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"Le pedí que no lo hiciera": un joven tucumano se puso un aro y su madre revela el dolor que ahora padece

QUÉ DOLOR

Leonel se colocó un piercing hace tres años y en ese momento sintió algo extraño, pero nunca lo que llegó a confesar hasta ahora. La reacción de su mamá Susana y las palabras de la médica especialista.

Leonel no quiere saber más nada con piercings por un buen tiempo.





Hace tres años, Leonel tenía 16 y se le ocurrió una idea: colocarse un piercing en el lóbulo de la oreja izquierda. Nunca jamás en su vida el joven imaginó que ahora, a los 19, estuviera viviendo este dolor que está experimentando. “Sí, hace tres años que mi hijo se ha hecho la perforación con una amiga. La amiga le dijo que había hecho varias intervenciones y se confió. Pero acá estamos: comenzando el tratamiento”, indica Susana, la madre del joven, a eltucumano.

¿Cómo empezó todo este drama? “Cuando Leonel fue a ponerse el piercing, no tenían a mano un aro abridor. Buscaron cualquier aro, lo desinfectaron con alcohol, y desde que sintió el pinchazo le dolió un montón. Es más: durante tres días ni siquiera podía tocarse la zona. Como era la primera vez que se colocaba un aro, mi hijo no sabía si la reacción era común. Recién a los tres días se pudo desinfectar, pero siempre le quedó algo en la oreja. Desde hace tres años ese agujerito siempre había querido supurar. Le dolía muchas veces cuando dormía. Se le hacía una pelotita, se le disipaba, y se le volvía a hacer”.

Durante estos tres años, Leonel nunca había llegado a conocer el dolor del último tiempo. Es un dolor que le confesó a su madre, quien descubrió la protuberancia que se había formado: “Como está detrás de su oreja, Leonel nunca se lo había visto. Un día le he encontrado la pelotita detrás de la oreja y mi hijo me confesó: ‘No sé en qué momento me ha salido, nunca lo había sentido’. Hasta que empezó a dolerle y nos fuimos al médico”.

Acto seguido, Susana y su hijo llegaron al consultorio: “Lo he llevado a una dermatóloga que también es cirujana. La doctora me dijo que cuando se lo opera, se hace el doble de grande de tamaño, mucho más grande. Entonces lo está tratando con láser y con corticoides lo ataca. Nos dijo que se le va a poner oscuro y que, por suerte, el queloide (el crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz) ha hecho una reacción al láser”.

¿Cuál es el tratamiento y cuáles los pasos a seguir? “La doctora nos dijo que todo depende de cuántas sesiones llevará. Por lo menos calcula que serán 10 sesiones, una por mes. Y cree que el tratamiento dará resultado porque lo que tiene es algo externo, es como un tejido muerto. De hecho cuando le pincharon la zona ahora, no le dolió. Pese a todo, mi hijo está contento porque hemos comenzado el tratamiento. Está dando resultado y la pelotita está a punto de explotar. Ayer volvimos de la dermatóloga y ya se le abrió la piel y ha empezado a supurar. Está bastante feo, pero nos dijo la doctora que eso es bueno, que ha reaccionado al láser”.

Mientras la zona supura y está protegida por una gasa, Susana agrega qué le dijo la médica: “Todo es un proceso, la zona va a cambiar de color, va a cicatrizar, es bastante desagradable estéticamente, es traumático todo el proceso, pero mi hijo va a mejorar. Eso sí: a las 10 sesiones no las cubre la obra social y cada sesión cuesta 3 mil pesos más los medicamentos que todavía no fui a comprar a la farmacia”.

¿Cuál es el mensaje que deja esta situación? “Conozco muchos chicos que se han hecho ellos mismos perforaciones en lugares más delicados como las cejas o la nariz. Desinfectan una aguja con alcohol y listo. Yo soy muy enemiga de los tatuajes y de las agujas. Siempre el tema de los piercings y tatuajes ha sido un tema de discusión en la familia, pero hay que hablar con los hijos para que no cometan estos errores. Leonel se ha asustado porque le ha empezado a doler y tiene que haber escarmentado con todo lo vivido. Siempre hay que hablar con los chicos, siempre hay que pedirles que cuiden sus cuerpos. Después puede complicarse. Después puede ser peor”.