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"Todos lo oímos": cinco amigos tucumanos y una noche de terror en el parque 9 de Julio

PARANORMAL

Una historia revelada de manera anónima para el Rincón del Misterio, contó el momento de pánico que vivieron un grupo de jóvenes hace más de 15 años en Tucumán.





Esta no es quizás la primera vez en la que algún tucumano o tucumana recuerda algún evento paranormal que haya vivido en nuestro famoso y reconocido parque 9 de Julio. Quizás muchos recuerden ese relato que cuenta que en uno de los árboles de dicho lugar, se oculta la entrada a un aquelarre, esas reuniones de brujas y brujos a la que muchas personas estarían llegando gracias a la música.

Sin embargo, la historia de hoy cuyo protagonista es un muchacho llamado Juan tiene más bien otro tinte, pero también muy terrorífico.

El relato de este muchacho originario de la comuna de Rumi Punco, se desarrolla en sus épocas de estudiante de la carrera de abogacía en la Universidad. Como suele acostumbrarse con gente que vive lejos de la capital, esos años se quedó a vivir en San Miguel, y revela que a pesar de ser de una zona rural plagada de misterios y relatos paranormales, fue recién en el parque 9 de Julio entre el 2005 y el 2006 que vivió esto que ahora ha relatado en el Rincón del Misterio, el blog tucumano dedicado a relatar experiencias aterradoras en nuestra provincia: “Recuerdo que era un fin de semana. Con unos amigos fuimos hasta el parque 9 de Julio a jugar a la pelota, era algo que hicimos muchas veces. Cuando por la tarde de ese día empezó a oscurecer, decidimos irnos, y empezamos a cruzar el parque, hacia el norte, porque Rafa nos recomendó ir a comer unos sanguches de milanesa en un barcito que él conocía”, comienza.

“Así fue que Rafa, Marco y Dani se adelantaron a hacer los pedidos en el bar, mientras que Leo y yo nos quedamos dentro del parque molestando un poco más. En realidad, llegando a la Avenida Gobernador del Campo, habíamos visto a una chica muy bonita que estaba haciendo ejercicios. Le habíamos saludado, pero nos quedamos para ver si lográbamos entrar más en confianza con ella y conseguir su número de teléfono. Pero al poco de irse los otros changos, vemos que llega un tipo en moto y esta chica se va con él. Mientras nos reíamos con Leo por nuestra mala suerte, me fuí a buscar mi mochila que la tenía apoyada bajo un árbol, cuando veo que desde lo oscuro del parque venía caminando un chico que me pareció muy raro. Éste venía hacia nosotros. Me pareció que estaba como drogado, se veía muy sucio. Y por cómo nos miraba desconfíe, así que le hice señas a Leo, tomé mis cosas y rápido cruzamos la avenida para irnos con los demás”, sigue.

“Ya en el kiosco, y cuando terminé mi sándwich, metí la mano en mi mochila para buscar mi billetera y es ahí cuando me doy cuenta que me faltaba el celular. Era un Nokia 1100. Inmediatamente pensé que se me lo había caído en el parque cuando vi a ese chico acercarse. Entonces Leo y Dani se vienen conmigo a buscar el celular”, revela dejando saber que se adentraron caminando en la oscuridad del parque a altas horas de la noche.

Cruzamos la avenida para entrar al parque pero en el lugar ya no había nadie, ni gente en las calles. No era muy tarde, quizás 22 hs., pero como hacía frío la noche se puso desolada. Empezamos a buscarlo ante la posibilidad de que estuviera en el suelo. Uno de los chicos le hacía llamadas para ver si escuchábamos su ringtone, pero nada. Recuerdo que había una calle interna al parque, angosta, llena de palmeras, que fue por dónde ví venir a ese chico; por esa calle caminé buscándolo mientras los otros quedaron metros atrás haciendo llamadas al celular. Mientras yo caminaba atento para escuchar sonar a mi celular, es cuando escucho aquel llanto. Parecía el llanto de un bebé”, confesó.

“Primero me pareció haberlo escuchado lejos, y por eso no le di importancia. De todos modos mi cabeza estaba en recuperar mi celular. Pero fue al escuchar ese llanto mucho más cerca cuando me detuve. Me di la vuelta y miré a los chicos que estaban metros atrás, y les dije que se callaran y escuchen. Ellos pensaban que me refería al sonido de mi celu, entonces les dije ‘llora un bebé’”, se acuerda Juan.

En ese punto todos nos callamos y pudimos escucharlo. No sé quién dijo que era un gato. Pero para mí no lo era, sonaba claramente como un bebé de meses. Lo extraño era que por esa zona, dentro del parque, no había nadie y todo estaba oscuro. Sólo teníamos la luz de las luminarias sobre la avenida y vehículos que pasaban. Así que nos preocupamos porque si realmente había un bebé llorando, era porque alguien tuvo que haberlo abandonado dentro del parque en esa noche fría”, continúa el relato.

“La cosa se puso aún más rara cuando notamos que ese llanto parecía cambiar de posición. Es decir, lo sentíamos en una dirección, al rato se callaba y lloraba de nuevo, pero en otra. Cuando uno de los chicos dijo que eso se estaba moviendo, me dio miedo, desconfianza, y rápido retrocedimos hacia la vereda del parque, donde había luz. Desde ahí mirábamos hacia dentro. Y mientras, el llanto seguía. Para que tengan una mejor idea, desde donde estábamos parados en la vereda, hasta donde creíamos que más o menos venía ese llanto dentro del parque, podría haber una distancia de 70 metros”.

“No sabíamos qué hacer. ¿Llamábamos a la policía? ¿Pedíamos ayuda? No sabíamos. En eso estábamos cuando escuchamos que venían los otros changos. Miro detrás y lo veo a Rafa cruzar la avenida junto a Marco mientras me preguntaban si habíamos encontrado al celular. Les explicamos lo que pasaba, y ellos así haciéndose los bravos, entraron al parque. Nos decían que éramos unos cagones, que vayamos a ver a ese pobre bebé. Y, cómo ya éramos 5, entramos todos”, dice, dejando saber que los cinco tucumanos vivieron la misma experiencia.

Íbamos caminando cuando el llanto deja de sentirse de repente. Igual seguimos avanzando y nada. Entonces nos detuvimos en medio de esa calle oscura cuando todos gritamos al ver pasar corriendo al lado nuestro a una cosa enana. Parecía una personita porque corría en dos patas. Del miedo retrocedimos todos y sentimos de nuevo el llanto. Pero esta vez era raro, distinto, porque el llanto no era como el de un bebé, sino que el llanto era como si una persona adulta simulara con burla el llanto de un bebé. Corrimos los cinco, salimos del parque, cruzamos la avenida y nos fuimos de allí”

“Nunca encontré mi celular. Pero eso no me afectó tanto, sino la impresión que nos llevamos esa noche. Los cinco coincidimos en lo que vimos. Alguien muy bajito, un metro a lo sumo, se lo veía todo oscuro, como si llevara una ropa negra u oscura, de todos modos en ese lugar no había luz y no pudimos verle mejor. Y todos escuchamos lo mismo al final, esa burla que nos hizo con ese llanto simulado”, terminó la historia.

Lo cierto es que el relato que podría ser comprobado por otras cuatro personas, es realmente aterrador, y son muchos quienes que encuentran similitudes entre los llantos de los bebés y eventos paranormales, como si ese instinto de protección hacia los pequeños fuera una suerte de truco o de engaño para atraer a los más ingenuos. ¿Qué pensás al respecto?