunas garantías, por la precarización laboral, no me alcanzaba trabajando en el periodismo. Tuve la suerte de contar con la ayuda de mis papás, con ellos todo se hizo más llevadero. La pandemia impidió muchas cosas. Yo contaba los días para volver. Recordemos que la Liga Tucumana fue de lo más castigado. Independientemente de eso, nadie dice nada acerca de que el trabajo y el esfuerzo de uno en Tucumán, como periodista y ante los empresarios de los medios, pareciera que vale cero pesos”.

La culpa termina siendo una construcción patriarcal. En la mayoría de las maternidades y paternidades dónde hay una parte ausente, lamentablemente, a la restante le toca cumplir con todas la funciones. Este es el caso de estas dos mujeres y las de tantas que son invisibilizadas.

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A pesar de los avances en materia de perspectiva de género en el mundo de la comunicación, aún hay muchos desafíos en el periodismo deportivo para lograr coberturas libres de estereotipos cuando se trata de mujeres, más aún en nuestra provincia.

Vero se anima y dice que este es el momento de hacerlo visible e inicia su descargo sobre un aspecto que públicamente nunca antes contó: “Soy una persona de carácter y exteriorizaciones físicas poco convencionales respecto a lo que se ve en el periodismo deportivo en general y a la construcción de la mujer en particular que existe en Tucumán. Muchas de las cargadas que le hacen a mi hijo, tienen que ver con mi apariencia física, con mi forma de ser, tono de voz, evidentemente para el afuera no soy muy femenina. Indagan con la percepción que ellos creen tener de mi identidad sexual. Y de todo eso tengo que cuidar a mis hijos y hacerles entender qué es lo que les están diciendo, de qué se trata, cómo deben manejarlo. Mi hijo lo trata en terapia para que pueda asimilar muchas cosas, para que no le afecte lo que dicen de su madre. El ataque viene de afuera y siempre lo habla conmigo”.

Hay cosas que en mi cabeza resultan inadmisibles y se lo hago saber. Verónica profundiza: “En estos últimos tres años todo fue muy pesado, más aún en este último. Por suerte, el nivel de madurez de mi hijo mayor me permite tener conversaciones necesarias y es más fácil entendernos. Más de una vez renegué de cómo indagan en mi vida personal. Muchas veces, tuve ganas de tirar todo. Me enfrenté a cada ataque que me propinaron. Me hostigaron, me amenazaron por redes, con direcciones, fotos… En algún momento, había decidido irme de Tucumán porque me sobrepasó. No daba la situación para más. Mi entorno me supo tranquilizar. Después, todo comenzó a ordenarse, pero la sensación de desamparo no se me va. Más allá de la semana terrorífica que pasé tras las últimas amenazas que recibí por ser la nueva voz del Estadio de San Martín, pude ordenarlo todo”.

En esta última ocasión, Vero fue la parte más vulnerable de un efecto domino que se sucedía en San Martín. La nueva Comisión Directiva del club decidió hacer modificaciones pertinentes a esta nueva gestión: Vero sería la nueva voz del Estadio y no sólo para un 8 de Marzo como se acostumbra a modo de homenaje por el Día de la Mujer, sino que se convertiría en una de las 13 mujeres que se desempeñan en los clubes del futbol argentino como voz del estadio.

Desde la cobardía del anonimato, le enviaban fotos a sus redes de sus hijos jugando en las plazas, del frente de su casa a modo de infundir miedo para que abandonara este nuevo trabajo que le había sido asignado. Nuevamente, el acoso por el lugar de exposición la hacía sentir vulnerada.

No fue esa la primera vez que Verónica pasó por hechos de violencia manifiesta. En el año 2018 ella era mi compañera en El Deportivo 12 de Radio LV12. En el encuentro de Atlético Tucumán-Gremio, por Copa Libertadores, dos hombres, colegas, nos violentaron en el Estadio Monumental José Fierro. Meses más tarde, un hincha decano la agredió a golpes mientras realizaba notas en la platea. Todo quedó grabado y las autoridades pertinentes actuaron sobre el caso.

Repito: ¿Cuál es el límite? Nos violentaron en todas las formas, físicas, verbales, tolerando situaciones de desprestigio y de acoso que parecen en Tucumán no tener fin ni límite.   

“Parece lejano, pero hablamos de hace muy poco tiempo atrás. Parece que esto no termina más en Tucumán”, así arranca Florencia, quién también vivió en carne propia situaciones de acoso: “Me cuesta dar nombre y apellido. Fueron dos personas con las que tuve esos problemas. En diciembre último me los crucé cuando me dieron una distinción en la Legislatura como Periodista Destacada en el Deporte. Yo estaba con mi mamá y mi hija. Me dio una sensación muy fea en el cuerpo porque sentía que estos tipos iban a acercarse fingiendo que estaba todo bien. Tuve que bancarme esa situación cuando por dentro sentía rechazo y miedo”. Mientras charlamos, su voz se pone temblorosa, es que siente un nudo en la garganta por esos malos recuerdos que la vuelven a angustiar: “Una se calla y termina laburando con abusadores”, comenta.

En el contexto laboral, Florencia recuerda que en su debut forzado como comentarista. Hizo lo que pudo. “Ese día uno de mis compañeros al aire en una nueva emisión me dice: ‘Te escuché, te falta una barbaridad, pero bueno, por algo se empieza’, pero de una manera muy despectiva me lo dijo”. Ella justificaba que no era comentarista, que hasta ese entonces solo hacia bordes de campo, otro lugar siempre asignado para las mujeres, porque pareciera que no nos da para más.

“Todo esto pasó al aire. El director de ese espacio me hacía señas como diciendo ‘quédate muda, no quiero problemas’. Entonces empiezo a consultarle a quién me atacaba despectivamente y lejos de darme una buena justificación, me hicieron bosta. Mis compañeros, lejos de defenderme, se pusieron de su lado. Aun así, aguanté años, no había otra”, comenta Flor que confiesa que, más de una vez, estuvo a punto de tirar la toalla. Destaca que hoy por hoy la televisión en Tucumán es un lugar mucho más accesible para otras mujeres: “Yo estuve cinco años laburando, bancando puteadas, que me culpen, que me señalen con el dedo, siendo multifuncional, trabajando gratis, para que un día los mismos que se valieron de mi trabajo no me tengan más en cuenta”.

Indignada, Florencia ahonda un poco más: “En una ocasión llevaron a un entrevistado al piso. Este se candidateaba como Intendente de Banda del Río Salí, Municipio en el que vivo. En ese momento mi entonces jefe, me pidió mis datos para que el candidato pueda darme una publicidad para el programa. Como en la mayoría de los casos dónde los medios precarizan, hay que salir a vender por aparte, así poder solventar mi situación económica, ya que no estaba recibiendo ni un peso. La ayuda nunca llegó, pero, tiempo después, cuando mi beba se enfermó y asistimos a Casa de Gobierno para solicitar el avión sanitario para llevarla a Buenos Aires de urgencia, nos comentaron que a mi nombre y con mi DNI había llegado una carta de pobreza y que una ayuda económica había sido cobrada. Nunca por mí. Ahí supe que el director de aquel momento lo hizo”.

 

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En el último tiempo, Flor empezó a relatar. En semifinales de Liga Tucumana Masculina hizo su debut: “Recibí mensajes muy buenos, pero después nos dimos cuenta que había muchos haters diciendo cosas como: ‘sos pésima’, ‘no puede relatar esa mina’, por ahí me decían ‘no sabes nada de la Liga’”. Florencia es la única mujer que hace años se dedica a la cobertura total de la Liga Tucumana de Fútbol. “Si alguien tiene dudas de mi trabajo, quiero que sepan que esto lo hago por mi hija, para que ella esté orgullosa algún día de mi”, remarca.

El hostigamiento parece no cesar y, a veces, las mujeres están cansadas de callar, de tener que hacer el doble o triple esfuerzo que un tipo común que, por el simple hecho de generar testosterona, puede decir o hacer cualquier barbaridad y ser aceptada. A nosotras se nos evalúa hasta la vida privada.  La actividad periodística debería estar libre de sexismo y ser respetuosa de los derechos de las personas, independientemente de su identidad de género, para evitar las estigmatizaciones.

En estos relatos se evidencia que los medios de comunicación en Tucumán no cumplen con el Código de Trabajo. Son varios los hallazgos a ser analizados. Uno de los más importantes denota que las mujeres tienen una “doble presencia”, un concepto laboral que supone que las profesionales no solo responden a las demandas del campo laboral, sino también las del trabajo doméstico y familiar de forma simultánea. Los valores que impulsan el oficio periodístico se intensifican cuando una es madre: Ellas trabajan para crear, de alguna forma, un mundo mejor para sus hijos. En ellas existe una gran pasión y convicción para continuar ejerciendo oficio aunque ambas no tengan la certeza si seguirán trabajando de eso el año que viene.

El periodismo deportivo en Tucumán tiene una resistencia muy grande con respecto a las mujeres. En mi caso, es lo que me llevó a migrar. Para aquellas colegas que son madres es más duro aún. Aunque hay compañeros solidarios, en general, el ambiente es muy hostil con nosotras. Creo que, en su mayoría, más de una vez alguna tuvo la experiencia de llevar un curriculum a un medio y que te respondan que “no entran mujeres”, que te roben información, que se adjudiquen trabajos que una con esmero realizó. Meterse dentro del ambiente, en algunos casos, te obliga a masculinizarte un poco para evitar ser juzgada por cómo vas vestida. De lo contrario, con total liviandad, corren el rumor de que te estás acostando con tal o cual persona.

El machismo arraigado en la provincia se siente en la información, cuando das una noticia y dudan porque la dio una mujer. Para una mujer no hay margen de error, un error te condena. Los puestos laborales dentro de los medios tucumanos son escasos. Cuando ocupas ese lugar, lo quieren todos. Muchos se valen de tu género para cuestionar tu trabajo. Otros, dejan en claro el miedo que sienten a ser desplazados. En mi caso, prefiero ser optimista y seguir el ejemplo de Vero y Flor. Prefiero pensar que los tiempos están cambiando. En algún momento, los explotadores, acosadores, abusadores y también los dinosaurios van a desaparecer.